Progreso neurotecnológico. Necesidad de una neuroética
El uso de técnicas y tecnologías cada vez más avanzadas ha
hecho posible realizar descubrimientos en muy poco tiempo y progresos en
la investigación del cerebro con variadas aplicaciones en la medicina,
la vida pública y la seguridad nacional. Estos avances plantean un
sinfín de preguntas y problemas generados tanto por lo novedoso de las
herramientas y técnicas como por los efectos sociales que pueden desatar
la información y las prácticas nuevas. La neuroética es el campo de
estudio que aborda específicamente estas cuestiones. Este capítulo
describe los nuevos avances, plantea problemas y preguntas de neuroética
y propone enfoques para el compromiso neuroético y directrices para el
conocimiento y las destrezas neurocientíficas.
Avances e influencia de la neurociencia y la tecnología (NeuroC/T)
La neurociencia
progresa a gran velocidad, estimulada por métodos más convergentes y
multidisciplinares (Giordano 2012a) que permiten un enfoque basado en
sistemas e integrativo del desarrollo y uso aplicado de tecnologías y
técnicas neurocientíficas (o neuroC/T; Giordano 2012a, 2012b). La
investigación y las aplicaciones de la neuroC/T tienen como objetivo
evaluar y tratar una serie de desórdenes y trastornos
neuropsiquiátricos, y su prestigio crece como medio de actuación sobre
los sustratos neurales de la cognición, la emoción y el comportamiento,
para modificar así aspectos del rendimiento humano, por no decir de la
personalidad.
En líneas generales,
la neuroC/T podría definirse como aquellos métodos y dispositivos que se
utilizan para acceder a evaluar o actuar sobre sistemas neurales. Tal y
como se describe en la Tabla I, estos enfoques se pueden clasificar en:
- NeuroC/T evaluativa, que incluye métodos genéticos, genómicos y proteómicos, varias formas de neuroimagen (por ejemplo, tomográfica y magnética; encefalografía cuantitativa y magnética) y análisis de biomarcadores para funciones neurológicas y enfermedades neuropsiquiátricas concretas.
- NeuroC/T intervencionista, que incluye medicamentos neuropsicotrópicos y métodos farmacológicos novedosos, dispositivos neuromoduladores, como por ejemplo la estimulación magnética transcraneal (EMT) o la estimulación eléctrica transcraneal (EET), la estimulación cerebral profunda (ECP) y los estimuladores de nervios craneales y periféricos, así como implantes y trasplantes de tejido neural y genético y sistemas neuroprotésicos de interfaz cerebro-máquina.
Sin
duda, la especialidad —y sus dominios de aplicación y uso— avanza muy
rápido, impulsada por múltiples aportaciones que compiten por obtener
resultados concretos, y también por «premios» a la innovación, el
descubrimiento, el reconocimiento y los beneficios económicos, y como
tales pueden considerarse «el carril rápido de la neuroC/T». Reflejo de
la validez de la analogía con la pista de carreras es su entorno
altamente competitivo, que aunque ofrece beneficios medibles tanto a
inversores como a partes interesadas, no está exento de riesgos, por no
decir peligros, a medida que la neuroC/T interactúa más activamente con
el medio social (Giordano 2016a).
En la actualidad, los
apoyos gubernamentales y privados como el que proporcionan los programas
Investigación del Cerebro a través del Avance de Neurotecnologías
Innovadoras (BRAIN, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, y
Proyecto Cerebro Humano, en la Unión Europea, han permitido un rápido
desarrollo de ideas, conceptos, destrezas y dispositivos nuevos que
están siendo aplicados en la medicina, la vida pública, las relaciones
internacionales y la seguridad global. Tanto el crecimiento como las
diversas aplicaciones se reflejan cada vez más en las numerosas
publicaciones internacionales especializadas revisadas por pares
(Giordano 2012a) y en las patentes de neurotecnologías (Lynch y McCann
2010; NeuroInsight 2015).
Las herramientas de la
neurociencia han ganado protagonismo como medio de acceder, evaluar y
manipular la estructura y las funciones cerebrales, y esta información y
estas capacidades, aunque incipientes y contingentes, suponen un
potencial de largo alcance para transformar las normas médicas, éticas,
legales y culturales, el estatus ontológico y la acción social. Se puede
hacer mucho con la neurociencia y sus herramientas, pero en todos y
cada uno de los casos es importante considerar qué debería hacerse,
dadas las fronteras del conocimiento y la tecnología neurocientífica,
las realidades socioculturales, los postulados morales vigentes y la
posibilidad de usar cualquier herramienta científica y tecnológica para
provocar el bien o el mal.
