Estornuda si hay un pelo de gato cerca, y le
gustan las fresitas con nata. Esta simpática mujer, tan jovial, tan
campechana, es un genio de la biología. Esta mujer está dándole una
vuelta de tuerca a la teoría darwinista de la evolución. Un día obtendrá
el premio Nobel por ello, seguro. Y no es que Lynn Margulis contradiga a
Darwin, no: "sólo" lo completa.
Pregunta. ¿Que diría Darwin hoy? Respuesta. No lo sé. Él no disponía de los datos y observaciones de que hoy sí disponemos.
P. ¿Y qué le diría usted a Darwin? R.
Que en su obra él habló poco del "origen de las especies", de la
aparición de especies nuevas. Le diría que yo atribuyo la aparición de
especies nuevas a la simbiogénesis.
P. ¿Simbiogénesis? ¿Qué es eso? R.
Generación por simbiosis. Es decir, que la generación de especies
nuevas se debe a procesos simbióticos, a simbiosis. Esto es, el contacto
físico entre dos organismos vivos distintos para cooperar, ¡acaba por
generar organismos nuevos! Dos organismos acaban fusionados en un
organismo nuevo, más complejo, con los genes de ambos: en un nuevo tipo
de ser vivo.
P. ¿Por fusión, dice? R. ¡Así fue como apareció
la primera célula sobre este planeta! Dos bacterias se fusionaron... y
se formó la célula con núcleo, eucariota: ¡las células de las que están
hechos todos los animales y las plantas! Desde aquel momento, todo es ya
simbiótico: la vida en la Tierra es la resultante de una simbiosis de
organismos.
P. ¿Yo soy simbiótico también? R. Sin las
bacterias de su intestino, usted moriría, por ejemplo. Y usted ve porque
en el fondo de sus ojos actúa una célula que proviene de un tipo de
alga, y que se hizo simbionte en algún momento de la evolución animal. Y
cada una de sus células existe por simbiosis de bacterias...
P. Está asustándome... R.
¿Por qué? Lo que pasa es que solemos relacionar la palabra "bacteria",
"microbio" o "germen" con enfermedad, ¡cuando son justamente la vida!:
usted es un saco ambulante de bacterias. Si se las quitasen todas,
¡pesaría usted un 10% menos..!, y moriría, claro.
P. Está usted enamorada de las bacterias, veo... R.
¡Son maravillosas formas de vida! Fueron la primera forma de vida que
apareció sobre este planeta, y cuando la especie humana ya se haya
extinguido, ellas seguirán aquí.
P. ¿Y cuándo apareció la primera bacteria sobre la Tierra? R.
Hace unos 3.600 millones de años. O sea, ¡sólo 1.000 millones de años
después de que la Tierra se originara como un cuerpo rocoso con
atmósfera y océano!
P. Pero, ¿de dónde salió esa primera bacteria hace 3.600 millones de años? ¿Lo sabe usted? R.
Uff... Sólo podemos apuntar que hubo combinación de moléculas hasta
generarse un ser vivo, un ser capaz de duplicarse, ¡el primer ser vivo
sobre la Tierra!: una bacteria.
P. ¿Y de aquella remota bacteria provenimos todos los seres vivos de este planeta? R. ¡Sí!
P. Cuesta creerlo... R.
También cuesta creer que usted, compuesto de millones de células,
provenga ¡de una sola célula! fertilizada (zigoto) que existió hace...
hace muy poquitos años, ¿no?
P. Sí, gracias: 42 años y meses. R. ¡Y aquí está usted!
P. Sí, y queriendo saber cómo era aquella primera bacteria... R. Eran bacterias anóxicas: vivían sin oxígeno, porque no lo había por entonces en la atmósfera terrestre.
P. ¿Ah, no? R.
¡No! El oxígeno fue justamente el gas residual que empezaron a expeler
esas cianobacterias al tomar el hidrógeno del agua: al hacerlo,
liberaban un residuo, un excremento bacteriano, un gas tóxico: el
oxígeno.
