La receta de Bunge para pasar de los 90 años: “No leer a los
posmodernos, no fumar, no beber alcohol y no hacer demasiado deporte;
mantener ágil el cerebro: si uno deja de aprender, el cerebro deja de
funcionar"
Muere el científico y filósofo Mario Bunge, uno de los más grandes pensadores en lengua española
El pensador argentino, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1982, ha muerto a los 100 años de edad
El físico y filósofo argentino Mario Bunge
(Buenos Aires, 1919) ha muerto a los 100 años de edad este martes en un
hospital de Montreal, ciudad en la que residió durante 40 años. Fue un
pensador racionalista, defensor del realismo científico y de la
filosofía exacta, y uno de los científicos de lengua española más reconocidos y citados de la historia según The Science Hall of Fame.
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En 1982 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por su contribución “al análisis y fundamentación de teorías en el campo de las Ciencias Naturales y Sociales con una larga serie de trabajos que vienen influyendo grandemente en la investigación que se realiza en estas materias tanto en España como en Hispanoamérica”.
Bunge fue autor de medio centenar de obras. En 1967 publicó un ambicioso tratado de teoría de la ciencia, Scientific Research, que se tradujo al español dos años después (La investigación científica) y ha tenido una gran repercusión en el campo de la filosofía de la ciencia.
El filósofo tuvo una brillante carrera universitaria que comenzó a los 18 años, estudiando física y matemática en la Universidad Nacional de La Plata y doctorándose en 1952 en Ciencias Físicomatemáticas. Fue fundador, en 1944, de la Asociación Física Argentina. Su compromiso ético y político truncó su carrera universitaria durante el peronismo, pero fue reincorporado tras la caída de Perón a la Universidad de Buenos Aires y nombrado catedrático de Física Teórica y Filosofía de la Ciencia. en 1963 abandonó Argentina y tras pasar por varias universidades alemanas y americanas se estableció definitivamente en la Universidad McGill de Montreal, Canadá, aunque continuó ejerciendo como profesor visitante en universidades de varios países.
Entre sus obras en lengua castellana destacan, además, Teoría y realidad, Filosofía de la física, Epistemología, Materialismo y ciencia, El problema mente-cerebro, Economía y filosofía, Filosofía de la psicología (en colaboración con R. Ardila), Mente y sociedad y Las ciencias sociales en discusión. En 2011 publicó un ensayo en titulado Las pseudociencias, ¡vaya timo!, en el que arremetía contra todo tipo de disciplinas de escaso fundamento científico, desde la parapsicología al psicoanálisis.
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https://elcultural.com/muere-el-cientifico-y-filosofo-mario-bunge-uno-de-los-mas-grandes-pensadores-en-lengua-espanola
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En 1982 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por su contribución “al análisis y fundamentación de teorías en el campo de las Ciencias Naturales y Sociales con una larga serie de trabajos que vienen influyendo grandemente en la investigación que se realiza en estas materias tanto en España como en Hispanoamérica”.
Bunge fue autor de medio centenar de obras. En 1967 publicó un ambicioso tratado de teoría de la ciencia, Scientific Research, que se tradujo al español dos años después (La investigación científica) y ha tenido una gran repercusión en el campo de la filosofía de la ciencia.
El filósofo tuvo una brillante carrera universitaria que comenzó a los 18 años, estudiando física y matemática en la Universidad Nacional de La Plata y doctorándose en 1952 en Ciencias Físicomatemáticas. Fue fundador, en 1944, de la Asociación Física Argentina. Su compromiso ético y político truncó su carrera universitaria durante el peronismo, pero fue reincorporado tras la caída de Perón a la Universidad de Buenos Aires y nombrado catedrático de Física Teórica y Filosofía de la Ciencia. en 1963 abandonó Argentina y tras pasar por varias universidades alemanas y americanas se estableció definitivamente en la Universidad McGill de Montreal, Canadá, aunque continuó ejerciendo como profesor visitante en universidades de varios países.
Entre sus obras en lengua castellana destacan, además, Teoría y realidad, Filosofía de la física, Epistemología, Materialismo y ciencia, El problema mente-cerebro, Economía y filosofía, Filosofía de la psicología (en colaboración con R. Ardila), Mente y sociedad y Las ciencias sociales en discusión. En 2011 publicó un ensayo en titulado Las pseudociencias, ¡vaya timo!, en el que arremetía contra todo tipo de disciplinas de escaso fundamento científico, desde la parapsicología al psicoanálisis.
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https://elcultural.com/muere-el-cientifico-y-filosofo-mario-bunge-uno-de-los-mas-grandes-pensadores-en-lengua-espanola
Muere Mario Bunge, uno de los científicos hispanohablantes más citados de la historia
El pensador argentino había cumplido 100 años el pasado septiembre
El científico y filósofo argentino Mario Bunge
ha muerto esta noche en un hospital de Montreal, ciudad en la que
residía desde 1966, según han confirmado a EL PAÍS fuentes cercanas a la
familia. Bunge es uno de los científicos hispanohablantes más citados
de la historia y acababa de cumplir 100 años el pasado septiembre. Ha
publicado medio millar de artículos y más de un centenar de libros, y
fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades y
Comunicación en 1982 por la influencia internacional de su filosofía.
