ENTREVISTA | Pierre Joliot-Curie
'Veo con preocupación la situación de la ciencia a consecuencia de la crisis'
- Joliot-Curie cree que a veces los fondos para I+D "se usan de forma tóxica"
Como Antonio Torres Heredia en el poema de Lorca, Pierre Joliot-Curie es hijo y nieto de Camborios. Su abuela, Marie Sklodowska Curie (Madame Curie) fue la primera persona y la única mujer que recibió dos premios Nobel en distintas categorías -Física y Química-. Su abuelo, Pierre Curie, compartió el galardón de Física en 1903 con su esposa y con Henri Becquerel. Y sus padres, Frédéric e Irène Joliot-Curie, también obtuvieron el Nobel de Química en 1935. Él ha cumplido los 80 años, pero nunca ha sentido la presión genealógica de tener que corresponder a los logros de su familia. Acaba de visitar Madrid con motivo de la clausura del 'Año Marie CURIE', que se ha celebrado en España con la colaboración de las embajadas de Francia y de Polonia, el país natal de la brillante investigadora.
Usted es hijo y nieto de premios Nobel. ¿Ha sentido la presión de tener que serlo también usted a lo largo de su carrera investigadora?
La manera en la que mis padres me transmitieron qué es la ciencia y lo que significa ser científico me ha protegido de esa presión. De hecho, yo fui un estudiante mediocre cuando era niño. Mis padres nunca me presionaron para que mejorase mi rendimiento. Mi hermana era muy buena estudiante y yo era un poco peor. Y aún así lo que mis padres me enseñaron es que la ciencia es un juego en sí misma. Cuando fui a la universidad no estaba convencido del todo de que la educación que había recibido en este sentido de mis padres era la correcta. De hecho, mi problema era exactamente lo que usted ha mencionado: que la probabilidad de que yo fuese un científico de la talla de mis padres o de mis abuelos era muy baja... o cercana a cero. Pero, cuando empecé a trabajar en un laboratorio, ese problema desapareció inmediatamente, porque sentí tanta satisfacción de estar haciendo ciencia, que supe que mi problema ya no sería más si ganaría o no el premio Nobel. Lo importante era que yo era feliz haciendo este trabajo. En ese momento me di cuenta de que lo que mis padres me habían repetido durante mi infancia y juventud era verdad.
Y su hermana, ¿sintió ella esa presión por el hecho de ser buena estudiante?
No lo creo. Porque nos educaron de una forma que nos protegía de ese tipo de presión. quizá la única presión que tuvimos como jóvenes investigadores fue la forma en que la gente se comportaba con nosotros por tener el apellido que teníamos.
¿En su casa se respiraba un ambiente especial que les empujara a ser científicos de gran nivel? ¿Hubo algo especial en su educación?
Sí, creo que había un entorno favorable, porque en mi casa y, aunque nunca lo viví, también en la de mis abuelos, siempre hubo una visión muy positiva de la ciencia. No demasiado dirigida al éxito científico, sino más bien hacia el placer de hacer ciencia. Y también, esto siempre lo he dicho, tanto mis padres como mi abuela Marie Curie transmitieron la sensación constante de que la ciencia era como un juego de niños y que está íntimamente relacionada con el trabajo artístico y creativo. Mi madre siempre solía decir que lo importante no es la cantidad de esfuerzo que haces, sino la calidad del trabajo que hacer. Eso es precisamente lo contrario de la visión actual de la ciencia, donde hay una presión enorme sobre los jóvenes científicos para que publiquen más y más investigaciones. Mis padres decían que si no tienes nada nuevo que aportar, es mejor que no publiques nada. La mayoría de las investigaciones que se publican en la actualidad son sólo confirmaciones de algo que ya se sabía. La presión actual es para publicar de forma cuantitativa y no cualitativa, justo lo contrario de lo que yo aprendí en mi casa.
¿Se plantearon usted o su hermana alguna vez hacer una carrera que no fuese científica?
No puedo contestar por mi hermana. Pero yo siempre estuve convencido de que mi padre hubiera sido feliz si yo hubiese escogido una carrera artística. Pero yo no era muy bueno haciendo cosas con mis manos. Pero, una vez más, nunca sentí presión alguna para ser científico. La única referencia que siempre tuvimos es que la ciencia es muy similar al juego que puede hacer un niño con un tren de juguete o con un mecano. Ahora tengo 80 años. Estoy retirado. Pero sigo haciendo el mismo trabajo cada día y a jornada completa que hacía cuando era un joven científico. Eso es un gran placer para mí, puedo seguir jugando en un entorno intelectual estimulante y que me considera una persona perfectamente normal, no un gran jefe con el que hay que mantener la distancia.
