El día que aprendí que el éxito no es fruto del talento, sino del esfuerzo
Cuando la ingeniera química
Daniela Blanco decidió revolucionar esta enorme y tradicional industria,
se dio cuenta de que todavía tenía mucho que aprender. Pero en lugar de
desesperarse, aprovechó cada página en blanco con la que se topó para
escribir su propio camino hacia el éxito
"En algún momento, hasta el más experto, fue ignorante en su campo. En esta vida, todo se aprende".
Esa es la frase que solía decirme mi abuelita cada vez que me inscribía
en una clase nueva y me ponía a pensar en todas las cosas que no
conocía. Y dado que mi sueño era revolucionar la industria, algún día
iba a tener que poner a prueba mi sabiduría. Afortunadamente, mi
abuelita tenía razón, y ahora soy consciente de que el secreto de
cualquier emprendedor o investigador exitoso es ese: no desesperar al
sentirse ignorante, sino disfrutar el reto y la satisfacción de
encontrar la solución a tantos enigmas. Al final, el éxito no es de los
más talentosos, sino de los que perseveran en su meta.
Estudié Ingeniería Química en la Universidad Simón Bolívar (Venezuela), hice un año de intercambio en la Universidad Tecnológica de Compiègne (Francia) y ahora estoy haciendo mi doctorado en la Universidad de Nueva York (EE. UU.). Todos esos traslados y cambios culturales me ayudaron a aprender que lo más poderoso de ser migrante, investigador o emprendedor reside en sentir que las páginas están en blanco. Cada vez que uno empieza de cero se le abren un sinfín de oportunidades. Y aunque pueda sonar agobiante, yo diría que la página en blanco es la génesis de una gran motivación y de muchos.
Llegué a Nueva York en 2017 llena de ganas de contribuir a una industria química sostenible y a un futuro mejor para todos. Sin embargo, la idea de transformar una industria tan grande y tradicional podría parecer imposible. Pero no cejé en mi empeño y comencé a trabajar en la producción de intermediarios del nylon 6,6 con energía solar. Aunque pensé que la energía renovable sería suficiente para su implementación, no tardé en descubrir que tenía que responder a otras necesidades.
Eficiencia y coste son los dos factores que, hasta ahora, han predominado en la toma de decisiones de esta industria. Desafortunadamente, las energías renovables y los procesos sostenibles han sido vistos como sinónimos de "muy caro" o "muy complicado". La diferencia es que ahora estamos en un período de transición en el que la sociedad ha empezado a interesarse por desarrollar proyectos respetuosos con el medio ambiente. Así que nuestra tarea consiste en aprender a reconciliar las prioridades pasadas y presentes de la industria del pasado y el futuro.
De vuelta al nylon, el proceso impulsado por energías renovables resultó no ser suficiente. Para poder implementarlo debía aumentar su atractivo y ofrecer todo lo que la industria buscaba. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que revaluar mis objetivos. El resultado fue una nueva tecnología para producir intermediarios del compuesto que requería un 30 % menos energía, otro 30 % menos de materia prima, y producía un 30 % menos de desechos y menos emisiones de CO2. Gracias a estos beneficios, el coste de producción se redujo otro 20 %, lo que me permitió volver a incorporar la energía renovable al proceso.
Tras esta experiencia, decidí que quería demostrar que el proyecto funcionaba a gran escala, para lo que cofundé la start-up Sunthetics. Pero ni mi socia Myriam Sbeiti ni yo teníamos conocimientos en negocios o emprendimiento. Así fue como, con el apoyo del profesor Miguel Modestino, comenzamos a asistir a todos los programas de emprendimiento que la NYU ofrecía y a inscribirnos en todas las competiciones que encontramos. Ahora, y gracias a este esfuerzo, Sunthetics se ha convertido una compañía que ha recaudado 400.000 dólares para escalar y comercializar la tecnología.
Cada premio y reconocimiento que hemos ganado hasta ahora nos ha demostrado, una vez más, que no importó que al principio no tuviéramos conocimientos ni fondos para comenzar una empresa, ni supiéramos lo difícil que sería cambiar el funcionamiento de la industria química. La clave de nuestro éxito reside en haber logrado perseverar en nuestra idea y aprovechar cada oportunidad para aprender un poco más.
De hecho, esta se ha convertido en mi estrategia para impulsar mi idea de la química sostenible. Seguiré pensando y luchando por un futuro en el que este campo sea una prioridad y en el que podamos poner nuestro granito de arena para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, porque mi sueño va más allá de producir nylon sostenible.
Lucho porque Sunthetics se convierta en una palanca de cambio para transformar la industria química y hacerla más sustentable. Lucho porque Sunthetics y las empresas químicas del futuro ofrezcan oportunidades y lugares de trabajo seguros e igualitarios para hombres y mujeres. Lucho porque los ingenieros del futuro se sientan orgullosos de la industria a la que pertenecen y vivan en un mundo donde el desarrollo sostenible no sea ni más difícil ni más costoso, sino más valorado.