También recibió más de una veintena de doctorados honoris causa, además de cuatro profesorados honorarios en universidades europeas y americanas. Era miembro del Consejo Editorial de Materia. La familia no realizará ningún tipo de ceremonia, como era deseo del propio científico.
Mario Bunge nació en el Gran Buenos Aires el 21 de septiembre de
1919. Fue profesor de Física Teórica y Filosofía, primero en la
Universidad de La Plata y luego en la Universidad de Buenos Aires. En la
actualidad era profesor de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill
(en Montreal), donde impartía clase desde 1966. En 1938, con menos de
20 años, fue fundador y dirigente de la Universidad Obrera Argentina,
que llegó a tener más de 3.000 estudiantes antes de ser clausurada por
el peronismo en 1943. Bunge, que dominaba el inglés, el francés y el
alemán, también dio clases en decenas de universidades americanas y
europeas. Durante toda su carrera fue especialmente conocido por su
lucha incansable contra las pseudociencias.
Su libro más conocido es La ciencia, su método y su filosofía,
publicado en 1960, en el que explica las bases del método científico,
pero ha escrito docenas de libros más sobre filosofía de la ciencia y
epistemología, y también sobre física teórica, psicología, matemáticas y
ontología, entre ellos los ocho volúmenes de su Tratado de filosofía básica.
Bunge conversó con EL PAÍS el año pasado, con motivo de su 100 cumpleaños.
"La política internacional me parece un desastre y los populismos de
derecha son alarmantes", decía. También reflexionaba sobre el valor de
la ciencia y la importancia que tiene realizar inversiones sostenidas en
ella. "No sabemos medir la velocidad de la ciencia, pero lo que sí
sabemos es que los recortes a los gastos científicos equivalen a
recortes del cerebro y benefician solo a los políticos que medran con la
ignorancia". Además, se mostraba especialmente preocupado por el estado
de la filosofía: "La filosofía está pasando por un mal trance, porque
no hay pensamiento original, casi todos los profesores de filosofía lo
que hacen es comentar a los filósofos del pasado, no abordan problemas
nuevos, como el de los problemas inversos".
Una de sus batallas constantes, por las que seguía escribiendo libros
y dando entrevistas, era la lucha contra la pseudociencia. En un texto
publicado en EL PAÍS en 2017 alertaba contra "el pseudocientificismo",
que consiste en "presentar pseudociencias como si fuesen ciencias
auténticas porque exhiben algunos de los atributos de la ciencia, en
particular el uso conspicuo de símbolos matemáticos, aunque carecen de
sus propiedades esenciales, en especial la compatibilidad con el
conocimiento anterior y la contrastabilidad empírica".
Sabemos que la longevidad, aunque depende del estilo de vida, también depende de la suerte. Yo he tenido mucha buena suerte"
Bunge fue maestro e inspiración de toda una generación de científicos
hispanohablantes. Con motivo de su 100 cumpleaños, el neurocientífico Ignacio Morgado lo celebraba así:
"Trabajador infatigable y diligente, en su retiro canadiense, Mario
Bunge sigue ocupándose actualmente de temas de ciencia, filosofía
política y filosofía y sociedad". Morgado recuerda al teléfono que se
escribía prácticamente cada día con Bunge, hasta que hace dos o tres
días el filósofo dejó de responder. "La humanidad del profesor Bunge",
escribía Morgado con motivo de su 100º aniversario, "se refleja no solo
en su ideología social, en la dimensión moral de su pensamiento y en sus
reivindicaciones de la justicia, la igualdad de oportunidades para
hombres y mujeres, la democracia económica y la racionalidad, sino
también en situaciones especiales de su vida académica, como cuando se
culpabilizó a sí mismo, públicamente, por creer que había sido poco
solidario con la doctora Justine Sergent, una competente, laboriosa,
bien parecida y posiblemente envidiada, neuropsicóloga del famoso
Instituto Neurológico de Montreal, que acabó suicidándose a los 42 años,
al igual que su marido, al no ser capaz de resistir la humillación y la
presión social que tuvo que afrontar tras ser acusada de haber violado
el código deontológico de su profesión".
Morgado y el filósofo Avelino Muleiro recuerdan así a Bunge en un artículo enviado este martes a EL PAÍS con motivo de su muerte:
"Ha estado trabajando como profesor emérito hasta casi el final de sus
días y creemos acertado decir que cuanto más ha profundizado en la
naturaleza humana más ha querido acoplar ese conocimiento a la bondad y a
la lucha por construir un mundo mejor, lejos de guerras e injusticias".
"De él hemos aprendido que la adopción universal de una actitud
científica puede hacernos más sabios y más cautos en la recepción de
información, en la admisión de creencias y en la formulación de
previsiones; más exigentes en la contrastación de nuestras opiniones y
más tolerantes con las de los otros; más dispuestos a inquirir
libremente acerca de nuestras posibilidades y a eliminar mitos
consagrados que solo son mitos", dice Morgado.
Bunge estaba casado con la matemática italiana Marta Cavallo y tenía
cuatro hijos, todos ellos profesores universitarios (su hija Silvia es
una reconocida neurocientífica),
10 nietos y otros tantos biznietos. En su entrevista con EL PAÍS
reflexionaba sobre la longevidad: "Mientras residí en mi patria no
imaginé que alcanzaría a cumplir un siglo, o siquiera a dormir una noche
entera, porque allá la vida dependía de la policía. Aquí [en Canadá],
donde no temo a los policíacos, no se piensa lúgubremente. Pero sabemos
que la longevidad, aunque depende del estilo de vida, también depende de
la suerte. Yo he tenido mucha buena suerte".
