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jueves, 27 de marzo de 2014

Reflexiones sobre la ciencia en España. Anxo Sanchez



“Este vaise, aquel vaise…”: Algunas reflexiones sobre la ciencia en España

Por ANXO SÁNCHEZ el 24/03/2014
este vaiseCon las noticias que venimos recibiendo en los últimos meses, en los últimos años, espero que me comprenda y me perdone, amigo lector, si comienzo este post citando a la inmortal Rosalía:
Este vaise i aquel vaise,
e todos, todos se van,
Galicia, sin homes quedas
que te poidan traballar.
(Éste se va y aquel se va / y todos, todos se van / Galicia, sin hombres quedas / que te puedan trabajar.)
Rosalía Castro (sí, no “de” Castro, que nunca sabré de dónde vino, véase su firma en el artículo de Wikipedia con el “de” junto al apellido de su marido, el historiador Manuel Murguía, al uso de la época) escribía estos versos hacia 1880, fecha de aparición de Follas Novas (también Rosalía Castro en la portada), en pleno drama de la emigración gallega. De hecho, estos versos pertenecen al poema ¡Pra A Habana! (¡A La Habana!), destino de muchos de estos emigrantes. Un drama como el que en otro período similar (1957) retrató Manuel Ferrol en el puerto de A Coruña, serie de fotografías a la que pertenece la de arriba, icono ya de la emigración.
Me viene esta saudade al hilo de la marcha de mi amigo Javi Buceta, de quién ya hablé en este blog, a Estados Unidos, tras ser despedido del Parc Científic de Barcelona (aquí, la web de su difunto grupo). Su historia se puede leer aquí. Y en esta reciente columna se cuenta la triste historia del programa Ramón y Cajal y el “desahucio de los investigadores terminales”. Pero llueve sobre mojado y además en plan gota malaya: tan sólo unos días antes vi en el periódicoque nos dejaba Oscar Marín, uno de los neurocientíficos de más prestigio en el mundo. Este vaise, i aquel vaise…
Pero no me quiero detener en el hecho de que los científicos, sobre todo los buenos, claro, se van, sino que quiero hablar de lo que eso revela sobre nuestro sistema de ciencia. Preguntado sobre si influían en su marcha los recortes en ciencia (aquí lo último sobre el tema), contestaba Marín: “Obviamente. Pero, aunque el dinero es muy, muy importante y cuanto más inviertas en I+D mejor, creo que el problema del sistema español de ciencia es que, con la excepción de algunos pocos centros, su estructura no responde a lo que es un sistema de investigación en el siglo XXI”. Y al hilo de este comentario, y de algunos otros de su entrevista, quiero traer aquí algunas reflexiones, cabreadas, sí, pero reflexiones al fin y al cabo.
Comenzaré diciendo que en España no se entiende la ciencia y, como decía Ramón y Cajal, “investigar en España es llorar“. Dígame si no, amigo lector, si tiene sentido lo que le voy a contar: Suponga usted que, tras cuatro años mínimo de tesis doctoral, varios años de postdoc en el extranjero, y otros varios de precario de vuelta en España, obtiene usted una plaza de funcionario en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC, ah, y es “Consejo”, no “Centro”, como dicen muchas veces los medios, ignorantes que son), por ejemplo, Científico Titular, el nivel funcionarial de entrada. Ya está, ya tiene usted un puesto para investigar en lo que quiera toda su vida… Pues no, porque no tiene usted ni un euro. Nada. Cero. Su institución no le dota ni siquiera de papel para hacer cuentas, ya no le digo de, yo que sé, un ordenador. Puede ocurrir que no tenga usted siquiera ni mesa ni silla. Tiene usted que pagárselo pidiendo proyectos de investigación. ¿Y si no los pide? ¡No pasa nada! Usted sigue teniendo su plaza garantizada de por vida, mientras vaya y fiche, claro está. Ah, no se piense que en la universidad las cosas son mejores, si le dan algo de material es por las clases, para poner las notas y eso, si no, no le darían nada.
