“A mucha gente le preocupan cosas por las que no hay que preocuparse”
Deborah García Bello, escritora científica
Qué materiales podemos meter en el microondas, en qué consiste la homeopatía, cuáles son los efectos de las cremas hidratantes o qué tipo de azúcar es más saludable son algunas de las cuestiones que plantea y resuelve Deborah García Bello en su libro ‘¡Que se le van las vitaminas!’. La química y divulgadora se ha propuesto acabar con los fantasmas creados por las pseudociencias.
Hay
que tomarse el zumo recién exprimido, que si no, se le van las
vitaminas”. Deborah García Bello sabe hoy que el viejo consejo de su
abuela no era verdad. También ha descubierto que beber jugos de frutas
no es tan saludable como nos han contado. Aun así, esta licenciada en
Química confiesa que sigue desayunando zumo cada mañana, pero no se
engaña pensando en sus propiedades nutritivas; lo toma porque le
encanta.
Con esta declaración comienza el segundo libro de García Bello: ¡Que se le van las vitaminas!, en el que desmenuza mitos pseudocientíficos que, de tanto repetirse, han pasado al imaginario popular.
La
divulgadora gallega utiliza todos los canales a su alcance para hacer
que la gente se cuestione las verdades aceptadas. Además de escribir en
su blog dimetilsulfuro.es y del libro Todo es cuestión de Química, por el que recibió el Premio Prismas de Divulgación 2017, desde hace un año es una de las youtubers científicas más populares de España. En redes sociales se hace llamar @deborahciencia.
“No hay que ser un escéptico recalcitrante que piensa que todo es mentira y que todo el mundo quiere hacer el mal”
En ¡Que se le van las vitaminas! desmitificas falsas creencias. Algunas son inofensivas, ¿pero hasta qué punto pueden perjudicar la vida de una persona?
Pueden
tener consecuencias muy graves. Por ejemplo, si te estás tratando un
cáncer con un tratamiento médico duro, como una quimioterapia, puedes
llegar a pensar que es demasiado doloroso y plantearte una terapia
alternativa que a lo mejor incluso acaba contigo.
¿Las personas que ofertan tales tratamientos realmente creen en su eficacia?
Tratan
de convencerte a través de terminología científica sin sentido. Quien
oferta pseudoterapias se aprovecha de la falta de cultura científica y
de la debilidad de los enfermos. Es gente mala. Pero también hay
personas que sí creen en su eficacia y lo recomiendan creyendo que están
ayudando a sus amigos o familiares, cuando no les están haciendo ningún
bien.
¿Cuáles han sido tus criterios para elegir las creencias populares que refutas en el libro?
Son
cosas que a mí en su momento me hicieron dudar y preguntarme: “¿esto
realmente será así?”. No hay que ser un escéptico recalcitrante que
piensa que todo es mentira y que todo el mundo quiere hacer el mal.
En
la introducción del libro y con un ejemplo tan familiar como el del
zumo de naranja, hablas de “conocer antes de escoger”. Decides quedarte
con tu zumo aun sabiendo que no es saludable. ¿La lectura de tu libro
puede ayudar a la toma de decisiones diarias?
Sí,
sin duda. Cuando tomas una decisión, lo importante es que sepas por qué
la tomas. En el caso del zumo, ¿qué pesa más? En mi caso, el placer,
¡porque está muy rico! No puedo beberlo por sus beneficios para la
salud, porque lo estaría justificando de forma errónea. Otro mito: el de
la copita de vino diaria. ¿Es buena para la salud? Pues no. ¿Voy a
dejar de tomarme una copa de vino el viernes por la tarde? Pues tampoco,
porque me gusta.
Existe
la creencia de que los remedios caseros son los mejores para multitud
de problemas, como el cuidado de los dientes y el tratamiento del acné.
¿Es otro mito que se debe romper?
