En 2007 la ciencia predijo esta pandemia. Nadie hizo caso
"Todas la cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso repetirlo cada mañana" André Gide
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"La presencia de un gran reservorio de virus similares al SARS-CoV
en los murciélagos de herradura, junto con la cultura de comer mamíferos
exóticos del sur de China, es una bomba de relojería. La posibilidad
del resurgimiento del SARS causado por otros nuevos virus de animales no
debe ser pasada por alto, por lo tanto, es una necesidad estar
preparados."
Con este párrafo cerraban Vincent C. C. Cheng, Susanna K. P. Lau, Patrick C. Y. Woo y Kwok Yung Yuen, de la Universidad de Hong Kong, su artículo científico titulado "Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection" que fue publicado en la revista CLINICAL MICROBIOLOGY REVIEWS, en octubre de 2007. Es decir, desde 2007 se sabía del peligro de que un nuevo virus del tipo SARS-CoV pudiese saltar de animales a humanos y provocar una pandemia, como así ha sido. Todo pudo ser evitado, solo teníamos que haber escuchado.
¿Cómo se llegó a esta conclusión?
Todo empieza con con la epidemia de SARS de 2003. En su artículo, Yung Yuen y sus colaboradores no hablan del virus que está asolando el planeta Tierra en estos momentos, el SARS-CoV-2, sino del SARS-CoV, el virus que ocasionó la primera gran pandemia del nuevo milenio: 8 000 personas se vieron afectadas, el 10% murieron (774 personas). Comparad esas cifras con las que manejamos ahora.
El coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el SARS-CoV saltó de las civetas a los humanos. La civeta es una especie de mamífero carnívoro de la familia Viverridae que se distribuye ampliamente por la India, el sur de China e Indochina.
¿Cómo fue posible esto?
Los autores argumentan que el rápido crecimiento económico en el sur de China ha llevado a un aumento de la población, que a su vez ha provocado una demanda creciente de proteínas animales. Así, grandes cantidades de mamíferos salvajes son vendidos en los mercados para el consumo humano, lo que, unido a las reducidas medidas de bioseguridad en estos lugares, permitieron el salto de este nuevo virus de animales a humanos.
La capacidad de estos virus para transmitirse de persona a persona, la falta de alerta en el control de infecciones hospitalarias y transporte aéreo internacional facilitó la rápida difusión global de la infección.
El SARS-CoV es uno de los 36 coronavirus de la familia Coronaviridae. Los miembros de la familia causan infecciones respiratorias o intestinales en humanos y una gran variedad de otros animales. Como por ejemplo, los murciélagos. El SARS-CoV, junto con el SARS-CoV de murciélagos son considerados coronavirus del grupo 2b, donde también se encuentran los SARS-CoV aislados de humanos en aquella pandemia.
Este subgrupo de coronavirus tienen en común la proteína S (proteína spike), que es la que le da al virus su aspecto característico (la corona) y le permite unirse a su receptor en las células que infecta: la enzima conversora de angiotensina 2 (ACE2). La ACE2 es expresada en humanos en las células del pulmón, intestino, hígado, corazón, endotelio vascular, testículos y riñón. De ahí lo dañino del virus.
Secuencia de los acontecimientos
La primera vez que apareció la enfermedad SARS fue a finales de 2002, cuando un brote de "síndrome de neumonía atípica aguda adquirida" apareció en la provincia de Guangdong. Fue causada por un virus nuevo (en ese momento), y fue bautizado como SARS-CoV. Se demostró que el paciente cero se infectó por contacto con animales salvajes, en concreto con las civetas.
Una vez terminada esta epidemia, un segundo salto entre especies ocurrió a finales de 2003 y a principios de 2004, lo que resultó en el resurgimiento de cuatro casos humanos en China. No fue muy grave porque en este caso, la proteína S de estos virus SARS-CoV tenía una afinidad menor por el receptor ACE2. Aquella vez, el azar de la mutación/evolución se decantó a nuestro favor. Ahora no...