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https://elpais.com/elpais/2020/02/25/ciencia/1582620413_320805.html
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"Siempre pensé que MB era el
filósofo de la ciencia que necesitaban los cc ss. UN poco bruto, pero, a
la vez, preciso. Y que no dejaba pasar una, cuando olía las trampas. Y
no se acojonaba con nadie. Iba por libre. A veces, esas virtudes se
tornaban en defectos. Le pasó cuando se metió con los economistas y la
teoría de juegos. Atinaba en general, pero en los detalles siempre le
sacaban los colores." Su manual (traducido por
sacristán) la investigación científica es de lo mejor...también me gusto
biofilosofía....las páginas dedicadas a ontología son muy buenas (sobre
eso luego escribió ya un tratado en varios volumenes, no traducido) Felix Ovejero
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Todo auténtico filósofo de la ciencia tiene dos finalidades: la una teórica y la otra práctica. La primera es entender la investigación científica y algunos de sus resultados. La otra es ayudar a los científicos a afilar conceptos, refinar teorías, examinar métodos, poner al descubierto supuestos filosóficos, participar efectivamente en controversias científicas y sembrar dudas acerca de hallazgos que parecen incontrovertibles. Ambas finalidades se complementan." El día de hoy desperté con una noticia que, aunque todos sabíamos que llegarían en algún momento, lo cierto es que a todos nos parece demasiado pronto: Mario Bunge murió hace solo unas horas, durante la noche del 24 de febrero. Como muchos por aquí sabrán, Bunge es, en mi humilde opinión (la cual he visto que comparten otros tantos) el filósofo más importante en la segunda mitad del siglo XX y de las primeras décadas del XXI, no solo por su capacidad de abordar un abanico de temas de la ciencia, la filosofía y la política, sino por ser el creador de todo un sistema filosófico original y fértil sobre el que se han basado el trabajo de numerosos académicos alrededor del mundo. Justo anoche estaba repasando el "Epílogo" de la versión actualizada de su bella obra, La investigación científica (2000).
Mi opinión también tiene un componente personal: Bunge fue el escéptico que más me ayudó en mi formación contra las pseudociencias, al ofrecer explicaciones sistemáticas de este fenómeno, y esclarecer los motivos por los cuales es importante denunciarlas; pero no solamente deben ser denunciadas pseudociencias como el psicoanálisis, la parapsicología o la homeopatía, blancos relativamente simples, sino también las pseudociencias sociales, aquellas que infectan universidades, instituciones públicas y gobiernos enteros, matando a la gente de hambre, tal como hacen el marxismo y la economía escolástica conocida como modelo neoclásico.
Si tuviera que describir a Bunge en una sola palabra, diría: grande. Elegiría esta palabra aludiendo a la Gran filosofía a la que pertenecía, que Jesús Mosterín definía como "la filosofía que se parece a lo que hacían Aristóteles, Descartes, Leibniz, Kant o Russell"; es decir, aquella filosofía que brindaba luz sobre un número nada despreciable de problemas, gracias a un sistema en donde las interrogantes de la ontología, la semántica o la epistemología se relacionan a su vez con la ética, la lógica, la metodología y la axiología. La solución a problemas éticos, así, se ve incompleta si no se encuentra sustentada por supuestos de tipo semánticos, ontológicos y axiológicos también. Este es precisamente el error que muchos filósofos parecen cometer a la hora de ofrecer una propuesta aislada dentro de un campo, y no se diga de aquellos que solo acaban haciendo una nota muy larga al pie de página de algún autor de siglos pasados.
Para Bunge, la filosofía consistía en buscar soluciones a problemas reales, complicados y fascinantes, emprendiendo el mismo objetivo de la ciencia básica, a saber, la búsqueda desinteresada de la verdad. Aunque hoy día sigue habiendo filósofos vivos interesantes (Dennett, Searle, Kitcher, Pigliucci, Ruse, entre otros), ninguno parece presentar el mismo enfoque, ninguno ofrece el nivel de sistematicidad que ofrecía Bunge, como en algún momento lo hicieron otros grandes filósofos ya mencionados. Y al igual que para otros grandes filósofos, la filosofía no era un asunto de intelectuales aburridos y sin mucho que opinar sobre el mundo real. La filosofía era una herramienta con doble uso: uno teórico y otro práctico. La filosofía ayuda a esclarecer conceptos, proponer ideas originales y rigurosas, descartar pseudoproblemas y denunciar la charlatanería ahí donde se la encuentre, incluso dentro de la academia. Pero también puede ser una guía útil en el quehacer profesional y personal, al ofrecer las herramientas necesarias para evitar caer en el oscurantismo, y concentrarse en aquellos problemas que son un reto al cerebro humano, cuyas soluciones terminan aportando algo nuevo al conocimiento o a la mejora de la civilización.