Crecí en una familia de mujeres, criada por una madre soltera que fue el mejor ejemplo de entrega, amor y solidaridad que pude tener. Crecí siendo testigo del poder que tenemos todos, hombres o mujeres, para cambiar nuestra realidad y la del mundo. Después de tener que vivir lejos, empezar de cero y luchar contra muchas adversidades, ahora me siento más convencida que nunca de que cada persona es tan fuerte como lo es su voluntad. Y estoy convencida de que no hay imposibles cuando nuestro sueño nos apasiona suficiente. Yo llegué sin saber nada, pero también sin dudar ni un segundo que, como decía mi abuela, siempre puedo aprender todo lo que quiera, y nadie, sino yo, determinará mi huella.
Estudié Ingeniería Química en la Universidad Simón Bolívar (Venezuela), hice un año de intercambio en la Universidad Tecnológica de Compiègne (Francia) y ahora estoy haciendo mi doctorado en la Universidad de Nueva York (EE. UU.). Todos esos traslados y cambios culturales me ayudaron a aprender que lo más poderoso de ser migrante, investigador o emprendedor reside en sentir que las páginas están en blanco. Cada vez que uno empieza de cero se le abren un sinfín de oportunidades. Y aunque pueda sonar agobiante, yo diría que la página en blanco es la génesis de una gran motivación y de muchos.
Llegué a Nueva York en 2017 llena de ganas de contribuir a una industria química sostenible y a un futuro mejor para todos. Sin embargo, la idea de transformar una industria tan grande y tradicional podría parecer imposible. Pero no cejé en mi empeño y comencé a trabajar en la producción de intermediarios del nylon 6,6 con energía solar. Aunque pensé que la energía renovable sería suficiente para su implementación, no tardé en descubrir que tenía que responder a otras necesidades.
Eficiencia y coste son los dos factores que, hasta ahora, han predominado en la toma de decisiones de esta industria. Desafortunadamente, las energías renovables y los procesos sostenibles han sido vistos como sinónimos de "muy caro" o "muy complicado". La diferencia es que ahora estamos en un período de transición en el que la sociedad ha empezado a interesarse por desarrollar proyectos respetuosos con el medio ambiente. Así que nuestra tarea consiste en aprender a reconciliar las prioridades pasadas y presentes de la industria del pasado y el futuro.
De vuelta al nylon, el proceso impulsado por energías renovables resultó no ser suficiente. Para poder implementarlo debía aumentar su atractivo y ofrecer todo lo que la industria buscaba. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía que revaluar mis objetivos. El resultado fue una nueva tecnología para producir intermediarios del compuesto que requería un 30 % menos energía, otro 30 % menos de materia prima, y producía un 30 % menos de desechos y menos emisiones de CO2. Gracias a estos beneficios, el coste de producción se redujo otro 20 %, lo que me permitió volver a incorporar la energía renovable al proceso.
Tras esta experiencia, decidí que quería demostrar que el proyecto funcionaba a gran escala, para lo que cofundé la start-up Sunthetics. Pero ni mi socia Myriam Sbeiti ni yo teníamos conocimientos en negocios o emprendimiento. Así fue como, con el apoyo del profesor Miguel Modestino, comenzamos a asistir a todos los programas de emprendimiento que la NYU ofrecía y a inscribirnos en todas las competiciones que encontramos. Ahora, y gracias a este esfuerzo, Sunthetics se ha convertido una compañía que ha recaudado 400.000 dólares para escalar y comercializar la tecnología.
Cada premio y reconocimiento que hemos ganado hasta ahora nos ha demostrado, una vez más, que no importó que al principio no tuviéramos conocimientos ni fondos para comenzar una empresa, ni supiéramos lo difícil que sería cambiar el funcionamiento de la industria química. La clave de nuestro éxito reside en haber logrado perseverar en nuestra idea y aprovechar cada oportunidad para aprender un poco más.
De hecho, esta se ha convertido en mi estrategia para impulsar mi idea de la química sostenible. Seguiré pensando y luchando por un futuro en el que este campo sea una prioridad y en el que podamos poner nuestro granito de arena para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, porque mi sueño va más allá de producir nylon sostenible.
Lucho porque Sunthetics se convierta en una palanca de cambio para transformar la industria química y hacerla más sustentable. Lucho porque Sunthetics y las empresas químicas del futuro ofrezcan oportunidades y lugares de trabajo seguros e igualitarios para hombres y mujeres. Lucho porque los ingenieros del futuro se sientan orgullosos de la industria a la que pertenecen y vivan en un mundo donde el desarrollo sostenible no sea ni más difícil ni más costoso, sino más valorado.
Crecí en una familia de mujeres, criada por una madre soltera que fue el mejor ejemplo de entrega, amor y solidaridad que pude tener. Crecí siendo testigo del poder que tenemos todos, hombres o mujeres, para cambiar nuestra realidad y la del mundo. Después de tener que vivir lejos, empezar de cero y luchar contra muchas adversidades, ahora me siento más convencida que nunca de que cada persona es tan fuerte como lo es su voluntad. Y estoy convencida de que no hay imposibles cuando nuestro sueño nos apasiona suficiente. Yo llegué sin saber nada, pero también sin dudar ni un segundo que, como decía mi abuela, siempre puedo aprender todo lo que quiera, y nadie, sino yo, determinará mi huella.
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