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viernes, 28 de marzo de 2025

Peter Godfrey-Smith-Vivir en la tierra-

Otras mentes" hizo una aportación fundamental al estudio de la cognición en cefalópodos y al origen evolutivo de la inteligencia y la consciencia. Profundizó y extendió esta tarea en su libro "Metazoos" y ahora completa la trilogía con "Vivir en la Tierra"

Dos siglos después, Peter Godfrey-Smith, filósofo, buceador y profesor de Historia y Filosofía de la ciencia en la Universidad de Sídney, recoge el testigo de Darwin en Vivir en la Tierra. La vida, la consciencia y la formación del mundo natural. Un libro que no solo es un libro, sino un registro de los seres vivos que han dado forma a nuestro planeta. También es la culminación de una trilogía que disecciona el despliegue de los habitantes de la Tierra como si fuesen dedos apretando arcilla.

Hace años, Godfrey-Smith inauguró esta serie con Otras mentes. El pulpo, el mar y los orígenes profundos de la consciencia (2016), un descenso a la mente alienígena de los pulpos: esos seres prodigiosos que piensan con los tentáculos. Pocos años después, dio un paso más allá con Metazoos. La evolución de la vida y el nacimiento de la consciencia (2020), un acercamiento biológico al desarrollo de la percepción, el dolor y la voluntad. Ahora, en Vivir en la Tierra (2024), la visión se amplía y se completa: no solo importa cómo evolucionan los organismos, sino cómo reconfiguran el mundo a su paso

«Una vez que se empieza a observar nuestro planeta desde el punto de la vida, entendida esta como causa -escribe el autor-, muchas cosas se antojan diferentes».

El relato científico de Godfrey-Smith se estructura en tres actos, como sucede con casi todas las buenas historias. Acto primero: la vida como arquitecta. La fotosíntesis, el momento en que una célula decidió que vivir en grupo era mejor idea que hacerlo en soledad. Las plantas alterando el clima, modelando ríos, terraformando el planeta antes de que existiera la palabra «terraformar»… Acto segundo: la mente humana como herramienta de cambio. El lenguaje, la cultura, las manos que tallan piedras, los ojos que ya vislumbran un futuro que se acelera… Acto tercero: la humanidad como fuerza geológica. No como algo externo a la naturaleza, sino como una variable dentro de la ecuación.

La idea no es nueva: el biólogo y filósofo Jakob Johann von Uexküll ya hablaba del Umwelt, el medio ambiente propio de cada criatura. Un murciélago percibe el aire en forma de ondas, un pez cebra lee el agua como un libro abierto. Ninguno ve el mundo tal como es, porque «tal como es» no significa nada, a no ser que adoptemos la mirada de un dios. En realidad, cada organismo selecciona su realidad y, al hacerlo, también la altera.

Ejemplo: hace 2.400 millones de años, unas bacterias insignificantes, sin cerebro ni voluntad, comenzaron a liberar oxígeno. Sin consultarlo con nadie, sin un plan ni un manifiesto, cambiaron la atmósfera y pavimentaron el camino para la existencia de músculos, nervios, cerebros. Aquella fue la mayor revolución biológica de la historia.

Si unas bacterias pudieron alterar un planeta entero, ¿qué no podrá hacer una especie como la nuestra?

Porque aquí entramos nosotros, los Homo sapiens. Que no solo existimos, sino que transformamos. Que convertimos ríos en presas, bosques en asfalto, animales en datos. Que, al igual que las cianobacterias, hemos desencadenado un cataclismo que ha modificado la superficie del globo. Con el matiz de que nosotros, a diferencia de nuestras antecesoras, sabemos lo que estamos haciendo

Godfrey-Smith observa sin condenar, pero tampoco absuelve los pecados de nuestra especie: «Una panorámica de nuestro lugar en la evolución, en la historia de la Tierra, no nos dice lo que tenemos que hacer. Puede indicarnos acciones, compromisos que podríamos asumir, pero todo ello es, en gran medida, una elección. Podemos afrontar el proyecto de proteger la naturaleza salvaje, pero también podríamos ir en otra dirección, en busca de una Tierra futura más benigna en algunos aspectos, aunque también más empobrecida».

