El futuro de la inteligencia artificial y la cibernética
Si pudiese usted mejorar, implantarse un chip en el cerebro
que amplíe su sistema nervioso a través de internet, ‘actualizarse’ y
convertirse parcialmente en máquina, ¿lo haría? Lo que plantea Kevin
Warwick, profesor de Cibernética en la Universidad de Reading, puede
parecer ciencia-ficción pero no lo es: él mismo tiene varios chips
implantados, lo que le convierte en un cyborg: mitad hombre, mitad
máquina. En este apasionante artículo, Warwick explica los diversos
pasos que se han dado para cultivar neuronas en un laboratorio que,
después, pueden utilizarse para controlar robots, y cómo, además, los
chips implantados en el cerebro pueden mover músculos de nuestro cuerpo a
voluntad. No falta mucho para que también tengamos robots con cerebros
creados con neuronas humanas que tengan el mismo tipo de habilidades que
los cerebros humanos. ¿Deberían, entonces, tener nuestros mismos
derechos?
Introducción
Durante años, la ciencia ficción miró hacia un futuro en el que los
robots fueran inteligentes y los cyborgs, mezcla de humano y máquina,
frecuentes: Terminator, Matrix, Blade Runner y Yo, Robot son buenos
ejemplos de ello. No obstante, hasta la última década, cualquier estudio
sobre lo que esto podría suponer en el mundo real del futuro carecía de
utilidad, ya que todo se consideraba ciencia ficción y no realidad
científica. Hoy, sin embargo, la ciencia no solo se ha puesto al día,
sino que ha incorporado, con ayuda de algunas de las ideas lanzadas por
la ciencia ficción, utilidades a las que aparentemente no lograban
llegar los argumentos originales (y que en algunos casos siguen sin
llegar).
Tenemos aquí en cuenta varios experimentos diferentes a la hora de
enlazar la biología con la tecnología desde una óptica cibernética, que
en última instancia combina sobre todo humanos y máquinas en una fusión
relativamente constante. La clave es que el sistema final global es lo
que importa. Cuando se trate de un cerebro, y así será probablemente, no
deberá considerarse como una entidad independiente, sino más bien como
parte de un sistema global que se adapta a las necesidades del sistema:
la criatura cibernética, combinada en conjunto, es el sistema que nos
importa.
Cada experimento se describe en su propio apartado. Aunque existe una
superposición distinta entre los apartados, en cada uno se presentan
reflexiones individuales. Tras una descripción de cada una de las
investigaciones, se debaten algunos aspectos pertinentes del tema en
cuestión. Los puntos han surgido pensando en los avances técnicos del
futuro próximo y lo que estos supondrían en la práctica. En este caso no
se trata de un intento de presentar un documento concluyente, único y
global; el objetivo ha sido más bien el de ampliar el alcance de
investigaciones que se están llevando a cabo para ver qué es lo que
realmente está en juego y tener en cuenta algunas de sus repercusiones.
Cerebros biológicos en cuerpos de robot
Comencemos repasando un campo que en principio puede parecer
totalmente desconocido para el lector. Al principio, cuando uno piensa
en relacionar cerebro y tecnología, probablemente lo haga en términos de
un cerebro que ya está en funcionamiento y que se ha implantado en su
propio cuerpo. ¿Podría acaso ser de otro modo? Pues bien, ¡podría serlo!
Estudiaremos aquí la posibilidad de una nueva fusión en la que en
primer lugar se cría un cerebro y después a este se le asigna un cuerpo
propio en el que funcionar.
Cuando pensamos en un robot, lo primero que nos viene a la mente es
un pequeño aparato con ruedas (Bekey 2005) o tal vez una cabeza metálica
más o menos parecida a la humana (Brooks 2002). Sea cual fuere su
apariencia física, nos inclinamos a pensar que el robot puede ser
manejado por control remoto por un humano, como en el caso de un robot
capaz de desactivar bombas, que puede ser controlado por un sencillo
programa informático o incluso que puede ser capaz de aprender a través
de un microprocesador como un cerebro tecnológico. En todos estos casos,
consideramos que el robot es simplemente una máquina. Pero ¿qué ocurre
cuando el robot tiene un cerebro biológico hecho con células cerebrales
(neuronas) y posiblemente incluso a base de neuronas humanas?
