Nuestro cerebro es un órgano plástico, es decir, moldeable: se hace a sí mismo día a día, tanto a nivel físico como químico. Sus arquitectos somos nosotros mismos y, como tales, tenemos un margen de libertad muy amplio. La clave está en la comunicación que se establece entre nuestras neuronas, lo que en neurología se denomina sinapsis neuronal.
Sinapsis significa conexión. Mediante impulsos eléctricos, la información pasa de unas neuronas a otras a través del espacio que existe entre ellas. Debido a que estas conexiones entre neuronas no son fijas, existe un concepto llamado plasticidad neuronal, que define a la capacidad de desarrollo y aumento de las sinapsis neuronales mediante determinadas actividades mentales y significa que podemos influir en la manera en que nuestras neuronas se relacionan entre sí.
El Dr. Juan Carlos Portilla, vocal de la Sociedad Española de Neurología, confirma que podemos aprovecharnos de esa plasticidad y usarla para objetivos concretos: “Mantener una actividad intelectual elevada, mediante ejercicios de cálculo o lectura, favorece el desarrollo y aumento de la conectividad sináptica, consiguiendo mejorar la función cognitiva de nuestro cerebro. Igualmente, esto lo podríamos extrapolar al aprendizaje de actividades motoras, de cálculo, memoria, etc.”
Además de crear o fortalecer conexiones neuronales, también las eliminamos
Nuestro cerebro no solo crea o modifica las conexiones neuronales existentes, también las elimina mediante un proceso llamado poda sináptica: desde que nacemos y hasta el final de la infancia, producimos una gran cantidad de sinapsis neuronales. Algunas de ellas van desapareciendo hasta que alcanzamos los 20 años, aproximadamente, lo que permite afinar nuestras habilidades cognitivas.
“Estos cambios a nivel sináptico provocan una reestructuración neural que tiene importancia para la función cerebral. La racionalización de los circuitos neuronales podría explicar el aumento en las habilidades cognitivas que se produce en nuestra adolescencia o principios de los 20 años”, explica Juan Carlos Portilla.
La importancia de dormir bien
El funcionamiento normal del cerebro produce algunas sustancias tóxicas que, como cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, necesita eliminar para que no se almacenen. Esta función depende fundamentalmente del sistema linfático, que es parte del circulatorio y se encarga de mantener el equilibrio de los líquidos del cuerpo, siendo además el responsable de que eliminemos las infecciones.
En el cerebro, gracias a las células gliales, que pertenecen al sistema nervioso central y son distintas a las neuronas, se realiza una limpieza que es diez veces mayor durante el sueño. Mientras dormimos, aumenta el espacio extracelular hasta un 60%, lo que promueve la limpieza de desechos intersticiales, como apunta el neurólogo Portilla.
Gracias a esto, podemos entender por qué después de una buena noche de descanso, somos capaces de pensar rápida, clara y eficazmente. Gracias a esa limpieza de residuos, se libera espacio en nuestro cerebro, lo que permite que podamos pensar mejor y también asimilar y obtener nueva información, es decir, aprender.
Nuestro cerebro elimina todo aquello que considera un residuo, es decir, lo que no usa o no le sirve, como cuando hacemos limpieza de armario y tiramos todo lo que ya no nos ponemos. Por ello, es fundamental que dediquemos tiempo a aquellas actividades que mejoran las habilidades que queremos perfeccionar: hagamos que nuestro cerebro cambie en la dirección que nosotros queremos, permitamos que nos ayude a ser lo que queremos ser.