A todo esto, en los países civilizados las convocatorias de financiación para proyectos de investigación se conocen con meses de antelación, y uno puede prepararlos con cuidado, buscar socios apropiados, en fin, hacer las cosas bien. Incluso planificar cuando conviene solicitar el proyecto. En España somos mucho más inteligentes: para tener a los investigadores despiertos, nunca se sabe cuando se van a abrir las convocatorias, y cuando se abren, se dan tres semanas, preferiblemente en épocas vacacionales, para presentar las solicitudes (plazos que universidades e institutos del CSIC reducen aún más porque sus responsables legales necesitan una semana para plantar su firma en la solicitud). Si a esta brillante estrategia añadimos que el año que no apetece no se convocan proyectos, y los investigadores se quedan sin dinero para material, equipos y personas contratadas, así adelgazamos el sistema y nos aseguramos de que no haya manera humana de planificar la investigación. Lógico, ¿no? ¿O es que no sabemos que el hambre aguza el ingenio? Y el que se acaba de incorporar a su puesto y no tiene para investigar, que se espere, hombre, a ver si le va a dar algo. Total, hasta que se jubile, le sobra el tiempo…
¿En qué cabeza cabe esto? En las ilustrísimas de nuestros sucesivos ministros sí, porque ninguno lo ha cambiado nunca. ¿Qué empresa contrata a personal altamente cualificado y no le dota de los medios básicos para hacer su trabajo? O, por poner otro símil, contratamos policías, y ¿no les compramos el arma? Pues así estamos. En los países civilizados, esto no funciona así. Si uno es contratado como investigador, tiene lo que podríamos llamar unos “fondos base” para ponerse en marcha, o incluso para hacer su investigación si no necesita grandes inversiones. Algo de dinero para un ordenador, material fungible, ir a un congreso al año, y ya. Si usted quiere embarcarse en otro tipo de aventuras, tiene que pedir un proyecto en serio y conseguir dinero en serio. Ah, pero aquí no, aquí somos mucho más competitivos: hacemos pedir proyectos a todos y que compitan. Y así estamos, haciendo papeles para que nos den unos pocos miles de euros al año, papeles que otros científicos tienen que gestionar, para que otros científicos los evalúen, para finalmente decidir a quiénes le damos la limosnilla. Y digo yo, desde mi ignorancia de catedrático de matemática aplicada ¿no sería mejor dar la limosnilla a todos, más que nada para que podamos trabajar, no hacernos perder el tiempo con esas peticiones de proyectos, y dejar eso sólo para las investigaciones realmente caras? Con la ventaja de que así, si no trabajo, me podrían pedir cuentas, y por ejemplo, abrirme expediente y ponerme en la calle.
¡Anatema!, gritarán muchos. Pero es que es así, y sé que esto que voy a decir no va a ser muy popular, pero el sistema funcionarial no es lo mejor para la investigación, la verdad. ¿Quiero decir que hay que tener a la gente en precario? Para nada. Pero tampoco es de recibo estar pagando con dinero público a gente que no hace nada. Nada. Cero. Bueno, en la universidad dan algunas clases. O las perpetran, que de todo hay. ¿Que no es algo generalizado? De acuerdo, pero ¿por qué hay que tolerarlo? Y, voy a ser más incorrecto todavía, ¿por qué tenemos que cobrar todos igual, si no trabajamos igual?
Al hilo de esta reflexión, viene a cuento citar otra frase de la entrevista con Marín:  ”Nos vamos en julio, también se va mi esposa, Beatriz Rico, que es investigadora del CSIC, y el King’s la ha reclutado como catedrática. Y nos vamos con buena parte de nuestros equipos.” Pues nada, ahora usted contraataca y se trae a alguien del máximo nivel para sustituirle en el Instituto de Neurociencias de Alicante. La conversación iría tal que así:
– Véngase a trabajar con nosotros. Primero, tiene que homologar su título, para poder trabajar en España, proceso que llevará entre meses y años.
– Yo tengo un título de doctor por Oxford y otro por Stanford, ¿no basta?
– ¡Ah, no, qué se ha creído usted! ¿Que aquí puede venir cualquiera? Nuestras sabias autoridades académicas tienen que darle el visto bueno, no vaya usted a ser un manta. Seguidamente, sacaremos una plaza de funcionario a concurso, a la que se puede presentar cualquiera, así que tendrá que prepararse bien.