Las neuronas cultivadas/criadas en laboratorio, en una red de
electrodos no invasivos, son una atractiva alternativa con la que
establecer un nuevo modo de controlar a un robot. Una plataforma de
control experimental, fundamentalmente un cuerpo de robot, podría
desplazarse por una zona definida simplemente bajo el control de una
red/cerebro similar y los efectos del cerebro, que controla al cuerpo,
podrían atestiguarse. No cabe duda de que lo más interesante reside en
la perspectiva robótica, aunque también se establece un nuevo enfoque
para el estudio del desarrollo del cerebro en sí, por su materialización
sensorial y motora. En este sentido, podrían llevarse a cabo
investigaciones orientadas hacia la formación de la memoria y las
situaciones de recompensa/castigo, que son los elementos que apuntalan
el funcionamiento básico de un cerebro.
Las redes de cultivo in vitro de células cerebrales (de 100 000 a 150
000 en la actualidad) se inician normalmente separando las neuronas
obtenidas de tejido cortical de los fetos de roedores. Estas se cultivan
después en cámaras especiales en las que es posible recrear condiciones
medioambientales adecuadas (por ejemplo, con la temperatura apropiada) y
con los nutrientes adecuados. Una red de electrodos incrustada en la
base de la cámara (una red de varios electrodos o MEA en sus siglas en
inglés) actúa como interfaz eléctrica bidireccional hacia y desde el
cultivo. Esto permite enviar señales eléctricas para estimular el
cultivo y también registrar los resultados del cultivo. En estos
cultivos, las neuronas se conectan, se comunican y se desarrollan
espontáneamente en pocas semanas, dando respuestas útiles durante un
periodo que en la actualidad se sitúa en torno a los tres meses. A todos
los efectos ¡es algo así como un cerebro en conserva!
De hecho, el cerebro se cultiva en una cámara de tarros de cristal
alineada con una red plana de varios electrodos (MEA), con un tamaño de 8
x 8, que puede emplearse para hacer registros en tiempo real (véase la
figura 1). En este sentido, es posible separar la activación de pequeños
grupos de neuronas mediante el control de las señales de salida en los
electrodos. De este modo, puede formarse una imagen de la actividad
global de toda la red. También es posible simular eléctricamente el
cultivo a través de cualquiera de los electrodos para inducir la
actividad neuronal. Una red de varios electrodos constituye por lo tanto
una interfaz bidireccional con neuronas cultivadas (Chiappalone et al.
2007; DeMarse et al. 2001).
El cerebro puede entonces acoplarse a su cuerpo de robot físico
(Warwick et al. 2010). La retroalimentación de datos sensoriales desde
el robot se envía posteriormente al cultivo, cerrando así el bucle
robot-cultivo. De este modo, el tratamiento de las señales puede
dividirse en dos secciones distintas: a) “desde el cultivo al robot”, en
donde la actividad neuronal se emplea como mecanismo en la toma de
decisiones para el control del robot, y b) “desde el robot al cultivo”,
que implica un proceso de medición de entradas desde el sensor del robot
para estimular el cultivo.
El número real de neuronas en un cerebro depende en primer lugar de
las variaciones naturales en la densidad de la siembra del cultivo. Se
muestra la actividad electromecánica del cultivo y esta se utiliza como
entrada para las ruedas del robot. Mientras, las lecturas del sensor
(ultrasónico) del robot se convierten en señales de estímulos recibidas
por el cultivo, cerrando de este modo el bucle.
Después de que el cerebro crezca durante varios días, lo que implica
la formación de algunas sinapsis neuronales elementales, se identifica
un camino neuronal preexistente a través del cultivo, mediante una
búsqueda de fuertes relaciones entre pares de electrodos. Estos pares se
definen como aquellas combinaciones de electrodos en las que las
neuronas cercanas a un electrodo responden a la estimulación del otro
electrodo en el que se aplicó el estímulo durante más del 60 % del
tiempo, respondiendo no más del 20 % del tiempo a la estimulación en
cualquier otro electrodo.
