Después de años de estudio de su cerebro en el laboratorio de neurociencia afectiva de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, en abril del año 2007 Matthieu Ricard fue considerado como ‘el hombre más feliz del mundo’.
Fue sometido a resonancias magnéticas nucleares y conectado a 256 sensores para detectar su nivel de estrés, irritabilidad, enfado, placer, satisfacción y multitud de sensaciones diferentes, y los resultados fueron comparados con los obtenidos en cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose un título que él mismo no termina de aceptar. Prefiere limitarse a resaltar que efectivamente la cantidad de ‘emociones positivas’ que produce su cerebro está ‘muy lejos de los parámetros normales’.
Matthieu es un monje budista que reside en el monasterio Shechen Tennyi Dargyeling, en Nepal. Nació en París en 1946 y es hijo de Jean-François Revel, un filósofo francés de renombre, por lo que creció rodeado de la élite intelectual francesa. Doctorado en genética molecular en el Instituto Pasteur, tras terminar su tesis doctoral en 1972 decidió abandonar la carrera científica y concentrarse en la práctica del budismo tibetano. Vivió en el Himalaya y fue discípulo de Kangyur Rinpoche, maestro de una ancestral escuela budista de la tradición Nyingma. Después se convirtió en discípulo cercano de Dilgo Khyentse Rinpoche hasta su muerte en 1991, y desde entonces es asesor personal del decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso.
En esta entrevista, realizada en el canal Vision, explica cómo la felicidad es algo que puede conseguirse a través del aprendizaje y el entrenamiento, igual que leer, escribir, andar en bicicleta o tocar música de Mozart.