– Pero ¿no han decidido ustedes que me quieren contratar a mí?
– Uy ¿y asumir nosotros la responsabilidad? No, no, que vengan unos sabios de otras universidades a decidirlo, no vaya a ser que la liemos. Bueno, entonces usted previsiblemente sacará su plaza, y ya está.
– ¿Y qué dinero tendré para investigar?
– Pues el que obtenga con sus proyectos, claro. Cuando el gobierno los convoque. Si los convoca, je, je.
– ¿Y podré contratar a mi equipo?
– Bueno, si hubiera plazas, a lo mejor, haciendo el mismo proceso, igual podría traer a alguien dentro de algunos años…
– Tit-tit-tit… Tit-tit-tit… Tit-tit-tit…
¿A usted, amigo lector, le parece normal? La gente buena, los investigadores buenos, por el mundo, negocian: su sueldo, los fondos iniciales de investigación, cuánta gente pueden contratar para su equipo, cuánto espacio van a tener en el centro, cuantas clases van a dar si el puesto es en una universidad… Ah, pero aquí somos mucho más guais: les ofrecemos hacerlos catedráticos nada menos, que viste mucho; les pagamos lo que a todos, porque en el fondo los científicos son todos unos vagos y maleantes, y hale, a disfrutar del sol de España.
En honor a la verdad hay que decir que ya hay algunos centros de investigación en España que no son así, pero son la excepción a la regla de un sistema de ciencia obsoleto no, lo siguiente. En fin, como veo que me voy alargando con las reflexiones, no quiero terminar sin recordar otro de los atractivos de nuestro sistema de ciencia: la gestión de las limosnillas que mencionaba antes. Nuestro bienamado y exiliado editor Antonio Cabrales y yo escribíamos al respecto hace un año. Hablábamos ahí del desesperante proceso de justificar en qué nos hemos gastado los pastizales que nos dan. Pues así seguimos. A él, de su último proyecto, le han reclamado justificaciones del 80% de sus gastos; a mí, de más del 50%, menos, pero como mi limosna era más grande (a repartir entre más) también he currado de lo lindo… para los burócratas del MINECO. No para investigar, no para dar clases. Mire, amigo lector, no le digo más: conozco un caso en que el MINECO ha reclamado 1 euro (¡cielos!) de un billete de metro que se pagó a un técnico de laboratorio para recoger un equipo. ¿No habrá costado mucho más que el euro reclamarlo? Y es que la filosofía tendría que ser otra, a saber: si se ha aprobado mi proyecto, que tenía unas metas, mírese a ver si he conseguido esas metas, y si las he conseguido, déjenme en paz, por favor, porque ya tiene usted lo que ha comprado. Pero justo eso, un seguimiento científico riguroso de los resultados de los proyectos, es lo que no se hace; yo puedo no haber hecho nada de lo que dije que iba a hacer que, como pase un billete de metro, me caigo con todo el equipo. Y esto en el país de Gürtel, los ERES, la Pokémon, las cuentas en SuizaNóos
¿Ha comprendido entonces, querido y paciente lector, la queja de Marín? ¿Ha comprendido que tenía razones para irse? Y que le conste que muchos de los que se van, siendo también buenos, se van porque los echan, como mi buen amigo y coautor Javi Buceta, no porque hayan oído los cantos de sirena de los pérfidos países donde se investiga y se trata a los investigadores como profesionales.
Termino por no alargarme, porque podría seguir contando perlas de cómo se hace la ciencia en España; igual habría ya que dejar que desaparezca, que desaparezcamos, y empezar de cero. O no empezar, y centrarnos en ser la Florida de Europa y hacerlo bien. No sé. En todo caso, no dejo de pensar en los que os estáis yendo o ya os habéis ido. A todos, os dejo de nuevo con Rosalía:
¡Ánimo, compañeiros!
Toda a terra é dos homes.
Aquel que non veu nunca máis que a propria,
a iñorancia o consome.
¡Ánimo! ¡A quen se muda Dios o axuda!
