El cerebro del futuro
Describir los desarrollos científicos es revelar lo que tantos investigadores realizan en sus laboratorios de manera silenciosa y empecinada para llegar a conocimientos novedosos. Facundo Manes y Mateo Niro abordan el potencial de la investigación en neurociencia en ‘El cerebro del futuro: ¿cambiará la vida moderna nuestra esencia?’ (Paidós).
El futuro tiene un sentido pleno si viene ligado a uno de los elementos fundamentales que empuja a las personas y a las comunidades hacia el bienestar: el propósito. Porque si quitásemos ese deseo rector que ofrece una razón para levantarse cada mañana, para estudiar, para trabajar, para transitar las calles de nuestras ciudades, para ser paciente, para atender las emergencias sin dejar de mirar al largo plazo, ese porvenir quedaría hueco. Si hablamos del futuro en un libro sobre el cerebro es porque queremos dar cuenta de todo lo que los seres humanos somos capaces de hacer por el prójimo, y sobre todo por los que sufren, para que puedan vivir mejor.
En este sentido, la ciencia está desarrollando asombrosos dispositivos como la interfaz cerebro-máquina, que permite a las personas que lo necesiten recuperar la movilidad perdida o comunicarse cuando sufran una enfermedad que se lo impide; y otro ejemplo son las nuevas tecnologías para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades cerebrales.
Describir los desarrollos científicos es revelar lo que tantos investigadores realizan en sus laboratorios de manera silenciosa y empecinada para llegar a conocimientos novedosos, para que se debatan y, una vez probados, se ofrezcan a los demás; pero también es una manera de reconocerlos por sus cotidianos actos heroicos y por perseguir un propósito a largo plazo. Como el que tienen los maestros y las maestras que cada día emprenden la aventura de ir con su bata a cumplir el papel esencial de enseñar a aprender a niñas y niños. ¿Alguien puede dudar de que van motivados por un propósito noble, fundamental? Como el que tienen los trabajadores de los hospitales que curan, como los voluntarios de los comedores que aportan su granito de arena para paliar el presente y sueñan con un futuro mejor para todos.
«¿Cómo no se dieron cuenta todavía de que el futuro no es sino la herencia de este presente y que el presente está preñado de futuro?»
Recuerdo que, como cualquier chico, yo también tenía muchos sueños. Varios de ellos se fueron haciendo realidad. Para lograr esa transformación, del deseo al hecho, fueron claves dos cosas: las personas que me ayudaron y las instituciones que lo hicieron posible. Entre aquel niño que corría de un lado a otro por las calles de Salto, en la provincia de Buenos Aires, y este adulto pasó el tiempo, y con él, muchas manos generosas y voces sabias que me guiaron y acompañaron; y también pasó la educación pública, esa institución fundada por personas con inconmensurables propósitos, que apostaron por crear herramientas poderosas para la transformación de generaciones y generaciones. Y lo lograron.
Esto revela como nada la torpeza de quienes siguen afrontando como una dicotomía las acciones sobre el presente y las acciones sobre el futuro. ¿Cómo no se dieron cuenta todavía de que el futuro no es sino la herencia de este presente y que el presente está preñado de futuro? Tenemos que atender las urgencias y, a la vez, concentrarnos en el porvenir.
Por eso este libro va a dedicado a todos ellos, a quienes tuvieron y tienen propósitos que van más allá de la mezquindad y el corto plazo, porque un futuro mejor para todos no llega por obra del azar sino merced a la forma que cada comunidad le vaya dando. Y también –además de mis afectos– quiero dedicárselo muy especialmente a los jóvenes de hoy, a cada uno de los que merecen tener un propósito y por los que nosotros, los adultos, tenemos que bregar para que este se haga realidad: tomándolos de la mano, guiándolos, pensando lo que ellos piensen, sintiendo lo que ellos sienten; pero también creando y apuntalando instituciones que nos trasciendan, generando ecosistemas que se retroalimenten con el talento y los deseos que ellos mismos traen consigo. Y quiero que esta dedicatoria tenga como destinatarios fundamentales a todos aquellos jóvenes que creen que el futuro (que es hoy) no les pertenece, porque sienten que ya están fuera de juego. No podemos esperar ni un minuto más para ir al encuentro de ellos y acompañarlos en el camino hacia sus propósitos como un compromiso colectivo. De eso, en verdad, trata el futuro.
Este es el prólogo del libro ‘El cerebro del futuro: ¿cambiará la vida moderna nuestra esencia?’ de Facundo Manes y Mateo Niro (Paidós).
No hay comentarios:
Publicar un comentario