En este sentido, el autor examina la hipótesis Gaia de James Lovelock (la Tierra como un sistema autorregulado, casi como un enorme ser vivo) con ceja arqueada y bisturí en mano. No compra esta teoría, pero la comprende. Al fin y al cabo, la interdependencia de los organismos no es misticismo, sino bioquímica.

También revisa estudios sobre la sincronía en tareas cooperativas –cuando dos mentes trabajan juntas, sus ondas cerebrales laten al unísono– y se pregunta qué significa eso para la evolución de la inteligencia.

Pero ojo, porque, a la hora de observar estos fenómenos, queda claro que la cultura no es un rasgo exclusivo de nuestro linaje. «Esto –subraya el autor–, hoy en día, se antoja falso, y cada vez aparecen más comportamientos aprendidos culturalmente en otras criaturas, sobre todo chimpancés, pero también en muchos más. Las aves lira y los pergoleros son dos ejemplos de ello, las aves lira con sus repertorios de canto y (probablemente) los pergoleros con sus estilos decorativos. Incluso las abejas muestras formas sencillas de aprendizaje cultural. La pregunta de por qué otros animales carecen de cultura ha sido sustituida por otra. ¿Por qué despegó y se volvió tan elaborada en los humanos, mientras que en otras especies siguió siendo, por así decir, un elemento menor (casi inadvertido durante mucho tiempo)?

No hay respuestas cerradas en Vivir en la Tierra. Hay ideas lanzadas como bengalas en la noche. Por eso, el libro no avanza en línea recta. Es un delta, una red de meandros. De pronto, estamos en la transición del nomadismo a la agricultura; un pestañeo después, en la inteligencia artificial. Las digresiones no son desvíos, sino raíces. Todo se conecta. Todo influye en todo

Pero hay una constante en esta obra: la ética. Por ello, la cuestión no es si los animales sufren (spoiler: sí, lo hacen), sino qué hacemos con esa información. No se trata de abolir la ganadería, desde luego que no, sino de preguntarse quién querría reencarnarse en un cerdo de granja industrial. En un pollo que jamás verá el sol. En una vaca que nunca caminará sobre la hierba.

«Una vida que valga la pena ser vivida». La frase flota sobre el libro como una amenaza. O como una súplica.

Godfrey-Smith no es un vegano intransigente ni un fanático animalista. No dicta sentencias. Solo observa el cuadro completo y deja que el lector saque sus propias conclusiones

Y luego está la pregunta final. La que sobrevuela todo el libro, la que late bajo cada página como un tambor de guerra. Si la vida es tan ingeniosa, si la evolución ha construido mecanismos tan improbables como un cerebro que se pregunta por su propia existencia, ¿por qué la vida inteligente parece tan escasa?

Bacterias, algas, líquenes: de esos hay a montones. Pero no ocurre lo mismo con una mente capaz de mirar las estrellas y preguntarse qué hay más allá. Una mente como la del Homo sapiens, que teorice, que imagine, que escriba libros como este. Tal vez no haya nadie más en el universo capaz de ello. Tal vez sí. Tal vez no importe.

Al final, en las últimas páginas, Godfrey-Smith vuelve al océano. Al agua salada, a las criaturas que pululan en la oscuridad de los mares. A ese lugar donde todo comenzó y donde, quizá, todo termine. Llegados a este punto, no hay conclusiones grandilocuentes ni moralejas forzadas. Solo la certeza de que la vida sigue, incansable, transformando el mundo a cada latido.


Guzmán Urrero es editor de la revista Cualia.es. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha colaborado con El MundoABC, la agencia EFE, el Instituto Cervantes y diversas revistas culturales. Asimismo, es autor de varios libros sobre cine y comunicación audiovisual


'Vivir en la Tierra': un viaje a través de 3.700 millones de años

Peter Godfrey-Smith, profesor de Filosofía de la Ciencia y autor de los superventas 'Otras mentes' y 'Metazoos', culmina su trilogía sobre el origen de la vida y la conciencia. "Lo que me preocupa no es nuestra desaparición, sino que continuemos existiendo muchísimo tiempo", afirma

La vida surgió muy temprano. Extraordinariamente temprano, para ser exactos. En cuanto la Tierra se enfrió, hará unos 3.700 millones de años, prendió la llama y empezaron a multiplicarse los primeros organismos unicelulares sencillos. 

