La inmunología es una ciencia joven, muy joven. Hasta el siglo XIX, no se puede hablar de ella como ciencia. Puede parecer mucho tiempo, pero si lo comparamos con…otras ciencias si que lo es. La razón no la se, pero probablemente se deba a que la respuesta inmunitaria no es algo “visible”, como si que lo son las plantas (botánica), estrellas (astronomia) o los objetos y su movimiento (física). Además, nace de una conjunción de causalidades y conocimientos populares que, finalmente, adoptaron forma. Un hecho curioso es que se piensa que las vacunas son producto de la inmunología y es completamente al revés. El estudio de la inmunología nace del estudio del efecto de las vacunas. Las primeras nociones proceden de aprox el 430 adc durante la plaga o peste de Atenas, cuando el historiador Tucídides anoto en sus crónicas que aquel que se recuperaba de la enfermedad no volvía a enfermar.
Esto quedó como un conocimiento popular y, sin plantearse más allá, quedó en ese nivel hasta el siglo XV de nuestra era en la que hay registros escritos de la variolización en China. Allí inoculaban o inhalaban residuos de pústulas de viruela para prevenir la enfermedad y se extendió por toda Asia llegando a Turquia. Hasta el siglo XVIII ya no hay noticias sobre el tema. Ya en Europa, en Inglaterra, Mary Montagu (esposa del ex-embajador inglés en Turquía) empezó a practicar este método, incluso en sus hijos.
Pero el
primer gran hito de la inmunología proviene de Edward Jenner, un médico rural
inglés, y como he dicho basándose en conocimientos populares. A su consulta
acudió Sarah Nelmes, una ordeñadora, para preguntar por unos granos, pero
añadió que sabía que no era viruela
porque ya había pasado la viruela bovina (que cursa con sintomatología leve en
humanos) y se decía que después no se podía sufrir la forma humana. En vista de
esto, Jenner, ni corto ni perezoso, inoculo a un niño de 8 años (James Phipps)
restos de pústula de viruela bovina y, como era de esperar, el niño contrajo
viruela bovina. Pero Jenner, posteriormente, le inoculó restos viruela humana y
el niño no enfermó. En vista de estos resultados, Jenner probó con otros niños,
incluido su hijo de 11 meses.
En vista de los resultados, el método se fue extendiendo por Europa, pero a nivel académico el resultado fue distinto. Cuando presentó sus resultados en 1798, no se aceptaron por cuestiones éticas (comprensible) y considerarlo demasiado revolucionario.
De hecho, fue objeto de numerosas chanzas y descalificaciones por impío
Tras volver de unas vacaciones, infectó pollos con cultivos antiguos y, sorprendentemente, se recuperaron de la enfermedad. Lo volvió a intentar y ya ni sufrieron la enfermedad. Esto lo extendió a otras enfermedades y ya en 1885 vacunó a un humano frente a la rabia. Pero queda una cuestión importante, se sabía el efecto pero no el mecanismo y empezó un debate que duró mas de 50 años. A finales también del XIX, Behring y Kitasato demostraron que el suero de animales enfermos de difteria protegía a otros sanos y de ahí nació el concepto de anticuerpos e inmunidad humoral (se llamaban humores a los líquidos corporales) y casi paralelamente, Metchnikoff observó que las celulas de la sangre eran capaces de ingerir partículas extrañas.
Así se conoció la fagocitosis y “nació” la inmunidad celular. Como digo, esta disputa sobre quien era el responsable de la protección eran anticuerpos o células. Ya en los 50 del siglo pasado, lo hallazgos de Chase y Glick, permitieron caracterizar los tipos de linfocitos y como la respuesta celular (T) y la humoral (B) podían colaborar entre ellos. El resto ya es mas conocido o lo será para algunos.
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