Cuando los robots gobiernen la Tierra: el legado humano
Las tres grandes disrupciones en la historia han sido la
llegada de los humanos, la agricultura y la industria. En algún momento
del próximo siglo, de la inteligencia artificial podría surgir una
disrupción similar en forma de emulaciones de cerebros o ems. A partir
del consenso académico en muchas disciplinas, perfilo un escenario
básico de un mundo inmediatamente posterior a un periodo de transición
dominado por ems. Hablo de arquitectura, energía, enfriamiento,
velocidad mental, tamaño corporal, estrategias de seguridad, realidad
virtual, mercados de mano de obra, gestión, formación profesional,
salarios, identidad, jubilación, ciclos vitales, reproducción,
apareamiento, conversación, desigualdad, ciudades, tasa de crecimiento,
políticas de coalición, gobernanza, derecho y guerra en un mundo
automatizado.
Durante
muchas décadas hemos tenido numerosos tipos de robots (y otros ayudantes
basados en computadoras), pero adolecían de unas capacidades limitadas.
Por ejemplo, si valoramos los trabajos en función de lo que pagamos por
hacerlo, debemos deducir que los humanos siguen siendo mucho más
valiosos que los robots, puesto que se les remunera más.
Sin embargo, son ya muchas décadas
de progresión de las capacidades de los robots; una progresión lenta,
pero mucho más rápida que el avance de las capacidades humanas. Por
tanto, aunque tarde siglos en ocurrir, cabe esperar que los robots
lleguen a superar a los humanos en prácticamente todas las tareas.
Entonces, casi toda la remuneración por tareas irá destinada a los
robots (o a sus propietarios). Sería este un mundo «dominado»
por los robots, al menos en términos de quién hace la mayor parte del
trabajo y quién toma la mayor parte de decisiones concretas que
requieren una comprensión detallada del contexto. En cuanto a los
humanos, quizás seguirían decidiendo sobre las grandes políticas
abstractas, simbólicas y de alto nivel.
¿Qué podemos
hacer hoy para influir en los acontecimientos de un futuro dominado por
los robots? En primer lugar, abordo la cuestión general de cómo influir
en el porvenir, para después centrarme en dos tipos de robots del futuro.
La dificultad de dejar una herencia
Cuando la gente
habla de un futuro lejano, suele incidir en lo que le gustaría que
ocurriera. Entre los muchos escenarios futuros imaginables, ¿cuál
prefiere? Se habla mucho de sus valores básicos, poco de las
limitaciones prácticas que restringirían los escenarios factibles y
menos aún de cómo podemos influir hoy en los resultados del mañana. Sin
embargo, esta última cuestión, que a menudo se omite, parece clave:
¿cómo influir en el futuro? ¿Para qué pensar en qué queremos si no
podemos cambiarlo?
Imagina que estás en la orilla de
un río que desemboca en el mar, a muchos kilómetros de su origen. Desde
el río, ves a una persona a quien aprecias que está en ese mismo río,
pero cerca de la desembocadura en el mar, y quieres hacer algo en tu
trecho de río para influir, de un modo u otro, en la persona que está
corriente abajo. Aunque lo ideal sería conseguir un efecto benigno, para
empezar te conformas con tener una influencia significativa.
Pero resulta bastante difícil.
Puedes salpicar con el agua de alrededor, calentarla con una antorcha o
tirar piedras al río. Pero los ríos tienden a ser sistemas estables que
absorben estas distorsiones y enseguida recuperan su forma anterior.
Incluso la construcción de una presa podría suponer solo un cambio
temporal, revertido una vez que la presa se llenara y desbordara. Quién
sabe si se podría lanzar río abajo una botella lo suficientemente
resistente como para que no se rompiera en los rápidos del río. También
podrías intentar desviar el río por un nuevo curso que no desemboque en
el mismo punto del mar. Pero ninguna de estas soluciones es sencilla.