Por consiguiente, puede trazarse un mapa de respuestas aproximadas de
entrada y salida del cultivo, creando ciclos en todos los electrodos
por turnos. De este modo, puede elegirse un par de electrodos de
entrada/salida adecuados para obtener un camino de toma de decisiones
inicial para el robot. Esto se emplea para controlar el cuerpo del robot
–por ejemplo, cuando el sensor ultrasónico está activado y deseamos que
la respuesta haga que el robot gire y se aleje del objeto situado
ultrasónicamente (probablemente una pared) para mantenerlo en
movimiento.
En esta ocasión, a efectos de experimentación, la intención es que el
robot (que puede verse en la figura 2) siga un camino recto hasta
alcanzar una pared, en cuyo punto el valor del sónar frontal disminuye
por debajo de un umbral, activando un impulso estimulante. Si el
electrodo de respuesta/salida registra una respuesta, el robot se gira
para evitar la pared. En los experimentos realizados, el robot se gira
de forma espontánea cuando se registra actividad en el electrodo de
respuesta. El resultado más relevante es la aparición de una cadena de
sucesos: detección de la pared-estimulación-respuesta. Desde una
perspectiva neurológica, sin duda también resulta interesante especular
sobre por qué existe actividad en el electrodo de respuesta cuando no se
ha aplicado un impulso estimulante.
Como elemento de control general para la dirección y evasión de la
pared, el cerebro de cultivo actúa como única entidad en la toma de
decisiones durante la realimentación general: un aspecto importante que
implica cambios en el camino neuronal del cultivo, en cuanto al tiempo,
entre los electrodos que generan estímulos y los que los registran.
En términos de investigación, los estudios sobre el aprendizaje y la
memoria se realizan en general en una primera fase. No obstante, con el
tiempo puede verse claramente la mejora en el rendimiento del robot, en
lo que respecta a su habilidad para esquivar la pared en el sentido de
que los caminos neuronales que provocan una acción satisfactoria tienden
a reforzarse, aunque el proceso se ejecute con regularidad, es decir,
aprendiendo gracias a la formación de un hábito.
No obstante, el número de variables implicadas es considerable y el
proceso de plasticidad, que se produce durante bastante tiempo, depende
(muy probablemente) de factores como la siembra inicial y el crecimiento
cerca de los electrodos, así como de elementos medioambientales
variables, como la temperatura y la humedad. El aprendizaje mediante
refuerzo (recompensa de las buenas acciones y castigo de las malas), se
da más en este momento en términos investigadores de comprobación.
En muchas ocasiones, el cultivo responde de acuerdo a lo previsto. En
otras ocasiones no sucede así y en algunos casos da una señal motora
cuando no se espera que lo haga. Pero ¿tomó una decisión distinta a la
que esperábamos “intencionadamente”? No podemos afirmarlo, solo
suponerlo.
En términos de robótica, esta investigación ha demostrado que un
robot puede tener éxito con un cerebro biológico que le permite tomar
sus “decisiones”. El tamaño de 100 000-150 000 neuronas se debe
simplemente a las limitaciones del experimento descritas y existentes
hoy día. De hecho, ya se están investigando estructuras
tridimensionales. Aumentar la complejidad de dos a tres dimensiones
genera aproximadamente una cifra de 30 millones de neuronas en el caso
tridimensional, sin que aún se alcancen los 100 000 millones de neuronas
de un cerebro humano perfecto, pero que en gran parte está en línea con
el tamaño medio del cerebro de muchos otros animales.
Esta área de investigación se amplía rápidamente. No solo aumenta el
número de neuronas, sino que se amplía el rango de entradas sensoriales
que incluyen estímulos auditivos, infrarrojos e incluso visuales. Esta
riqueza estimulatoria tendrá sin duda efectos espectaculares en el
desarrollo del cultivo. El potencial de dichos sistemas, incluido el
rango de tareas que podrían realizarse, significa también que el cuerpo
físico podría adoptar diferentes formas. Por ejemplo, no existe ninguna
razón que impida que el cuerpo resultante sea un robot que camine sobre
dos piernas, que tenga una cabeza que gire y que sea capaz de andar por
un edificio.