P. ¡El oxígeno, un gas tóxico! R. Para la vida de
entonces, aquel oxígeno supuso un holocausto mucho más brutal que
cualquier actividad medioambiental humana. Pero, después, de las mismas
cianobacterias surgió otro linaje de bacterias que supo aprovechar ese
oxígeno para vivir de él. Esto es la ecopoyesis: ¡los residuos de un
tipo de vida alimentan a otro tipo de vida!
P. El aire que yo respiro, pues, ¿es un residuo bacteriano, un viejo "excremento de bacterias"? R.
Así se originó. Hace 1.000 millones de años había menos oxígeno en la
atmósfera del que habría medio millón de años después (que es más o
menos el mismo que hay hoy).
P. ¡Gracias, bacterias! R. La
vida en la Tierra constituye un enorme ecosistema (Gaia) formado por
muchos ecosistemas menores. Si en la Tierra hubiera una sola especie
viva, se ha calculado que no podría durar más de 300 millones de años,
pues en ese tiempo habría ya agotado todo su sustento. Pero como la vida
recicla la materia...: los desperdicios de unos seres vivos... ¡son
aire fresco para otros!
P. ¿Cómo era el primitivo ecosistema de las primeras bacterias? R.
Unas arenas sucias. En el delta del Ebro estoy estudiando un ecosistema
así, ¡idéntico al que hubo en la Tierra en el origen de la vida! En ese
ecosistema conviven cientos de microscópicas especies microbianas, en
un universo en continuo reciclaje. ¡Y ahí he descubierto un "bichito
catalán" muy importante!
P. ¿A qué se refiere con lo de "bichito catalán"? R.
A la "Titanospirillium velox", una bacteria espiroqueta ¡que originó la
célula con núcleo, la célula eucariota, el tipo de célula del que
estamos hechos nosotros, y todos los hongos, todas las plantas y
animales!
P. ¿Y cómo lo hizo? R. Por simbiogénesis: esa
bacteria con grandísima velocidad y movilidad nadadora (espiroqueta) se
unió a otra bacteria resistente al calor y al ácido (arqueobacteria
termoacidófila). La fusión funcionó, dio ventajas, persistió: dos socios
formaban un nuevo ser (la primera célula nucleada), que sobrevivió y
tuvo descendencia viva.
P. Dicho así, parece un mecano... R.
Sí, pero forzado por las necesidades -no por mero azar- de hace 3.000
millones de años. Después, hace 2.000 millones de años, se sumó a ese
consorcio otra bacteria, capaz de respirar oxígeno. Vea las mitocondrias
de nuestras células: ¡son vestigio de esas antiguas bacterias
respiradoras! Las mitocondrias fueron un día bacterias de vida libre, y
luego se integraron en la célula nucleada. Y con esas células se irían
construyendo todos los seres vivos complejos; y aquí estamos.
P. ¿Qué dicen sus colegas de todo esto? R.
Al principio miraban hacia otro lado. Poco a poco, tres cuartas partes
de mis tesis han acabado por ser aceptadas. En 10 años lo serán al
ciento por ciento, estoy segura.
P. A mí me resulta una propuesta de lo más poética... R.
Gracias. Yo creo que las colas de los espermatozoides, los cilios de
células ciliadas, los cilios de las trompas de Falopio de las mujeres y
los cilios de nuestras gargantas, por ejemplo, ¡derivan todos de
aquellas antiquísimas y movedizas bacterias espiroquetas de vida libre!
P. Total, que somos fruto de larguísimos ensamblajes. R.
De procesos simbióticos: usted, yo y todos los seres vivos somos
simbióticos. La vida misma es simbiótica. ¡Vivimos en un planeta
simbiótico! O sea, la vida es la tupida red de todos los organismos
macroscópicos y microscópicos -conexos, interpenetrados- que genera
especies nuevas. Y ahora le hago yo una pregunta: ¿qué es una vaca?
