http://www.diariovasco.com/sociedad/salud/201502/04/bala-contra-cancer-20150126000215-v.html
Uno de los grandes desafíos de las terapias contra el cáncer consiste en evitar los indeseables efectos secundarios de la medicación. Los pacientes los conocen bien. Caída del cabello, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, diarreas, cansancio. Una empresa anglo-vasca, situada en el Parque Tecnológico de Bizkaia, en Zamudio, se ha propuesto acabar con ellos mediante el desarrollo de una diminuta 'bala de oro', de un tamaño ínfimo, inapreciable para el ojo humano. Tiene la ansiada capacidad -o al menos eso se espera de ella- de atacar directamente el corazón de las células malignas y destruirlas sin causar daños colaterales. La compañía, Midatech Biogune, lidera un consorcio europeo del que forman parte diferentes instituciones de seis países y al que la Unión Europea ha reconocido con una ayuda de ocho millones de euros para desarrollar sus proyectos contra el cáncer y otras enfermedades. Sus nuevas terapias comenzarán a ser probadas en pacientes a partir de este mes.
Un médico alemán, Paul Erlich, acuñó en los albores del siglo XX un término que ha marcado la historia de la medicina y de la industria farmacéutica: 'bala mágica'. Su empeño, que le valió el Nobel de Medicina en 1908, se centró en lograr medicamentos libres de reacciones adversas. Casi todos los fármacos las tienen. Te quitan, por ejemplo, el dolor de cabeza, pero tomándolos corre uno el riesgo de sufrir un infarto.
El desafío de Erlich continúa vivo desde entonces, especialmente en la lucha contra el cáncer, cuyas terapias resultan a menudo muy agresivas. Parte de ese camino lo recorrió la biotecnología en las décadas pasadas y ahora la esperanza está puesta en lo que se llama la nanotecnología, o lo que es lo mismo, el desarrollo de materiales a escala molecular, tan diminutos que resultan inapreciables para el ojo humano.
El concepto no es nuevo y la industria habla ya, de hecho, de una quinta generación de productos nanotecnológicos, en la que se enmarca el proyecto de Midatech Biogune. El director del laboratorio vizcaíno, Justin Barry, pone un ejemplo gráfico para que se entienda de qué proporciones se hablan. «Detrás de un pelo humano caben 100.000 nanopartículas. Y las nuestras -las que han despertado el interés de la Comisión Europea- son aún más diminutas», explica.
Se diferencian de las que se han venido fabricando hasta ahora en dos aspectos. El principal es su tamaño. Fabricadas en oro, son partículas que no sobrepasan el tamaño de los cinco nanometros, con el fin de que puedan ser absorbidas por el riñón y, de ese modo, expulsadas por el organismo. «Hay empresas que trabajan con nanopartículas de 30 nanogramos, que tienen el inconveniente de que no pasan por el filtro renal, quedan depositadas en el organismo y pueden generar cierta toxicidad», explica Barry. El riñón se dice que podría procesar moléculas de unas dimensiones máximas de 10 nanogramos, pero no más.
La punta de esas 'balas' lleva una 'carga' de elementos químicos, fundamentalmente azúcares, que permiten acoplar en ella fármacos de distinto tipo. «Utilizamos oro porque es un elemento neutro, un metal que no se considera tóxico, salvo que se acumule en el cuerpo en cantidades importantes. Pero pensemos en que las personas usamos anillos de oro, incluso dientes y no nos pasa absolutamente nada», detalla el director de Midatech Biogune. Los fármacos que diseñan son medicamentos dirigidos a actuar única y exclusivamente contra las células malignas.
Los trabajos más avanzados en el ámbito de la lucha contra el cáncer del laboratorio vasco se sitúan en el campo del cáncer de ovario, que es uno de los que peor pronóstico presentan. Uno de los marcadores que sirven para identificar la existencia de un tumor ovárico es la excesiva presencia de receptores de ácido fólico, es decir, de proteínas que atraen este tipo de vitamina. La 'bala de oro' que se diseña en el Parque Tecnológico de Bizkaia lleva en este caso una punta cubierta de ácido fólico para impactar únicamente en las células cancerígenas y dejar intactas las demás.
La empresa radicada en Zamudio está desarrollando tratamientos similares contra otros tres cánceres de mal pronóstico. Los trabajos más avanzados se sitúan en el ámbito de la investigación contra un tipo de cáncer cerebral de difícil detección -el glioblastoma-, que tiene una mortalidad prácticamente del 100%. Con las mismas herramientas, intentarán desarrollar terapias contra otros dos de los más fulminantes tumores: los hepáticos y los de páncreas.
Diabetes sin pinchazos
Los primeros resultados en el campo de la nanotecnología 'micro', como la que desarrolla prácticamente en régimen exclusivo el laboratorio anglovasco, permitirán además mejorar la calidad de vida de los pacientes con diabetes tipo 1, provocada por un fallo natural del páncreas. La firma ha desarrollado una especie de tiritas que se colocan en la boca, en la cara interior de las mejillas y llevan acoplada una pequeña bomba de insulina que se libera gradualmente. No evitará que los pacientes tener tengan que pincharse la medicación, pero sí les ahorrará tener que hacerlo cada vez que necesitan una dosis extra de control.
La terapia se ha probado en un grupo pequeño de 27 pacientes y a partir de enero se quiere ensayar con un grupo de afectados más amplio residentes en Suiza y Estados Unidos. Los investigadores confían en que este tipo de terapias pueda resultar de utilidad incluso en personas con diabetes tipo 2, relacionada por lo general por el estilo de vida, la obesidad y el sobrepeso. «Los pacientes recién diagnosticados suelen tener muchos problemas de cumplimiento de la terapia, generalmente porque les impone tener que pincharse. Si les damos un tratamiento sencillo, podemos contener el avance de la enfermedad y mejorar su calidad de vida», confía Justin Barry.
El laboratorio que dirige en el parque tecnológico de Zamudio es el corazón de un grupo de empresas, del que también forman parte un centro de innovación científica de Reino Unido y otros laboratorios de España, Suiza, Irlanda, Italia y Polonia. La Unión Europea ha premiado el proyecto con una inversión de ocho millones, de los cuales 1,2 se han gastado por adelantado para adecuar los laboratorios vizcaínos a las condiciones de bioseguridad y buenas prácticas que exige la fabricación de nanopartículas contra el cáncer en condiciones asépticas. La UE les pedirá cuentas dentro de cuatro años.
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