(¡Ánimo, compañeros! / Toda la tierra es de los hombres. / Aquel que no vio nunca más que la propia, / la ignorancia lo consume. / ¡Ánimo! ¡A quién se muda Dios lo ayuda!)
http://www.fedeablogs.net/economia/?p=35875
http://www.univnova.org/documentos/426.pdf

sábado, 8 de marzo de 2014

la física que transforma el CO2 en millones de euros Leer más: Lourdes Vega, la física que transforma el CO2 en millones de euros - Noticias de Tecnología http://bit.ly/1hVMWEz

la física que transforma el CO2 en millones de euros .Lourdes Vega

Leer más:  Lourdes Vega, la física que transforma el CO2 en millones de euros - Noticias de Tecnología  http://bit.ly/1hVMWEz

La física Lourdes Vega (Villanueva del Fresno, Badajoz, 1965) ha roto tres mitos a lo largo de su carrera. El primero: la ciencia básica que se desarrolla en España no es rentable. El segundo: el dióxido de carbono es una sustancia inane. Y el tercero: las mujeres no destacan en ciencia y, si lo logran, por algo será.
La española recibirá en mayo el premio anual de la Real Sociedad Española de Física y la Fundación BBVA por haber encarnado en su trayectoria un modelo ejemplar a la hora de trasladar la ciencia básica al mercado mediante un proceso de transferencia tecnológica inaudito en el campo del tratamiento y transformación de gases, sobre todo el dióxido de carbono, ámbito en el que se ha convertido en una de las mayores expertas del mundo.
Estudió física porque quería comprender el mundo real para tener la posibilidad de transformarlo. En contraposición a la imagen arquetípica del físico teórico, que la sociedad suele imaginarse como una especie de ratón de laboratorio rodeado de instrumentos y fórmulas abstractas, salió pronto de la caverna para proyectar su investigaciones hacia el mercado, en alianza con algunas de las principales compañías del mundo, a las que ha dotado, en colaboración con su equipo, de decenas de tecnologías basadas en la aplicación del CO2, un objeto de estudio que está monetizando en plazos sorprendentes.
Hace muchos años fui a una presentación donde uno de los ponentes era el director de I+D de Chupa Chups. Era un físico, y me llamó mucho la atención. Si un físico había podido llevar la innovación a los caramelos, yo también podría hacerlo en mi campoPara los científicos, las empresas acostumbran a ser extraños a los que resulta difícil convencer de las bondades de la ciencia, pero la española ha sabido hacer inteligible su discurso. Desde 2012, es directora global de tecnología en agroalimentación, tratamiento de aguas y usos de CO2 del Grupo Air Products y está al frente de la investigación de estas áreas para una multinacional con más de 20.000 empleados que cubre Europa, el continente americano y Asia. Compagina ese puesto con el de Directora del centro de I+D MATGAS, en el  campus de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
Pregunta: Uno siempre se imagina a un físico como alguien abstraído del mundo, inmerso en un trabajo puramente teórico, pero usted ha tenido la vocación de llevar ese conocimiento a las empresas...
Respuesta: Creo que es más habitual de lo que pensamos. No soy la única que ha salido de la cienca básica para aplicar la física en el ámbito empresarial. Desde pequeña, siempre me ha preocupado conocer el porqué de las cosas. Estudié física porque es una ciencia fundamental para comprender la vida. Es la ciencia más versátil y el tiempo me ha demostrado que es así. Mi mérito, quizás, consiste en haber entendido el lenguaje de las empresas, en saber qué es lo que necesitan.
Los físicos teóricos, como yo, suelen quedarse en el nivel de perfeccionar la teoría, pero lo bueno de la física fundamental es que está en la base de todo, y por esa razón puede proporcionar un alto valor añadido. Hace muchos años fui a una presentación donde uno de los ponentes era el director de I+D de Chupa Chups. Era un físico, y me llamó mucho la atención. Si un físico había podido llevar la innovación a los caramelos, yo también podría hacerlo en mi campo.
P.: En España, se acusa a los científicos de no dirigir sus investigaciones a aplicaciones prácticas. ¿La ciencia siempre debe ser útil y, además, rentable?