Es obvio que comprender la actividad neuronal resulta más difícil
cuanto mayor sea el tamaño del cultivo. Con una estructura
tridimensional, controlar la actividad dentro de la zona central, como
ocurre con un cerebro humano, se vuelve extremadamente complicado,
incluso con electrodos como agujas. De hecho, los cultivos actuales de
100 000-150 000 neuronas son ya demasiado complejos para que podamos
lograr entenderlos globalmente. Cuando han alcanzado tamaños con más de
30 millones de neuronas, el problema se magnifica ostensiblemente.
Consideramos que el robot es simplemente una máquina. Pero ¿qué ocurre cuando el robot tiene un cerebro biológico hecho con células cerebrales (neuronas) y posiblemente incluso a base de neuronas humanas?
Si nos adelantamos en algunos años, parece bastante posible prever
que dichos cultivos se amplíen creciendo potencialmente hasta alcanzar
tamaños de miles de millones de neuronas. Además, la naturaleza de las
neuronas podría diversificarse. Actualmente, en los estudios se emplean
por lo general neuronas de rata. No obstante, también se cultivan ya
neuronas humanas, que pueden dar lugar a un robot con un cerebro
neuronal humano. Si este cerebro se compusiese entonces de miles de
millones de neuronas, se deberían plantear muchas preguntas sociales y
éticas (Warwick 2010).
Por ejemplo, si el cerebro del robot tiene aproximadamente el mismo
número de neuronas humanas que un cerebro humano normal, ¿podría/debería
tener entonces los mismos derechos que las personas? Además, ¿qué
ocurriría si estas criaturas tuvieran muchas más neuronas humanas que un
cerebro humano normal, por ejemplo, un millón de veces más? ¿Ocuparían
en el futuro el lugar de los humanos normales en la toma de decisiones?
Ciertamente, esto significa que si pensamos en un futuro cercano, no
tardaremos en ser testigos de robots pensantes con cerebros no muy
distintos a los de los humanos.
Implantes de cerebros con fines generales
Muchas son las interfaces del cerebro humano-ordenador que se
utilizan con fines terapéuticos para vencer un problema
médico/neurológico: un ejemplo son los electrodos de estimulación
cerebral profunda que se utilizan para vencer los efectos de la
enfermedad de Parkinson (Pinter et al. 1999; Pan et al. 2007; Wu et al.
2010). No obstante, incluso en este caso es posible considerar el uso de
dicha tecnología de formas alternativas para ofrecer al individuo
habilidades que el ser humano no posee normalmente, lo que supondría una
mejora de la especie humana.
Con interfaces más generales de cerebro-ordenador la
terapia/situación de mejora es más compleja. En algunos casos, existen
personas que han sufrido una amputación o que han padecido una lesión
espinal por culpa de un accidente, que podrían recuperar el control de
aparatos a través de sus señales neuronales aún en funcionamiento
(Donoghue et al. 2004). En otros casos, existen pacientes que han
sufrido algún tipo de ictus y que pueden tener un control limitado a su
entorno, como aquellos que padecen una enfermedad neuronal motora.
En estos casos, la situación no es sencilla pues cada individuo
recibe habilidades que un ser humano normal no posee, como por ejemplo
la habilidad de mover un cursor por la pantalla del ordenador utilizando
únicamente señales neuronales (Kennedy et al. 2004). El mismo dilema se
presenta en las personas ciegas que pueden recibir incorporaciones
extrasensoriales, como por ejemplo el sónar (un sentido parecido al de
los murciélagos). Esto no soluciona su ceguera, aunque les permite hacer
uso de un sentido alternativo.
Algunas de las investigaciones humanas más sorprendentes hasta la
fecha han sido llevadas a cabo utilizando redes de microelectrodos, como
se muestra en la figura 3. Los electrodos individuales miden 1,5 mm y
se estrechan hasta un diámetro en punta inferior a los 90 micrones.
