Deborah García: "Solo la ciencia nos puede devolver lo que teníamos antes del coronavirus"
La bioquímica y divulgadora científica publica el libro No tocar: ciencia contra la desinformación en la pandemia de COVID-19
Vivir una pandemia es como vivir dentro de una tormenta. La
inseguridad puede convertirse en un sentimiento permanente, y dentro de
este mar enfurecido no podemos ser otra cosa que náufragos. No resulta fácil bregar con la cercanía de la muerte y la enfermedad, pero al menos existe un salvavidas al que poder aferrarse: la ciencia.
Muy a nuestro pesar, estamos asistiendo a la primera epidemia retransmitida prácticamente en tiempo real. Este bombardeo de
datos y noticias, amplificado por las redes sociales, exige que sepamos
diferenciar el fraude de la verdad, porque, al fin y al cabo, el
conocimiento sigue siendo el antídoto más efectivo contra la
incertidumbre.
¿Qué es un virus? ¿Y una bacteria? ¿Y una prueba PCR? ¿Cómo podemos
protegernos del coronavirus? ¿Qué medidas debo tomar cuando voy al
supermercado? ¿Qué hago si no tengo mascarillas?... El libro No tocar (Ediciones Paidós, solo
en formato electrónico), escrito casi como un diario de cuarentena, es
un ensayo que intenta responder de una manera didáctica a esas grandes y
pequeñas preguntas que todos nos hemos hecho en estos tiempos
turbulentos de coronavirus.
Su autora, Deborah García Bello, es una de las mejores
divulgadoras científicas de nuestro país. Ella sabe que la ciencia es
una herramienta que no siempre es perfecta, pero es con diferencia la
mejor que tenemos para comprender el mundo que nos rodea. Y, ahora más
que nunca, quiere que lo tengamos claro, porque de este laberinto en el
que nos encontramos solo nos puede sacar la ciencia.
PREGUNTA: ¿Tu libro, No tocar, es algo así como una guía básica para manejarse en la pandemia?
RESPUESTA: Sí, esa es una de las partes, pero no es
solo eso. Por un lado, se puede interpretar como una guía, como una
especie de manual para explicar todas las dudas que he ido recopilando
sobre todo de gente que me sigue en redes sociales. Pero, por otro
lado, es divulgación científica pura y dura, que es válida para ahora y
va a ser válida para el futuro. Como explicar qué es un virus, qué es
una bacteria, qué es una vacuna… Son cosas de ciencia fundamental, de
cultura científica básica, y es útil ahora pero lo va a ser para
siempre.
En tercer lugar, también es como una suerte de diario, una fotografía
del momento. La visión de una científica, que en este caso soy yo,
dentro de esta circunstancia. No escrito a posteriori, que la reflexión
que se hace sería diferente, sino que se trata de una reflexión hecha en
el momento y con una perspectiva científica, algo que me hubiera
gustado tener de otras pandemias u otros momentos históricos tan
relacionados con la ciencia. Imagínate cómo hubiese sido el diario de
una química durante díez días de la gripe española… Me resultaría una
fotografía muy interesante también desde el punto de vista histórico, no
solo científico.
P: ¿Cuál es el verdadero papel de la divulgación científica en la lucha contra el coronavirus?
R: Explicar los porqués de las recomendaciones que
existen. Creo que ese es nuestro papel desde la divulgación científica,
cada uno desde su parcela de conocimiento. En mi caso, desde la Química y
la Bioquímica, explicar el porqué de las cosas, porque cuando tú
entiendes por qué tienes que seguir una recomendación, la asumes,
entiendes que es más importante y es más probable que la cumplas más
allá de que sea una orden.
P: Esta no es la primera pandemia del siglo XXI, pero sí que
está siendo la primera en muchas cosas, como el ser la primera
retransmitida prácticamente en tiempo real. ¿Está profusión de datos
contribuye de alguna manera a fomentar la desinformación?
R: En parte, sí. Ojalá existiese una especie de consenso en las
recomendaciones. Sí que es verdad que he visto que algunos medios en
momentos concretos se han aventurado a dar unas recomendaciones que no
coincidían con las de las autoridades sanitarias, y eso genera muchísima
confusión.