Tratar de influir en el futuro
lejano se parece mucho a influir en un río corriente abajo, cuando está
lejos de su fuente. Muchos aspectos de nuestro mundo constituyen
sistemas estables a escala local que absorben las pequeñas distorsiones.
Por ejemplo, si construyes un montículo, es posible que la lluvia se lo
lleve. Del mismo modo, si abres una tienda de bocadillos en tu ciudad,
puede que cierre otra tienda, con lo que el número de establecimientos
quedaría inalterado.
En cualquier caso, lo cierto es que
en el mundo hay muchos sistemas estables posibles, así que cabría la
esperanza de dar a un sistema estable un «empujoncito»
para que cambie y se estabilice con otra configuración, como en la
analogía del cambio de curso del río. Por ejemplo, cabe la posibilidad
de que, si hay bastantes clientes que comen en más sitios de bocadillos
durante un tiempo, se aficionen al producto y lo pongan de moda, con lo
cual habría mercado y lugar para nuevas tiendas de bocadillos. No
obstante, las modas pueden ser volátiles, de manera que otra moda puede,
a su vez, desplazar a los bocadillos en beneficio de otros productos de
comida. Asimismo, puede resultar difícil identificar los sistemas
estables y, todavía más, encontrarse cerca de un punto de inflexión en
el cual un pequeño esfuerzo pueda comportar un gran cambio.
En política, la alianza de un
conjunto de grupos puede ser, en cierta medida, estable. Por
consiguiente, puedes intentar propiciar la formación de un nuevo
conjunto de coaliciones que compartan tus tendencias políticas. También
existe la opción de unirse a un movimiento social para luchar por la
priorización de determinados valores en contextos sociales y políticos.
Sin embargo, si estos valores responden a las circunstancias, pueden
también formar parte de sistemas estables y, por tanto, resistirse al
cambio. Sí, es probable que hayas asistido a cambios recientes en los
valores expresados políticamente, pero quizá no son tanto la
consecuencia de verdaderas transformaciones en los valores sino
respuestas a cambios temporales de las modas y las circunstancias.
Algunas cosas se
acumulan por naturaleza. Es el caso de muchas innovaciones (como los
avances académicos y las decisiones de diseño técnico u organizativo)
que son lo suficientemente generales y robustas como para conservar su
valor más allá de los contextos sociales actuales. Si dichas
innovaciones son también lo bastante grandes y sencillas, es posible que
el mundo las acabe acumulando en gran cantidad. En tal caso, uno podría
influir en el futuro añadiendo una innovación a la lista. Pero podría
ocurrir que, de no haber hecho el descubrimiento, otra persona lo
hubiera logrado un poco más tarde en nuestro lugar. En ese contexto, el
futuro lejano no se presentaría muy distinto como resultado de nuestra
aportación.
La economía mundial en su conjunto
acumula (es decir, crece) sobre todo a través de la innovación. Podrías
intentar ayudar a algunos de sus componentes a crecer más rápido que
otros, pero, si existe un equilibrio natural entre componentes, las
fuerzas correctoras podrían revertir nuestros cambios. Podrías intentar
influir en la tasa global de crecimiento (por ejemplo, ahorrando más),
aunque de ese modo quizás solo conseguirías que el mismo futuro llegara
un poco antes.
Otra opción sería intentar ahorrar
recursos y dedicarlos a un plan futuro. Esta podría ser una opción
atractiva, en especial si tenemos en cuenta que, como casi siempre ha
sucedido a lo largo de la historia, las tasas de rendimiento de la
inversión han sido superiores a las tasas de crecimiento económico. En
este caso, sin que deje de ser ínfima, tu influencia puede ser mayor en
el futuro que en el presente, al menos si dispones de un modo fiable
para influir en cómo se gastará en el futuro el rendimiento de nuestras
inversiones.