Aunque se ha realizado una serie de ensayos cuyo objeto de estudio no ha
sido el ser humano, en la actualidad los ensayos con humanos se limitan
a dos grupos de estudios. En el segundo de estos grupos, la red se
utiliza en particular únicamente a modo de grabación y más recientemente
como parte de lo que se denomina sistema “BrainGate”.
Básicamente, se ha descodificado la actividad eléctrica de unas
cuantas neuronas controladas por electrodos de la red, para convertirla
en una señal capaz de dirigir el movimiento del cursor. Esto permitió a
un individuo colocar un cursor en la pantalla de un ordenador con la
ayuda de señales neuronales de control combinadas con una
retroalimentación visual. La misma técnica se empleó más tarde para
permitir que el individuo receptor, que sufría una parálisis, manejase
un brazo de robot (Hochberg et al. 2006). No obstante, el primer uso de
la red de microelectrodos (que se muestra en la figura 3) tiene
repercusiones considerablemente mayores que amplían las habilidades del
receptor humano.
Derivar una señal de orden fiable desde un conjunto de señales
neuronales controladas no es necesariamente una tarea sencilla, debido
en parte a la complejidad de las señales registradas y en parte a las
limitaciones en tiempo real en el manejo de los datos. En algunos casos,
no obstante, puede ser relativamente fácil buscar y obtener una
respuesta del sistema ante ciertas señales neuronales anticipadas,
especialmente cuando el individuo ha entrenado mucho con el sistema. De
hecho, la forma, la magnitud y la onda con respecto al tiempo de la
señal neuronal, son considerablemente distintas a otras señales
aparentes (tales como el ruido) y esto incrementa un poco el grado de
dificultad.
La interfaz a través de la que un usuario interactúa con la
tecnología proporciona una línea divisoria entre lo que el usuario
quiere que la máquina haga y lo que la máquina hace en realidad. Esta
división impone una carga cognitiva al individuo en cuestión
proporcional a las dificultades que experimenta. La cuestión principal
es interrelacionar los canales motores y sensoriales humanos con la
tecnología de una forma fiable, duradera, efectiva y bidireccional. Una
solución que pasa por evitar este embotellamiento sensomotriz general
interactuando directamente con el sistema nervioso humano.
Un individuo que se conecte así podría beneficiarse de algunas de las
ventajas que tienen las máquinas o la inteligencia artificial, como por
ejemplo habilidades matemáticas combinadas con una gran rapidez y una
extremada precisión en el cálculo mental, o contar con una base de
conocimientos a modo de internet de máxima velocidad, casi infinita y
una memoria precisa a largo plazo. Además, es de sobra conocido que los
humanos solo tenemos cinco sentidos, que sepamos, mientras que las
máquinas ofrecen una visión del mundo que incorpora señales infrarrojas,
ultravioletas y ultrasónicas, por mencionar solo algunas.
Los humanos tienen también la limitación de poder visualizar y
entender solamente el mundo que los rodea a través de una percepción
tridimensional, mientras que los ordenadores tienen sobradas capacidades
para manejar cientos de dimensiones. Tal vez lo más importante sea el
medio de comunicación humano, que básicamente transmite una señal
electroquímica compleja de un cerebro a otro a través de un
intermediario, a menudo un medio (por ejemplo, el habla) que tiene una
mecánica lenta y es propenso a fallar, y que es además muy pobre en
cuanto a velocidad, potencia y precisión. Está claro que conectar un
cerebro humano, a través de un implante, con una red informática podría
ampliar a largo plazo las claras ventajas de la inteligencia de las
máquinas, así como las habilidades comunicativas y sensoriales del
individuo implantado.
Muchas son las interfaces del cerebro humano-ordenador que se utilizan con fines terapéuticos para vencer un problema médico/neurológico: un ejemplo son los electrodos de estimulación cerebral profunda en la enfermedad de Parkinson. Es posible considerar el uso de dicha tecnología para ofrecer al individuo habilidades que no posee, lo que supondría una mejora de la especie humana.