En primer plano está
la necesidad de considerar la neurociencia un empeño humano y de asumir
la responsabilidad por la bondad o maldad de las aplicaciones del
conocimiento científico. Las investigaciones del cerebro abren nuevas
perspectivas de comprensión y pueden alterar la manera en la que los
seres humanos y no humanos, como por ejemplo animales, máquinas
artificialmente inteligentes, etcétera, son vistos y tratados. Además,
la neurociencia proporciona medios para controlar la cognición, la
emoción y la conducta. Aunque el uso de estas destrezas puede estar
guiado por motivos «loables», la neurociencia no se pone en práctica en
un vacío social y, por tanto, las intervenciones y manipulaciones de
neuroC/T están sujetas a las influencias del mercado y de la orientación
política. Así pues, es vital preguntarnos cómo se utilizarán y
distribuirán estos bienes y recursos y qué efectos tendrán su uso y su
aplicación en individuos, colectivos y la sociedad en general.
La necesidad de
innovar, lo novedoso de los enfoques, las limitaciones actuales del
conocimiento y las incertidumbres resultantes de los beneficios, cargas y
perjuicios relativos de la neuroC/T tienen un gran número de
implicaciones neuroéticas, legales y sociales o INELS. Tal y como se
ilustra en la Tabla II, estas INELS se pueden clasificar en:
- Las que son específicas de las cualidades, los parámetros, las ambigüedades y los problemas inherentes a las técnicas y mecanismos complejos y sofisticados actualmente en desarrollo.
- Las surgidas de las crecientes aplicaciones de la neuroC/T, el uso inadecuado de conocimientos o capacidades neurocientíficas o la comercialización de la neurotecnología, teniendo en cuenta la cada vez más diversa naturaleza de la cultura global del siglo xxi, las multinacionales y el apoyo político a la investigación, el desarrollo y uso de la neuroC/T (Giordano y Benedikter 2012a, 2012b; Hughes 2006; Lanzilao et al. 2013; Lynch y McCann 2010; NeuroInsights 2015). Estas cuestiones no son mutuamente excluyentes, sino más bien interactivas y a menudo de efectos recíprocos; por tanto, abordarlas y solucionarlas requiere un enfoque interdisciplinar (Giordano 2010; Giordano y Olds 2010).
Preguntas neuroéticas primarias
En mi
opinión es necesario plantear tres preguntas primarias y tres derivadas
para indagar sobre los diferentes usos que debería tener la neuroC/T
(Giordano 2011, 2014, 2016a).
Antes de formularlas
es esencial preguntar: ¿cuáles son las capacidades reales de tipo
específico (evaluativas e intervencionistas) de la neuroC/T? Las
capacidades y limitaciones de una tecnología o técnica particular
determinan cómo y hasta qué punto estas herramientas pueden usarse de
manera válida y fiable para describir, definir y alterar la estructura y
la(s) función(es) cerebrales relativas que influyen en el estado, las
condiciones y las capacidades neuropsiquiátricas. Dicho con sencillez,
¿qué pueden hacer realmente las herramientas de la neurociencia?
Realizar un análisis exhaustivo de las capacidades y limitaciones de
variadas formas de neuroC/T no tiene cabida en este capítulo; para una
visión general y una reflexión sobre las INELS resultantes,veánse otros
textos (Giordano 2012b, 2016a, 2016b).