Por ejemplo, podrías ahorrar e
intentar vivir una larga vida; o elaborar un plan y aleccionar a tus
hijos y nietos para que lo ejecuten. Podrías crear y financiar una
organización longeva comprometida con unos fines específicos. De un modo
análogo, podrías tratar de asumir el control de una institución de
larga duración ya existente, como una iglesia o un gobierno, para
conseguir que se comprometa con tu plan.
Si crees que hay muchas otras
personas interesadas por lo mismos resultados que tú, pero que están
luchando por otros objetivos empujados por incentivos individuales, tal
vez puedas intentar coordinarte con ellos mediante contratos o
instituciones más amplias. Por otra parte, si crees que la mayor parte
del mundo está de acuerdo contigo, podrías incluso tratar de crear un
gobierno más fuerte a escala mundial y hacer que se implique en tu plan.
Aunque acuerdos como estos quizás sean difíciles de organizar.
Algunas cosas,
como las piedras, los edificios o las constituciones, tienden a ser
longevas por naturaleza. Cabría pues pensar que transformar algo así
comportaría cambios a largo plazo. De entre las cosas que nos
caracterizan, de las más duraderas son las maneras de coordinarnos los
unos con los otros. Por ejemplo, nos coordinamos para vivir cerca de los
mismos lugares, hablar las mismas lenguas y compartir las mismas leyes y
los mismos gobiernos. Dado que modificar estas cosas es difícil, los
cambios logrados pueden durar más. Por la misma razón, no obstante,
sería muy improbable que te encontraras en situación de influir de
manera significativa en ese tipo de cuestiones.
En la biosfera, durante
miles de millones de años el modo más común (con mucho) de influir en el
futuro lejano ha consistido en esforzarse por tener hijos que crezcan
y, a su vez, tengan más hijos. ¿Cómo se ha conseguido? Sobreviviendo,
debilitando a los rivales, recolectando recursos, haciendo gala de
buenas aptitudes para atraer parejas y criando hijos. Ese comportamiento
ha sido la principal estrategia humana durante miles de años.
Este predominio
abrumador de las estrategias biológicas habituales indica que, de hecho,
constituyen vías de relativa eficacia para influir en un futuro lejano.
Parece ser que las fuerzas correctivas que absorben distorsiones de
este tipo son, en promedio, relativamente débiles. Tiene sentido si lo
que hace nuestro complejo mundo está siempre tratando de coordinarse
para corresponder a la complejidad que alberga en cada momento. En tal
caso, cuanto más puedas llenar el mundo de elementos como tú, más
intentará el mundo adaptarse para corresponderse con dichos elementos y,
por tanto, más espacio dará, en un futuro lejano, a elementos que son
como tú.
Destruir tiende a ser más fácil que
crear, lo que nos empuja a buscar modos de alcanzar objetivos a largo
plazo mediante la destrucción. Por suerte, los enfoques destructivos
entran en conflicto, en parte, con los enfoques basados en «crear más
elementos semejantes a nosotros». Sí,
intentamos matar a nuestros rivales y en ocasiones las sociedades van a
la guerra, pero en general la destrucción indiscriminada rara vez ayuda a
que los individuos tengan descendencia.
Llegados aquí y habiendo revisado
algunas cuestiones básicas sobre cómo influir en el futuro, ¿qué podemos
decir sobre hacerlo en un futuro de robots?
Robots tradicionales
Las máquinas llevan
varios siglos reemplazando a humanos en tareas laborales y, desde hace
setenta años, muchas de ellas están controladas por ordenadores. Pese a
que las capacidades brutas de estos ordenadores han mejorado a un ritmo
exponencial de muchos órdenes de magnitud, el ritmo de sustitución de
los empleos humanos ha permanecido reducido y relativamente constante.
Es plausible que esta tendencia sea el producto de la enorme variación
de los empleos humanos en cuanto al poder de computación necesario para
desempeñarlos de un modo adecuado. Esto indica que la tasa de
sustitución futura de empleos podría permanecer baja y relativamente
constante incluso si la potencia de los ordenadores continúa mejorando
de un modo exponencial de muchos más órdenes de magnitud.