Leer la obra de Bunge no solo resulta en una inspiradora experiencia, sino también es formativa, como él mismo admitía en varios de sus libros, que bien pueden ser usados a modos de manual autodidacta o de libro para cursos universitarios completos, con un enfoque cientificista del que siempre sintió orgullo. Bunge aconsejaba a cualquiera que decidiera dedicarse al malquerido campo de la filosofía de la ciencia. Sus más brillantes consejos, inmortalizados como el último capítulo de su Epistemología (2006), siguen siendo la base para ser un buen estudiante, pero también para exigir una buena formación:
1. Cerciórese de que es capaz de realizar trabajo intelectual productivo, y ello de la única manera posible: intentándolo.
2. Asista a buenas escuelas y rodéese de gentes inteligentes y productivas, con intereses amplios, así como de profesiones y edades diversas.
3. Estudie a fondo una ciencia o tecnología.
4. No se contente con leer y asistir a algunos cursos: siga estudios formales intensivos, sométase a exámenes y, en general, cumpla los requisitos para obtener un grado de licenciado en una ciencia pura o aplicada.
5. Especialícese en una ciencia o tecnología determinada sin descuidar las demás disciplinas científicas.
6. Estudie filosofía por su cuenta al mismo tiempo que estudia ciencia o tecnología.
7. Introdúzcase a la filosofía por vía histórica o por la puerta de la lógica, según su disposición actual, pero no descuide ninguno de los dos polos.
8. No se limite a estudiar libros: consulte revistas y escriba, escriba incansablemente, desde meras fichas de datos hasta ensayos de diversa longitud.
9. Busque y ejerza la crítica pero no se deje aplastar por ella ni la ejerza por mero placer. Ejérzala con moderación y con ánimo de contribuir al avance de los conocimientos más que para sobresalir o para vengarse.
10. Comience por abordar problemas modestos pero apunte a problemas ambiciosos. La modestia inicial es necesaria por la escasez de conocimientos, pero no es cosa de pasarse la vida en el jardín de infantes. No es lo mismo modestia que impotencia.
Al final, sus consejos en el camino de volverse un filósofo de la ciencia con todas sus letras, se resumían en uno: "Escoja el camino largo, no sólo porque es el único que lleva a donde usted quiere llegar, y no sólo por que es el único honesto, sino también porque es el único interesante."
Un intelectual que tuvo intercambios personales con grandes de la ciencia y la filosofía, como Popper, Born, Sabato, Kuhn, Quine, Rescher, Mayr, Hebb, Kurtz. Un escéptico que reformó el movimiento escéptico, exigiendo siempre el no conformarse con platillos voladores y cucharas dobladas, que criticaba abiertamente que los pensadores críticos, en pleno siglo XXI, pensaran que el regreso de pie grande importaba más que las injusticias del neoliberalismo. Un ateo que nunca se cansó de repetir "el ateísmo no basta", pues no se construyen alternativas humanistas solo de negaciones. Un filósofo que, más de una vez, ha sido malinterpretado o vilmente ignorado por el nivel de rigurosidad que mostraba, y por su desprecio a los posmodernos y otros charlatanes de la academia. Un socialista que desde su juventud, velaba por aportar algo a la lucha por la justicia y la disminución de la desigualdad, desde la fundación de una universidad obrera (cerrada por la dictadura peronista) hasta la crítica y la propuesta de un socialismo auténtico, cooperativista, siempre defiendiendo el ideal de su padre, el médico y político socialista Augusto Bunge, quien vestía de traje y defendía que los socialistas luchan porque un día, toda persona tenga lo justo y lo necesario para vivir tan bien, que todos podrían lucir de traje porque todos tendrían para comprarlo.
No tuve el honor de conocer en persona a Mario Bunge (apenas si logré intercambiar un par de correos cortos con él), pues hacía décadas que Bunge no se presentaba en México, y hasta donde sé, nunca se interesó por conocer Jalisco. Aún así, Bunge se convirtió también en mi maestro, mi maestro de filosofía de la ciencia, filosofía de la tecnología, filosofía política, ética, ontología, y también en pensamiento crítico. Algunos contactos escépticos acusaban a Bunge de haberse perdido por sus ácidos hombres de paja contra divulgadores como Dawkins y Pinker, o por presentar ciertas vaguedades y errores en alguna entrevista publicada en internet, así como ideas más que discutibles en campos tan diversos como la economía, la biología, la psicología y la física cuántica. Más que creer que Bunge pudiera ser un ídolo que sabría todas las respuestas, y que todas sus respuestas fueran correctas, era un intelectual honesto, que presentaba sus ideas, sus críticas y sus propuestas con claridad, quizás con demasiada para muchos. Podía estar equivocado en más de una, pero resulta innegable sus aportes al estudio metacientífico de cualquiera de las disciplinas mencionadas.
La obra de Mario Bunge sigue viva. Su sistema filosófico, aunque aún bastante inexplorado por los filósofos profesionales, continúa siendo una base original y fértil sobre la cual construir la filosofía científica, proyecto que podemos rastrear hasta los ilustrados radicales, como el Barón d'Holbach, pero que, por una u otra razón, no se ha logrado concretar. La diferencia del sistema de Bunge con los sistemas de Aristóteles, Kant o Marx, es precisamente que sigue siendo dinámico, que puede complementarse, corregirse y aumentarse, mientras que los sistemas de los grandes filósofos del pasado se oxidaron, en gran medida por culpa de sus pupilos quienes se limitaron a hacer escolástica en vez de seguir los pasos del maestro en hacer filosofía. Solo el tiempo dirá si el de Bunge, será un sistema que siga innovando y contribuyendo a la búsqueda de la verdad. Yo planeo contribuir, aunque sea, con un grano de arena para crear ese camino, y creo que ese es el mejor homenaje que cualquiera puede hacer a la memoria del filósofo, del humanista, del maestro Mario Bunge.