La supuesta validez de
la neuroC/T actual asigna un valor relativo al uso de determinadas
técnicas y tecnologías hoy en día. Por tanto, una segunda pregunta
fundamental es si, y de qué maneras, la neuroC/T intervencionista, por
ejemplo, fármacos, dispositivos neuromoduladores, etcétera, podría
usarse, o utilizarse indebidamente, para tratar desórdenes
neuropsiquiátricos o modificar aspectos fundamentales de la personalidad
o «del ser». Identificar las capacidades técnicas de la neuroC/T
permite definir las formas de actuación de ciertas herramientas y
técnicas sobre determinados sustratos para alterar mecanismos y procesos
cognitivos, emocionales o de comportamiento. Aquí, la frontera entre
cuestiones y preguntas inherentes a un enfoque neuroC/T, por ejemplo,
capacidades, limitaciones, efectos, etcétera, y las derivadas de sus
posibles aplicaciones (definir, evaluar y tratar desórdenes neurológicos
y psiquiátricos y alterar las funciones y el rendimiento
neurocognitivo) se desdibuja. En el fondo existe una dependencia
heurística que nosotros llamamos «constructores de sesgo»; a saber, que
las herramientas empleadas para establecer bases teóricas, y también
para lo que se considera funcional o disfuncional, normal o anormal,
crean —si es que no estimulan y sostienen— el impulso y la justificación
del uso con el fin de alterar las estructuras y funciones que son
axiomáticas a esta clase de planteamientos teóricos (Giordano 2010).
Hemos sugerido que las
distinciones operativas —y socialmente reconocidas— de función,
distinción y normas establecen un umbral a partir del cual determinar si
una intervención neurológica puede considerarse un «tratamiento», por
ejemplo, para prevenir, mitigar o revertir una disfunción, un desorden o
una «enfermedad» concretos, o una «mejora», como cambiar la cognición,
la emoción o el comportamiento de maneras que supongan una optimización
reconocida de determinados aspectos del rendimiento (Gini, Rossi y
Giordano 2010; Gini y Giordano 2010; Shook y Giordano 2016). De hecho,
existe amplia y variada literatura acerca de si la neuroC/T constituye
tratamiento o «mejora» sobre las INELS generadas por dicho uso (para una
bibliografía completa, véase Martin et al. 2016) y también sobre si lo
que constituye tratamiento o mejora promueve posteriores investigaciones
acerca de la implantación/realización, y disponibilidad, de diversas
intervenciones en individuos, grupos (por ejemplo, profesionales,
incluido un posible uso directo y dual para fines militares) y países
(desarrollados, en desarrollo o sin desarrollar).
Ampliar el debate para
contemplar el uso (o uso indebido o ausencia de uso) de la neuroC/T a
escala internacional plantea la tercera pregunta primaria, es decir:
¿Cómo
influirán y de qué maneras se querrá que influyan los mercados para la
neuroC/T en la comercialización y la economía global de los recursos y
servicios neurocientíficos y tecnológicos? La neurociencia constituye un
mercado significativo que ha tenido un excedente de 150.000 millones en
ingresos anuales, lo que supone cerca del 5 % de crecimiento neto. La
tendencia globalizadora en neuroC/T se refleja, según cálculos
recientes, en un aumento de más del 60 % en 2005 en investigación y
aplicación (médica, pública y militar) de tecnologías y técnicas de
neuroC/T, con importantes beneficios para iniciativas asiáticas y
sudamericanas (Lynch y McCann 2010; NeuroInsights 2015). Que estos
esfuerzos puedan equipararse o superar los empeños occidentales servirá
para subrayar la capacidad económica —y el poder— que puede desencadenar
la neuroC/T, así como la necesidad de reconocer y admitir filosofías,
valores y prácticas multiculturales a la hora de abordar, y de tratar de
resolver, las INELS y las formas en las que el discurso neuroético
inspira directrices, políticas y leyes nacionales e internacionales
(Anderson, Fitz y Howlader 2012; Lanzilao, Shook, Benedikter y Giordano
2013; Shook y Giordano 2014).
Preguntas neuroéticas derivadas
A
partir de estas preguntas primarias surgen tres más que son centrales a
la hora de ver si puede emplearse la neuroC/T, y cómo, en distintos
ámbitos de la sociedad. La primera es: ¿cómo se obtendrán nuevas y
necesarias percepciones, si es que se obtienen, de la evaluación de la
neuroC/T que permitan identificar las verdaderas fortalezas y
limitaciones de dichos enfoques? La segunda es: ¿se actuará, y de qué
forma, con la prudencia suficiente al determinar si se emplearán, y
cuándo y cómo, los resultados y herramientas de la neuroC/T de maneras
específicas dentro del ámbito médico, social, legal e incluso político?
La tercera, aunque no por ello la menos importante, es: ¿qué
sistema(s) ético(s) —si es que hay alguno— será(n) más idóneo(s) para
sopesar y proporcionar directrices sobre la viabilidad y el valor de
emplear neuroC/T en los casos y entornos ya mencionados a escala tanto
local como global? (Giordano 2014).