Cualquiera diría que el tercer planeta del sistema solar recibió a los seres vivos con una alfombra roja, que no existía ningún sitio mejor en todo el Universo que la nutricia madre Gaia para hospedar a la larga serie biológica que llega hasta nosotros.

Cualquiera lo diría, sí, pero resultaría un error. En realidad, el pedrusco sobre el que nos sostenemos fue en sus orígenes un lugar inhóspito bajo la amenaza constante de la extinción. Hasta que la vida lo transformó: paradójicamente fue la propia vida la que creó las condiciones de su triunfo

Tal es el resumen destilado de la nueva teoría del filósofo de la ciencia y apasionado submarinista australiano Peter Godfrey-Smith, uno de los pensadores más brillantes y originales que se preguntan por la peculiaridad de la vida y el origen de la conciencia. Tras ocuparse de las alienígenas inteligencias de los cefalópodos, tan complejas como alejadas de la nuestra en Otras mentes (Taurus, 2017) y ampliar el foco a la totalidad del mundo animal en Metazoos (Shakleton, 2021), concluye ahora una trilogía fascinante con Vivir en la Tierra, donde plantea un modo revolucionario de ver la interacción entre los seres vivos y el planeta que habitan y transforman

Un filósofo de la ciencia que reflexiona buceando en el Pacífico es una rara avis entre dos mundos. ¿Qué es más extraño: un mamífero terrestre que se sumerge en el mar o un filósofo sumergiéndose en la biología? «Ah, bueno, ambas cosas me parecen muy naturales ahora, nada extrañas. Al principio sí lo eran, pero con el tiempo dejaron de serlo. En el primer capítulo de Otras mentes di cuenta de la experiencia física del buceo, acerca de cómo el aire se comprime y adquiere propiedades diferentes. Para un cuerpo humano, al principio, estar en aguas profundas es algo físicamente desafiante, pero después se vuelve natural

La vida surgió muy temprano. Extraordinariamente temprano, para ser exactos. En cuanto la Tierra se enfrió, hará unos 3.700 millones de años, prendió la llama y empezaron a multiplicarse los primeros organismos unicelulares sencillos. Cualquiera diría que el tercer planeta del sistema solar recibió a los seres vivos con una alfombra roja, que no existía ningún sitio mejor en todo el Universo que la nutricia madre Gaia para hospedar a la larga serie biológica que llega hasta nosotros. 

Cuando nos citamos por videoconferencia con el profesor de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Sídney, reconoce que no imaginaba un proyecto intelectual de esta envergadura cuando hace una década descubrió Octópolis, la increíble ciudad submarina de los pulpos. «Inicialmente Otras mentes era un libro bastante más extenso, con parte del material que incluí en Metazoos, especialmente la historia general de la vida animal. Mientras hacía esos ajustes, mi editor se entusiasmó con la idea de contar también la otra cara de la historia: no sólo cómo la evolución produce mentes y acciones, sino cómo esas mentes y acciones transforman el mundo en el que viven. Y así el proyecto se convirtió en una trilogía

Influencia decisiva en la visión del autor fueron las ideas del legendario biólogo Richard Lewontin, que siempre insistió en la necesidad de pensar en dos direcciones cuando hablamos de la evolución: no sólo considerar cómo la evolución produce organismos como nosotros, sino también cómo estos organismos transforman los entornos en los cuales la evolución tiene lugar. ¿Qué es lo primero que vemos al adoptar este enfoque que antes se nos escapaba? «La idea a la que siempre vuelvo, y que ha transformado mi percepción más que ninguna otra, es la de la atmósfera de la Tierra como algo antinatural, algo que ha sido creado por la actividad de los seres vivos y que, a su vez, estableció las condiciones necesarias para la aparición de los animales», contesta Godfrey-Smith. «Sin esta atmósfera antinatural, rica en oxígeno, no tendríamos vida animal. Por supuesto, hay muchos otros ejemplos más allá de los efectos que la vida ha tenido sobre la atmósfera, como la manera en que los colores que nos rodean han sido moldeados por la percepción y las acciones basadas en ella, especialmente acciones impulsadas por evaluaciones, como ocurre con la evolución de las flores o la coloración de los cuerpos animales. Todo esto también es relevante, pero para mí el cambio atmosférico sigue siendo el aspecto fundamental».