La inteligencia
artificial (IA) es un área de la investigación en computación cuyos
expertos intentan entrenar a ordenadores para que lleven a cabo tareas
que antes solo podían hacer humanos. Cuando los investigadores en IA han
dado un paso más allá para presentar en público previsiones sobre el
ritmo general de la investigación futura en esta materia (como promedio
de todas las subáreas del IA), su estimación media predecía que se
alcanzarían unas capacidades de nivel humano en alrededor de tres
décadas. Esta estimación de treinta años ha permanecido constante
durante más de cinco décadas, de modo que, a día de hoy, podemos decir
que, en sus primeros veinte años, los pronósticos de este tipo estaban
bastante errados. Por su parte, los investigadores, que en lugar de dar
ese paso más allá se han limitado a responder encuestas, han añadido
diez años a la estimación (Armstrong y Sotala 2012; Grace 2014).
No obstante, los expertos en IA son
mucho menos optimistas cuando se les pregunta por aquellos temas sobre
los que deberían saber más: el progreso reciente en la subárea de la IA
que más dominan. En mis nueve años (1984-1993) de investigador
profesional en IA he mantenido encuentros informales con otros expertos
experimentados en IA y les he preguntado qué progresión habían notado en
su subárea en particular durante los últimos veinte años. Suelen decir
que solo han constatado entre el 5 % y el 10 % del progreso necesario
para alcanzar capacidades de nivel humano en su subárea. También es
habitual que no hayan observado una aceleración significativa de dicho
progreso en este periodo (Hanson 2012). A este ritmo, cabe esperar que
la subárea mediana de la IA tarde entre dos y cuatro siglos en alcanzar
capacidades humanas. Me inclino más bien a creer en esta última
estimación (en lugar de la habitual y presuntuosa de cuarenta años),
puesto que se basa más directamente en información que estas personas
dominan más.
Con todo, aunque tarden muchos
siglos, es plausible que los robots acaben por hacer la práctica
totalidad de trabajos necesarios. En ese momento, la tasa de crecimiento
total de la economía podría ser muy superior: el volumen de la economía
podría más o menos duplicarse cada mes, en lugar de cada quince años,
como ocurre en nuestra era. Llegados a tal punto, los ingresos de los
seres humanos no podrían proceder de su capacidad de trabajo, sino de
otros activos, como las acciones, las patentes y la propiedad
inmobiliaria. Pese a que el valor de los activos se debería duplicar tan
rápido como la economía, los humanos que carecieron de los activos
suficientes, de un seguro o de derecho a prestaciones públicas podrían
morir de hambre.
En principio, a partir de un mundo
dominado por los humanos podría evolucionar, de un modo gradual, un
mundo futuro dominado por los robots. La lenta sustitución del trabajo
humano por máquinas no requiere un cambio excesivo de la naturaleza, las
divisiones y la distribución básicas de las ciudades, los países, las
industrias, las profesiones y las empresas. Es decir, las máquinas
podrían encajar en las casillas sociales antes ocupadas por los humanos.
Huelga decir que, cuando menos, las industrias que antes educaban y
formaban a los humanos serían reemplazadas por nuevas industrias que
diseñarían, mantendrían y fabricarían robots.
Sin embargo, podría también haber
cambios mucho mayores en la organización de una sociedad robótica si,
como parece plausible, las máquinas fueran lo bastante diferentes de los
humanos, en términos de costes relativos o productividad, como para
volver eficientes unos sistemas sustancialmente distintos. Un modo
razonable de estimar los costes, la productividad y las estructuras a
gran escala de una sociedad de robots es observar la distribución de
características similares en el software que hemos creado y usado
durante muchas décadas. Aunque es posible que el software del mañana
parezca muy distinto del existente hasta ahora, a falta de buenas
razones para esperar determinados tipos de cambios, puede que el
software conocido sea aún la mejor pista del software por conocer. Por
consiguiente, resulta razonable esperar que la estructura de una
sociedad de robots se asemeje a la estructura de nuestro sistemas de
software más grandes; en especial, aquellos extendidos por muchas
empresas de muchos sectores distintos.