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Todo auténtico filósofo de la ciencia tiene dos finalidades: la una teórica y la otra práctica. La primera es entender la investigación científica y algunos de sus resultados. La otra es ayudar a los científicos a afilar conceptos, refinar teorías, examinar métodos, poner al descubierto supuestos filosóficos, participar efectivamente en controversias científicas y sembrar dudas acerca de hallazgos que parecen incontrovertibles. Ambas finalidades se complementan." El día de hoy desperté con una noticia que, aunque todos sabíamos que llegarían en algún momento, lo cierto es que a todos nos parece demasiado pronto: Mario Bunge murió hace solo unas horas, durante la noche del 24 de febrero. Como muchos por aquí sabrán, Bunge es, en mi humilde opinión (la cual he visto que comparten otros tantos) el filósofo más importante en la segunda mitad del siglo XX y de las primeras décadas del XXI, no solo por su capacidad de abordar un abanico de temas de la ciencia, la filosofía y la política, sino por ser el creador de todo un sistema filosófico original y fértil sobre el que se han basado el trabajo de numerosos académicos alrededor del mundo. Justo anoche estaba repasando el "Epílogo" de la versión actualizada de su bella obra, La investigación científica (2000).
Mi opinión también tiene un componente personal: Bunge fue el escéptico que más me ayudó en mi formación contra las pseudociencias, al ofrecer explicaciones sistemáticas de este fenómeno, y esclarecer los motivos por los cuales es importante denunciarlas; pero no solamente deben ser denunciadas pseudociencias como el psicoanálisis, la parapsicología o la homeopatía, blancos relativamente simples, sino también las pseudociencias sociales, aquellas que infectan universidades, instituciones públicas y gobiernos enteros, matando a la gente de hambre, tal como hacen el marxismo y la economía escolástica conocida como modelo neoclásico.
Si tuviera que describir a Bunge en una sola palabra, diría: grande. Elegiría esta palabra aludiendo a la Gran filosofía a la que pertenecía, que Jesús Mosterín definía como "la filosofía que se parece a lo que hacían Aristóteles, Descartes, Leibniz, Kant o Russell"; es decir, aquella filosofía que brindaba luz sobre un número nada despreciable de problemas, gracias a un sistema en donde las interrogantes de la ontología, la semántica o la epistemología se relacionan a su vez con la ética, la lógica, la metodología y la axiología. La solución a problemas éticos, así, se ve incompleta si no se encuentra sustentada por supuestos de tipo semánticos, ontológicos y axiológicos también. Este es precisamente el error que muchos filósofos parecen cometer a la hora de ofrecer una propuesta aislada dentro de un campo, y no se diga de aquellos que solo acaban haciendo una nota muy larga al pie de página de algún autor de siglos pasados.
Para Bunge, la filosofía consistía en buscar soluciones a problemas reales, complicados y fascinantes, emprendiendo el mismo objetivo de la ciencia básica, a saber, la búsqueda desinteresada de la verdad. Aunque hoy día sigue habiendo filósofos vivos interesantes (Dennett, Searle, Kitcher, Pigliucci, Ruse, entre otros), ninguno parece presentar el mismo enfoque, ninguno ofrece el nivel de sistematicidad que ofrecía Bunge, como en algún momento lo hicieron otros grandes filósofos ya mencionados. Y al igual que para otros grandes filósofos, la filosofía no era un asunto de intelectuales aburridos y sin mucho que opinar sobre el mundo real. La filosofía era una herramienta con doble uso: uno teórico y otro práctico. La filosofía ayuda a esclarecer conceptos, proponer ideas originales y rigurosas, descartar pseudoproblemas y denunciar la charlatanería ahí donde se la encuentre, incluso dentro de la academia. Pero también puede ser una guía útil en el quehacer profesional y personal, al ofrecer las herramientas necesarias para evitar caer en el oscurantismo, y concentrarse en aquellos problemas que son un reto al cerebro humano, cuyas soluciones terminan aportando algo nuevo al conocimiento o a la mejora de la civilización.
Leer la obra de Bunge no solo resulta en una inspiradora experiencia, sino también es formativa, como él mismo admitía en varios de sus libros, que bien pueden ser usados a modos de manual autodidacta o de libro para cursos universitarios completos, con un enfoque cientificista del que siempre sintió orgullo. Bunge aconsejaba a cualquiera que decidiera dedicarse al malquerido campo de la filosofía de la ciencia. Sus más brillantes consejos, inmortalizados como el último capítulo de su Epistemología (2006), siguen siendo la base para ser un buen estudiante, pero también para exigir una buena formación:
1. Cerciórese de que es capaz de realizar trabajo intelectual productivo, y ello de la única manera posible: intentándolo.
2. Asista a buenas escuelas y rodéese de gentes inteligentes y productivas, con intereses amplios, así como de profesiones y edades diversas.
3. Estudie a fondo una ciencia o tecnología.
4. No se contente con leer y asistir a algunos cursos: siga estudios formales intensivos, sométase a exámenes y, en general, cumpla los requisitos para obtener un grado de licenciado en una ciencia pura o aplicada.