P. Un animal de cuatro patas que come hierba, da leche... R.
Cuatro patas que transportan un tanque de 120 litros de fluido lleno de
bacterias, levaduras, ciliados... que degradan la celulosa de la
hierba. ¡Sin esas bacterias, la vaca no podría digerir ni una brizna de
hierba! Sin ellas, no habría vaca. ¿Qué es una vaca, pues? ¡Esos
microbios degradadores de celulosa son la vaca!
P. Pero esas bacterias viven "en" lo que llamamos "vaca". ¿Cómo han llegado ahí? R.
Al ternero le llegan al lamer la placenta, al nacer. No están en otro
sitio que en las vacas. Remotamente, estuvieron en el suelo, luego en
algas... hasta que "fueron vaca". Y, por cierto, el gas metano existente
en la atmósfera viene en gran medida de la fermentación en estómagos
bovinos: de los eructos de las vacas.
P. ¿En serio? R. Sí.
¡Y del ano de las termitas! Las termitas albergan también en sus
entrañas bacterias que rompen la celulosa en compuestos químicos que los
anos de millones de termitas expulsan al aire. ¿Ve? ¡Los sistemas
gaseosos de la atmósfera, inestables a largo plazo, son resultado de la
incesante vida microbiana!
P. Voy de sorpresa en sorpresa. R.
La superficie planetaria entera (seres vivos y atmósfera) está tan
lejos del equilibrio químico... ¡que es más correcto considerarla algo
vivo! ¡Ésa es la hipótesis Gaia! Gaia es la suma de la vida planetaria.
P. ¿Y estamos los de la especie humana poniéndola en peligro? R.
Ja, ja... ¡No sea tan engreído! Gaia es la resultante de billones de
seres que pugnan, se alimentan, se aparean y excretan. ¡La especie
humana acaba de llegar, hombre! Gaia es perra vieja: ¡no está en
absoluto siendo amenazada por los humanos!
P. ¿No? ¿Seguro? R. ¡Cuánta arrogancia especie-centrista! La especie humana es peligrosa para sí misma, ¡jamás para Gaia!
P. O sea, que podemos provocar nuestra propia extinción, pero no la de la vida sobre el planeta. R. Exacto. Aunque lo intentara, la especie humana jamás podría destruir la vida en este planeta.
P. ¿Pretende espolearnos más? R.
Quiero decir que no hay una especie en particular que sea el centro de
la vida. ¡Y los humanos, de hecho, ni siquiera somos importantes para la
vida!
P. ¿Somos sólo una banal excrecencia de este planeta? R.
Somos una parte reciente de un todo antiguo y enorme. Una parte
reciente que crece rápidamente, eso sí. Eso nos hace sentirnos duros...
Pero Gaia nos pondrá límite: el sobrecrecimiento de toda población viva
conduce a un estrés y ese estrés hace disminuir dicho sobrecrecimiento.
¡Así se autorregula Gaia!
P. ¿Gaia acabará con nosotros? R.
Sólo digo que nosotros no podemos acabar con la naturaleza, que la vida
existía sin nosotros... y seguirá sin nosotros, autorregulándose.
P. Pero, dígame, ¿dónde está el cerebro de la sabia Gaia? R.
No hay tal cerebro central. Fíjese: todo ser vivo autorregula su
temperatura interna para que fluctúe entre pocos grados, ¿no? ¿Y cómo
"sabe" cada célula de ese cuerpo mantener dicha temperatura? Pues del
mismo modo actúa Gaia.
P. Salude a Gaia de mi parte... R.
Gaia es la red entretrejida de toda vida: está viva, consciente y
despierta en diferentes grados en todas sus células, cuerpos y
sociedades. Gaia es la superficie autorregulada del planeta... que crea
incesantemente nuevos medios ambientes y organismos. Gaia, la vida en
este planeta, en toda su gloria simbiogenética, es exquisitamente
resistente.
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