¿Cómo se puede
intentar influir en un futuro robótico así? Un enfoque directo
consistiría en acumular recursos y confiárselos a las organizaciones
adecuadas. Por ejemplo, si solo quisieras influir en el futuro para
conseguir comodidad y felicidad para ti y tus descendientes, podrías
intentar vivir mucho tiempo y guardarte tus recursos, o bien dárselos a
tus descendientes para que los gasten como quieran.
Tal vez, te desagrada la naturaleza
o la estructura generales que, probablemente, tendría una sociedad
robótica en un mundo descentralizado con escasa coordinación mundial. En
este caso, si compartes este sentimiento intenso con un número de
personas suficiente, puedes intentar promover unas instituciones
políticas a gran escala y alentarlas a adoptar unas normas lo
suficientemente restrictivas. Con una supervisión lo bastante detallada
de las vulneraciones de la ley y unos castigos lo bastante duros para
aquellos juzgados culpables, dichas normas podrían forzar los cambios
deseados. Si los beneficios que las organizaciones pudieran obtener de
sistemas más descentralizados tuvieran la magnitud suficiente, podría
ser necesaria una regulación de ámbito mundial.
Sería plausible que las estructuras
de la sociedad robótica del futuro surgieran de una evolución gradual
en el tiempo, a partir de las estructuras más automatizadas de nuestra
sociedad actual. En este contexto, cabría esperar que pudiéramos influir
en las estructuras futuras mediante nuestras elecciones actuales de las
estructuras de nuestra sociedad que hacen un uso más intensivo de
ordenadores. Por ejemplo, si se prefiere que la sociedad robótica futura
tenga unos mecanismos de seguridad relativamente descentralizados, se
podría fomentar el desarrollo y la adopción, en la actualidad, de
mecanismos de seguridad relativamente descentralizados. Asimismo, quien
tema unos niveles elevados de concentración empresarial en un sector
determinado de la futura sociedad robótica, puede intentar promover
desde ahora unos niveles bajos de concentración de empresas en dicho
sector.
Robots basados en la emulación
Como explicaba, es
posible que un mundo futuro esté repleto de robots similares a los que
llevamos décadas fabricando. Sin embargo, también es posible, al menos
durante un tiempo, llenar el futuro de robots muy distintos: las
emulaciones cerebrales.
Las emulaciones cerebrales, conocidas también como «copias» o «ems»,
han sido una constante tanto de la ciencia ficción como del futurismo
tecnológico desde hace décadas. Para hacer una emulación cerebral, se
toma un cerebro humano, se escanea para registrar sus características y
conexiones celulares concretas y a continuación se elabora un modelo
informático que procesa las señales de acuerdo con esas mismas
características y conexiones. Una emulación lo bastante buena cuenta con
un comportamiento general muy próximo al de su original humano en
términos de señales de entrada-salida. Podríamos hablar con ella y
convencerla de que hiciera trabajos útiles.
Al igual que los
humanos, las emulaciones recordarían un pasado, serían conscientes de un
presente e imaginarían un futuro. Las emulaciones pueden ser o estar
felices o tristes, entusiastas o cansadas, temerosas o esperanzadas,
orgullosas o avergonzadas, creativas o faltas de originalidad,
compasivas o frías. Pueden aprender y tener amigos, amantes, jefes y
colegas. Aunque sus características psicológicas pueden apartarse de la
media humana, suelen estar cerca de su rango de variación.