Así que ustedes tuvieron en casa trenes y juguetes como los de cualquier niño. En su casa no había sólo pequeños laboratorios con los que ir entrenando...
(Risas) No. No. En alguna ocasión hice algún experimento loco en casa, pero lo normal es que jugase con trenes y juguetes como los de otros niños. Fui a una escuela pública normal. Y recibí una educación convencional. Mis padres no quisieron darnos una educación especial que pudiera perturbarnos debido a nuestro origen. Eso me ayudó mucho.
¿Hay alguna clave en la educación de un niño que se cría entre premios Nobel para despertar su interés por la ciencia?
No hay ninguna clave especial. Sí hay aspectos clave, pero no es algo exclusivo de mi familia. Es algo que comparten casi todos los grandes científicos: un elevado grado de libertad, no demasiada presión, la posibilidad de adaptarse inmediatamente a nuevas situaciones cuando se hace un experimento y no estar cerrado en un programa determinado que impida pensar de forma libre. Pero se debe a un entorno sociológico, no genético.
Su abuela renegó del catolicismo y se convirtió en una de las primeras agnósticas practicantes del Francia. ¿Cree usted que religión y ciencia son irreconciliables?
Yo, al igual que mi abuela y mis padres, soy agnóstico, por eso es difícil para mí responder a su pregunta. Me consta que existen grandísimos científicos que no son agnósticos, sino personas muy religiosas. Pero la mayoría de los investigadores que yo conozco son agnósticos, incluso agnósticos militantes. Es muy difícil para mí responder porque no es mi problema, es algo que deben responder quienes tienen ese conflicto entre los pensamientos científico y religioso.
Hace pocos meses 42 premios Nobel escribían una carta a la UE para pedirle más apoyo a la ciencia en tiempos de crisis. ¿Ve usted con preocupación la situación de la ciencia actual debido a las dificultades económicas?
Pues rotundamente sí, lo veo con preocupación. Porque en momentos de crisis económica la ciencia se puede ver desfavorecida, en concreto la ciencia básica. Vivimos en una sociedad cortoplacista, y este tipo de investigación requiere una inversión a largo plazo, por tanto, es la que se ve más amenazada.
¿Hasta qué punto es importante que cada país de la UE llegue al 3% del PIB dedicado a I+D?
Es un objetivo muy importante. Pero para mí es igual de importante la forma en la que se usa y se distribuye el dinero. Me inquieta la dirección que toma la financiación de la ciencia básica, que se centra mucho en programas muy definidos. Esto hace que sean fondos que se usan a veces de forma ineficaz, incluso de forma tóxica. Es tan importante la cantidad como la forma de usarlo.
¿Es posible ser competitivo desde un punto de vista científico y económico con presupuestos en ciencia reducidos?
Desde luego, cuando disminuye el presupuesto disminuye la competitividad. Pero, además, a esto se suma la modificación del modo de distribuir los recursos escasos.
Son bien conocidos los logros de su familia, pero me gustaría que destacase usted los principales logros de su propia carrera científica.
La verdad es que creo que no me corresponde a mí decidir si mis descubrimientos han sido muy notables. Mis contribuciones han versado sobre todo en cómo la luz permite hacer la fotosíntesis. Pero no me corresponde a mí valorarlo. Y creo que esta actitud es necesaria en un científico, porque en general cuanto más satisfecho está un científico de su trabajo, peor científico se hace.
¿Continúa la saga Curie en sus hijos y sobrinos?
Tengo dos hijos que se dedican a la investigación biológica y además tengo un sobrino que es un planetólogo brillante. Por lo tanto, el balance es de tres científicos de cuatro personas en la cuarta generación.
¿Hubiese sido una decepción si no hubieran sido científicos?
La verdad es que no me hubiera decepcionado. Tanto mi hermana como yo les dimos libertad de elección a nuestros hijos. De hecho, la sobrina que no es científica, se dedica a la gestión y le va muy bien. Creo que mis padres tampoco se hubieran decepcionado si nosotros no nos hubiésemos dedicado a la ciencia. Yo creo que la imagen que nos transmitieron de la ciencia nos sedujo. Lo que sí les hubiese decepcionado es que hubiéramos elegido un oficio que no hubiésemos desarrollado con pasión.
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