Sí,
porque muchos no son inofensivos. Por ejemplo, cuando tienes un
verdadero problema de acné y se te ocurre la brillante idea de hacerte
una mascarilla con miel, yogur y vete tú a saber qué, estás alimentando a
la bacteria que lo ocasiona. El problema empeora. Sucede igual al
lavarte los dientes con bicarbonato para blanquearlos. Por un día no
pasa nada, pero si lo haces habitualmente tienes que saber que estás
limando el propio esmalte dental y que este no se va a regenerar. La
consecuencia es la sensibilidad dental. Puedes acabar con tus dientes.
“Cuando tomas una decisión, lo importante es que sepas por qué la tomas”
¿Por qué la gente relaciona el adjetivo ‘químico’ con tóxico o perjudicial para la salud?
No
lo sé. Es la gran pregunta. ¿Por qué convertimos una palabra en algo
malo? Además, ¡química es absolutamente todo! Yo creo que en esta
relación hay varios factores. Por un lado, el sistema educativo. La
química se nos cuenta como una cosa rara que se hace en el laboratorio, y
la tabla periódica como unos elementos que hay no se sabe muy bien
dónde. No te dicen que hasta tu piel está formada por átomos de
elementos. Y, por otro lado, están las noticias relacionadas con fugas
de sustancias tóxicas. Para nombrarlas siempre se utiliza la palabra
‘químico’ y eso nos hace relacionarla con catástrofes.
Al hablar de las populares cremas faciales low cost, pones en dudas sus beneficios porque están formuladas sin el respaldo de una inversión en investigación. ¿Qué supone esto?
Supone que no haya ningún tipo de innovación. Las cremas low cost de
grandes superficies viven de componentes que algunos laboratorios
estudiaron en su día y patentaron. Estas patentes caducaron y quedaron
libres para su uso en cualquier cosmético. Las empresas que las utilizan
tienen un formulador que sabe qué mezclar para que la crema tenga el
efecto que anuncia. Pero en un laboratorio cosmético, además, se
investigan nuevas moléculas.
Aun así, ¿son seguros los productos low cost?
Sí,
son todos seguros, pero para tener esos precios, no suelen llevar las
moléculas más caras. Es el caso del ácido hialurónico de alto y bajo
peso molecular. El primero es barato y se utiliza para hidratar porque
al ser muy grande no se absorbe; mientras que el segundo es mucho más
caro de producir y sí tiene penetración. Es este último el que podemos
encontrar en las cremas de marcas que invierten más en investigación.
“Quien oferta pseudoterapias se aprovecha de la falta de cultura científica y de la debilidad de los enfermos. Es gente mala”
Existe polémica alrededor del aceite de palma. ¿Es un problema para la salud del consumidor?
La
mitad del aceite de palma es palmítico, un ácido graso saturado. El
aceite de palma no es un problema de salud para el consumidor, por lo
menos, no en sí mismo. Consumimos muy poco aceite de palma porque no
freímos ni aliñamos la ensalada con él. Puede ser problemático porque la
mayoría de las grasas saturadas están relacionadas con problemas
cardiovasculares. ¿Y dónde encuentras este aceite? En los alimentos
ultraprocesados; por ejemplo, muchos snacks llevan
aceite de palma. Pero es que además llevan harinas refinadas, alto
nivel de sal, azúcar… todo lo malo en un solo alimento.
Las
leches infantiles también llevan aceite de palma, pero hay una buena
razón: que la leche materna también tiene esa grasa saturada, y la leche
infantil debe parecerse a ella lo máximo posible.
En muchas de las explicaciones que das introduces tu propia experiencia como hilo conductor. ¿Cuál es el objetivo?
Mi
objetivo es hacer ver a la gente que dudar sobre determinadas cosas es
normal. A cualquiera nos pueden engañar. Podemos estar profundamente
equivocados durante un tiempo y llegar a la verdad investigando. Por eso
acabo así el libro: vive tranquilo, no hay tantos fantasmas. A mucha
gente le preocupan cosas por las que no hay que preocuparse. La
alimentación es más segura que nunca, el sistema sanitario funciona cada
vez mejor, tenemos avances en medicina, en controles de seguridad de
cosméticos… Y aun así, da la sensación de que estamos preocupados.
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