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viernes, 16 de septiembre de 2011

"Vivimos sobre una obra de arte irreproducible"Yann Arthus-Bertrand

Tengo 65 años. Nací en París y vivo en una casa en un bosque. Soy fotoperiodista. Estoy casado hace 35 años. Tenemos dos hijos. ¿Política? Ecologista amoroso. ¿Dios? Creo en el ser humano. Promuevo una revolución espiritual. Ya es demasiado tarde para ser pesimistas.
Sus fotos son espectaculares...
He querido mostrar la belleza de este planeta desde un ángulo insólito para los humanos.

Desde el aire.
Sí, algo impensable hasta hace un siglo. Se podía desde alguna montaña, desde un globo... ¡Me emociona ver cosas que sé que nadie ha visto antes!

¿Qué le ha asombrado más?
La naturaleza fractal del mundo: los afluentes de un río semejan las venas de una mano... ¡Ver la Tierra desde el aire es casi igual a mirar por un microscopio!

Sólo cambian las escalas.
Por eso a veces incluyo personas o animales en la foto, para que se entienda la escala. Lo formuló bien Pascal: "Lo infinitamente grande semeja a lo infinitamente pequeño".

¿Cómo empezó usted a hacer fotos?
¡Volando en globo, precisamente! Yo era piloto profesional de globos aerostáticos.

¡Curioso oficio!
Conocí en París a mi mujer, etóloga, me enamoré... y la acompañé a Kenia: ella viajaba allí para hacer su doctorado sobre el comportamiento de los leones.

Romántica historia.
Y allí decidí usar el globo para seguir a los leones desde arriba...

Debía de ser una preciosa perspectiva.
Sí, y comencé a hacer fotos: me convertí en fotógrafo. El periodo más feliz de mi vida.

Hoy ha fotografiado todo el planeta.
Para que lo amemos.

¿No lo amamos?
Sabemos que todos los indicadores anuncian el desastre medioambiental... ¡pero no queremos creerlo! Nos negamos a cambiar de actitud. ¡Necesitamos una revolución!

¿Qué revolución?
¡Una revolución espiritual! No vendrá de la política, sino de la conciencia. Y por eso hago fotos y documentales: para fomentarla. ¡Todos somos responsables!

¿A qué se refiere?
Rechazo el discurso ecologista maniqueo que culpa a los magnates del petróleo y exculpa a los consumidores por víctimas. ¡No, no, no! Cada vez que tú llenas de gasolina tu coche, tú eres corresponsable: colaboras en un sistema dañino para el planeta.

¿Y cómo vive usted?
Con la máxima conciencia y dejando la mínima huella medioambiental. Vivo retirado en el campo, cada mañana paseo por el bosque con mi perro, abrazo árboles...

¿Abraza árboles?
Siento su energía poderosa. Para mí estas vivencias son muy importantes. Y ahora ya sabemos que los árboles de un bosque se comunican entre ellos...

¿Sí?
Mediante señales químicas, sí. Y parece que las bacterias de ciertos árboles pueden atraer tormentas. Yo no sé vivir en el asfalto. Necesito sentir los pies en la tierra, aunque tenga la cabeza en las nubes, ja, ja... Soy ecologista, pero vitalista, no político.

¿Por qué no político?
Los ecologistas de partido no aman a los demás. Les falta una actitud más compasiva. No me interesa. El ser humano es un animal empático: eso es lo que quiero fomentar.

¿Cuál era su vocación siendo niño?
La de huir. No era feliz en la escuela: las escuelas eran muy autoritarias, y yo no soportaba la autoridad. Fui expulsado de catorce escuelas.

¡Catorce!
Por eso tiene su gracia que haya en Francia doce escuelas con mi nombre. Hoy los niños en las escuelas pueden ser felices...

¿Qué hizo después de la escuela?
Me escapé de casa a los 17 años y viví a lo loco en París, trabajando como actor en algunas películas... pero lo hacía fatal.

¿Qué piropo a sus fotos le ha colmado?
"¡Ver esto ha cambiado mi modo de ver la vida!", me han dicho a veces.

Usted comunica bien.
Si no amas a la gente, ¡mal harás tu trabajo de periodista! ¿Lo sabes, no? Es imprescindible amar a los demás para comunicar.

¿Qué foto le gustaría hacer ahora?
Una de la Tierra desde la órbita terrestre.

¿Qué paisaje le ha impactado más?
La Antártida, con sus valles pétreos, secos, barridos por vientos... Y, por sus colores, el parque natural de Yellowstone.

¿Qué medio aéreo es el idóneo para hacer sus fotos?
El helicóptero. Permite encuadrar desde todos los ángulos y alturas, aunque también es el más peligroso.

¿Ha tenido algún percance grave?
Hacía fotos en Nueva Orleans, cuando el Katrina, y mi helicóptero cayó: ¡era una muerte segura! Pero un árbol nos salvó milagrosamente. El helicóptero se partió en dos.

¿Qué aprendió de esa experiencia?
Salí ensangrentado... con la imperiosa necesidad de hacer dos cosas: una, llamar a mi mujer; y dos, beber un vaso de vino.

¿Y eso?
Comprendí que mi patria son mi mujer y lo que representa el vino para mí: mi tierra, mis amigos, la alegría de vivir...

Representa que seguimos aquí.
Y deberíamos seguir, pero sin dejar tanta huella. Desde el cielo veo que ya no hay rincones vírgenes en el planeta. ¡Vivimos sobre una obra de arte irreproducible!

Cuidémosla o... ¿qué?
El futuro está en nuestras manos, y pasa por el amor: amemos el mundo, amémonos... y vendrán las soluciones. ¡Ya es demasiado tarde para ser pesimista!
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'Home' y 'Human'
La conciencia ecológica nació cuando vimos nuestro planeta fotografiado desde el espacio, tan pequeño, bello, azul. Arthus-Bertrand nos fascinó con su libro de fotografías La tierra vista desde el cielo, que lleva vendidos tres millones y medio de ejemplares, y sigue sobrevolando el mundo, ahora para realizar documentales como Home, rebosante de imágenes asombrosas. Ha sido proyectado en la 18.ª edición del Ficma, el festival internacional de cine de medio ambiente más veterano del mundo, convocado desde Barcelona, que nos inyecta conciencia mediante imágenes. Ahora Arthus-Bertrand prepara Human, para escuchar cara a cara la voz de personas de todo el planeta

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