Pasó con el caso de las mascarillas, cuando la Organización Mundial de
la Salud y el Ministerio de Sanidad llamaban a la calma y pedían que no
utilizásemos mascarillas, que lo que teníamos que hacer era quedarnos en
casa y que, si teníamos que salir, respetásemos la distancia de
seguridad. Pero hubo medios que se aventuraron a decir que usar
mascarillas sería mejor, cuando ninguna autoridad sanitaria hacía esa
recomendación. Yo creo que el papel de los medios de comunicación, a
nivel de recomendaciones, no tiene que ser nunca aventurarse.
P: Aseguras que también existe una epidemia de desinformación…
R: Sí, absolutamente. Se le da difusión a bulos. Hay
bulos que se difunden por sí solos, es decir gente que los crea algunos
por mala fe y otros por desconocimiento, creyendo que ayudan, porque es
verdad que hay mucha gente que cree que ayuda difundiendo algunas cosas
porque no sabe que son bulos y lo hace. Tenemos una buena batalla con la
desinformación.
“Tenemos una buena batalla con la desinformación.
Y luego hay que tener muy bien graduada la vara de medir, sobre qué
desinformaciones hay que desmentir públicamente y cuáles no, porque
puedes hacer que crezcan todavía más. Hay que tener cuidado, porque
desmentir el bulo y hablar de ello también es una forma de negocio. Hay
que pensar por qué se comparte el desmentido de un bulo. Creo que esa es
la clave.
P: En una crisis sanitaria tan grave como la actual, ¿la desinformación y los bulos son especialmente dañinos?
R: Sí, porque pueden llevar a la gente a tomar
decisiones que nos afectan a todos. Estamos viendo, por ejemplo, más
llamadas a departamentos de toxicología porque la gente se aventura a
hacer mezclas en casa de productos de limpieza, ya que cree que así
acaba antes con el virus, en lugar de seguir las recomendaciones.
“Lo que no podemos ahora es saturar los servicios de emergencias porque la gente se pone a mezclar lejía con amoníaco.
Este tipo de cosas hay que pararlas porque tienen consecuencias para
todos los demás. Lo que no podemos ahora es saturar los servicios de
emergencias porque la gente se pone a mezclar lejía con amoníaco en su
casa. Y eso puede ser desde que tú te apliques un tratamiento que no
tiene sentido a cuando se difundieron informaciones de que un
medicamento que se suministra a pacientes de lupus podría servir para
tratar la COVID-19, y hubo desabastecimiento de ese tipo de medicamento
en algunas farmacias.
P: ¿Existe un perfil concreto de público que es consumidor
habitual de bulos? Si es así, ¿sirven de algo los argumentos científicos
con ellos?
R: Siempre hay una porción pequeña de gente a la que
das por perdida. Yo quiero pensar que se trata de un porcentaje muy
pequeño. Pero como en cualquier ámbito de la cultura. Hay gente que
asumes que no le gusta el teatro y nunca le va a gustar, y ya está.
Convives con ello aunque te dediques al teatro. Pues con la ciencia
ocurre lo mismo, sabes que hay un porcentaje de la población a la que le
es totalmente ajeno, o que incluso tienen una visión de la ciencia tan
negativa, tan catastrofista, tan de cosas como que los químicos os
cargáis la naturaleza…
Este tipo de creencias son emocionales y están muy arraigadas, por lo
que es muy difícil penetrar ahí. A lo mejor puedes rescatar a alguien,
pero desde luego esa persona no va a ser la que lea uno de mis artículos
o de mis libros. Porque ya el solo hecho de que yo sea química le
genera una barrera emocional.
P: El mundo está como está porque falta una sola vacuna, ¿qué les dirías en un momento así a los antivacunas?
R: Se les olvidará con el tiempo. Esto se puede solucionar con
una vacuna o de una forma muy diferente. Pero si al final sucede que es
con una vacuna y todos lo celebramos, tal y como se actúa el movimiento
antivacunas se le olvidará en unos meses, porque al final ellos te dan
una serie de argumentos que son falsos pero están bien construidos,
precisamente para este perfil de gente que tiene tanta desconfianza
hacia la ciencia y que reúne los fallos del sistema científico para no
creer en él. Esos van a seguir ahí.
