"A la Ciencia española le falta un superhéroe"
Encuentro
con la experta en inteligencia artificial que hace posible que los
descubrimientos de españoles terminen siendo rentables
Hace 25 años, el CSIC
vendió por la ridícula cantidad de 200.000 pesetas la patente de una
pasta de pescado a una empresa española que estaba al borde de la
quiebra. Desde entonces, esa patente -que recibió popular y
mercantilmente el nombre de gula- ha generado millones de euros de
beneficio, pero ni sus inventores ni el CSIC han podido aprovecharse de
ello. "Al menos, la empresa se salvó", sostiene con orgullo
Ángela Ribeiro (Madrid, 1959), la encargada de que disparates así no
vuelvan a ocurrir en la ciencia española.
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Ribeiro, investigadora científica, experta en robótica e inteligencia artificial, es la coordinadora de la mayor OTRI (Oficina Técnica de Transferencia de Investigación) que hay en España. Es decir, que ella y su equipo se encargan de licenciar a empresas españolas y extranjeras las patentes tecnológicas que surgen del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), así como de proteger los intereses de sus creadores. "Podría parecer lo contrario, pero en España se hace mucha ciencia y muy buena. Nos quieren mucho fuera".
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Esa expresión, la de que nos quieren mucho fuera, se repite en varias ocasiones a lo largo de la entrevista, pero no siempre con el mismo significado. Escojamos, de momento, la vertiente más amable y constatemos que el CSIC -el organismo público más grande de España, con 11.000 trabajadores, de los cuales 3.000 son investigadores- es la quinta institución gubernamental con más publicaciones científicas en el mundo (datos de 2017), la tercera más grande de Europa y la primera entidad española en 2018 en número de patentes solicitadas en Europa, y que registra un aumento de las mismas por cuarto año consecutivo. A ello hay que añadir que la dotación material -fruto de los años de bonanza económica- es excelente en muchas áreas y que el componente humano está "muy bien formado y es muy creativo".
Ribeiro abunda en este aspecto: "No es una leyenda urbana. Al margen de que nuestro carácter sea más abierto, los españoles somos muy buenos improvisando. Somos resolutivos. A lo mejor se estropea una válvula para la que no hay repuesto y, cuando empieza a cundir el pánico, el español lo arregla con esparadrapo o unos guantes de goma. Cuando viajo, me doy cuenta de lo que nos aprecian fuera a los científicos españoles".
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¿Y en qué áreas despunta la investigación española? La lista ofrece alguna sorpresa para el profano: Biomedicina, Agroalimentación, Neurociencias, Matemáticas, Física y Astrofísica. Esto se traduce en diversos avances: exoesqueletos para niños (Marsi-bionics), parches inteligentes que detectan la fibrosis quística, equipos de resonancia magnética nuclear que detectan el cáncer de mama, un dispositivo para probar cual será el resultado de la operación de cataratas (parecido a unas gafas de realidad virtual), o un tratamiento para las fístulas de la enfermedad de Crohn.
-Son cientos las patentes -algunas, "secretos industriales"- que están en marcha o que ya se están comercializando. La tabulina, por ejemplo, una proteína que indica si un extracto vegetal o animal tiene propiedades anticancerígenas. Los análisis del gluten, que se hacen en todas partes con tecnología CSIC. O el famoso virus phi29 -"un boom mundial"- descubierto y caracterizado por Margarita Salas, que ha abierto nuevos horizontes en la biotecnología. A consecuencia de este hallazgo descubrió la ADN polimerasa, una proteína que participa en la amplificación de los genes del virus. Este invento reportó al CSIC cerca de cuatro millones de euros, lo que supone casi el 50% de sus ingresos por royalties.
En definitiva, remacha Ribeiro, "somos líderes en investigación de excelencia", aunque a veces hay que crear empresas spin off desde la propia institución porque el tejido empresarial español es débil y hay que hacer lo posible para que esas patentes no se pierdan o que otros investigadores extranjeros se adelanten.
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A pesar de los crecientes ingresos que aportan las regalías y contratos de las patentes españolas, el CSIC es deficitario. No puede ser de otra manera. Con un presupuesto de cerca de 700 millones de euros, de los que unos 300 millones los genera la propia institución, el CSIC se ocupa lo mismo de la base Juan Carlos I en la Antártida o del buque Hespérides que del Jardín Botánico, el Museo de Ciencias Naturales, el yacimiento de Atapuerca o el observatorio astronómico de Calar alto (Almería). Y la gestión de esas grandes infraestructuras no sale gratis. Por otro lado, los 120 centros del CSIC están repartidos por toda España, aunque es en Madrid y Cataluña donde más se concentran. No obstante, lo mismo se investiga el jamón serrano en Extremadura, que el carbón en Asturias o el aceite de oliva en Andalucía. Aportemos un mínimo ejemplo de la influencia y fuerza de la investigación: un alto porcentaje de los almendros que hay en España proviene de variedades vegetales desarrolladas por el CSIC. "Y nos dejamos muchas cosas en el tintero", suspira Ribeiro.