R.: Creo que lo es. La ciencia es útil y rentable, aunque no siempre obtenemos ese provecho. En España, es cierto que hay mucho camino por recorrer en el sentido del entendimiento entre científicos y empresas. Muchos científicos que han alcanzado el prestigio gracias a sus artículos, tienden a decir que a las empresas no les interesan los doctores, pero no es cierto. Les interesa el conocimiento que se puede aplicar. La falta de entendimiento radica en la ausencia de un lenguaje común entre los dos mundos. La ciencia básica siempre será ciencia básica, no hace falta que todo lo que hagas se aplique, y en nuestro caso de veinte cosas que probamos solo una llega al mercado. Acabo de leer un libro sobre Marie Curie: ella hacía ciencia básica y ha revolucionado nuestra vida.
Me interesa el CO2 desde mucho antes de que la gente pensara que era malo. Mira si es bueno que lo comes y lo bebes cada día. Está en la Coca-Cola, en el cava, en las ensaladas preparadas, haciendo que se alargue su vida útil
P.: ¿Cómo debe hablarle un científico a las empresas?
R.: Es un tema de actitud. No vas y les dices: "yo soy muy listo". Hay que intentar entender cuál es su problemática y cómo les puedes ayudar. Hay empresas que piensan que los científicos trabajan en aplicaciones a muy largo plazo y, claro, ellas miran la cuenta de resultados cada trimestre. Ésa es una de las mayores barreras. El investigador tiene que entender que la empresa se mueve por unos resultados, y la empresa debe saber que una investigación no se hace en una noche o en una semana. Yo he sobrevivido entre los dos mundos, combinando líneas de investigación a corto plazo y medio plazo.
En el caso de mi trabajo, nuestro objetivo como empresa es vender, que nuestro know how sea diferenciador, no porque vendamos gases sino porque ofrecemos soluciones a los problemas de una empresa. Creamos marcas registradas o patentes, dependiendo del caso. En la actualidad tenemos ocho , y estamos escribiendo otras dos, aunque yo solo firmo aquellas de las que soy verdaderamente autora, de momento tres.
P.: Otro mito. La sociedad suele pensar en el dióxido de carbono como algo malo. Y resulta que es todo lo contrario...
R.: Me interesa el CO2 desde mucho antes de que la gente pensara que era malo. Mira si es bueno que lo comes y lo bebes cada día. Está en la Coca-Cola, en el cava, en las ensaladas preparadas, haciendo que se alargue su vida útil. También está en los extintores que están en el garaje de tu casa. La imagen del CO2 sólo ha cambiado recientemente. Antes se relacionaba con la naturaleza, cuando lo estudiábamos en el colegio, por ejemplo, como parte del proceso de la fotosíntesis. Ahora, la gente lo asocia con el tema de la polución.
Mira, la escala del calentamiento global se basa en el CO2, que tiene un índice de uno. Todos los demás compuestos tienen niveles superiores. Cualquier compuesto de cloro tiene varios miles de potencial contaminante frente a uno, y los compuestos con azufre que usamos como refrigerante tienen varios miles de potencial frente al índice del CO2. Tiene mala prensa, pero lo único que ocurre es que es más abundante. 
Cuando uno empieza la carrera, no hay diferencias entre hombres y mujeres. Lo mismo ocurre cuando entras en el ámbito de los doctorados. Pero a medida que empiezas a subir hay diferencias en cuanto a proporciones y posibilidades
P.: Y usted lo ha transformado en un modelo de negocio...
R.: Mi interés por cambiarle la imagen al CO2 viene de 2007. Yo tenía dos jefes, uno en EEUU y otro en España. El primero me decía que tenía que hacer un trabajo con personalidad propia, que fuese reconocido por algo. El segundo, que debía emprender un proyecto grande: "Si no es grande, no te mojes". Entonces pensé que si capturábamos el CO2 en lugar de almacenarlo y podíamos trabajar sobre algunas aplicaciones, aunque fuesen pocas, el proyecto sería interesante.