“Esto se puede solucionar con una vacuna o de una forma muy diferente.
Llevamos años repitiendo que las vacunas no dan autismo, cómo se generó ese bulo, que hubo una persona que se enriqueció con ello… Y lo explicas una y otra vez y ahí sigue arraigado. No creo que de repente una vacuna de algo muy concreto abra los ojos a este tipo de personas… Tengo fe, pero no tanta.
P: Nunca antes la comunidad científica había trabajado tan
rápido ni tan coordinadamente a nivel mundial para resolver un problema.
¿Podría la lucha contra el coronavirus representar uno de los grandes
triunfos de la historia de la ciencia?
R: Lo que nos puede dar es una lección de cómo trabajar en
ciencia de una forma diferente, en el sentido de compartir, porque una
de las cosas que yo critico del sistema de la ciencia es que está
bastante bien construido pero tiene una gran imperfección, y es que es
bastante opaco. Tú cuando haces algún estudio científico tienes que
pasar la revisión por pares, que una revista te lo acepte, que lo
publiques, y para poder acceder a esos datos tienes incluso que estar
suscrito o pagar a esa revista. Es decir, no todo es de acceso libre, y
eso ralentiza muchísimo todo. Además, tampoco se publican los resultados
negativos, sino que solo se publican los éxitos, y de lo que no
funciona se puede aprender mucho.
“El sistema científico tiene que cambiar, porque no puede estar tan parasitado por revistas científicas.
Ahora estamos compartiéndolo todo. Incluso se publican estudios que llegan a la conclusión de que un medicamento no vale, cuando hace tres meses no se habría publicado, y a lo mejor podía haber otros veinte centros de investigación perdiendo el tiempo para llegar a la misma conclusión. Me parece fundamental que en el sistema de la ciencia hagamos esa reflexión. El sistema tiene que cambiar, porque no puede estar tan parasitado por revistas científicas.
P: Comentas que tu trabajo estos días consiste en hacer de
altavoz de las autoridades sanitarias… ¿Crees que sus recomendaciones
son siempre acertadas? ¿Qué ocurre cuando van en contra del sentido
común, como esa medida fallida de los niños y los supermercados?
R: Puede que no sean siempre las más acertadas, pero desde
luego representan el consenso científico. Lo que dice la Organización
Mundial de la Salud es lo que representa el consenso científico, y
ninguna persona a título individual debería posicionarse por encima del
consenso científico. A no ser que tengas un estudio que puedas
presentar. Si no, es una opinión que tienes a título individual y no es
representativa.
Creo que por responsabilidad en un momento tan sensible como este lo que
tenemos es que ir todos a una desde la ciencia, y más si hay una
recomendación que siempre está amparada en estudios científicos, porque
no se trata de un grupo de señores pensando a ver qué se les ocurre. Si
vamos por libre es un desastre en todos los sentidos. A nivel de gestión
de la pandemia y para la ciencia, porque nos pone en una situación como
si fuésemos pollos sin cabeza.
P: Al final, contra el coronavirus lo más simple es lo más efectivo: lavarse bien las manos…
R: Es lo más efectivo y es muy fácil de hacer. Esto
tiene una lectura interesante también para entender por qué la gente se
atreve a hacer otras cosas, ya que se dice a sí misma: “la situación es
tan extraordinaria que tengo que tomar medidas extraordinarias”, y no es
así. Las medidas que se han propuesto son muy sencillas: distancia de
seguridad, lávate las manos, limpia la casa con lejía… Suena tan normal
que puede dar la sensación de que no estás haciendo nada.
“La gente se dice a sí misma: “la situación es tan extraordinaria que tengo que tomar medidas extraordinarias”, y no es así.
Si las medidas fuesen más extraordinarias, seguramente la gente las asumiría mejor. Hay mucha gente que me pregunta: “¿Y si limpio mi casa con ozono, es mejor, no?”, y yo le digo que no hace falta, que sirven los productos con los que siempre ha limpiado su casa. No hay que darle más vueltas.