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En cuanto a las vocaciones, la ciencia apabulla a la religión. A pesar de la regresión que suponen los terraplanistas o los antivacunas, cada vez hay más interés por desentrañar los misterios, grandes y pequeños, del Universo: youtubers con miles de seguidores, programas divulgativos más o menos elaborados desde Órbita Laika (ahora en La 2) hasta Ciencia para aficionados (Antena 3) o una serie, Big Bang Theory, que ha demostrado lo divertido y apasionante que es el conocimiento. "Yo la sigo desde el minuto uno -asegura Ribeiro-, aunque me molesta que todos los personajes femeninos sean bios, que no haya ninguna física o ingeniera". El 63% de las nuevas patentes del CSIC partieron de mujeres.
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Hay muchos problemas a los que se enfrenta la ciencia en España -"los más graves, que no haya un pacto de Estado que nos garantice unos mínimos, y la burocracia"-, pero Ribeiro destaca el de su escasa visibilidad, sobre todo entre la infancia. "Se estimula poco la idea de querer ser científico de mayor. La ciencia española necesita un superhéroe en el que la infancia vea un modelo a seguir, pero eso tiene que estar en el día a día: en unos dibujos animados de los que se hagan hasta pijamas, en un programa divertido...".
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Vivimos en un país en el que, si se quisiera, podría haber un Silicon Valley. "Hay material humano y científico para ello", afirma Ribeiro. Pero antes habría que solucionar algunos asuntos, especialmente el del regreso de todos los investigadores que han tenido que salir al extranjero. Y aquí viene la otra cara del «nos quieren mucho fuera" del principio. Porque no sólo es que se hayan marchado muchos científicos, es que aún no hay unas condiciones mínimas para que vuelvan. Y Ribeiro expone algunos casos, demasiado extensos para describir aquí, que despiertan rabia y amargura. Aun así, de los laboratorios y de las mentes de los científicos españoles seguirán surgiendo inventos que tarde o temprano mejorarán nuestra vida. Y lo harán contra viento y marea, aunque al menos ya tendrán la seguridad de que ninguna de sus patentes de éxito volverá a malvenderse por 200.000 pesetas. De eso ya se encargará Ángela Ribeiro.
https://www.elmundo.es/cronica/2019/04/05/5c9d1f8dfc6c8340768b467b.html
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Ribeiro, investigadora científica, experta en robótica e inteligencia artificial, es la coordinadora de la mayor OTRI (Oficina Técnica de Transferencia de Investigación) que hay en España. Es decir, que ella y su equipo se encargan de licenciar a empresas españolas y extranjeras las patentes tecnológicas que surgen del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), así como de proteger los intereses de sus creadores. "Podría parecer lo contrario, pero en España se hace mucha ciencia y muy buena. Nos quieren mucho fuera".
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Esa expresión, la de que nos quieren mucho fuera, se repite en varias ocasiones a lo largo de la entrevista, pero no siempre con el mismo significado. Escojamos, de momento, la vertiente más amable y constatemos que el CSIC -el organismo público más grande de España, con 11.000 trabajadores, de los cuales 3.000 son investigadores- es la quinta institución gubernamental con más publicaciones científicas en el mundo (datos de 2017), la tercera más grande de Europa y la primera entidad española en 2018 en número de patentes solicitadas en Europa, y que registra un aumento de las mismas por cuarto año consecutivo. A ello hay que añadir que la dotación material -fruto de los años de bonanza económica- es excelente en muchas áreas y que el componente humano está "muy bien formado y es muy creativo".
Ribeiro abunda en este aspecto: "No es una leyenda urbana. Al margen de que nuestro carácter sea más abierto, los españoles somos muy buenos improvisando. Somos resolutivos. A lo mejor se estropea una válvula para la que no hay repuesto y, cuando empieza a cundir el pánico, el español lo arregla con esparadrapo o unos guantes de goma. Cuando viajo, me doy cuenta de lo que nos aprecian fuera a los científicos españoles".
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¿Y en qué áreas despunta la investigación española? La lista ofrece alguna sorpresa para el profano: Biomedicina, Agroalimentación, Neurociencias, Matemáticas, Física y Astrofísica. Esto se traduce en diversos avances: exoesqueletos para niños (Marsi-bionics), parches inteligentes que detectan la fibrosis quística, equipos de resonancia magnética nuclear que detectan el cáncer de mama, un dispositivo para probar cual será el resultado de la operación de cataratas (parecido a unas gafas de realidad virtual), o un tratamiento para las fístulas de la enfermedad de Crohn.
