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La teoría de la evolución no es una teoría sobre el origen de la vida,
sino sobre el origen de las especies. Es decir, nos explica cómo una vez
que hubo vida, ésta se diversificó y generó las especies biológicas que
han existido. Aunque nunca averiguáramos cómo surgió la vida, en nada
afectaría eso a la validez de la teoría de la evolución. Por cierto,
dicha teoría no dice que las especies surgen por mero azar. El azar se
da solo en el surgimiento de la variación genética, pero luego sobre esta variación actúa la selección natural, que no es aleatoria.
En cuanto al origen de la vida, hay varias hipótesis propuestas, pero
ninguna de ellas está suficientemente justificada. La más aceptada es
que comenzó en la forma de moléculas de ARN o APN o algo parecido. Pero
está lejos de haber acuerdo. Esto no es nada que los científicos
consideren perjudicial para la teoría de la evolución.
Estas son las tonterías que más se repiten sobre la teoría de la evolución (bueno, la 4 no es una tontería):
1) La evolución pone el origen de la complejidad en el mero azar, y la
probabilidad de que sistemas tan complejos como los seres vivos surjan
por azar es infinitesimal.
2) La evolución viola el segundo principio de la termodinámica.
3) La teoría de la evolución es tautológica: la supervivencia de los
más aptos significa únicamente que los que sobreviven son los que
sobreviven.
4) La selección natural no tiene poder creativo, sólo
puede eliminar individuos inadaptados. No puede generar novedades y
mucho menos dar lugar a nuevas especies.
5) Las mutaciones son siempre dañinas. Nunca añaden información útil o beneficiosa.
6) No existen en el registro fósil formas transicionales entre unas especies y otras.
7) Hay un salto abismal entre el hombre y los simios. Ningún simio ha
sido capaz de pintar nada parecido a las pinturas de Altamira (Juan
Manuel de Prada, El Semanal, 28 septiembre 2008).
8) Nadie ha podido crear vida en el laboratorio.
9) Un rasgo en un estado evolutivo inicial no puede tener valor
adaptativo. Un ojo que no esté plenamente formado o un ala que no esté
plenamente formada no sirven para nada.
10) La teoría de la evolución es "sólo" una teoría.
Muy rápidamente, razones por las que son falsas estas afirmaciones o no
constituyen una crítica acertada a la teoría (lo explico todo con más
detalle en mi libro “La vida bajo escrutinio”):
1) La evolución
es el resultado de una variación aleatoria en los rasgos de los
individuos, de un proceso de selección natural y de un proceso de
herencia genética de algunos rasgos. Aunque no cabe nunca descartar un
cierto elemento de aleatoriedad en los tres procesos, ni la selección
natural ni la herencia genética son procesos aleatorios. El azar,
entendido como aparición espontánea de variaciones debido a causas
naturales no relacionadas con las necesidades de los individuos, se da
solo en el primer proceso de los tres señalados.
2) El segundo
principio de la termodinámica se refiere a sistemas cerrados, es decir,
los que no intercambian materia y energía con el entorno. Los seres
vivos son sistemas abiertos. Son sistemas alejados del equilibrio
termondinámico pero a costa de consumir energía del entorno y, por
tanto, de aumentar la entropía total. No hay, pues, choque alguno con el
segundo principio de la termodinámica, sino todo lo contrario.
3)
La formulación “la supervivencia de los más aptos” es un eslogan que
inventó Spencer y que Darwin asumió. No debió haberlo hecho por los líos
que ha generado. La teoría es mucho más compleja que eso. Lo que dice
es que en un ambiente determinado A, los individuos con las
características C1, C2, C3, etc. deben tener un mayor éxito reproductivo
que los individuos que no tienen esos rasgos o que los tienen en un
menor grado. Esto es una afirmación empírica, falsable y no tautológica.
4) Esta es la única objeción seria de la lista. Todavía genera
discusión. Karen Neander mostró, en mi opinión de forma convincente, que
la selección natural es creativa, pero otros autores, particularmente
desde el ámbito de Evo-Devo, consideran que la auténtica generación de
novedades está en otros mecanismos y que la selección natural ejerce un
papel meramente negativo, de eliminación de los peor adaptados. Yo estoy
con los primeros en este debate, aunque admito que la mayor fuente de
innovación evolutiva puede no ser la selección natural.
