La metamorfosis de oruga a mariposa no es el fenómeno más sorprendente del gusano de seda. El Bombyx mori, como se le llama en el mundo científico, es una mina para la biotecnología en todas las fases de su ciclo vital.
La larva se utiliza como biorreactor para producir proteínas de interés terapéutico; con la proteína pegajosa que envuelve al hilo (sericina) y el aceite de la crisálida se elaboran cremas con propiedades cicatrizantes y regenerantes, y con la proteína que constituye la seda (fibroína) se fabrican armazones donde sembrar células madre que reconstruyan tejido óseo o piel.
El biotecnólogo Cenis empezó a indagar en los nuevos usos del gusano de seda que veía criar a los huertanos en la pedanía de La Alberca
“La fibroína acumula propiedades que la hacen única: no provoca rechazo en los tejidos humanos, es inocua, ofrece mucha resistencia y además se reabsorbe con el tiempo. También resulta más económica y sostenible que otros biomateriales y la materia prima la tenemos aquí, en Murcia, a nuestra mano”, explica a Sinc José Luis Cenis, jefe del Equipo de Biotecnología delIMIDA e investigador principal del recién inaugurado Centro de I+D en Bioproductos del Gusano de la Seda para Biotecnología y Biomedicina.
Murcia, tierra de sedas
No es casualidad que este complejo biotecnológico, único en Europa, se encuentre en Murcia. “China fue la cuna de la actividad sericícola hace 5.000 años. Entre los siglos XV y XIX llegó a ser un sector fundamental de la economía española, principalmente en la zona de Levante y en Granada. A finales del XIX, una devastadora epidemia de pebrina provocó un colapso en la cría del gusano de seda en toda Europa; una plaga a la que Louis Pasteur logró poner fin pero que modificó totalmente el sector”, relata Cenis.
A partir de ese momento, la producción se concentró en Murcia y el Ministerio de Fomento decidió en 1892 crear la Estación Sericícola en esta ciudad para tecnificar la actividad y mejorar el control sanitario de la cría. Aquel instituto tecnológico, sin función desde que la industria de la seda desapareció en 1976 por la competencia china y la aparición de las fibras artificiales, acogió en febrero el flamante centro de I+D que se propone rescatar el histórico negocio de la seda.
Colaboración el MIT
El inicio del proyecto fue fortuito. Movido por la curiosidad, Cenis empezó a indagar en los nuevos usos del gusano de seda que veía criar a los huertanos en la pedanía de La Alberca, donde se encuentra el IMIDA. En la cultura local persisten vestigios de la sericicultura muy arraigados. Solo hace falta pasear por los jardines de Murcia para observar las chimeneas de las antiguas fábricas de la seda o fijarse en primavera en los escolares que salen del cole con una caja de zapatos llena de gusanos que el profesor les ha entregado para que observen el ciclo biológico del insecto en su casa.
En 2006, la idea de Cenis y su equipo se materializó en un plan de investigación sobre biomateriales de seda, en estrecha colaboración con equipos de terapia celular, ciencia de materiales, ingeniería tisular, nanociencia, electroquímica y tecnología de los alimentos.
La estrategia consistía en contactar con los grupos punteros en el uso biotecnológico de la seda del gusano de China, Italia y Estados Unidos, e incorporar estas tecnologías al sistema investigador murciano. En el proyecto se ha involucrado el equipo de David Kaplan, del departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Tufts, que describió en 2004 las propiedades de la fibroína como biomaterial; y el departamento de Ingeniería Química del Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde el biólogo Salvador Aznar Cervantes, del IMIDA, realizó una estancia.
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