Late en estas página la hipótesis de Gaia ideada en los años 60 por el químico James Lovelock que ve la Tierra como un sistema vivo y autorregulado. Se trata de una idea a la que en ocasiones se ha acusado de peligroso misticismo. Sin embargo, el filósofo submarinista cree que merece la pena rescatarla para la ciencia. No es el único: un libro reciente del biólogo canadiense Ford Doolittle titulado Darwinizing Gaia reinterpreta esta idea a través de la lente de la selección natural de Darwin y la evolución de comunidades multiespecies



Ilustración del libro 'Historiae Naturalis De Exanguibus Aquaticis libri IV', de Johannes Jonston (1665).
Ilustración del libro 'Historiae Naturalis De Exanguibus Aquaticis libri IV', de Johannes Jonston (1665).ALAMY

Pero Godfrey-Smith no está del todo convencido de que considerar la Tierra como un organismo sea la mejor respuesta para captar la importancia de la actividad de los seres vivos en el sistema planetario en su conjunto. «Es más útil pensar en términos de complementariedad entre las partes vivas y no vivas de un mismo sistema. Desde luego, necesitamos una explicación sobre cómo la Tierra ha permanecido habitable durante tanto tiempo, incluso enfrentándose a cambios que podrían haberla llevado en una dirección contraria. Estas ideas merecen atención. Pero sospecho que funcionarían mejor por sí mismas, sin asociarlas necesariamente con Gaia como una especie de ser vivo».

Leyendo los fascinantes libros de Godfrey-Smith, el lector siente a veces una impresión muy poco darwinista. Algo así como que el surgimiento de la vida y también de la mente eran inevitables, que el universo fue ajustado para recibirnos. Algo así como un Creador actuando tras la cortina. Pero el filósofo lo niega y, aunque reconoce que su heterodoxa visión de la naturaleza puede chocar al principio, considera que nunca ha dejado de trabajar dentro del marco amplio pero bastante convencional del darwinismo.

A fin de cuentas, una visión darwinista general podría incluir perfectamente esta idea: dado lo rápido que surgió la vida en la Tierra después de su formación, y considerando además que ha existido durante la mayor parte de la historia del planeta, es razonable pensar que la vida aparece con cierta facilidad cuando las condiciones son propicias. La Tierra podría haber tenido una historia larguísima sin seres vivos, o que estos apareciesen muy tarde en esa secuencia temporal, pero no ha sido así. Si leemos el mensaje que nos deja la historia de la vida en la Tierra de una manera sencilla y especulativa, parecería decirnos que los seres vivos surgen con bastante facilidad cuando las condiciones adecuadas están presentes. En cambio, lo verdaderamente difícil podría ser la aparición de vida compleja, vida animal extendida por todo el planeta y no confinada simplemente a pequeños nichos o rincones aislados. Esa parte quizá sí sea especial, poco común, y verdaderamente afortunada dentro de la historia de nuestro planeta.

¿Y qué decir del último y más revolucionario invento de la selección natural? Hablamos de la conciencia que nace en los mamíferos y cuya complejidad evoluciona hasta alcanzar una potencia transformadora nunca vista con nuestra especie. Los debates filosóficos sobre la conciencia son arduos. ¿Cómo es posible que los procesos físicos den lugar a las sensaciones y que un pedazo de materia llegara a pensar sobre sí misma? Quizá es que todas estas preguntas estén mal formuladas: ¿es posible que la mente y la conciencia sean una ilusión, un residuo de la interacción con el medio?