-Son cientos las patentes -algunas, "secretos industriales"- que están en marcha o que ya se están comercializando. La tabulina, por ejemplo, una proteína que indica si un extracto vegetal o animal tiene propiedades anticancerígenas. Los análisis del gluten, que se hacen en todas partes con tecnología CSIC. O el famoso virus phi29 -"un boom mundial"- descubierto y caracterizado por Margarita Salas, que ha abierto nuevos horizontes en la biotecnología. A consecuencia de este hallazgo descubrió la ADN polimerasa, una proteína que participa en la amplificación de los genes del virus. Este invento reportó al CSIC cerca de cuatro millones de euros, lo que supone casi el 50% de sus ingresos por royalties.
En definitiva, remacha Ribeiro, "somos líderes en investigación de excelencia", aunque a veces hay que crear empresas spin off desde la propia institución porque el tejido empresarial español es débil y hay que hacer lo posible para que esas patentes no se pierdan o que otros investigadores extranjeros se adelanten.
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A pesar de los crecientes ingresos que aportan las regalías y contratos de las patentes españolas, el CSIC es deficitario. No puede ser de otra manera. Con un presupuesto de cerca de 700 millones de euros, de los que unos 300 millones los genera la propia institución, el CSIC se ocupa lo mismo de la base Juan Carlos I en la Antártida o del buque Hespérides que del Jardín Botánico, el Museo de Ciencias Naturales, el yacimiento de Atapuerca o el observatorio astronómico de Calar alto (Almería). Y la gestión de esas grandes infraestructuras no sale gratis. Por otro lado, los 120 centros del CSIC están repartidos por toda España, aunque es en Madrid y Cataluña donde más se concentran. No obstante, lo mismo se investiga el jamón serrano en Extremadura, que el carbón en Asturias o el aceite de oliva en Andalucía. Aportemos un mínimo ejemplo de la influencia y fuerza de la investigación: un alto porcentaje de los almendros que hay en España proviene de variedades vegetales desarrolladas por el CSIC. "Y nos dejamos muchas cosas en el tintero", suspira Ribeiro.
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En cuanto a las vocaciones, la ciencia apabulla a la religión. A pesar de la regresión que suponen los terraplanistas o los antivacunas, cada vez hay más interés por desentrañar los misterios, grandes y pequeños, del Universo: youtubers con miles de seguidores, programas divulgativos más o menos elaborados desde Órbita Laika (ahora en La 2) hasta Ciencia para aficionados (Antena 3) o una serie, Big Bang Theory, que ha demostrado lo divertido y apasionante que es el conocimiento. "Yo la sigo desde el minuto uno -asegura Ribeiro-, aunque me molesta que todos los personajes femeninos sean bios, que no haya ninguna física o ingeniera". El 63% de las nuevas patentes del CSIC partieron de mujeres.
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Hay muchos problemas a los que se enfrenta la ciencia en España -"los más graves, que no haya un pacto de Estado que nos garantice unos mínimos, y la burocracia"-, pero Ribeiro destaca el de su escasa visibilidad, sobre todo entre la infancia. "Se estimula poco la idea de querer ser científico de mayor. La ciencia española necesita un superhéroe en el que la infancia vea un modelo a seguir, pero eso tiene que estar en el día a día: en unos dibujos animados de los que se hagan hasta pijamas, en un programa divertido...".
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Vivimos en un país en el que, si se quisiera, podría haber un Silicon Valley. "Hay material humano y científico para ello", afirma Ribeiro. Pero antes habría que solucionar algunos asuntos, especialmente el del regreso de todos los investigadores que han tenido que salir al extranjero. Y aquí viene la otra cara del «nos quieren mucho fuera" del principio. Porque no sólo es que se hayan marchado muchos científicos, es que aún no hay unas condiciones mínimas para que vuelvan. Y Ribeiro expone algunos casos, demasiado extensos para describir aquí, que despiertan rabia y amargura. Aun así, de los laboratorios y de las mentes de los científicos españoles seguirán surgiendo inventos que tarde o temprano mejorarán nuestra vida. Y lo harán contra viento y marea, aunque al menos ya tendrán la seguridad de que ninguna de sus patentes de éxito volverá a malvenderse por 200.000 pesetas. De eso ya se encargará Ángela Ribeiro.
https://www.elmundo.es/cronica/2019/04/05/5c9d1f8dfc6c8340768b467b.html
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