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viernes, 16 de septiembre de 2011

En Alemania también pagamos con autoestima

Michael Brandenburg, ofrece empleos en Alemania a profesionales españoles

La economía alemana pierde cada año 110.000 empleados porque nuestra demografía –cada vez tenemos menos jóvenes– no es suficiente para atender las necesidades de nuestra industria.

¿Qué tipo de empleados necesitan?
Sobre todo ingenieros, pero también médicos, enfermeras y técnicos de todo tipo.

¿Todos con alto nivel de formación?
También nos faltan aprendices, que ya formaríamos nosotros. Estamos trabajando precisamente en un programa para llevar aprendices españoles a Alemania.

La canciller Merkel habló de llevarse 200.000 trabajadores españoles.
Hubo desmentidos y polémica al respecto, pero lo importante no es qué dijo, sino que Alemania los necesita. Y aquí están en paro.

¿Por qué se va a ir un profesional español a Alemania?
Para empezar por el sueldo: un ingeniero en su primer año puede llegar a los 3.000 euros al mes cuando aquí los becarios raramente alcanzan los 1.000.

Ya es un motivo.
Pero no el único; ni siquiera el más importante. Los profesionales españoles que ya trabajan en Alemania me confirman que lo que más aprecian es que les valoren. Y allí les aprecian, porque son escasos y las ingenierías españolas tienen prestigio. En Alemania también pagamos con autoestima.

¿Sabe lo que nos cuesta a los contribuyentes españoles formar a un ingeniero?
 Mucho. Lo sé, pero esa inversión se pierde si no encuentra empleo o si en ese trabajo no se aprovecha y mejora su formación.

¿Y en Alemania sí que la aprovechan?
 Allí la inversión en innovación es una prioridad. Y no sólo en grandes multinacionales, también las múltiples empresas medianas –de 600 a 800 empleados– invierten mucho y regularmente en I+D. Por eso tantas son líderes mundiales en nichos especializados. La experiencia y formación que el profesional español adquiera en ellas servirá aquí.

¿Cómo?
 Tras unos años de acumular dinero, conocimientos y autoestima en Alemania ese profesional puede volver a reinvertirlos aquí.

¿Tras jubilarse? ¿A cobrar la pensión?
Me gustaría ser muy realista. Alemania no es un paraíso: también tiene sus problemas.

Ustedes incumplieron en su día sus compromisos financieros con la UE.
Y hay regiones del Este que sufren un paro de hasta un 13 por ciento. Además, no todas las ofertas son de grandes multinacionales en ciudades de moda. Muchas son para empresas medianas ubicadas en pueblos donde tras el horario laboral los empleados no podrán gozar de un ocio cosmopolita, aunque sí, desde luego, de alta calidad de vida.

¿Cuáles son los defectos y las virtudes de la empresa alemana?
Su principal virtud es su apuesta por el largo plazo: planifica e invierte en innovación, Muchas empresas familiares reservan hasta el... ¡seis por ciento! de sus beneficios para investigación y desarrollo. Ese dinero daría para muchos caprichos si la familia propietaria prefiriera gastárselo en lujos.

¿Qué les falla a sus empresas?
Los alemanes confiamos en nuestras autoridades e instituciones sin cuestionar ni criticar sus directrices. Creemos que quien nos manda siempre tiene razón y, a veces, podríamos rectificar a nuestros dirigentes y evitar que, cuando ellos se equivoquen, también nos equivoquemos nosotros con ellos.

¿Eso es todo?
Tendemos a ser pesimistas y negativos: los alemanes somos capaces de ver defectos hasta en el árbol de Navidad.

¿Por qué el paro juvenil es aquí del 40 por ciento y en Alemania, inexistente?
Porque hemos adaptado nuestra tradición de formación gremial a la empresa moderna. La llamamos enseñanza dual, porque en ella colaboran los institutos y las empresas.

¿Cómo?
 Cada institución hace lo que sabe hacer mejor: el instituto enseña teoría y la empresa explica cómo aplicarla a sus necesidades productivas. Cuando los aprendices tienen 16 años, las empresas ya les hacen contratos de formación, los lehrlings vertrag.

¿Y les pagan?
 Entre 350 y 550 euros mensuales del primer al tercer año. Así el joven aprende en la empresa a trabajar con calidad, con planes y manuales enfocados al proceso productivo en continua adaptación y mejora.

Algo que un instituto no enseña.
Pero sí puede ir adaptando la teoría a esas necesidades productivas. Y es lo que hace durante 10 horas semanales, que complementan las de formación en la empresa.

¿Cuándo se supera el aprendizaje?
Cuando el aprendiz supera el examen de las cámaras de comercio para ser geselle. Con ese reconocimiento, llega hasta triplicar su sueldo inicial y la empresa empieza a cuidarlo todavía más, ya que se le considera un facharbeiter, un trabajador cualificado.

¿Y si quiere perfeccionarse?
 El geselle puede llegar a maister, tras superar otro exigente examen gremial y, una vez en posesión de ese titulo, ya está preparado para montar su pequeño taller o empresa y además se le permite tutelar y enseñar a sus propios aprendices.

¿Y si quiere ir a la universidad?
Siempre puede, además, preparar el abitur, bachillerato nocturno. Muchos presidentes de empresa fueron aprendices y lo superaron para ser universitarios.
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¡Volved, aprendices!
Hace años liquidamos nuestra tradición de aprendizaje gremial al sacar la formación de las empresas para confinarla en las aulas. Y perdió prestigio: parecía que sólo estudiaba FP quien no podía entrar en la masificada universidad. El resultado es que hoy somos la gran potencia europea en paro juvenil. Brandenburg explica cómo Alemania supo adaptar su formación gremial a las necesidades de la industria. Imitémosles: ¿no sería mejor que nuestros jóvenes aprendieran en una empresa ya desde los 16 años? Además de ofrecer empleos en Alemania, Brandenburg ayuda a profesionales en Iese y Resonance Consultants a "reinventarse", como se reinventó él al venir a Barcelona.

 

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