Empecé a leer, a investigar, y todo eso cristalizó en un proyecto de 26 millones de euros, el CENIT SOST-CO2, donde involucramos a decenas de empresas, grandes y pequeñas, y más de treinta centros de investigación. Yo les decía a las compañías: "Si vas a entrar en el proyecto es porque estás convencido de que puede aplicarse, no por una subvención". Involucramos a empresas como Repsol, Iberdrola, Abengoa... Y a raíz de este proyecto salieron unas cuantas patentes.
P.: ¿Qué aplicaciones estáis comercializando en la actualidad?
R.: El caso del CO2 en las piscinas es muy fácil de entender. Éstas requieren, por ley, un tratamiento de compuestos clorados, pero cambian el PH del agua, que debe ser neutro. Para recuperarlo a niveles saludables se les añade clorídrico. Ocurre que el cloro se evapora rápido, y existen una serie de enfermedades que surjen como reacción a respirarlo, por ejemplo en deportistas de élite. Hemos creado una aplicación comercial para sustituir por CO2 este compuesto clorado, regulando al mismo tiempo el PH. Además, hemos optimizado el proceso para que económicamente tenga el mismo precio.
También hemos desarrollado una aplicación para el grano de una serie de cultivos como el trigo, el arroz o la cebada. Se suelen almacenar en silos, siendo tratados con bromuro de metilo, que es tremendamente nocivo para el medio ambiente. Tenemos dos patentes sobre una tecnología que consiste en inyectar CO2 puro, desplazando el oxígeno y eliminando a los bichitos
Pero hay muchas más. Por ejemplo, el CO2 aplicado en el agua de riego, que hace que las cosechas sean mas productivas. O las aplicaciones para envasar comida en atmósferas modificadas. Hay estadísticas que dicen que en España se comen más ensaladas que antes precisamente por las facilidades de conservación de los sistemas basados en CO2. 















P.: ¿Quiénes son vuestros clientes?
R.: (Risas) Son todos... Allá donde vas se trabaja con gases. La industria del tratamiento de aguas, el cemento, los metales, el vidrio, la energía, la criogenia, la industria de la alimentación... Aunque no sólo trabajamos con CO2, sino con todos los llamados productos del aire, como el nitrógeno o el oxígeno. En realidad, es una industria bastante antigua. Yo trabajo paraCarburos Metálicos, que pertenece desde 1995 a la multinacional Air Products, fundada en Estados Unidos en 1897. 
Muchas veces se presupone que si eres un científico de prestigio debes ser un hombre. En mi caso, he tenido tres hijos y, en consencuencia, tres bajas maternales, durante las que he seguido manteniendo reuniones semanales con mi equipo
P.: ¿Es más difícil ser científica que científico?
R.: (Risas) Dependiendo de a qué nivel... Existen estudios, como el del famoso techo de cristal. Cuando uno empieza la carrera, no hay diferencias entre hombres y mujeres. Lo mismo ocurre cuando entras en el ámbito de los doctorados. Pero a medida que empiezas a subir hay diferencias en cuanto a proporciones y posibilidades. ¿Quién tiene la culpa? No lo sé. Hay una serie de circunstancias, algunas evitables y otras no. Por una parte, está la opción prsonal de la mujer, que es tan válida como la contraria, según la cual llega un momento en que dejas tu carrera durante un tiempo para dedicarte a tus hijos.
En ocasiones, el marido no quiere dejar su carrera profesional, y muchas mujeres se encuentran en ese juego. En otros casos, aparecen una serie de barreras que suponen que, en igualdad de circunstancias, a la mujer le cueste más subir. Normalmente, yo publico mis artículos con mis iniciales, y me ha ocurrido que en algún congreso se me ha acercado alguien y me ha dicho: "Ah, pero eres una mujer". Muchas veces se presupone que si eres un científico de prestigio debes ser un hombre. En mi caso, he tenido tres hijos y, en consencuencia, tres bajas maternales, durante las que he seguido manteniendo reuniones semanales con mi equipo. He podido compaginarlo porque mi pareja, con la que llevo casada veinte años, es un gran apoyo. Desde el prinicpio, él me dijo que se había enamorado de una mujer científica y, además, con mucho empuje.
http://www.elconfidencial.com/tecnologia/2014-03-06/lourdes-vega-la-fisica-que-transforma-el-co2-en-millones-de-euros_97329/