Como paso previo hacia un concepto más amplio de la interacción
cerebro-ordenador, la red de microelectrodos (que se muestra en la
figura 3) se implantó en las fibras del nervio mediano de un individuo
sano (el autor) durante dos horas de neurocirugía, para probar la
funcionalidad bidireccional de una serie de experimentos. Una corriente
de estimulación aplicada directamente en el sistema nervioso permitió
enviar información al usuario mientras se descodificaban las señales de
control de la actividad neuronal en la región de los electrodos (Warwick
et al. 2003). De este modo, se concluyeron con éxito una serie de
ensayos (Warwick et al. 2004), que en concreto fueron los siguientes:
- Se implantó con éxito una entrada extrasensorial (ultrasónica). Véase la figura 4 con el experimento.
- Se logró un mayor control de una mano robótica a través de internet, con retroalimentación desde las yemas de los dedos robóticos, convertida en estimulación neuronal para dar una sensación de fuerza aplicada a un objeto (esto se logró en la Universidad de Columbia, Nueva York, Estados Unidos y en la Universidad de Reading, en el Reino Unido).
- Se desarrolló una forma primitiva de comunicación telegráfica directa entre los sistemas nerviosos de dos humanos con la colaboración de la mujer del autor (Warwick et al. 2004).
- Se condujo con éxito una silla de ruedas a través de señales neuronales.
- Se cambió el color de joyas como consecuencia de las señales neuronales, al igual que el comportamiento de un grupo de pequeños robots.
En la mayoría de los casos anteriores, aunque no en todos, el ensayo
podía considerarse útil por razones puramente terapéuticas; así, por
ejemplo, el sentido ultrasónico podría ser útil para un individuo ciego;
la comunicación telegráfica podría ser de gran utilidad para aquellas
personas con ciertas formas de discapacidad de las neuronas motoras.
No obstante, cada ensayo puede considerarse también como una posible
forma de mejoramiento más allá de las normas humanas de un individuo. De
hecho, el autor no necesitaba el implante con fines médicos para
solucionar un problema, sino que el experimento se realizó únicamente
para realizar una exploración científica. Se plantea por consiguiente la
siguiente pregunta: ¿hasta dónde deberíamos llegar? Sin duda, el
mejoramiento a través de interfaces cerebro-ordenador nos ofrece muchas
oportunidades tecnológicas e intelectuales, aunque suscita, no obstante,
un montón de distintas consideraciones éticas que necesitan una
respuesta directa.
Cuando en experimentos del tipo descrito participan individuos sanos
que no necesitan reparación alguna que exija una interfaz de
cerebro-ordenador, sino que más bien el objetivo principal del implante
es el de mejorar las habilidades de un individuo, es difícil argumentar
que la operación tenga fines terapéuticos. De hecho, con este
experimento, el autor deseaba investigar en concreto las posibilidades
reales y prácticas de mejoramiento (Warwick et al. 2003; Warwick et al.
2004).
Los ensayos demuestran claramente que la entrada extrasensorial es
una posibilidad práctica que podría tener éxito; no obstante, mejorar la
memoria, pensar en varias dimensiones y comunicarse a través del
pensamiento son solo otras ventajas que presentan un marcado potencial y
que, siendo realistas, pueden investigarse en cierta medida. Para ser
claro, todas estas cosas parecen posibles (al menos desde un punto de
vista técnico) para el ser humano en general.
Llegados a este punto, obtener vía libre para un implante en cada
caso (al menos en el Reino Unido) requiere la aprobación ética de la
autoridad local responsable del hospital en el que se lleve a cabo el
procedimiento y, si se considera oportuno para el proceso de una
investigación, también se necesita la aprobación del comité de
investigación y de ética del centro implicado. Todo ello
independientemente de la aprobación de la Agencia de Aparatos cuando la
pieza de un equipo, como por ejemplo un implante, deba emplearse en
varios individuos. Curiosamente, no se necesita la autorización ética de
ningún organismo social, así que el asunto tiene su complejidad.