Parece probable que las
tres tecnologías necesarias para crear emulaciones —es decir, la
computación, el escaneo y la modelización celular— estarán listas en el
plazo aproximado de un siglo, mucho antes de la estimación anteriormente
citada de dos a cuatro siglos para que los robots comunes hagan casi
todos los trabajos. Por lo tanto, las emulaciones podrían aparecer en un
momento con alta demanda de trabajadores humanos y, por tanto, con alta
demanda de emulaciones que los sustituyan.
Recientemente publiqué un libro, The Age of Em: Work, Love, and Life when Robots Rule the Earth (La era Em. Trabajo,
amor y vida cotidiana cuando los robots gobiernen el mundo, Oxford
University Press, 2016), que ofrece una perspectiva pormenorizada de un
mundo dominado por emulaciones, al menos en su forma inicial, la que
haría aparición poco después de la transición a un mundo de emulaciones.
A continuación voy a resumir algunos de esos pormenores.
Mi análisis de una era temprana de
emulación plantea un panorama que para muchos resultará perturbador y
desconocido. La población de emulaciones no tardaría en dispararse hacia
cifras de billones, lo que reduciría los sueldos a niveles cercanos a
la subsistencia, con las emulaciones dedicando casi todas sus horas de
vigilia a trabajar y a la economía, duplicando su producción a
intervalos de un mes o menos. La mayoría de emulaciones serían copias
hechas a partir de solo un millar de humanos muy inteligentes,
concienzudos y productivos. La mayoría de las emulaciones tendría una
edad de productividad máxima de cincuenta o más años. Por añadidura, la
mayor parte de emulaciones serían también copias fabricadas para
efectuar una tarea a corto plazo y desaparecer al terminarla.
Las emulaciones se hacinarían en
algunas ciudades de gran altura llenas a rebosar de hardware informático
muy caliente y pasarían su tiempo libre en la realidad virtual, que
para la mayoría sería también el lugar de trabajo. La realidad virtual
de las emulaciones tendría una calidad espectacular y contarían con unos
preciosos cuerpos virtuales siempre libres de hambre, frío, suciedad,
dolor y enfermedades. Dado que la emulación típica funcionaría cerca de
mil veces más rápida que los humanos, su mundo les parecería más estable
a ellas que el nuestro a nosotros.
Las emulaciones crearían copias
propias que efectuarían tareas a corto plazo y desaparecerían después.
Después de una carrera subjetiva de, quizás, un siglo o dos de duración,
las mentes de las emulaciones habrían perdido flexibilidad y ya no
competirían bien con las mentes más jóvenes. Estas emulaciones se
podrían jubilar para dedicarse por tiempo indefinido a una vida de ocio a
una velocidad más baja.
La facilidad para fabricar copias
de emulaciones facilitaría la preparación. Una de ellas podría concebir
un software o un diseño o visión artísticos y, acto seguido,
multiplicarse en un ejército de emulaciones para ponerlos en práctica.
Sería mucho más frecuente que, a pesar de superar el presupuesto
previsto, los grandes proyectos se completaran dentro de su plazo,
gracias a la aceleración de aquellas emulaciones encargadas de las
partes más atrasadas de la obra. Se podría entrenar a una emulación para
hacer un trabajo y, a partir de la emulación entrenada, hacer muchas
copias. Por tanto, los mercados laborales de emulaciones se parecerían
más a nuestros mercados de productos de hoy, dominados por algunos
grandes proveedores.
Entre las emulaciones habría más
desigualdad de la que existe en la actualidad, tanto por la variabilidad
de sus velocidades como porque su mayor vida útil permitiría que se
acumulara su desigualdad en resultados. Las emulaciones se dividirían
entre castas en función de su velocidad, y las más veloces gozarían de
un estatus más alto. Por otra parte, es probable que las democracias de
emulaciones se sirvieran del voto ponderado según la velocidad y que sus
dirigentes funcionaran a una velocidad mayor que sus subordinados, lo
que facilitaría la coordinación de organizaciones de mayor magnitud. De
igual manera, las organizaciones de emulaciones podrían también aplicar
nuevos métodos de gobierno, como los mercados de decisión y las subastas
combinatorias.
