Munjed al Muderis, el cirujano que siembra esperanza
Antiguo refugiado de Irak, implanta prótesis robóticas en todo el mundo para que quienes han perdido una pierna puedan volver a andar
“De mi padre aprendí que, cuando una persona muere, tiene que dejar
algo atrás, un legado del que se puedan beneficiar otras personas”,
afirma Munjed Al Muderis, un cirujano ortopédico que
pasó por un infierno y regresó determinado a cumplir su sueño. Ahora
lucha para que las personas que han perdido una pierna recobren la
esperanza de volver a caminar sin limitaciones.
Al Muderis, profesor en la Universidad Macquarie y la Escuela
Australiana de Medicina Avanzada, ambas en Sidney (Australia), es
pionero en dotar de piernas y brazos robóticos a pacientes con miembros amputados mediante
osteointegración, una técnica que conecta las extremidades artificiales
directamente con los huesos y los músculos. “La osteointegración les
devuelve su libertad y elimina su sufrimiento”, afirma Al Muderis.
Mientras que las prótesis tradicionales permiten a los pacientes
caminar sólo unos pocos metros al día, con los implantes osteointegrados
pueden recorrer kilómetros, según el cirujano. El pasado lunes operó
con éxito a dos personas en el hospital Vall d’Hebron de Barcelona para
implantarles una pierna robótica. Se trata de las primeras operaciones
de este tipo realizadas en España, con el objetivo de implementar el
procedimiento dentro del sistema sanitario público.
Munjed Al Muderis nació en Irak en 1972. Hijo de una familia
acomodada, creció bajo la dictadura de Sadam Hussein. A los 12 años vio
la película Terminator y descubrió su vocación. “La idea de una persona
mitad humana y mitad máquina me fascinó”, explica. Tras graduarse de la
escuela, estudió medicina y se convirtió en cirujano ortopédico. Sin
embargo, poco después su vida dio un vuelco.
En 1999, mientras Al Muderis trabajaba como interino en un hospital
de Bagdad, llegaron tres autobuses del ejército llenos de desertores.
Los militares que los escoltaban ordenaron a los médicos que dejaran sus
labores para marcar a los desertores mutilándoles las orejas. El jefe
del departamento de Al Muderis se negó a hacerles daño, alegando que iba
en contra del juramento hipocrático.
La osteointegración devuelve la libertad a los pacientes y elimina su sufrimiento”
“Lo mataron allí mismo de un tiro en la cabeza. Luego se
giraron hacia nosotros y nos dijeron: ‘Si alguien más comparte las
opiniones de este hombre, que dé un paso al frente. Si no, cumplan las
órdenes’. Ese día me enfrenté a la decisión más difícil de mi vida.
¿Obedecer y vivir con la culpa el resto de mi vida? ¿O desobedecer y que
me mataran en el acto?”. El joven cirujano, al que su padre había
educado para cuestionarlo siempre todo, dio con una alternativa. Se
escabulló a un lavabo de mujeres vacío y logró pasar desapercibido.
Convertido en traidor, huyó de Irak con ayuda de su familia. “No me
arrepiento de esa decisión”, asevera.
Pocas semanas más tarde navegaba a la deriva en una patera atestada,
rumbo a Australia, a un nuevo futuro que resultó ser un infierno. Tras
desembarcar en la isla de Navidad, las autoridades lo internaron en un
centro de detención mientras se procesaba su solicitud de asilo.
“Australia tiene una política de inmigración muy dura contra los
refugiados. Nos trataban como animales. Me pusieron una marca permanente
en un hombro, con el número 982. Ese fue mi nombre durante todo el
tiempo que estuve allí”. Pero no se desanimó. “Todo depende de cómo veas
el vaso, medio lleno o medio vacío. La vida es un reto y a mí me
encantan los retos. Te hacen sentir vivo”. Siempre inconformista, Munjed
Al Muderis se convirtió en un agitador para defender los derechos
humanos de refugiados e inmigrantes. Entre sus actos de rebeldía, robar
un bolígrafo para intentar dar una educación a los niños encarcelados
con él. O meter una cámara a escondidas para denunciar las condiciones
en las que se encontraban los reclusos. Esto último le valió la cárcel.
“La cárcel era el paraíso, te trataban como a un ser humano. Las
cárceles australianas son absolutamente recomendables”, afirma
sonriente.
Casi un año después de su llegada al centro de detención, Australia
le concedió al fin un visado. Mientras trabajaba limpiando retretes,
siguió estudiando medicina y consiguió que Australia reconociera su
título iraquí. En el 2004, entró en uno de los programas de formación de
cirugía ortopédica más prestigiosos del país y terminó especializándose
en la osteointegración. Su voluntad de cuestionar lo establecido le
llevó a mejorar las técnicas quirúrgicas para insertar los implantes de
forma más segura y extender su aplicación a más pacientes.
Al Muderis ha construido una nueva vida y una
familia en Australia, un país al que ahora llama hogar. Junto con su
equipo, viaja por el mundo implantando prótesis de osteointegración de
forma voluntaria. La semana pasada estuvo en Irak, adonde ha vuelto
varias veces tras el derrocamiento de Sadam Hussein. “El país está hecho
un desastre, en manos de fundamentalistas lunáticos, pero intentamos
mejorarlo. Esta vez hemos hecho 84 operaciones; hemos cambiado 84 vidas
para mejor, o eso espero. Incluso si es una gota en un océano, das
esperanza a la comunidad. Y la esperanza es muy importante. Sin
esperanza, no hay razón para vivir”.
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https://www.lavanguardia.com/vida/salud/20190504/462013131442/munjed-al-muderis-cirujano-amputaciones-osteointegracion.html
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