P: Los tensioactivos del jabón, un término que al común de
los mortales nos puede sonar a anuncio televisivo, pero que son uno de
los grandes enemigos del virus…
R: Realmente, uno de los mayores enemigos es la lejía pero no
por tensioactivo, sino por oxidante. El virus fuera del cuerpo se
analiza desde un punto de vista químico, y es una cosa muy endeble y
relativamente fácil de destruir. Los tensioactivos lo que provocan es
que el virus se vuelva soluble en agua y lo puedas arrastrar con el
chorro del grifo. No se ha medido si se destruye la capa de grasa que
envuelve al coronavirus hasta el punto de inactivar al virus, pero se va
por el desagüe, y con eso nos sirve.
“El coronavirus fuera del cuerpo es una cosa muy endeble y relativamente fácil de destruir.
Con lo que sí que hemos medido que se inactiva por contacto es con la lejía, con el alcohol, con agua oxigenada a partir de determinada concentración… Eso es química pura y dura. Pero insisto en que el virus, desde el punto de vista químico, es algo que fuera del cuerpo se destruye con muchísima facilidad. Si está dentro de un organismo infectando es una cosa radicalmente diferente, pero fuera es como eliminar una mota de polvo.
P: Entonces, como dices en el libro, no es necesario lavar la ropa “a nivel infierno”…
R: No, no hace falta. La recomendación de 60ºC es una
recomendación general que hicieron las autoridades sanitarias para
cuando convives con un enfermo o estás enfermo. Es la misma que se da
siempre que se tiene una infección vírica o bacteriana; es el protocolo
habitual.
El coronavirus es tan endeble que tú lo metes en la lavadora, incluso
con agua fría, el virus se va por el desagüe si hay detergente. Pero
claro, si estás infectado por coronavirus, lo que menos le interesa a tu
sistema inmune es que encima cojas otra infección por una bacteria, por
ejemplo. No puedes comprometer a tu sistema inmunitario a que lidie con
otra infección paralela. Por eso se pide lavar la ropa a esa
temperatura tan alta.
P: También hablas de los dos productos estrella de la pandemia:
el papel higiénico y la levadura… ¿Cuánto de absurdo pueden llegar a
tener estos comportamientos?
R: Yo no creo que sean tan absurdos. Se hace mucho chiste con
el papel higiénico y tuvo su gracia que se llegara a agotar, pero creo
que en este caso es una cuestión que tiene que ver con la dignidad. Y el
caso del pan, que puede sonar a algo más frívolo, también apela a lo
mismo. Apela a que te quieres aferrar a lo que tú conoces como tu
normalidad, que a veces es algo tan sencillo como tener pan todos los
días. Y también es sentirte un poco superviviente: no tengo pan, pero me
lo puedo hacer yo. Eso es muy humano.
P: Entramos entonces en el terreno de lo simbólico, nosotros que somos animales tan simbólicos…
R: Sí. Muchos aplaudimos todos los días a las ocho de
la tarde y nadie nos ve. Abres la ventana y te pones a aplaudir al
vacío. ¿Qué hay más simbólico que eso? A lo mejor no entendemos el arte
contemporáneo, pero abrimos una ventana y aplaudimos al vacío.
P: La ciencia es siempre esperanza… ¿Ahora más que nunca?
R: Sí, desde luego. ¿A qué nos vamos a aferrar si no?
De esto solo nos va a sacar la ciencia. Y me refiero a recuperar lo que
teníamos. Si hay alguna esperanza de recuperar lo que teníamos, o algo
muy parecido a lo que teníamos, desde luego va a estar en la ciencia. O
bien que lleguemos a un tratamiento, o bien a una vacuna o que hagamos
un descubrimiento insospechado sobre el comportamiento del virus, como
algún tipo de inmunidad cruzada… Pero siempre va a ser algo que
descubramos gracias a la actividad científica. Solo la ciencia nos puede
devolver lo que teníamos antes.
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"El hombre está dispuesto siempre a negar todo aquello que no comprende" Blaise Pascal
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