Cada emulación se sentiría muy
apegada a su clan de copias, todas ellas descendientes del mismo humano
original. Los clanes de emulaciones podrían autogobernarse y negociar
con otros clanes las normas jurídicas a aplicar en caso de disputa entre
sí. De igual manera, dichos clanes podrían brindar a los suyos un
asesoramiento continuo basado en las experiencias vitales de miembros
del clan similares.
Para permitir relaciones románticas
en un contexto de demanda desigual de emulaciones trabajadoras macho y
hembra, el género menos demandado podría funcionar a menor velocidad y
acelerarse periódicamente para conocer a compañeros más rápidos. Las
emulaciones rápidas con un cuerpo físico de tipo robótico tendrían
cuerpos proporcionalmente más pequeños. Una emulación con una velocidad
típica de mil veces la del ser humano tendría dos milímetros de altura
y, desde su punto de vista, la Tierra parecería mucho más grande. En
cuanto a los viajes físicos a larga distancia, en su mayor parte
consistirían en viajes electrónicos mediante teletransportador, como en
Star Trek, con el debido cuidado para evitar el robo de mentes.
Las ciudades de emulaciones
probablemente serían poco habitables para los humanos ordinarios,
quienes, al controlar la mayor parte del territorio restante del
planeta, vivirían en su mayoría una cómoda jubilación gracias a las
ganancias de sus inversiones en la economía de las emulaciones. Pese a
que las emulaciones mismas gozarían de sobrada capacidad para comprar el
resto de la Tierra, ni siquiera se lo plantearían, más allá de
garantizar el suministro de energía, materias primas y refrigeración
para las ciudades de emulaciones. Del mismo modo que los humanos
raramente ejecutamos a nuestros jubilados y les arrebatamos sus
posesiones, es razonable esperar que las emulaciones tal vez dejaran en
paz a la humanidad una vez inactiva.
Es probable que, a largo plazo, el
principal peligro tanto para los humanos como para la naturaleza fuera
la inestabilidad de la civilización de las emulaciones, en forma de
guerras o revoluciones. Las emulaciones, que funcionarían mil veces más
rápido que los humanos, podrían reproducir unos cuantos milenos de
historia en unos pocos años naturales. Como las lentas emulaciones
jubiladas afrontarían unos riesgos similares, serían aliados que
ayudarían a los humanos a promover la estabilidad en la nueva
civilización.
El legado en los robots emuladores
Hasta ahora, he
abordado con brevedad algunas de las principales vías para influir en un
futuro robótico en general. ¿En qué cambia esta situación en cuanto a
los robots basados en emulaciones?
La diferencia más evidente es que,
dado que cada emulación es el resultado de escanear un humano en
concreto, los humanos pueden tener la expectativa de ejercer una gran
influencia sobre la emulación resultante de su propio escaneo. Los
padres y abuelos de dichos humanos podrían, asimismo, guardar también
esperanzas en este sentido. Este tipo de influencia es bastante similar a
la resultante de la estrategia típica y hasta ahora muy efectiva en la
biosfera: promover la existencia de futuros seres que compartan muchas
de nuestras características.
Otra gran diferencia sería que,
dado que las emulaciones se asemejan mucho a los humanos, su inserción
en las diversas posiciones sociales de la sociedad humana anterior
podría ser mucho más fácil y directa. Cuando lleguen las emulaciones,
hay razones para esperar menos cambios inmediatos y a gran escala en la
naturaleza, las divisiones y la distribución básicas de las ciudades,
los países, las industrias, las profesiones y las empresas. En
consecuencia, resulta plausible que las inversiones actuales para
influenciar ese tipo de instituciones sociales puedan gozar de una mayor
longevidad durante la era de las emulaciones. Sin embargo, en el mundo
de las emulaciones, los sistemas y las instituciones sociales también
serían susceptibles de cambiar con el paso del tiempo, del mismo modo
que habrían cambiado con el tiempo si los humanos hubieran seguido
dominando la Tierra.