5) Que esta
afirmación es falsa lo sabe cualquier estudiante de biología de primer
curso cuando realiza en una placa de Petri el experimento básico de
conseguir una cepa bacteriana resistente a un antibiótico seleccionando
aquellas que, por mutaciones aleatorias, han sobrevivido al antibiótico.
6) Hay montones de formas transicionales en el registro fósil, para el que quiere verlas, y cada vez se descubren más.
7) Esta objeción la incluyo porque me parece sintomática, pero es un
puro despropósito. El hecho de que ningún simio haya desarrollado una
forma de arte no es en absoluto una prueba de que no tengamos ancestros
comunes con los simios.
8) Ya contesté a esta objeción en mi post anterior. A él me remito.
9) Es falso que los rasgos en sus fases iniciales de aparición
filogenética no sirvan para nada, aunque pueden servir para funciones
diferentes de las que cumplen ahora. Eso se conoce como exaptación. Las
plumas, por ejemplo, surgieron inicialmente como protección térmica, y
solo después fueron cooptadas para el vuelo. Pero además, un rasgo sin
desarrollo pleno puede cumplir una función adaptativa. Un ala pequeña no
permite el vuelo, pero permite el revoloteo, que puede ayudar a escapar
de los depredadores, y un ojo que no sea más que un puntito plano de
células fotosensibles, sin más sofisticación, ya le indica a un
organismo, a un gusano por ejemplo, si está en la intemperie o a
resguardo en su agujero.
10) La teoría de la evolución es una de las
mejores teorías científicas que tenemos. El término teoría, en la
ciencia, tiene un significado muy distinto al que se le da en el
lenguaje común. En el lenguaje común es sinónimo de conjetura sin muchas
pruebas que la sustenten o sin que la sustente prueba alguna (e.g.
"tengo la teoría de que Trump es extraterreste"), en la ciencia
significa todo lo contrario, significa un conjunto de enunciados (o de
modelos), algunas veces en forma de leyes, que cuentan con un sólido
respaldo en la evidencia empírica. Este es el caso de la teoría de la
evolución.
Conviene hacer algunas
precisiones sobre la versión contemporánea de dicha teoría.............
De
acuerdo con la Teoría Sintética de la evolución (así es como se la
conoce hoy), los cambios en las frecuencias génicas que constituyen la
evolución de una población son debidos a dos tipos de mecanismos: por un
lado, las modificaciones debidas a factores aleatorios (deriva
genética, mutación, migración, etc.); por otro lado, el mecanismo
descubierto por Darwin, la selección natural. Quedan excluidos por
completo procesos de tipo lamarckiano en los que la información pasa
supuestamente del ambiente al material genético del organismo y de ahí a
su descendencia. Es decir, queda excluida la herencia de caracteres
adquiridos. Además, en los cambios macroevolutivos, en particular, los
que tienen que ver con la cladogénesis (división de un linaje evolutivo
en dos o más linajes diferentes), los procesos que intervienen son
exactamente estos mismos. En otras palabras, no hay diferencias en los
procesos subyacentes en la cladogénesis y la anagénesis (cambios
evolutivos dentro de un mismo linaje). Todos los cambios, tanto en un
caso como en el otro, son graduales. Como argumentó Simpson, no hay
grandes saltos, ni macromutaciones viables. La Teoría Sintética enfatizó
este aspecto graudalista de las ideas de Darwin. Esta igualdad en los
procesos subyacentes en los niveles micro y macroevolutivo no implica,
sin embargo, que podamos predecir las tendencias o lo patrones
macroevolutivos a partir de inferencias elaboradas sobre los cambios
microevolutivos. Estos patrones o tendencias sólo pueden establecerse
empíricamente.
Pese al título de su principal obra, Darwin dice
poco en ella acerca del modo en que surgen las nuevas especies, aunque
ciertamente dice cosas importantes, como, por ejemplo, que el
aislamiento geográfico, la extensión de la zona que se ocupa y la
variabilidad son factores importantes en la aparición de nuevas
especies. El proceso de especiación fue, sin embargo, una preocupación
central en la Teoría Sintética, y de él se ocuparon fundamentalmente
Dobzhansky y Mayr. El modo fundamental de especiación (aunque no el
único) que propusieron es lo que se conoce como ‘especiación alopátrica’
o por segregación geográfica. Las nuevas especies se originan debido a
la creciente diferenciación genética que se da en una población que
queda aislada, por los motivos que sea, de la población principal. Esta
diferenciación hace finalmente que los individuos de ambas poblaciones
no puedan tener descendencia fértil aunque volvieran a encontrarse.