Alega Godfrey-Smith que nunca ha entendido del todo la posición del ilusionismo. «Sé que hay filósofos que la defienden, especialmente Keith Frankish, y también admiro mucho el trabajo de Daniel Dennett, que solía argumentar algo parecido. Puedo aceptar la idea de que cometemos errores al interpretar nuestra propia experiencia. Pero la propuesta de que el fenómeno mismo que nos sorprende -esa experiencia consciente, la sensación subjetiva que parece tan difícil de explicar físicamente- sea realmente una ilusión, es algo que me cuesta mucho comprender».

El autor admite que quizá tengamos teorías incorrectas sobre la conciencia y que confundamos muchas de sus características. Tal vez nos equivocamos tanto que sintamos que todo el asunto ha sido mal planteado desde el principio. «Pero, aun así, siempre volvemos al hecho básico de que tenemos sensaciones, experimentamos dolores, recordamos episodios de nuestra vida y generamos imágenes mentales vívidas», dice. «Son precisamente estas experiencias las que parecen tan difíciles de explicar físicamente, y al mismo tiempo, parecen imposibles de descartar como meras ilusiones».

Si la conciencia es algo puramente natural pero podemos replicarla: ¿sería una inteligencia artificial sobrehumana el final de la evolución biológica? Godfrey-Smith no es optimista porque siempre le gusta diferenciar entre inteligencia y experiencia consciente. Un argumento central de sus libros es que los sistemas nerviosos son objetos extremadamente singulares desde un punto de vista físico, algo completamente distinto de lo que hay en un ordenador como los que utilizamos hoy. Los filósofos del siglo pasado aceptaron demasiado rápido la idea de que todo lo esencial de un cerebro puede, en principio, trasladarse a un ordenador, con el único límite de cuestiones prácticas de tamaño o potencia. Pero él no comparte esa idea.

«Los sistemas nerviosos son objetos realmente especiales. Si alguna vez alcanzamos una conciencia artificial o algún tipo de sensación artificial, probablemente requerirá construir objetos muy distintos físicamente a los ordenadores tradicionales. Es más probable que surjan nuevos tipos de conciencia en organoides o cultivos celulares que en máquinas hechas con hardware convencional. De un modo inquietante, creo que ésa es una posibilidad realista en cuanto a la conciencia artificial».

-¿Y qué piensa sobre la inteligencia artificial en sentido amplio?

-Como casi todo el mundo, estoy sorprendido por la velocidad con la que los modelos de lenguaje basados en inteligencia artificial se han desarrollado en los últimos años. Pero no creo que tengan conciencia ni experiencias. Probablemente eso solo podría lograrse con materiales y estructuras radicalmente diferentes, más cercanas a las de un sistema nervioso biológico. Sin embargo, en términos de capacidad de aprendizaje, razonamiento y resolución de problemas, el avance reciente es verdaderamente impresionante y plantea enormes desafíos, tanto conceptuales como prácticos. Cada año la disrupción es mayor que el anterior».

Si la conciencia es un invento de la evolución para acelerar los cambios, tal vez la evolución ha ido demasiado lejos al crear una mente como la humana que, en lugar de hacer la Tierra más habitable, lo destruye todo ¿Acaso somos un catastrófico error darwinista? La última parte de Vivir en la Tierra se ocupa precisamente de tantear una nueva ética ecológica que plantee sin ambages si la Tierra estaría mejor habiendo seguido otro camino, sin producir seres como nosotros.

«Tengo amigos que sostienen posturas profundamente pesimistas respecto a la humanidad. Uno de ellos enfatiza especialmente el trato cruel hacia los animales en la industria ganadera, mientras que otro resalta la pérdida masiva de especies por la destrucción de sus hábitats. Si yo pensara que no podemos hacerlo mejor, entonces sí empezaría a preguntarme si la Tierra habría estado mejor con otra ruta y habitantes diferentes. Pero, honestamente, el nivel de pesimismo de mis amigos sobre nuestra capacidad de cambiar es quizás excesivo».