Los estudios que se hicieron en aquel momento sugirieron que en ambos casos la evolución molecular del virus había ocurrido antes de la transmisión de animales a humanos (como parece que también ha ocurrido ahora), es decir, que el virus muta en su hospedador habitual, y luego, por casualidad, en el contacto animal-humano, pasa a nosotros y "resulta" que también es capaz de infectar células humanas. El ser humano es un organismo que no está preparado para ese tipo de virus, y ya tenemos un problema gordo montado.
Se buscó con ahínco el reservorio inicial animal de estos virus. Se observó en las civetas salvajes, que son con frecuencia compradas para consumo en los mercados chinos. Pero en esa exhaustiva búsqueda también fueron descubiertos virus muy similares al SARS-CoV -con alrededor 90% de identidad genómica- y en mucha mayor cantidad en los murciélagos de herradura (Rhinolophus spp.). La alta seroprevalencia y carga viral de los murciélagos de herradura chinos infectados, indicó a los científicos que eran estos murciélagos el reservorio natural de SARS-CoV y otros virus similares.
La presencia de todos estos datos -el breve resurgimiento del SARS a finales de 2003, después de la reanudación del mercado de animales salvajes en el sur de China, y el descubrimiento de un virus muy similar y muy abundante en los murciélagos de herradura (el SARS-CoV de murciélagos)- fue lo que sugirió a estos autores que el SARS podría volver a aparecer si se diesen las condiciones adecuadas para la introducción, mutación, amplificación y transmisión de este peligroso virus (como así ha sido).
Pero, aunque lo advirtieron bien alto y claro -y con muchas pruebas científicas que apoyaban su afirmación-, nadie los escuchó, y por eso ahora estamos como estamos; porque como bien dijo el gran escritor francés André Gide "Todas la cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso repetirlo cada mañana".
Repetirlo y lamentarlo, añadiría yo...
Referencias
Cheng, V. C., Lau, S. K., Woo, P. C., & Yuen, K. Y. (2007). Severe acute respiratory syndrome coronavirus as an agent of emerging and reemerging infection. Clinical microbiology reviews, 20(4), 660-694.
Ge, X. Y., Li, J. L., Yang, X. L., Chmura, A. A., Zhu, G., Epstein, J. H., ... & Zhang, Y. J. (2013). Isolation and characterization of a bat SARS-like coronavirus that uses the ACE2 receptor. Nature, 503(7477), 535-538.
Con este párrafo cerraban Vincent C. C. Cheng, Susanna K. P. Lau, Patrick C. Y. Woo y Kwok Yung Yuen, de la Universidad de Hong Kong, su artículo científico titulado "Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus as an Agent of Emerging and Reemerging Infection" que fue publicado en la revista CLINICAL MICROBIOLOGY REVIEWS, en octubre de 2007. Es decir, desde 2007 se sabía del peligro de que un nuevo virus del tipo SARS-CoV pudiese saltar de animales a humanos y provocar una pandemia, como así ha sido. Todo pudo ser evitado, solo teníamos que haber escuchado.
¿Cómo se llegó a esta conclusión?
Todo empieza con con la epidemia de SARS de 2003. En su artículo, Yung Yuen y sus colaboradores no hablan del virus que está asolando el planeta Tierra en estos momentos, el SARS-CoV-2, sino del SARS-CoV, el virus que ocasionó la primera gran pandemia del nuevo milenio: 8 000 personas se vieron afectadas, el 10% murieron (774 personas). Comparad esas cifras con las que manejamos ahora.
El coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el SARS-CoV saltó de las civetas a los humanos. La civeta es una especie de mamífero carnívoro de la familia Viverridae que se distribuye ampliamente por la India, el sur de China e Indochina.
Civeta de las palmeras enmascarada (Paguma larvata)
Los autores argumentan que el rápido crecimiento económico en el sur de China ha llevado a un aumento de la población, que a su vez ha provocado una demanda creciente de proteínas animales. Así, grandes cantidades de mamíferos salvajes son vendidos en los mercados para el consumo humano, lo que, unido a las reducidas medidas de bioseguridad en estos lugares, permitieron el salto de este nuevo virus de animales a humanos.
La capacidad de estos virus para transmitirse de persona a persona, la falta de alerta en el control de infecciones hospitalarias y transporte aéreo internacional facilitó la rápida difusión global de la infección.