Sin embargo, si miramos hacia el futuro, parece bastante probable que
las influencias comerciales, unidas al deseo social de comunicarse de
forma más efectiva y percibir el mundo de una forma más rica, nos
conduzcan a un deseo mercantil. Por último, la comunicación directa de
cerebro a cerebro, utilizando posiblemente implantes del tipo que se ha
descrito, se presenta como una propuesta tremendamente fascinante, que
tiene como resultado la transmisión de pensamientos, emociones,
sentimientos, colores e ideas básicas directamente de un cerebro a otro.
Aunque se suscitan muchas preguntas sobre su funcionamiento en la
práctica, seríamos claramente insensatos si no siguiésemos intentándolo.
Pero nos topamos con grandes preguntas. Dado que la comunicación es
una parte tan importante de la inteligencia humana, es probable que todo
individuo con un implante de este tipo experimente necesariamente un
aumento considerable de su inteligencia. Esto ampliaría claramente el
rendimiento intelectual en la sociedad, superando la parte implantada a
la parte que decida permanecer en un plano humano (sin chip). ¿Traería
esto consigo una división digital, una situación “nosotros y ellos”,
dejando a los humanos normales bastante por detrás en la carrera de la
evolución? Bueno, esto es algo que ya se verá.
Interfaces no invasivas cerebro-ordenador
Para algunos, las interfaces cerebro-ordenador del tipo descrito tal
vez se encuentran demasiado lejos, sobre todo si representan la
manipulación directa del cerebro. Como resultado, la interfaz
cerebro-ordenador más estudiada hasta la fecha es la que incorpora la
electroencefalografía y ello se debe a diversos factores. En primer
lugar, no es invasiva; por tanto, no se necesita recurrir a la cirugía,
con los consiguientes riesgos de infección o los efectos colaterales que
conlleva. Por ello, los requisitos de aprobación ética son
significativamente menores y dado que los electrodos se obtienen con
facilidad, los costes son mucho menores que con otros métodos.
La electroencefalografía es también un mecanismo portátil, con
electrodos que simplemente se colocan fuera de la cabeza de la persona y
puede hacerse en un laboratorio sin requerirse demasiada formación, ni
conocimientos de fondo y que además puede hacerse en poco tiempo, es
decir, puede hacerse donde y cuando se necesite.
El número de electrodos que realmente se utiliza en los experimentos
puede variar de un pequeño número (de 4 a 6) a unos 26-30 (lo que suele
ser lo más común) o incluso superar los 100 en aquellos casos en los que
se pretenda lograr una mejor resolución. Como resultado, pueden
acoplarse electrodos individuales en posiciones específicas o utilizar
un gorro en el que los electrodos se encuentren ya precolocados. El
cuidado y la gestión de los electrodos varía también considerablemente
de experimento a experimento: existen casos en los que los electrodos se
colocan en seco y encima del cabello, y otros casos en los que se debe
afeitar el cabello y utilizar geles para mejorar el contacto.
Algunos estudios se aplican más al ámbito médico, por ejemplo, para
estudiar el inicio de ataques epilépticos en pacientes; no obstante, el
rango de aplicaciones es diverso. Algunos de los más típicos o
interesantes se incluyen aquí para dar una idea de las posibilidades y
del trabajo continuo, en vez de ofrecer una perspectiva general completa
de la situación actual.
Son típicos aquellos en los que los sujetos aprenden a manejar un
cursor de ordenador de esta forma (Trejo et al. 2006). Debemos
puntualizar que incluso tras periodos importantes de entrenamiento
(varios meses), el proceso es lento y requiere, por lo general, varios
intentos antes de lograrlo. En la misma línea, existen numerosos grupos
de investigación que han usado los registros de la electroencefalografia
para encender luces, controlar pequeños vehículos robóticos y controlar
otras señales análogas (Millan et al. 2004; Tanaka et al. 2005). Un
método similar, con un casquete de 64 electrodos, se ha utilizado para
permitir que un tetrapléjico realice algunas tareas, movimientos
sencillos con la mano mediante la estimulación a través de controladores
de neuronas integrados (Kumar 2008).