Eso sí, la extinción humana no es lo que realmente le preocupa. Y anima al resto de la humanidad a pensar en términos parecidos. «Los humanos somos extraordinariamente resistentes y no comparto esa visión común según la cual todas las especies tienen una duración predecible desde su surgimiento hasta su desaparición», dice. «Somos demasiado inusuales, estamos demasiado extendidos y hemos alcanzado un nivel tan alto de control tecnológico y ambiental que perfectamente podríamos continuar existiendo muchísimo tiempo. Lo que me preocupa de verdad no es nuestra desaparición, sino el escenario opuesto: que continuemos existiendo muchísimo tiempo en un contexto donde todo lo demás ha sido destruido o gravemente dañado. Me preocupa mucho más la idea de que sigamos apretando más y más el tornillo, causando extinciones masivas, y que los animales en la agricultura intensiva sigan viviendo en condiciones cada vez más restringidas y dolorosas. Ésa es la imagen que realmente me inquieta».

Vivir en la tierra

lunes, 24 de marzo de 2025

Dario Amodei dice que en los próximos 3 a 6 meses, la IA escribirá el 90% del código

 Director ejecutivo de Anthropic, Dario Amodei dice que en los próximos 3 a 6 meses, la IA escribirá el 90% del código y, en 12 meses, todo el código podría ser generado por IA

https://elpais.com/tecnologia/2025-03-24/llega-la-era-de-programar-sin-saber-lenguajes-informaticos-ya-no-tiene-sentido-escribir-una-linea-de-codigo.html 

 

Llega la era de programar sin saber lenguajes informáticos: “Ya no tiene sentido escribir una línea de código”

La barrera de entrada para ser programador baja radicalmente: la IA ya permite crear apps o herramientas sin saber lenguajes específicos, y tiene hasta un nombre nuevo

En octubre de 2023, el programador Javi López creó un juego llamado Angry Pumpkins. No tendría un valor especial si no fuera porque lo hizo sin escribir una línea de código. Y el juego tenía 600: “Lo generó ChatGPT con prompts en español tipo ‘quiero un juego tipo Angry birds’”, dice ahora a EL PAÍS. “Al final me generó el código HTML y Javascript. Funcionaba, es tremendo, y fueron solo los inicios”, añade.

López no usó la IA solo para cacharrear con código y juegos. Con su cofundador, Emilio Nicolás, creó MagnificAI, una herramienta para mejorar imágenes y la mitad de su código fuente está escrito por la inteligencia artificial. MagnificAI acabó siendo vendida a Freepik por una cantidad no revelada.

There's a new kind of coding I call "vibe coding", where you fully give in to the vibes, embrace exponentials, and forget that the code even exists. It's possible because the LLMs (e.g. Cursor Composer w Sonnet) are getting too good. Also I just talk to Composer with SuperWhisper…

— Andrej Karpathy (@karpathy) February 2, 2025

“Ya no tiene sentido hoy escribir una línea de código”, sigue López. “Mucha gente se indigna. Me decían que no podía crear un programa complicado sin nociones básicas de programación porque me iba a atascar o habría un bug [error], que necesitaba conocer la arquitectura”, dice. Desde hace unas semanas esta programación sin saber código tiene incluso un nombre: “vibe coding” o “programar por sensaciones”, “dejándose llevar”. El célebre programador Andrej Karpathy, exjefe de IA en Tesla, cofundador de OpenAI y youtuber, lo bautizó así en febrero. “Entrégate completamente a las sensaciones y olvídate de que el código existe”, escribió Karphaty en X. Y añadió: “Solo hablo, apenas toco el teclado. Pido cosas tontas porque soy demasiado vago para buscarlas. Siempre le doy a ‘aceptar todo’ y cuando recibo mensajes de error, los copio y pego sin comentario alguno, y generalmente los soluciona. Hago una app, pero realmente no es programar, solo veo cosas, digo cosas, ejecuto cosas y copio y pego cosas, y suele funcionar”.

Evolución del interés global por la expresión "vibe coding" desde principios de febrero de 2025.Evolución del interés global por la expresión "vibe coding" desde principios de febrero de 2025.