5. Especialícese en una ciencia o tecnología determinada sin descuidar las demás disciplinas científicas.
6. Estudie filosofía por su cuenta al mismo tiempo que estudia ciencia o tecnología.
7. Introdúzcase a la filosofía por vía histórica o por la puerta de la lógica, según su disposición actual, pero no descuide ninguno de los dos polos.
8. No se limite a estudiar libros: consulte revistas y escriba, escriba incansablemente, desde meras fichas de datos hasta ensayos de diversa longitud.
9. Busque y ejerza la crítica pero no se deje aplastar por ella ni la ejerza por mero placer. Ejérzala con moderación y con ánimo de contribuir al avance de los conocimientos más que para sobresalir o para vengarse.
10. Comience por abordar problemas modestos pero apunte a problemas ambiciosos. La modestia inicial es necesaria por la escasez de conocimientos, pero no es cosa de pasarse la vida en el jardín de infantes. No es lo mismo modestia que impotencia.
Al final, sus consejos en el camino de volverse un filósofo de la ciencia con todas sus letras, se resumían en uno: "Escoja el camino largo, no sólo porque es el único que lleva a donde usted quiere llegar, y no sólo por que es el único honesto, sino también porque es el único interesante."
Un intelectual que tuvo intercambios personales con grandes de la ciencia y la filosofía, como Popper, Born, Sabato, Kuhn, Quine, Rescher, Mayr, Hebb, Kurtz. Un escéptico que reformó el movimiento escéptico, exigiendo siempre el no conformarse con platillos voladores y cucharas dobladas, que criticaba abiertamente que los pensadores críticos, en pleno siglo XXI, pensaran que el regreso de pie grande importaba más que las injusticias del neoliberalismo. Un ateo que nunca se cansó de repetir "el ateísmo no basta", pues no se construyen alternativas humanistas solo de negaciones. Un filósofo que, más de una vez, ha sido malinterpretado o vilmente ignorado por el nivel de rigurosidad que mostraba, y por su desprecio a los posmodernos y otros charlatanes de la academia. Un socialista que desde su juventud, velaba por aportar algo a la lucha por la justicia y la disminución de la desigualdad, desde la fundación de una universidad obrera (cerrada por la dictadura peronista) hasta la crítica y la propuesta de un socialismo auténtico, cooperativista, siempre defiendiendo el ideal de su padre, el médico y político socialista Augusto Bunge, quien vestía de traje y defendía que los socialistas luchan porque un día, toda persona tenga lo justo y lo necesario para vivir tan bien, que todos podrían lucir de traje porque todos tendrían para comprarlo.
No tuve el honor de conocer en persona a Mario Bunge (apenas si logré intercambiar un par de correos cortos con él), pues hacía décadas que Bunge no se presentaba en México, y hasta donde sé, nunca se interesó por conocer Jalisco. Aún así, Bunge se convirtió también en mi maestro, mi maestro de filosofía de la ciencia, filosofía de la tecnología, filosofía política, ética, ontología, y también en pensamiento crítico. Algunos contactos escépticos acusaban a Bunge de haberse perdido por sus ácidos hombres de paja contra divulgadores como Dawkins y Pinker, o por presentar ciertas vaguedades y errores en alguna entrevista publicada en internet, así como ideas más que discutibles en campos tan diversos como la economía, la biología, la psicología y la física cuántica. Más que creer que Bunge pudiera ser un ídolo que sabría todas las respuestas, y que todas sus respuestas fueran correctas, era un intelectual honesto, que presentaba sus ideas, sus críticas y sus propuestas con claridad, quizás con demasiada para muchos. Podía estar equivocado en más de una, pero resulta innegable sus aportes al estudio metacientífico de cualquiera de las disciplinas mencionadas.
La obra de Mario Bunge sigue viva. Su sistema filosófico, aunque aún bastante inexplorado por los filósofos profesionales, continúa siendo una base original y fértil sobre la cual construir la filosofía científica, proyecto que podemos rastrear hasta los ilustrados radicales, como el Barón d'Holbach, pero que, por una u otra razón, no se ha logrado concretar. La diferencia del sistema de Bunge con los sistemas de Aristóteles, Kant o Marx, es precisamente que sigue siendo dinámico, que puede complementarse, corregirse y aumentarse, mientras que los sistemas de los grandes filósofos del pasado se oxidaron, en gran medida por culpa de sus pupilos quienes se limitaron a hacer escolástica en vez de seguir los pasos del maestro en hacer filosofía. Solo el tiempo dirá si el de Bunge, será un sistema que siga innovando y contribuyendo a la búsqueda de la verdad. Yo planeo contribuir, aunque sea, con un grano de arena para crear ese camino, y creo que ese es el mejor homenaje que cualquiera puede hacer a la memoria del filósofo, del humanista, del maestro Mario Bunge.
SI TE INTERESA ESTE TEMA
* Memorias. Entre dos mundos, la autobiografía de Mario Bunge, Editorial Gedisa, Argentina, 2014.
* "El último humanista", entrevista a Mario Bunge realizada por su amigo, el astrofísico argentino Gustavo Esteban Romero, para el blog Filosofía en la Red.