A partir de la consolidación de la Teoría Sintética, la idea de la
evolución por selección natural ha ido extendiendo su influencia y su
capacidad explicativa a campos muy diversos, desde la inmunología a las
ciencias sociales. Hasta tal punto es así que no sería en absoluto
exagerado decir que Darwin es el científico que más ha influido en la
configuración de la cultura contemporánea.
El esqueleto lógico de
la teoría darwinista de la evolución por selección natural, tal como lo
describió en su día el biólogo Richard Lewontin, consta de tres
componentes esenciales: variación fenotípica (en cualquier población los
individuos presentan variaciones en sus rasgos observables, ya sean
morfológicos, fisiológicos o conductuales), aptitud diferencial
(differential fitness) (dado un cierto entorno, los individuos tienen
diferente capacidad de supervivencia y éxito reproductivo en función de
su variación fenotípica), y heredabilidad de la aptitud (las
características que contribuyen a mejorar la aptitud de los individuos
pueden transmitirse de padres a hijos). Podemos decir de forma más
resumida: variación, selección (o reproducción diferencial) y
heredabilidad. Esta forma de presentar la teoría darwinista, que por
supuesto vale también para su versión actual, ha hecho fortuna y es
citada muy a menudo como el contenido central de dicha teoría.
La
primera tesis nuclear de la teoría de la evolución de Darwin es, pues,
que en toda población se da una variación entre los distintos
organismos, y que esa variación es aleatoria. Variación aleatoria
significa que los rasgos novedosos no aparecen en los organismos porque
estos los necesiten, sino que lo hacen por causas completamente
independientes de dichas necesidades. En otras palabras, la variación no
está dirigida desde el organismo para enfrentarse así mejor a las
exigencias del ambiente y para mejorar su adaptación. Qué mutación se
producirá en un momento dado es algo que no puede ser predicho. Aunque
esto no implica, claro está, que esa variación no obedezca a causa
alguna o que no se den ciertas regularidades en su génesis (por ejemplo,
las mutaciones en la guanina son mucho más frecuentes que en los otros
nucleótidos). Darwin no pudo saber cuáles eran las causas de estas
variaciones, pero hoy sí conocemos las principales: (1) las mutaciones
genéticas debidas a causas físicas (rayos ultravioleta o choques
térmicos, por ejemplo) o químicas (sustancias mutagénicas, como algunos
pesticidas) o a simples errores de copia del ADN; (2) la recombinación
del material genético, fundamentalmente mediante el proceso de
sobrecruzamiento de cromosomas durante la meiosis; (3) las mutaciones
cromosómicas (deleciones, duplicaciones, poliploidía, translocaciones,
etc.); y (4) la hibridación y el intercambio de material genético o
transferencia horizontal de genes entre diversas especies, sobre todo en
procariotas. Ninguno de esos procesos actúa de modo que las nuevas
variantes surgidas mejoren necesariamente la adaptación de los
individuos. El resultado final puede ser tanto perjudicial como
beneficioso para el organismo, y, de hecho, la mayor parte de las veces
(a no ser que sea inocuo) es perjudicial.
Esto no quiere decir,
sin embargo, que Darwin hubiera hecho del azar la causa de la vida en el
universo, como a veces se dice. La variación de los caracteres de los
organismos se produce al azar, en el sentido ya indicado, pero la
selección natural no actúa al azar. Los organismos seleccionados no son
los que han tenido más suerte, ni tiene cualquier organismo las mismas
probabilidades de ser seleccionado que otro. Los organismos que tienen
mayor probabilidad de sobrevivir y de reproducirse son aquellos que
poseen rasgos que les hacen estar mejor adaptados a su ambiente.
En 1979 Lewontin y su compañero en Harvard Stephen Jay Gould publicaron
un artículo que con el tiempo se haría famoso y que llevaba el título un
tanto rimbombante de “Las enjutas de San Marcos y el paradigma
panglossiano: una crítica del programa adaptacionista”. En ese artículo
llevaron a cabo lo que hoy se sigue considerando como una de las
críticas más influyentes e interesantes a la pretensión de extender la
explicación darwinista a todos los caracteres de los seres vivos. A esta
pretensión, Gould y Lewontin la designaron como ‘adaptacionismo’, pero
un nombre más ajustado sería el de ‘pan-adaptacionismo’.