Enfoque paradigmático de la neuroética
A la
hora de abordar estas preguntas —y de desarrollar posibles respuestas—
he argumentado que una postura simplemente precavida, por mucho que
busque maximizar los beneficios y reducir el riesgo y los daños
potenciales, sería inadecuada, puesto que resultará excesivamente
prescriptiva al tener en cuenta la realidad de las cargas y los peligros
que se dan en la ciencia y la tecnología a medida que se vuelven más y
más vulnerables a efectos no previstos o usos indebidos. Por otra parte,
una orientación exclusivamente permisiva, aun siendo menos limitante,
podría fomentar una actitud de laissez faire y fomentar una suerte de
«vamos a probar», un enfoque que podría impedir reflexiones necesarias
para obtener una percepción oportuna y clara de los avances
neurotecnológicos surgidos en la escena mundial (Giordano, Forsythe y
Olds 2010; Sarewitz y Karras 2012). Así, creo que un equilibrio entre
precaución y aserción sería el más adecuado, si no directamente
necesario para alcanzar un enfoque neuroético efectivo (Giordano 2012a,
2016a). Para que este equilibrio sea posible, propongo una fase
preparatoria cimentada en el compromiso de no frenar —y sí valorar de
manera adecuada— los avances en la innovación y la aplicación de la
neuroC/T; es decir, el «constructo 6-R» descrito en la Tabla III.
Esta postura plantea
preguntas sobre las dimensiones y el alcance del uso práctico de
neurotecnologías particulares; es decir, las «seis preguntas abiertas». A
la vez enmarca dichos usos en contextos y contingencias específicas
relevantes a la hora de maximizar beneficios y mitigar las cargas y los
riesgos que pueden correr pacientes y el público en general; es decir,
el «concepto 6-C» (Giordano 2015a, 2015b, 2016a; Giordano, Casebeer y
Sánchez 2014).
Las «seis preguntas
abiertas» definen patrones de empleo, describen beneficios perseguidos e
identifican cargas y riesgos en los que puede incurrir el uso de
neuroC/T. Son las siguientes:
¿Qué enfoques
neurotecnológicos se están considerando o proponiendo y cuáles son sus
beneficios identificables, sus cargas potenciales, sus riesgos o sus
posibles efectos negativos?
¿Por qué se están
considerando enfoques neurotecnológicos concretos, por ejemplo, en
función de si tienen o no capacidad real de influir en la patología, la
cognición, la emoción o el comportamiento? ¿Se debe a la
deficiencia/inefectividad de otros enfoques, etcétera?
¿Quién se beneficiará de la neuroC/T?; o sea, ¿qué individuos específicos, grupos…?
¿Cuándo se considerará
o propondrá el uso de tipos concretos de neuroC/T; por ejemplo, dentro
de un protocolo clínico, bajo determinadas condiciones laborales y
contingencias…?
¿Dónde se utilizará/proporcionará neuroC/T?; a saber, ¿en entornos clínicos, paraclínicos/laborales u otros?
¿Cuáles serán los
programas de ayudas que se usarán y/o desarrollarán para asegurar tanto
la provisión de neuroC/T como la continuidad de la investigación y la
atención necesarias para una aplicación práctica de la neurociencia en
condiciones de seguridad?
Estas preguntas deberán enmarcarse en los «seis conceptos C»,
desarrollados a partir de los trabajos de Casebeer (2013) para
describir y examinar el desarrollo y uso de la neuroC/T en relación con:
Capacidades de la ciencia y tecnología en cuestión.
Consecuencias de la investigación o del uso práctico de los conocimientos y herramientas neurocientíficos.
Carácter tanto de la
investigación como de la manera en la que el uso o los usos de la
neuroC/T pueden afectar la identidad y la ontología de individuos y
comunidades.
Continuidad del
tratamiento clínico y la investigación como algo necesario para abordar y
gestionar todos los efectos que se desprendan del uso de determinadas
técnicas y tecnologías neurocientíficas.
Consentimiento
relativo a la naturaleza, al alcance y a la disponibilidad de la
información necesaria para asegurar la participación voluntaria en
estudios clínicos y tratamientos con neuroC/T.