La IA ha traído en los últimos dos años crisis de identidad para muchos oficios creativos: ilustradores, escritores, actores, diseñadores aún están tratando de entender el terremoto. Ahora, con la explosión de esta programación por sensaciones, les toca a los programadores. La revelación de Karphaty, que es una figura increíblemente respetada, ha provocado un debate enorme en la comunidad, donde voces como la de López se mezclan con programadores veteranos que creen que la máquina nunca llegará a su nivel: “Tardó en llegar el odio o miedo a los desarrolladores, pero parece que ha llegado”, dice López, que ha tenido polémicas públicas con ilustradores en IA: “No digo que no debas saber programación. Obviamente, si sabes irás más rápido. Pero escribir líneas de código no tiene sentido porque con herramientas como Cursor puedes con mero lenguaje natural ir indicando lo que necesitas y lo va haciendo. Antes de hacerlo te lo muestra como si lo hubiera hecho un programador de tu equipo y aceptas los cambios. La nueva forma de programar es hablando con la máquina, que va haciendo el código contigo”.

La llegada de la programación hecha con peticiones en nuestras lenguas es la misma frontera que ha caído en otros oficios. Con herramientas como Cursor para profesionales, han surgido otras como Bolt, Lovable o Replit, que permiten programar en inglés o español de manera extremadamente sencilla. Cualquier usuario con ganas y cierta sensibilidad puede crear una aplicación o web para cualquier necesidad cotidiana. Es como el bricolaje llevado al código: ya no solo es posible montar estanterías caseras, ahora pueden hacerse programas para ordenar armarios, imaginar comida o estructurar el ocio familiar.

🤯 AI Coding vs Coding

Leyendo con avidez este intercambio de opiniones que ha rozado la abierta hostilidad.

Me ha tocado profundamente porque tanto Pieter como Jonathan son dos de las personas que más admiro desde hace años.

Os dejo mi reflexión, pero primero leed el hilo 👇 pic.twitter.com/aH0YTSy4T0

— Javi López ⛩️ (@javilop) March 8, 2025

 

La diferencia con los profesionales se mantendrá por ahora, pero con software se pueden hacer muchas cosas distintas: “Soy ingeniero informático y tengo un equipo de programadores, pero aun así, la IA me ayuda muchísimo a acelerar proyectos personales”, dice Victoriano Izquierdo, ingeniero y cofundador de Graphext. “Antes me daba pereza ponerme porque implicaba muchas horas leyendo documentación. Programar hoy día es conectar tuberías de componentes de software que alguien ha escrito antes, no tanto escribir tu propio código como si fuera un puzle. Ahora con la IA puedo desarrollar cosas útiles en pocos días, como Calmdigest.com, que hice un fin de semana y ya usan más de 500 personas”, y sirve para enviar artículos cómodamente al Kindle.

Pero habrá también usuarios valientes no profesionales que llevarán estos cambios a sus trabajos. “Mi principal característica para meterme en estos temas es ser atrevida”, dice Carolina Degiorgio, supervisora de Atención Digital en una empresa de telefonía argentina, que usa la IA para hacer mejor su trabajo, lo que choca a veces con los programadores. “Se pueden lograr cosas con un acercamiento menos sacralizado del programar. Incluso en los ámbitos en los que trabajo aún hay algo de eso que hiciste sin rituales no es serio”, y a veces programadores seniors le quitaban privilegios para que retocara herramientas laborales por temor a que creara problemas. “Siempre falta algo más que aprender y eso tiene un coste y hasta a veces la sensación de no tener el género o la edad adecuada para ser útil o valiosa en esos campos”, explica Degiorgio.

El proceso de aceptación de la IA para los programadores es similar al de otros sectores: al principio fue la sorpresa de la que IA era capaz de escribir código, luego vino la calma tensa porque su código seguía siendo básico. Pero con los meses han aparecido resultados cada vez mejores. Y ahora hay que aceptar que lo que hace es perfectamente útil para muchos proyectos. “Me parece un error que una empresa no tengan Cursor o Copilot [de Microsoft]. La sensación es que vas 100 veces más rápido, es increíble”, dice López. “Por muy bueno que seas programando esto te lo hará más rápido y lo estás haciendo tú igualmente. Puede indicarle que lo estructure o refactorice de otra forma, puedes escribir tú partes del código. Me da risa cuando algún programador se resiste y dice ‘es que la calidad del código que escribe no es suficientemente buena’. Vale, pero para eso estás tú, por si algo no te gusta, y lo retocas y punto. Algunos desarrolladores están confundiendo el fin con el medio”.