Cabe esperar,
pues, que durante la era de las emulaciones, los robots emuladores sigan
desarrollando las capacidades de los robots tradicionales, no basados
en emulaciones. Al final, estos últimos podrían alcanzar capacidades
superiores a las de las emulaciones en casi todos los trabajos. Esto
marcaría, quizás, el fin de la era de las emulaciones. Que los robots
tradicionales acabaran por sustituir a las emulaciones es menos obvio
que la sustitución de los humanos; no en vano, las emulaciones tienen
más posibilidades de progresar con el tiempo que nosotros. En todo caso,
la sustitución de las emulaciones por parte de los robots tradicionales
parece un escenario a considerar.
En comparación con una
rápida sustitución de los humanos por los robots tradicionales, un
escenario en el cual las emulaciones sustituyeran primero a los humanos
para, después, ser a su vez sustituidas por los robots clásicos
parecería más proclive a otorgar a los humanos de nuestra era un mayor
impacto sobre el futuro lejano. Esto se debe a que el primer escenario
contiene una transición más traumática, con una mayor probabilidad de
que los sistemas sociales existentes sean reemplazados de A a Z por
otros más adecuados para los robots tradicionales. Por el contrario, el
segundo escenario parece más susceptible de un cambio gradual que herede
más estructuras procedentes de los sistemas de hoy.
A medida que avance
la economía de las emulaciones, es probable que tenga cada vez más éxito
a la hora de encontrar modificaciones mayores y más útiles de los
cerebros emulados. Sin embargo, las modificaciones que se buscarían
serían, sobre todo, aquellas que pudieran incrementar la productividad
de las emulaciones en sus trabajos y las relaciones ya existentes.
Asimismo, dado que es probable que la mayoría de modificaciones sean
pequeñas, las mentes de las emulaciones, sus empleos y otras relaciones
sociales evolucionarían de un modo gradual hacia nuevos sistemas.
En cuanto a las grandes
modificaciones cerebrales de las emulaciones, es muy posible que fueran
acompañadas tanto de una capacidad mejorada para separar con éxito las
distintas partes de los cerebros de las emulaciones como de mejores
teorías sobre su funcionamiento. Los desarrolladores de los robots
tradicionales se verían, pues, alentados a incluir en estos más
subsistemas semejantes a partes del cerebro de las emulaciones, que
encajarían de un modo más fácil y natural en la economía de las
emulaciones.
En definitiva, una transición desde
las emulaciones hasta los robots tradicionales podría resultar menos
traumática y más progresiva, al incluir y dar continuidad a más
elementos de las mentes de las emulaciones y a sistemas más amplios
propios de su sociedad. Puesto que, a su vez, una sociedad de
emulaciones habría dado continuidad a más sistemas propios de la
sociedad humana anterior, los humanos de hoy y nuestros sistemas nos
enfrentaríamos a una trayectoria más progresiva de cambio futuro. De
este modo, gozaríamos de más vías para influir en el mañana y daríamos
pie a un futuro más conforme a las personas e instituciones de hoy.
Bibliografía
— Armstrong, S. y
Sotala, K., «How We’re Predicting AI—or Failing to», en Romportl, J.,
Ircing, P., Zackova, E., Polak, M. y Schuster, R. (eds.), Beyond AI:
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— Grace, K., «MIRI AI Predictions Dataset», en AI Impacts, 20 de mayo de 2014. http://aiimpacts.org/miri-ai-predictions-dataset/
— Hanson, R., «AI Progress Estimate», en el blog Overcoming Bias, 27 de agosto de 2012. http://www.overcomingbias.com/2012/08/ai-progress-estimate.html
Hanson, R., "Cuando los robots gobiernen la Tierra: el legado humano", en El próximo paso. La vida exponencial, Madrid, BBVA, 2016.
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