Tal como
ellos lo entienden, el adaptacionismo sería la afirmación de que todo
rasgo de un ser vivo debe tener una función adaptativa y, por tanto,
debe ser el producto de la selección natural. Con mayor o menor justicia
–en ello no podemos entrar aquí– Gould y Lewontin identificaron este
programa con la posición mantenida por Alfred R. Wallace y por August
Weismann a finales del XIX, y denunciaron la tentación, que estimaban
atribuible a muchos biólogos actuales, de pensar en estos mismos
términos. Una tentación que les llevaba a buscar siempre una explicación
adaptacionista para cualquier rasgo fenotípico, sin más base en muchas
ocasiones que la mera plausibilidad histórica de la explicación. En
contra de esto, ellos argumentaban en el artículo que muchos rasgos
aparentemente adaptativos son en realidad un mero subproducto de la
selección natural y se deben a constricciones estructurales o del
desarrollo más que a la acción directa de una presión selectiva.
Es una cuestión debatible si Gould y Lewontin fueron justos en su
artículo acerca del comportamiento real de los biólogos, y en particular
de los biólogos evolucionistas, a la hora de realizar su trabajo. Es
innegable que ha habido excesos en el adaptacionismo y que, sobre todo
en obras de tipo divulgativo, se ha escrito en ocasiones como si
cualquier rasgo interesante pudiera y debiera tener una explicación
adaptativa, o como si la selección natural fuera el único factor a tener
en cuenta en la evolución de los seres vivos. El artículo contribuyó a
disminuir esos excesos y a hacer más prudentes y documentadas las
afirmaciones acerca de cómo pudo originarse un rasgo en una especie
determinada. Desde su publicación, el papel de las constricciones
filogenéticas, ontogenéticas y estructurales, de la deriva genética, de
los efectos pleiotrópicos, de los efectos alométricos, etc. ha ido
cobrando una importancia creciente en la explicación de la evolución.
Los biólogos son hoy probablemente más precavidos que en décadas
anteriores a la hora de dar por buena una determinada explicación
adaptativa de un rasgo y exigen más pruebas empíricas que antes y más
cribas metodológicas que permitan descartar explicaciones alternativas.
Sus enfoques suelen ser más pluralistas y contemplan el papel que han
cumplido las constricciones y los otros factores señalados. En la medida
en que el artículo cumplió esa función, su influjo ha sido positivo.
Pero no debe concluirse de ahí que el adaptacionismo es un programa
muerto o un programa pseudocientífico. El defensor del darwinismo no es
ni tiene por qué ser un pan-adaptacionista. Para él es una cuestión
empírica determinar cuándo un rasgo puede ser considerado como una
adaptación y cuándo no. Ni siquiera tiene que creer que la selección
natural es siempre la principal fuerza evolutiva. Eso puede depender del
contexto. Pero sí cree estar legitimado para defender que la mejor
explicación que tenemos del modo en que se generan estructuras complejas
en los seres vivos es la idea darwinista de la selección natural.
A partir de los años 80, el adaptacionismo ha encontrado un punto de
contraste que ha contribuido a poner de manifiesto, esta vez de una
forma más precisa, sus límites explicativos –lo que no significa, como
algunos se apresuran a concluir, que el darwinismo sea cosa del pasado.
Más bien ha sido un aliciente para el despligue de nuevas y fructíferas
líneas de investigación: para lo que algunos han llamado una “Síntesis
ampliada”. El papel evolutivo de las constricciones y, de forma más
amplia, el papel de las fuerzas y factores no selectivos, incluyendo
aquí las fuentes de variabilidad, novedad y orden en las formas y
estructuras orgánicas, está siendo subrayado con evidencias abrumadoras
por una nueva disciplina conocida como “biología evolutiva del
desarrollo” (Evolutionary Developmental Biology) o, en abreviatura,
“evo-devo”. Como su nombre indica, esta disciplina intenta integrar dos
orientaciones hasta ahora separadas: la biología evolutiva y la
biología del desarrollo. Su objetivo central se sitúa en la
dilucidación de tres complejos problemas: (a) la relación entre el
desarrollo embrionario y la evolución; (b) cómo los procesos de
desarrollo dan lugar a cambios evolutivos; y (c) cómo han evolucionado
los propios procesos de desarrollo.