También es posible considerar la unicidad de las señales específicas
de la electroencefalografía, en particular y potencialmente, como
respuesta a los estímulos asociados, como una herramienta de
identificación (Palaniappan 2008). Mientras tanto, se han obtenido
interesantes resultados usando la electroencefalografía, para
identificar los golpecitos que se dan intencionadamente con los dedos,
para determinar si los golpecitos se daban o no, consiguiendo una gran
precisión. Esto es útil como método de interfaz rápida y también como
posible método protésico (Daly et al. 2011).
Aunque la experimentación con electroencefalografía sea relativamente
barata, portátil y fácil de realizar, sigue siendo difícil vislumbrar
un uso generalizado de la misma en el futuro. Sin duda, tiene un papel
que representar en la valoración externa de algunos aspectos del
funcionamiento cerebral con fines médicos (por ejemplo, la valoración de
los ataques epilépticos y la actividad neuronal durante trastornos
compulsivos obsesivos) y seguramente el uso de estas aplicaciones irá en
aumento con el tiempo. No obstante, la posibilidad de que las personas
normales se desplacen con un casco de electrodos puesto, sin necesidad
de un volante, no resulta del todo realista; antes será más probable que
veamos vehículos completamente autónomos en las carreteras.
Conclusión
En este capítulo hemos hecho un repaso de los distintos mejoramientos
cibernéticos y de los tipos de inteligencia artificial resultantes. Se
han mencionado experimentos concretos para indicar cómo podrían
fusionarse en este sentido los humanos o los animales, en su caso, con
la tecnología, lo que arroja una plétora de consideraciones sociales y
éticas, además de muchas otras consideraciones técnicas. Se han
facilitado en cada caso informes sobre la experimentación práctica real,
en lugar de limitarnos a mencionar únicamente algunos conceptos
teóricos.
En particular, que los robots se traten con cerebros biológicos tal
vez podría llevar finalmente a cerebros humanos funcionando en un cuerpo
robot. Por tanto, ¿deberían tener estos robots algún tipo de derechos? Y
lo que es más importante llegados a este punto, ¿deberían proseguir las
investigaciones pese a todo? No falta mucho para que también tengamos
robots con cerebros creados con neuronas humanas que tengan el mismo
tipo de habilidades que los cerebros humanos.
En el apartado sobre implantes de cerebros invasivos con fines
generales y también el uso de implantes para terapias, repasamos el
potencial del mejoramiento humano. La ciencia ya ha logrado la entrada
extrasensorial, que amplía el sistema nervioso a través de internet y
una forma básica de comunicación del pensamiento, de modo que sería
posible que muchos humanos se actualicen y sean ellos mismos los que se
conviertan parcialmente en máquinas. Esto podría dar lugar a que los
humanos normales (sin implantes) se queden en el camino. Si pudiese
usted mejorar, ¿le supondría algún problema el hacerlo?
Más adelante nos encontramos con el apartado sobre los electrodos más
estándares de la electroencefalografía, que se colocan externamente y
por tanto se encuentran con mucha mayor frecuencia. Por desgracia, la
resolución de dichos electrodos es relativamente pobre y de hecho,
solamente son útiles para controlar y no para estimular, de ahí que los
temas que giran en torno a dicha posibilidad sean limitados de alguna
manera. Ciertamente, podemos usarlos para aprender un poco más sobre el
funcionamiento del cerebro, pero es difícil que veamos cómo se utilizan
en operaciones de control de gran sensibilidad en las que varios
millones de electrodos introducen la información transmitida a través de
cada electrodo.
Además de revisar los procedimientos implicados, el objetivo de este
artículo ha sido también repasar algunos de los aspectos éticos y
sociales más destacados. Se han evaluado además algunos aspectos
tecnológicos con el fin de abrir una ventana en la dirección que llevan
los últimos avances. En cada caso, no obstante, se ha planteado un punto
de apoyo firme sobre la tecnología práctica y real y sobre las
situaciones realistas en el futuro, en lugar de adelantar simples ideas
especulativas. En cierto sentido, la idea general es abrirse paso hacia
la reflexión para que los futuros experimentos de los que seremos
testigos puedan guiarse a través de una correcta realimentación.
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- https://www.bbvaopenmind.com/articulos/el-futuro-de-la-inteligencia-artificial-y-la-cibernetica/
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