Contextos en los que
puedan utilizarse tipos específicos de neuroC/T dentro de las distintas
situaciones, instituciones y contingencias socioculturales que puedan
afectar las variables anteriormente expuestas.
Valorar las INELS actuales y futuras
Es
posible usar los argumentos de la literatura científica revisada por
pares, medios públicos y foros, así como las tendencias comerciales
tanto para cartografiar las principales INELS que genera la neuroC/T en
contextos globales como para identificar las cuestiones preocupantes y
de importancia (Consejo de Nuffield sobre Bioética 2013; Schnabel,
Kohls, Sheppard y Giordano 2014). Una investigación así puede revelar el
alcance y las interacciones de diversos ámbitos de efecto e influencia,
y emplearse tanto para modelar los de las INELS surgidos de los
distintos usos de la neuroC/T como para desarrollar patrones de
interacción e interconexiones entre nuevos avances científicos y
tecnológicos y los distintos ámbitos de la sociedad en los que puedan
surgir e influir cuestiones éticas y legales.
En algunos casos, los
patrones de uso(s) y los efectos de la neuroC/T serán completamente
nuevos. Cuando así sea, puede ser necesario un enfoque más casuístico,
que proporcione ejemplos previos que sirvan como referencias a partir de
las cuales proyectar trayectorias posibles a corto y medio plazo. Con
este fin en mente, hemos propuesto un método al que nos referimos (en
inglés) con el acrónimo HISTORY, que contempla: la trayectoria histórica
(historicity) y las implicaciones de la C/T (implications), la defensa
de los derechos de los ciudadanos (ombudsmanship) y la orientación
responsable (responsible yeomanship) en la resolución práctica y el
enfoque de cuestiones éticas, legales y sociales, así como en los
problemas generados por la C/T en contextos específicos (Giordano y
Benedikter 2013; Tractenberg, Fitzgerald y Giordano 2014).
El análisis histórico
de la influencia y las implicaciones de la C/T es un paso importante
hacia la defensa de los derechos de los ciudadanos, y pasa por revelar y
describir problemas éticos, legales y sociales provocados por la C/T en
sus aplicaciones dentro de un entorno social determinado. De aquí surge
la ciudadanía responsable: la identificación y el análisis de las
capacidades y limitaciones reales de la neuroC/T, y las necesidades, los
valores y principios morales de los individuos y las comunidades que
usarán y, por tanto, experimentarán los efectos de dichas herramientas y
técnicas.
Ya sea valorándolo
mediante la descripción de los progresos existentes o mediante la
evaluación de tendencias previas relevantes, la simulación de los
efectos sociales de la neuroC/T suele implicar extrapolaciones de
conceptos a sus resultados. Sin embargo, hemos demostrado que visualizar
los avances y la influencia de la neuroC/T con un horizonte de futuro
superior a los diez o quince años se hace difícil debido al crecimiento
fractal de la C/T, a la interacción o interacciones recíprocas entre la
C/T y las fuerzas sociales y a la diversidad resultante de efectos
potenciales, conocidos y desconocidos (Schnabel, Kohls, Shepard y
Giordano 2014). Esto es especialmente evidente para las INELS generadas
por el uso dual de la neuroC/T, dados los escenarios económicos y
políticos mundiales actuales, que afectan a los programas de seguridad
nacional y al empleo de la biotecnología en operaciones militares
(Abney, Lin y Mehlman 2014; Dando 2015; Giordano 2014, 2016a; Giordano,
Forsythe y Olds 2010; Tabery 2014).
