Nuestro cerebro también piensa sin palabras
Steven J. Schiff, neurocirujano; dirige el Centro de Ingeniería neuronal (Univ. de Pensilvania
¿Quién es usted?
Schiff explica la paradoja del implante total: si usted sustituye poco a poco sus miembros y órganos dañados o simplemente viejos por otros nuevos biomecánicos o de cultivo celular y, al mismo tiempo, su cerebro es rejuvenecido con implantes de neuronas hasta que llega un momento en que no queda nada del cuerpo y el cerebro con los que nació, ¿seguiría siendo usted? El doctor Schiff enriquece la paradoja señalando mi teléfono inteligente y preguntándome cuánto de mi identidad hay en ese ordenador: "Direcciones, vivencias en correos de todo tipo, mensajes, fotos, mapas que usted ha recorrido... Si la identidad es la memoria, usted también está ahí dentro".
Pensamos porque hablamos o hablamos porque pensamos?
Nuestro pensamiento precede al lenguaje. Lo comprobamos en pacientes que quedan en coma tras un accidente: les pedimos que se imaginen jugando al tenis...
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Y vemos en la resonancia de su cerebro que se activan las áreas del movimiento y, cuando les sugerimos que recorran mentalmente su casa, activan las áreas de orientación.
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Para decir "sí" les indicamos que jueguen al tenis y para decir "no", que recorran su casa. Y demuestran con sus respuestas que piensan y, sin embargo, ellos no usan el lenguaje. De algún modo, piensan sin palabras.
¿Qué utilidad tiene saberlo?
Así obtenemos valiosos datos para, por ejemplo, diseñar sillas de ruedas que conectan directamente con el cerebro del paciente y pueda conducirlas, literalmente, con el pensamiento, sin llegar a formular la orden.
¿Cómo se puede ordenar sin hablar?
Es posible porque, antes de hablar, nuestro cerebro es una máquina de anticipar el futuro. Genera continuamente mapas de cualquier situación y, con los datos que percibe de los sentidos, los va adaptando a la realidad, para intentar anticiparse -aunque no siempre lo logra- a lo que va a suceder.
Por ejemplo.
Ahora mismo usted está generando mapas mentales sobre mí y la charla para anticipar lo que va a ocurrir y mejorar su conducta.
¿Y cómo consigo predecirle?
Nuestro cerebro lanza una nube de hipótesis de las almacenadas en la memoria a cada instante y las contrasta con las percepciones que obtenemos de los sentidos; después elige la más parecida a lo real; ajusta el mapa y sigue avanzando sobre el nuevo mapa.
¿Cómo me ajusto a usted en la charla?
Componemos una sutil coreografía de gestos casi simultáneos gracias a nuestras neuronas espejo: cuando funcionan bien en una charla, la comunicación es muy fluida.
¿Hay otras maneras de pensar?
Vivir es adaptarse, y esta es la mejor estrategia posible de adaptación. Es la misma de los programas simuladores de vuelo, que, conectados a un avión, son eficaces pilotos automáticos: almacenan los planos de rutas posibles y lanzan una nube de hipótesis en cada momento sobre dónde está el avión...
Da un poquito de miedo pensarlo.
Luego eligen la más parecida a la real según los datos que van recibiendo de sus sensores: altitud, presión, lectura de imágenes...
La máquina pilota el avión.
Pero no sobre la realidad, sino sobre su modelo. También nosotros creamos modelos de predicción mentales similares. Y existen los meteorológicos, que predicen el clima; los econométricos, que anticipan el comportamiento de las economías, y muchísimos otros sobre sistemas complejos.
Los económicos se equivocan más aún que los del tiempo.
En el laboratorio copiamos las estrategias de los programas de vuelo para navegar por las cartografías del cerebro -son como la geografía de la Tierra- y tratar de anticipar así disfunciones como el parkinson para aplicar electroestímulos que las eviten.
¿Cómo logran que una orden del cerebro llegue a realizarse sin lenguaje?
Trabajamos en grabaciones directas de la actividad cerebral con órdenes de movimiento que podrían implantarse después en prótesis robóticas que las obedecerían.
¿La música del cerebro no tiene letra?
No le es imprescindible para pensar.
¿Aplica estos hallazgos en medicina?
La navegación -simulada como la aérea- en cartografía neuronal permite nuevas intervenciones de la epilepsia en niños.
¿Por qué empezó a investigar?
Yo era neurocirujano infantil en el hospital de Washington y me resistía a admitir que, para mejorar algunos síntomas de enfermedades cerebrales, tuviera que aplicar ciertos protocolos de cirugía destructiva.
La cirugía es el fracaso de la medicina.
La investigación es la puerta al éxito en medicina. Por eso me negué a seguir aceptando lo menos malo y comencé a investigar.
¿Espera nuevos avances pronto?
Usted está grabando esta conversación con un smartphone que tiene 22 veces más capacidad de procesar información que el primer superordenador con el que investigué.
¿Tan importante es ese poder?
Hoy esa capacidad procesadora permite a un avión volar, maniobrar y aterrizar sin piloto del mismo modo que nos permite empezar a cartografiar el cerebro de los pacientes: exactamente con la misma estrategia.
¿Esa capacidad no tiene límites?
Lo fundamental es que usted y ese ordenador que lleva en el bolsillo ya están evolucionando juntos: todos evolucionamos con las inteligencias artificiales. Uno de mis colaboradores conectó el cerebro de un primate a un brazo robótico. Y el brazo fallaba.
¿Qué le pasó al pobre mono?
Su cerebro aprendió a corregir el error robótico del brazo. Ya le digo que todas las inteligencias del planeta, artificiales o no, evolucionamos juntas.
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20121205/54356104051/la-contra-steven-j-schiff.html
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