Sí con mis impuestos
#con_ciencia
Ignacio López Goñi, catedrático de microbiología de la Universidad de Navarra, ha preguntado en Twitter lo siguiente:
R5 #CitSCiChatES #CienciaCiudadana— microBIO (@microBIOblog) April 8, 2020
Si hace unos meses te hubieran preguntado: Con el dinero de tus impuestos, ¿subvencionarías una investigación sobre virus en murciélagos? ¿Qué habrías respondido?
Los
murciélagos se encuentran entre los animales que más fácilmente pueden
estar en el origen de una zoonosis, una enfermedad infecciosa que pasa
de forma natural de una especie a otra. Por eso, el conocimiento de su
biología y, con más razón, de los virus que pueden transmitirse a los
seres humanos, es muy útil, no ya para hacer frente a una pandemia que
ha matado a miles de personas y paralizado gran parte del mundo, sino
para prevenir futuras pandemias. Pero hay otras disciplinas cuyo
conocimiento puede ser crucial para controlar la expansión del virus y
evitar el daño que provoca. La virología es un ejemplo evidente. Pero
hay más.
Conocemos los linajes en que se ha diversificado el
SARS-CoV-2 desde su primer salto a un ser humano gracias a la genética
molecular. Sus métodos permitirán, eventualmente, caracterizar las
variedades que vayan apareciendo y ayudarán a identificar rasgos
peligrosos.
La epidemiología se basa en modelos matemáticos
mediante los que trazar el curso de la pandemia y su posible evolución
futura. Los modelos se alimentan de datos relativos al número de
personas que hay contagiadas en cada momento y de las que han superado
la infección. Se sabe quiénes están contagiados gracias a técnicas como
la PCR (“reacción en cadena de la polimerasa”), que son el resultado de
decenas de años de avances en biología molecular. Y para saber quiénes
han estado infectados por el virus se hacen análisis (serológicos) que
permiten detectar la presencia de anticuerpos específicos del SARS-CoV-2
en el suero sanguíneo y son fruto de años de trabajo en inmunología y
analítica.
La búsqueda de fármacos antivirales se sirve ahora de
las técnicas de biología estructural desarrolladas en las últimas
décadas. Ya han obtenido imágenes de algunas proteínas del virus con una
resolución de unos pocos nanómetros; así han caracterizado, por
ejemplo, la estructura de una glucoproteína que sirve al virus para
acoplarse a la célula pulmonar y pasar a su interior. Esas imágenes
pueden ser cruciales para encontrar una molécula que bloquee esa vía de
entrada. Se han obtenido mediante criomicroscopía electrónica, una
técnica para cuyo desarrollo ha sido necesario tener un conocimiento muy
preciso de la interacción entre las estructuras que se quieren
caracterizar y los electrones con que se bombardean. La informática
también es esencial, pues sin ella no podría procesarse la información
que proporciona el microscopio electrónico.
Al ámbito de la
inmunología corresponde el posible desarrollo de anticuerpos específicos
contra el virus. Y también el modo de minimizar respuestas inmunitarias
exageradas, que pueden deteriorar el epitelio respiratorio y
comprometer su funcionalidad.
La obtención de vacunas eficaces y
seguras es otra de las líneas prioritarias de actuación contra el virus.
Hacen falta cultivos celulares (biología celular) para hacer los
primeros ensayos. Hay que infectar ratones diseñados genéticamente para
que sus células pulmonares contengan las proteínas de las que se vale el
virus para introducirse y proliferar en su interior. Y si los ensayos
son satisfactorios hay que producir las vacunas, proceso que, para
inmunizar a millones de personas, tiene que satisfacer condiciones
tecnológicas de excepción.
Hasta aquí he glosado, sin ánimo de
ser exhaustivo, algunas disciplinas clave en la lucha contra COVID-19.
Pues bien, ninguna de ellas se habría podido desarrollar sin contar
antes con un conocimiento profundo de materias a cuya investigación
muchos no querrían que se destinasen sus impuestos.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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