e acuerdo de mi abuela...
Usted es nieta 10.
Hace ya unos años, cuando me fui a hacer el doctorado a Alemania con una beca de La Caixa, me enseñó una contra suya a un científico y me dijo: "¡Nena, tú has de salir aquí!".
Pues su abuela acertó.
Pero lo importante no es salir por salir, sino para potenciar lo que haces.
¿Qué hace usted?
Una arteria artificial. La fabricamos en material biodegradable y la recubrimos de un cultivo celular de varias capas...
¡Magnífico! Salvará vidas.
Espero que pronto. Por ahora, experimentamos en una incubadora, dentro de una bomba que hace de corazón y reproducimos así las condiciones reales para perfeccionarla.
Fascinante.
Es sólo el principio. Además, hemos creado una empresa, Regenear, que ha ganado el premio Bioemprendedor XXI.
¿Qué investigan?
Trabajamos en generar cartílago artificial para reparar e implantar orejas y narices.
¡Como en Blade runner!
¿Qué?
¿No ha visto Blade runner? Allí salíaun chino que fabricaba ojos artificiales.
Regenear no surgió de una película, sino de un caso real. Yo me muevo por pasiones. Una compañera de promoción del Institut Químic de Sarrià (IQS) y yo nos quedamos embarazadas al mismo tiempo...
¡Enhorabuena, mamás!
Y casi alumbramos a la vez, pero mi hija tuvo más suerte que la suya, que nació sin una oreja...
Lo siento.
... Por eso fundamos Regenear (de ear, oreja en inglés). Una empresa que también es una ilusión de infancia. Yo quería ser médico, pero mi abuelo me convenció de que fuera ingeniera biomédica, porque los médicos aplicarían nuestras soluciones.
Bien por su abuelo.
Pero mi abuela, cuando le dije que quería ser ingeniera de tejidos...
¿...?
Se puso seria y me dijo: "Nena, piénsatelo bien, que el textil está muy mal".
Son tejidos biomédicos: el futuro.
Es un símbolo de cómo resituarnos frente a la globalización. No compitamos por fabricar tejidos baratos: innovemos en estos.
¿Le costó llegar a ser ingeniera?
Tengo la suerte de sentirme muy estimulada por las dificultades. Tras graduarme en el IQS, tuve que irme a Alemania a doctorarme sin saber alemán, pero eso me pareció la oportunidad ideal para aprenderlo.
¡Esa es la mentalidad ganadora!
Cuando acabé en Alemania con los últimos euritos de la beca, decidí ir a conocer a mis héroes, los bioingenieros del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Bonita excursión.
Me planté en Boston sin avisar a nadie: ni secretarias, ni horarios, ni citas ni historias. Fui a buscar sus nombres en las puertas de los despachitos del MIT y todos me abrieron, me sonrieron y me escucharon.
La inteligencia sólo puede ser abierta.
Y me quedé como posdoctora y después como investigadora.
Como tantos talentos emigrados...
Nada de emigrar: soy un puente entre Catalunya, España y Boston. Y seguí y sigo cooperando con el IQS. Cada mes iba y venía y voy y vengo. Y no soy la única: como yo están Izpisúa, entre el Salk y Barcelona, o Fuster, Massaguer, Baselga, Teresa Gómez Isla...
¡La Contra los saluda!
Somos commuters (vamos y venimos regularmente) de la investigación entre EE.UU. y Barcelona. Somos puentes de la ciencia y la innovación, porque ya no se puede avanzar sin superar fronteras.
Usted es un megapuente.
Vi que el MIT tenía programas con China, Francia, Japón, India... ¿Y España?
¿...?
Me fui a hablar con los jefes y me dieron un no por nuestra imagen de siesta y fiesta...
Es que a veces se la damos.
No lo acepté, y me dijeron que necesitaban que sus estudiantes tuvieran interés por ir a España... ¡Fácil!, porque la mayoría ha estudiado español y quiere practicarlo.
¿Sólo eso...?
Además, una red de contactos y empresas, que yo conservaba del IQS, y me ayudó Cervera en la Cambra de Comerç. Y un líder.
Eso ya lo tenían.
"¡Soy yo!", les dije. Y aceptaron. Y ya llevamos 250 ingenieros del MIT que han trabajado aquí y 50 del IQS que han ido para allá.
Brilliant!
Y sólo estamos despegando. El programa de España de I+D+i con el IQS, la Universidad de Zaragoza y el MIT promete. Aunque los catalanes somos mayoría...
Mejor catalanizar España que españolizar Catalunya: ¿mantendrá la ilusión?
No tengo más remedio. A veces, amigos profesores de aquí me preguntan si soy "funcionaria del MIT" y les explico que allí no hay funcionarios. Cada enero, todos recibimos una carta del prebost -o no- en que nos anuncia que el contrato anual será renovado y nos desea buena suerte para el año próximo.
¿Y si no...?
Pues a buscar otro trabajo. Pero le aseguro que los buenos renuevan años y años. Y no tengo la menor intención de dejar de trabajar como los mejores.
Un puente al futuro
En los años noventa la Universidad de California no renovó su contrato anual a cuatro premios Nobel por su bajo rendimiento académico. Fue portada en The New York Times y se lo recuerdo a la ingeniera Balcells. Ella me cuenta cómo sus amigos investigadores y profesores españoles le preguntan si es "funcionaria del MIT", y ella les explica que allí cada año te renuevan... o no. Pero lo dice con una sonrisa estimulante y confiada, porque ella va a seguir siendo investigadora puntera. Me explica su carrera y cómo la barrera del alemán acabó siendo un trampolín, porque la pasión por investigar trasciende lenguas y fronteras. Cuando la escuchas, quieres quedarte con ella en el país de la ilusión por la ciencia.
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