Entre otras aportaciones
interesantes realizadas por evo-devo está el haber mostrado de forma
empírica y detallada cómo cambios muy pequeños en los genes, cuando
afectan a los procesos de desarrollo, pueden desencadenar cambios
enormes en el fenotipo, abriendo de este modo la posibilidad de
innovaciones evolutivas rápidas que el gradualismo darwiniano estricto
prohibía. Muchas transformaciones evolutivas de gran calado se ven hoy
como consecuencias de cambios en los sistemas de regulación genética que
controlan la expresión de los genes durante el desarrollo embrionario.
Esto implica, entre otras cosas, que no debe establecerse una
correlación entre la divergencia genética y la morfológica. Muy poca
divergencia genética, si afecta a la regulación genética del desarrollo,
puede dar lugar a grandes diferencias morfológicas. Por ejemplo, un
cambio pequeño en las secuencias reguladoras del gen Ptix1 hace que en
cierta especie de pez lacustre norteamericano apenas se desarrollen las
espinas pélvicas. Por otro lado, los mecanismos de desarrollo
constituyen constricciones o encauzamientos poderosos de las
trayectorias evolutivas posibles. Los genes –ésta es quizás la primera
lección a sacar– no lo son todo en la evolución. El estudio de los
procesos de desarrollo se ha revelado como fundamental para entender los
mecanismos epigenéticos que operan en los cambios evolutivos. E incluso
dentro de los mecanismos genéticos, el énfasis está puesto ahora en los
procesos de regulación génica, de activación o desactivación de la
expresión de los genes, más que en la búsqueda de relaciones directas
entre genes y rasgos fenotípicos, puesto que, como se ha indicado, son
los cambios evolutivos en estos procesos de regulación los que
constituirían la pieza clave de la historia de la evolución de los
organismos.
Aunque sobre esto se ha escrito mucho en los últimos
años sin que hayan cesado las discrepancias, creo que hay razones de
sobra para pensar que evo-devo no pone en cuestión el darwinismo tout
court, sino sólo su universalización extrema o lo que podríamos llamar
su “imperialismo” explicativo. De lo que se trata es de mostrar que la
selección natural y las adaptaciones no agotan los factores a tener en
cuenta para explicar la evolución de la vida en este planeta y que hay
procesos a los que el darwinismo, por diversas razones, no había
atendido suficientemente, aun cuando son imprescindibles para entender
dicha evolución en toda su complejidad.
Como toda teoría
científica, la Teoría Sintética se enfrenta a dificultades explicativas
que la someten a revisión por parte de los científicos. Estas
dificultades se han ido acumulando en los últimos años y los biólogos y
filósofos de la biología han comenzado a debatir si es necesaria una
“síntesis ampliada”. Las principales dificultades, además de las ya
señaladas, son las siguientes:
Plasticidad fenotípica: El entorno modifica en ocasiones directamente a los organismos.
Construcción de nichos: Los organismos no se adaptan a ambientes
pre-existentes, sino que construyen y coevolucionan con su ambiente.
Herencia inclusiva o extragenética (herencia epigenética): cambios
químicos que alteran la expresión de los genes, pero no la secuencia de
nucleótidos, transmisión de conductas, etc.
Sesgos o
constricciones en el desarrollo (developmental bias): Las influencias
sobre el desarrollo son una fuente central de novedad evolutiva. Tienen
un caracter creativo, no meramente constrictivo. Abandono del
geno-centrismo. Los organismos no están genéticamente programados en su
desarrollo.
Está aun por decidir qué tipo de transformaciones
exigirán estos fenómenos en la teoría y qué grado de radicalidad tendrán
dichas transformaciones.
Hay diversas propuestas para
entender el concepto de función en términos de causalidad eficiente, sin
necesidad de apelar a las causas finales. Es uno de los temas candentes
en filosofía de la biología.
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El darwinismo social, que está
ampliamente desacreditado. Por cierto, la teoría de Darwin no habla de
la supervivencia "del más fuerte", sino de la del más apto. Y Darwin fue
reacio a la interpretación social de su teoría.
