Vigilemos los microbios del Ártico
Muchos de los liberados por la fusión del permafrost tienen efectos imprevisibles.
En los últimos diez años, el calentamiento del Ártico ha superado las previsiones. Los datos indican que los polos se están calentando cuatro veces más deprisa que el resto del mundo. Ello ha provocado la fusión de los glaciares y del permafrost a unos niveles que no se esperaban hasta 2050 o más tarde. En Siberia y el norte de Canadá, este deshielo abrupto ha creado accidentes geográficos con hondonadas, llamadas termokarst, donde el permafrost más antiguo y profundo está expuesto al aire templado por primera vez en cientos o incluso miles de años. A medida que aumente la infiltración del agua, ¿se descongelará más deprisa el permafrost? Y, de ser así, ¿qué organismos congelados desde hace tiempo podrían «despertarse»?
El permafrost cubre el 24 por ciento de la superficie terrestre. El de las tierras árticas ofrece una biodiversidad inexplorada de microorganismos y de reacciones asociadas a ellos, como la liberación de carbono a la atmósfera (en algunos lugares están enterrados cientos de millones de años de carbono). Los estratos pueden contener microbios congelados antiguos, megafauna del Pleistoceno e incluso víctimas de la viruela enterradas. A medida que se acelera la fusión del permafrost, los científicos se esfuerzan por descubrir e identificar bacterias, virus y otros microbios que pueden estar emergiendo.
Algunos de ellos son bien conocidos. Las arqueas metanógenas, por ejemplo, metabolizan el carbono del suelo y liberan metano, un potente gas de efecto invernadero; pero otros, los metanótrofos, consumen ese gas. El equilibrio entre ambos desempeña un papel fundamental en la futura evolución del calentamiento climático.
Otros microorganismos son conocidos pero no puede predecirse su comportamiento cuando despierten. Datos recientes apuntan al desplazamiento de genes entre ecosistemas. En el océano Ártico, la bacteria planctónica Chloroflexi ha adquirido genes de Actinobacteria, de vida terrestre, para degradar el carbono. A medida que los ríos árticos, con un caudal mayor a causa del deshielo, transportaban al mar sedimentos procedentes del permafrost, también traían consigo genes para procesar el carbono.
El deshielo del permafrost en Siberia provocó en 2016 un brote de carbunco y la muerte de 200.000 renos y un niño. No obstante, las esporas resistentes de Bacillus anthracis pueden representar una excepción. Soportan el ciclo extremo de congelación y descongelación que degrada patógenos bacterianos y víricos, más delicados. Sus características adaptables les han permitido permanecer congelados y viables durante siglos de inactividad.
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