Para hacer posible la
preparación para las circunstancias y los efectos derivados del
desarrollo de avances de neuroC/T y su articulación, una vez que se
cumplan los intervalos de tiempo mencionados (de diez o quince años),
pueden ser útiles —si no esenciales— técnicas de planificación
estratégica. La planificación estratégica aplica un enfoque
multidisciplinar y polifacético a la evaluación de las necesidades
estratégicas, establece los requerimientos para hacer frente a esas
necesidades y selecciona aquellas capacidades idóneas para los
requerimientos operativos con este horizonte temporal determinado (diez o
quince años). Este proceso implica analizar limitaciones de recursos,
entornos cambiantes y riesgos (como la incertidumbre o los resultados
negativos asociados a disparidad entre factores esenciales) para
discernir variables claves y optimizar así la visualización y
planificación de las INELS y sus efectos en contextos socioculturales
dados (Giordano 2016a). Si se hace en el marco de un enfoque integrador
de la evaluación neuroC/T, la adopción y adaptación de métodos de
planificación existentes podría proporcionar un acercamiento válido y
valioso a la neuroC/T y a las INELS. Dichos métodos pueden hacer posible
una orientación más flexible y sensible a la predicción y descripción
de escenarios probables de salud pública, socioeconómicos, políticos y
militares que pueden determinar si progresará la neuroC/T, y de qué
manera y en qué aspectos dentro de las ecologías internacionales;
definir INELS claves que surjan en esas trayectorias y escenarios, y así
influir en las directrices futuras y en la gobernanza a medio plazo de
la neuroC/T. En la actualidad estamos desarrollando protocolos de
modelamiento y simulación de juegos que identificarán dominios y
trazarán trayectorias de efectos generados por usos y aplicaciones de la
neuroC/T con distintos horizontes temporales y bajo condiciones
diversas (Schnabel, Kohls, Shepard y Giordano 2014).
La neuroC/T en la práctica
Recomendaciones
recientes, como las ofrecidas por la Comisión Presidencial para el
Estudio de Cuestiones Bioéticas (2015) y directrices y regulaciones
federales, como ICH E-6, ISO 14155, 2011 y 21 CFR 812.43, proporcionan
valiosos parámetros para la investigación y la utilización de la
neuroC/T. Sin embargo, aún falta una serie de desafíos neuroéticos, como
el alcance, el ritmo y la distribución de la neuroC/T y la demanda de
un uso más extenso de sus técnicas (Giordano y Shook 2015). Sin duda, la
neuroC/T puede afectar, afectará y se verá afectada por las
necesidades, los valores y puntos de vista socioculturales. Aunque
algunos valores y necesidades pueden ser comunes a muchas, si no a todas
las culturas, otros diferirán.
Así, los preceptos y
principios éticos actuales, aunque viables —y valiosos— en algunos
casos, probablemente no bastarán ni serán adecuados para hacer frente y
guiar las situaciones y contingencias específicas planteadas por los
distintos contextos socioculturales en los que se está desarrollando o
empleando la neuroC/T (Levy 2010; Giordano 2010; Giordano y Benedikter
2012a, 2012b; Shook y Giordano 2014). Creemos que la
internacionalización de la neuroC/T exige el abandono de la ética y la
filosofía tradicionales y exclusivamente occidentales. Una neuroética
contemporánea solo puede ser pertinente y aplicable en el siglo xxi si
tiene en cuenta las contingencias y exigencias socioculturales de las
distintas partes interesadas. Para asegurar esto, abogamos por un
enfoque cosmopolita que pueda articularse dentro de determinados
contextos comunitarios mediante la adaptación de ciertos principios
existentes y el desarrollo de otros nuevos. Aunque todavía hipotético y
tentativo, creemos que este método, si bien no está exento de problemas
como las tensiones que puedan surgir de la adopción intercomunitaria de
la neuroC/T, sí resulta prometedor como paradigma metodológico de una
neuroética «globalizable» (Lanzilao et al. 2013).
El
enfoque y la orientación de la investigación y uso de neuroC/T
requerirán esfuerzos dedicados a la formación de grupos de trabajo,
debate continuado, formulación de métodos y protocolos y establecimiento
de estándares y directrices que sean relevantes en el ámbito nacional e
internacional, además de viables.
Hemos
propuesto que un porcentaje concreto de los presupuestos generales de
iniciativas nacionales para la investigación del cerebro se destine a
abordar las INELS generadas por los procedimientos científicos
atendiendo a peticiones concretas de propuestas. Además, una inversión
equivalente de los sectores privado y empresarial sería clave para
establecer proyectos INELS bien concebidos que reflejen y estén
vinculados a los objetivos, el rango de actuación y el tipo de actividad
de estas empresas en el campo de la investigación neurotecnológica y de
su aplicación (Avram y Giordano 2014; Lanzilao et al. 2013).