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La deriva genética y la
recombinación son fuente de variación y generan en condiciones concretas
la evolución de poblaciones, en el sentido de cambio en las frecuencias
alélicas. Sin embargo, ninguna de ellas puede explicar la existencia de
adaptaciones, que sí existen, y muchas.
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Popper cometió un
grave error al decir que la teoría de la evolución era infalsable, y lo
empeoró cuando lo quiso arreglar diciendo que podía formuarse de forma
no tautológica asimilándola a un panadaptacionismo que casi nadie, por no decir nadie, ha defendido. Si te interesa mi análisis de la posición de Popper sobre este asunto, puedes encontrarla aquí:
https://www.researchgate.net/publication/267266027_Popper_como_filosofo_de_la_biologia?fbclid=IwAR2XGYylOfy5-E4xwmi7jb4OokkFin9NyMVJofSIPErotWAfi0B67mQSXtw
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http://webpersonal.uma.es/~DIEGUEZ/
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Dices que
queda fuera completamente fuera de debate la posibilidad de que la
información pase del ambiente al material genético (lamarckianismo). Sin
embargo, tengo entendido que, aunque la epigenética no es
lamarkianismo, sí que plantea que hay ciertas modificaciones debidas al
medioambiente que se transmiten a la herencia, influenciando su
adaptabilidad al entornos. Ejemplos citados son el del invierno holandés
del 1944 y sus consecuencias, que conocerás bien, pero hay muchos otros
casos históricos.
Hace unos 3 años me leí uno de
los libros más famosos de Nessa Carey, una de las epigenetistas del
Imperial College. Se me quedó la idea de que elementos tales como un
estress exacercabado sí que pasan a la descendencia, y que en la célula
totipotente no quedaba borrado por completo todo el rastro epigenético
anterior de padres a hijos (es posible que yo lo esté explicando mal,
pero seguro que sabes a qué me refiero). De hecho, Nessa Carey no sólo
señalaba el estress, sino otra serie de elementos. Claro que el estress
mismamente (con todo lo que lleva consigo) ya sería un elemento crucial.
Divulgadores
como Robert Sapolsky también lo explican así cuando tratan dicho tema
(el estress), como una suerte de "heredabilidad "neolamarkiana" (aunque
lo entrecomilleen mucho).
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Rta...
Lamarckismo. Si
entendemos por tal la mera herencia de los caracteres adquiridos,
entonces la herencia epigenética es lamarckismo. Pero no conviene
quedarse ahí. En la actualidad, por lamarckismo estricto habría que
entender la ruptura de la tesis central de la biología molecular según
la cual un cambio producido por el ambiente en las proteínas no puede
pasar a ser recogido por los ácidos nucléicos en la secuencia de
nucleótidos. En este sentido fuerte, la herencia epigenética no es
lamarckismo, porque la información producida por el ambiente pasa a las
siguientes generaciones (pocas) no mediante una modificación en la
secuencia de nucleótidos, sino mediante una modificación de las
condiciones químicas que regulan la expresión de los genes, como los
patrones de metilación. Es decir, que la herencia epigenética es
lamarckiana en cierto sentido amplio, pero no en el sentido estricto que
es el importante.
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Simpson desde el nacimiento de la síntesis moderna sostuvo la independencia de
la macroevolución, que opera bajo un mecanismo no necesariamente
adaptativo que denominó quantum evolution, en alusión a una reacción de
todo o nada:
"According to Simpson (1944), quantum
evolution resulted from Sewall Wright's model of random genetic drift.
Simpson believed that major evolutionary transitions would arise when
small populations, that were isolated and limited from gene flow, would
fixate upon unusual gene combinations. This "inadaptive phase" (caused
by genetic drift) would then (by natural selection) drive a deme
population from one stable adaptive peak to another on the adaptive
fitness landscape"
La cita es de https://en.wikipedia.org/wiki/Quantum_evolution
, pero las ideas de Simpson están expuestas en diferentes obras de
Gould quién propuso el equilibrio puntuado como una actualización de los
diferentes "tempo" y "mode" de la evolución. https://en.wikipedia.org/wiki/Quantum_evolution?fbclid=IwAR3ggbkaI-HtLBdZjfQkS-F3MOAor1rDrvwuRe0k1BY5k7a--f2xEcLkLcg