El SARS-CoV es uno de los 36 coronavirus de la familia Coronaviridae. Los miembros de la familia causan infecciones respiratorias o intestinales en humanos y una gran variedad de otros animales. Como por ejemplo, los murciélagos. El SARS-CoV, junto con el SARS-CoV de murciélagos son considerados coronavirus del grupo 2b, donde también se encuentran los SARS-CoV aislados de humanos en aquella pandemia.
Este subgrupo de coronavirus tienen en común la proteína S (proteína spike), que es la que le da al virus su aspecto característico (la corona) y le permite unirse a su receptor en las células que infecta: la enzima conversora de angiotensina 2 (ACE2). La ACE2 es expresada en humanos en las células del pulmón, intestino, hígado, corazón, endotelio vascular, testículos y riñón. De ahí lo dañino del virus.
Secuencia de los acontecimientos
La primera vez que apareció la enfermedad SARS fue a finales de 2002, cuando un brote de "síndrome de neumonía atípica aguda adquirida" apareció en la provincia de Guangdong. Fue causada por un virus nuevo (en ese momento), y fue bautizado como SARS-CoV. Se demostró que el paciente cero se infectó por contacto con animales salvajes, en concreto con las civetas.
Una vez terminada esta epidemia, un segundo salto entre especies ocurrió a finales de 2003 y a principios de 2004, lo que resultó en el resurgimiento de cuatro casos humanos en China. No fue muy grave porque en este caso, la proteína S de estos virus SARS-CoV tenía una afinidad menor por el receptor ACE2. Aquella vez, el azar de la mutación/evolución se decantó a nuestro favor. Ahora no...
Los estudios que se hicieron en aquel momento sugirieron que en ambos casos la evolución molecular del virus había ocurrido antes de la transmisión de animales a humanos (como parece que también ha ocurrido ahora), es decir, que el virus muta en su hospedador habitual, y luego, por casualidad, en el contacto animal-humano, pasa a nosotros y "resulta" que también es capaz de infectar células humanas. El ser humano es un organismo que no está preparado para ese tipo de virus, y ya tenemos un problema gordo montado.
Se buscó con ahínco el reservorio inicial animal de estos virus. Se observó en las civetas salvajes, que son con frecuencia compradas para consumo en los mercados chinos. Pero en esa exhaustiva búsqueda también fueron descubiertos virus muy similares al SARS-CoV -con alrededor 90% de identidad genómica- y en mucha mayor cantidad en los murciélagos de herradura (Rhinolophus spp.). La alta seroprevalencia y carga viral de los murciélagos de herradura chinos infectados, indicó a los científicos que eran estos murciélagos el reservorio natural de SARS-CoV y otros virus similares.
La presencia de todos estos datos -el breve resurgimiento del SARS a finales de 2003, después de la reanudación del mercado de animales salvajes en el sur de China, y el descubrimiento de un virus muy similar y muy abundante en los murciélagos de herradura (el SARS-CoV de murciélagos)- fue lo que sugirió a estos autores que el SARS podría volver a aparecer si se diesen las condiciones adecuadas para la introducción, mutación, amplificación y transmisión de este peligroso virus (como así ha sido).
Pero, aunque lo advirtieron bien alto y claro -y con muchas pruebas científicas que apoyaban su afirmación-, nadie los escuchó, y por eso ahora estamos como estamos; porque como bien dijo el gran escritor francés André Gide "Todas la cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso repetirlo cada mañana".
Repetirlo y lamentarlo, añadiría yo...
Referencias
Cheng, V. C., Lau, S. K., Woo, P. C., & Yuen, K. Y. (2007). Severe acute respiratory syndrome coronavirus as an agent of emerging and reemerging infection. Clinical microbiology reviews, 20(4), 660-694.
Ge, X. Y., Li, J. L., Yang, X. L., Chmura, A. A., Zhu, G., Epstein, J. H., ... & Zhang, Y. J. (2013). Isolation and characterization of a bat SARS-like coronavirus that uses the ACE2 receptor. Nature, 503(7477), 535-538.
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