Trabajando
en colaboración, los esfuerzos de entidades federales y privadas, es
decir, empresariales y filantrópicas, podrían sumar financiación para
apoyar la formación de una red de centros de neuroética, tanto dentro
como fuera de círculos académicos, que harían las veces de recursos
interactivos (y en algunos casos independientes de la Administración)
que permitirían a estudiosos y clínicos multidisciplinares centrarse en
las INELS más adecuadas para importantes áreas de la inversión,
desarrollo y articulación de la neuroC/T y que afectan a distintos
sectores de la sociedad, como por ejemplo medicina, vida pública,
ejército, etcétera. Además, será de vital importancia educar a
profesionales en diferentes campos, incluidas las ciencias, las
humanidades, la ley y la política, así como al público general respecto a
lo que puede y no puede conseguir la neuroC/T a la vista del nivel
actual y del curso de las investigaciones, el desarrollo y el uso que
hay ahora mismo planeados, y dadas también las INELS más susceptibles de
surgir de un empleo realista de la neuroC/T. De hecho, el aprendizaje
debe preceder al cambio positivo y, de no producirse, dicho cambio puede
despertar esperanzas falsas o temores y dar pie a acciones mal
dirigidas, a menudo con consecuencias nefastas.
Conclusión
He
afirmado que sería imprudente, o directamente irresponsable, «ignorar el
peso de la información neurocientífica, su impacto en la sociedad, las
situaciones éticas y legales resultantes y la necesidad de tomar
decisiones de índole moral sobre las maneras de emplear la neurociencia y
sus herramientas» (Giordano 2011). En consecuencia, he defendido en
repetidas ocasiones que no haya «neuroC/T nueva sin neuroética»
(Giordano 2015c). Pero también sostengo que toda deliberación neuroética
y legal debe estar firmemente basada en la realidad de las ciencias del
cerebro y en sus capacidades, limitaciones y usos reales; es decir,
«que no haya neuroética sin neurociencia».
El debate y las
explicaciones éticas pueden hacer mucho ruido, pero serán discursos
vacíos a no ser que exista un esfuerzo explícito por dotar de contenido a
las directrices y políticas (Giordano 2015c; Giordano y Shook 2015).
Sin embargo, el ritmo del desarrollo científico y tecnológico a menudo
supera al de la formulación de las políticas. Esto por un lado podría
verse como la oportunidad de mantener un discurso profundo y abierto
sobre ciencia y tecnología y sus repercusiones y efectos en la sociedad;
por otro puede hacer pensar en la formulación de políticas reguladoras
como algo retrospectivo y reactivo antes que reflexivo y proactivo. Así,
para cuando se introducen políticas reguladoras, se puede estar en
realidad implementando una gobernanza de efectos obsoletos y una ciencia
y una tecnología que ya se han quedado «viejas» (Swetnam et al. 2013).
Por tanto, las
directrices y las medidas reguladoras han de ser dotadas de contenido en
el momento oportuno y deben conservar una relativa flexibilidad para
hacer frente a contingencias desencadenadas por los continuos avances en
neuroC/T y en los ámbitos sociales en los que esta ciencia se articula.
Es inevitable que la neuroC/T sea, y cada vez lo será más, una realidad
prominente y una fuerza poderosa. Cómo se manifestarán esta fuerza y
este poder en el futuro depende de los enfoques y la reflexión
neuroéticos actuales, así como de la adopción prudente de directrices y
medidas reguladoras que configuren y orienten el uso de la neuroC/T en
el siglo xxi.
«Lo que quisiéramos hacer deberíamos hacerlo en el acto de quererlo».
William Shakespeare, Hamlet, acto IV, escena VII.*
Agradecimientos
Este capítulo es una adaptación de las obras del autor: «Neuroethics: Traditions, Tasks and Values», en Human Prospect, vol. 1, n.º 1, 2011, pp. 2-8;
«The human prospect(s) of neuroscience and neurotechnology: Domains of
influence and the necessity—and questions—of neuroethics», en Human Prospect, vol. 4, n.º 1, 2014, pp. 1-18;
y «Toward an operational neuroethical risk analysis and mitigation
paradigm for emerging neuroscience and technology (neuroS/T)», en Exp Neurol, 2016. Este
trabajo ha sido financiado en parte por la beca William H. and Ruth
Crane Schaefer de la Clark Foundation y por el Lawrence Livermore
National Laboratory. El autor es miembro electo de la Agencia de
Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de Estados Unidos
(DARPA). Las opiniones expresadas en este capítulo son las del autor y
no reflejan necesariamente las de la DARPA, el Departamento de Defensa o
el Departamento de Energía de Estados Unidos.
Bibliografía
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