El software hoy puede destacar el código detrás de un satélite o programas que sostienen infraestructuras críticas. Pero hay millones de líneas de código en usos más banales, aunque también útiles. Sobre todo a la hora de imaginar posibilidades y pulir ideas: “Es algo que llega en un momento clave en el desarrollo de software”, dice Daniel Seijo, ingeniero y fundador de la plataforma educativa Hawkings. “Llevábamos una década en la que la industria se había organizado hasta el absurdo. Al final tienes a mucha gente haciendo diseños, ideas o powerpoints, y poca haciendo el trabajo final. Yo podía definir un producto, y pasárselo a un equipo que lo desarrolle. Pero cuando lo tienen, ni es exactamente lo que yo había pedido, ni lo que yo había pedido es exactamente lo que había que hacer. Sin embargo, si lo voy prototipando y la IA me da ideas por el camino, no solo me permite entenderlo mejor, sino complementarlo con cosas que no había pensado”, explica.

La irrupción de la IA se piensa a menudo solo como un sustituto para nuestros trabajos, pero es posible que acabe agilizando procesos y añadiendo más creatividad en todos los ámbitos. Como con otros oficios, los más beneficiados serán los que se adapten mejor, pero la IA baja enormemente el umbral de acceso: “Las herramientas de IA relacionadas con código tienen como foco generalmente un público de programadores”, dice Gonzalo Pozzo, ingeniero y streamer argentino. “¿Alguien sin conocimiento puede hacer una aplicación funcional? Sí, seguramente. Pero de ahí a lanzarla como producto, iterarla, mantenerla, es mucho más difícil. Seguro habrá alguien, pero son los menos”, añade.

Habrá seguro algún tipo de frontera, pero el acceso será menor, sobre todo para un tipo de usuarios: “No creo que nadie sin conocimientos profundos de cómo funcionan los sistemas pueda programar a día de hoy algo útil. Pero la barrera de entrada para adquirirlos se reduce enormemente. Es como si todos los textos de la facultad de Derecho estuviesen escritos para ser entendidos por ti en vez de para ser ofuscados”, dice Seijo.

 

Jordi Pérez

https://elpais.com/tecnologia/2025-03-24/llega-la-era-de-programar-sin-saber-lenguajes-informaticos-ya-no-tiene-sentido-escribir-una-linea-de-codigo.html

 

 

viernes, 21 de marzo de 2025

Científicos chinos crean la primera réplica perfecta del esmalte dental.

 

Estamos pasando imperceptiblemente de un mundo en el que la academia china apenas ha comenzado a contribuir a la investigación científica a un mundo en el que la academia china domina por completo los avances científicos prácticos
 
 Científicos chinos crean la primera réplica perfecta del esmalte dental.
Un nuevo material tiene una estructura casi idéntica a la del esmalte humano, que no se regenera.
Un mineral cristalino puede crecer en los dientes y durar para siempre, según investigadores. 
 
Stephen Chenin Beijing
 
Científicos de una universidad china dicen haber descubierto el primer material del mundo que 
puede reparar el esmalte dental dañado de una vez y durar toda la vida.
 Unas gotas de la solución líquida pueden reparar todas las grietas invisibles y el desgaste de
 una muela envejecida, según investigadores de la Universidad de Zhejiang en Hangzhou, este 
de China, cuyo trabajo se publicó el viernes en la revista Science Advances. 
 El material, compuestos de iones de fosfato de calcio, puede formar una fina capa protectora 
sobre los dientes, según demostró la investigación. Este mineral transparente y cristalino 
tiene una estructura similar a las escamas de un pez y una alta resistencia mecánica,
 casi idéntica a la del esmalte de un diente humano.
 
  
. https://www.scmp.com/news/china/science/article/3025059/chinese-scientists-make-first-perfect-replica-tooth-enamel