- https://elescepticodejalisco.blogspot.com/2020/02/mario-bunge-1919-2020.html?fbclid=IwAR2ZvpVbesGGDMuLJLGwgmVaXvNTOKu-2xXPw46NfFt2BmwE0AtCoEGJtkU
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Mario Bunge: “Sólo los fanáticos odian a las personas tanto como a las doctrinas”
Recién
regresado a Montreal (donde vive) tras dos semanas de vacaciones en las
Antillas, Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) responde por correo
electrónico a El Cultural con rapidez y minuciosidad insólitas a cada
nueva tanda de preguntas de lo que acaba siendo una vertiginosa
conversación transoceánica. Y eso que: “Ya no estoy tan ágil como a los
noventa años”. El sabio Bunge, filósofo analítico y uno de los
científicos más citados, ha publicado 'Las pseudociencias, ¡vaya timo!'
(Laetoli), la primera recopilación en español de sus textos sobre las
pseudociencias dispersos en publicaciones científicas anglosajonas. Una
denuncia de las supercherías de todo pelaje, de la parapsicología al
psicoanálisis, sin olvidar teorías económicas y determinismos varios. Un
libro con voluntad polémica.
¿Por qué la filosofía?
Pregunta. Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?
Respuesta. Los filósofos se plantean problemas mucho más generales que los científicos. Por ejemplo, qué es la materia, en lugar de preguntarse sobre las propiedades del agua o de la llamada materia oscura. Y se permiten poner en duda algunas especulaciones de los científicos, tales como las de Hawking sobre el mal llamado origen del universo, que en realidad es el origen de la expansión del universo. Análogamente, los filósofos de la mente se preguntan sobre la naturaleza de los procesos mentales en general, en lugar de averiguar, por ejemplo, cómo interactúa el órgano del conocimiento -la corteza cerebral- con el de la emoción -el llamado sistema límbico”.
P. Las pseudociencias son un timo, pero, ¿no suele el “timador” aprovecharse de la avaricia del timado?
R. Los chamanes y psicoanalistas no recurren a la avaricia sino al deseo de comprender la vida sin estudiarla seriamente. Como dijo Borges, los psicoanalistas explotan el narcisismo, en particular el concreto deseo de que alguien ajeno se ocupe de nuestros problemas personales.
«Rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo»P. Cuando escucha la palabra “energía”, ¿echa mano a la pistola?
R. Empiezo por preguntar si se trata de una energía especial, tal como la gravitacional o la química, o del concepto general de energía. Si es lo primero, sugiero que se consulte obras científicas; si lo segundo, observo que el concepto general de energía pertenece a la ontología, donde puede definirse como la capacidad de cambiar. De esto trata un capítulo de mi próximo libro, Filosofías y fobosofías.
P. ¿Y cuando alguien se justifica “es que los Capricornio somos así…”?
R. Tengo la suerte de que rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo.
P. ¿Que un farmacéutico venda homeopatía es como si un arquitecto edificara sin materiales?
R. Buena analogía. Desgraciadamente, la enorme mayoría de los creyentes en la homeopatía no saben que algunas de las diluciones que les venden como fármacos homeopáticos son del orden de una molécula por galaxia, lo que las hace totalmente ineficaces.
En la atiborrada pasarela de las pseudociencias hay estrellas que
despuntan. Y no es fácil estar al día de las que más se llevan.“Depende
del país. En Argentina todas prosperan por igual. En México, el
chamanismo herborístico. Y en los Estados Unidos, la teoría económica
estándar”.
«La pseudociencia más extravagante es la psicología evolutiva, que explica todo lo social en términos biológicos imaginarios»
P. ¿Y cuál es la pseudociencia más peligrosa?
R. La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.
R. La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.
P. ¿Y la más extravagante?
R La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en terminos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.
R La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en terminos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.
Mario Bunge se doctoró en ciencias físico-matemáticas en la
Universidad de la Plata en 1952. Allí y en Buenos Aires impartió física
teórica y filosofía hasta que dio el portazo a la Argentina en 1963.
Tras enseñar en México, Estados Unidos y Alemania se instaló
definitivamente en Montreal (Canadá) donde obtuvo la cátedra Frothingam
de Lógica y Metafísica de la Universidad McGill. Su carrera, sancionada
por 16 doctorados Honoris causa y por el premio Príncipe de Asturias en
1982, admite escasos parangones.
Pseudociencias en expansión
Siempre acompañaron a sus investigaciones la atención perenne a los
fraudes pseudocientíficos, cuya expansión metastásica hoy considera
Bunge un hecho. Lo demuestra con una impagable lista de ejemplos:
“El determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular
que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos
últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos
cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la
multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión
con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association
for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos
reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace
dos décadas las universidades norteamericanas ofrecían unos pocos cursos
sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug
Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles
de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina
aún no
puede curar…”
puede curar…”
Guerra al psicoanálisis
El también filósofo Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) al que su
compatriota Bunge sólo reprocha que “se meta con el fútbol porque no le
gusta y nunca lo jugó” [en referencia al libro de Sebreli La Era del fútbol,
1998] es otro gran pensador de nacionalidad argentina que comparte con
el entrevistado un enemigo especialmente conspicuo y peligroso en su
país de origen: el psicoanálisis.
Si Sebreli, crítico irredento de los mitos modernos, ha tachado al
psicoanálisis de “irracionalista”, “moda” y “onerosa terapia
interminable” (El Cultural, 27/12/2007), Bunge no es más taimado en su último libro: “El psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina.
[…] No está cualificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a
la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto que
prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata
simplemente de charlatanería psicológica”.
«No me sorprendería que la legión de psicoanalistas argentinos pidiera que se revocara mi nacionalidad»
P. ¿Y la legión de psicoanalistas argentinos no ha pedido la revocación de su nacionalidad?
R. Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan.
R. Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan.
P. ¿Cómo sobrelleva un escéptico el martirio de pegarse día a día con todo el mundo?
R. Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas. Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.
R. Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas. Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.
P. Dice usted que una de las pseudociencias con
más adeptos hoy -entre científicos como Richard Dawkins- es el
determinismo genético. ¿Cuál es su falla?
R. Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes.
R. Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes.
Únicos socialistas españoles
P. Que los fraudes se invistan de ropajes científicos, ¿no rinde un homenaje al poder y legitimidad de la ciencia hoy?R. Efectivamente. En política sucede algo parecido: suele oprimirse o explotarse a la gente en nombre de la libertad (neoliberalismo) o de la igualdad (comunismo).
P. Ni comunismo ni “neoliberalismo” son teorías científicas de la sociedad. ¿Cuál lo sería?
R. Distingamos teoría política de ideología política. Encontrará bastante de ambas en mi Filosofia política (Gedisa, 2009). En particular, verá que, aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista, que aún no ha sido ensayado a escala nacional. Pero ya lo entrevieron los dos únicos auténticos socialistas que ha parido España: Louis Blanc (quien floreció en París aunque nació en Madrid) y el jesuita vasco Jose María Arizmendiarreta, cofundador de Mondragón.
«Desde 1945 la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y anticientífico»
P. ¿Por qué la mayoría de los escépticos es de
izquierdas? ¿No son también, tanto la izquierda como la derecha,
supercherías a extinguir?
R. Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.
R. Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.
Competir por las almas
P. Chesterton decía que cuando dejamos de creer en
Dios empezamos a creer en cualquier cosa. ¿No erigió el catolicismo una
suerte de defensa contra fraudes new age?
R. Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.
R. Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.
P. Señala que la difusión de la superstición es un
fenómeno psicosocial que debería ser sometido a investigación
científica. ¿Cuál es su diagnóstico?
R. No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública -en materia comercial y científica- son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.
R. No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública -en materia comercial y científica- son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.
P. Si las supersticiones infectan las mentes tal que virus, ¿qué nos vacunaría contra ellas?
R. La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.
R. La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.
Al final de la charla, cuando el periodista pregunta al filósofo por
su particular pseudociencia biográfica, la idea defendida antaño de la
que más se avergüenza, la respuesta, parca y exacta, tampoco tarda en
llegar:
– La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.
– La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.
Un escéptico contra los espejismos más peligrosos que la superstición
José Antonio López Guerrero
José Antonio López Guerrero
Tal y como se afirma popularmente, Mario Bunge, que a sus 91 años continúa siendo uno de los filósofos y realistas científicos más activos de nuestro tiempo, “lo puede decir más alto, pero no más claro». En su libro Las pseudociencias ¡vaya timo!,
de la editorial Laetoli, este porteño universal, premio Príncipe de
Asturias de Humanidades en 1982 carga magistralmente contra las
denominadas pseudociencias, entre las que se encontrarían, según Bunge,
no solo la homeopatía -que a pesar de tener bases científicas más que
dudosas cuenta hasta con un hospital y una cátedra universitaria en
nuestro país- o la pantomima astrológica -con idéntica y nula base
científica que la anterior-, sino también otros ámbitos culturales como
el psicoanálisis o, y cito textualmente “los espejismos políticos, mucho
más peligrosos que cualquier superstición”. Y posteriormente añade: “Argüiré que, aunque en materia política todos somos tuertos, más vale que el ojo vidente sea escéptico”.
Libro fresco, atemporal, que busca la desmitificación intelectual -no
siempre pacífica- de aquellas corrientes del devenir humano que no
puedan ser verificadas con el magisterio de la ciencia.
En este sentido, debo añadir que la desmitificación de muchas
pseudociencias -aunque se podría debatir intensa y extensamente sobre
qué corrientes culturalmente evolutivas incluir bajo este paraguas- es
un trabajo arduo, nada banal. De hecho, incluso en aquellos temas grotescamente alejados del proceder científico, muchos ciudadanos no lo tienen nada claro.
Según un estudio reciente del eurobarómetro sobre las fronteras de la
ciencia realizado en el continente europeo, más de la mitad de los
encuestados consideraron que la astrología les parecía una disciplina
bastante científica. Así, alguien podría considerar a Rappel y sus colegas del horóscopo dominguero “muy” o “bastante” científicos.
Según describe Mario Bunge -introduciéndonos de lleno en la filosofía
de la ciencia que impregna su libro- “el oscurantismo es, en el mejor de
los casos, una forma de escapismo; en el peor de ellos, una cortina de
humo y un instrumento de opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!” a lo
que yo añadiría, “a la Ilustración científicamente verificable, si no
cuantificable”.
-https://elcultural.com/mario-bunge-solo-los-fanaticos-odian-a-las-personas-tanto-como-a-las-doctrinas
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