VIOLINES DE OTOÑO
Los que tenemos el privilegio de actuar como observadores del impresionante
cambio tecnológico que se está produciendo no damos abasto. Interpretar los
profundos cambios estructurales que se están produciendo en los fundamentos de
la mayor parte de la economía es un reto intelectual ingente. El momento es realmente
apasionante.
http://xavierferras.blogspot.com.es/2016/09/violines-de-otono.html
En pocos días nos hemos enterado que las grandes plataformas digitales
(Apple, Google, Amazon, Facebook y Microsoft) son ya las empresas de mayor
valor mundial por cotización bursátil. Uber viene detrás. Por el camino han
quedado las grandes petroleras, que dominaban el mundo de los negocios hasta
hace poco. Nubes de start-ups están colonizando la mayor parte de los sectores:
desde el retailing hasta las
tecnologías médicas. El automóvil es un caso aparte, que ya iremos desgranando
en los próximos meses a medida que los acontecimientos se vayan acelerando
todavía más. La oleada de operaciones corporativas, por las cuales las grandes
marcas están adquiriendo velozmente y a precios astronómicos empresas
emergentes de guiado, posicionamiento, ciberseguridad, electromovilidad y
sistemas de vehículo compartido, es espectacular. Todos ya sin disimulo enfocados
a lanzar vehículos sin conductor, sin volante, sin pedales, sin cambios de
marcha y sin motor. Compitiendo contra Apple, Google, Baidu, Tesla y Uber,
entre otros. El choque será formidable. La batalla más intensa se dará en el
campo de la compatibilidad: los infinitos sistemas emergentes deberán ser
perfectamente compatibles (es impensable que un vehículo Google no “se
entienda” electrónicamente con un vehículo Ford). El futuro: posiblemente la
emergencia de un estándar como el que surgió en los 80 con el IBM PC. ¿Quién
será el IBM PC de los coches? ¿Y el Intel? ¿Y el Windows?
Por medio, hemos conocido que Apple no paga impuestos en Irlanda,
violando las leyes de la competencia europea. Emerge con fuerza la
Mazzucatonomics (o las teorías de desarrollo económico de Mariana Mazzucato):
el motor del capitalismo es el cambio tecnológico, pero hay fases del mismo que
el propio capitalismo jamás cubrirá. Si queremos un mundo de crecimiento
inclusivo, sostenible e inteligente (basado en ciencia), no sólo debemos
preocuparnos de la tasa de
crecimiento, sino también de la dirección
del mismo. Y ahí es donde entra el rol del estado (el “Estado Emprendedor”
según Mazzucato). Si deseamos un mundo mejor, hay que crecer en la dirección de
solventar los grandes problemas del ser humano.
Y para ello es preciso destinar recursos públicos, invirtiendo en
ciencia y tecnología, acumulando masa crítica de talento en esas direcciones.
Cuando el mercado no lo haga, la administración deber tomar estratégicamente el
relevo. Mazzucato es contundente en el caso Apple: el milagro de la manzana
recibió notorias ayudas en competencia desleal en Irlanda; y poco conocidas
ayudas legales en Estados Unidos, un país que desde la II Guerra Mundial ha
concentrado recursos públicos para acelerar el progreso tecnológico (y
económico) en electrónica y comunicaciones. El Reino Unido, pese al terrible
error del Brexit (que ya veremos si se consuma) parece que lo tiene claro: su
nueva primera ministra, Theresa May no para de hablar de recuperar una sólida
estrategia industrial.
Por
aquí seguimos instalados en el confort. Avanzamos notablemente bien en
la emergencia de startups, y en el crecimiento del espíritu emprendedor
(especialmente entre los jóvenes, lo cual es una buena noticia, aunque
quizá es
porque no tienen alternativa). Seguimos gozando de grandes figuras
científicas,
que continúan avanzando en la frontera del conocimiento en sus campos
específicos (aunque muchos de sus descubrimientos tardarán décadas en
tener aplicación práctica). Estamos orgullosos de nuestra sensibilidad
por las ciudades
inteligentes (smart cities), o por
las iniciativas de economía colaborativa (florecen las empresas de bicing, carsharing, e intercambio de
todo tipo de bienes). La innovación es fashion.
Pero nuestra industria sigue languideciendo. Nuestras pequeñas empresas carecen
de fuerza tecnológica. Nuestra tasa de inversión agregada en I+D sigue en caída
libre. Nuestras universidades tienen serios problemas culturales e
institucionales para transferir tecnología. Nos faltan grandes retos tractores,
grandes iniciativas que nos sitúen de verdad en la economía del conocimiento. Todo
ello en un momento en que Europa se fractura, China se consolida como superpotencia económica y
tecnológica, el Mediterráneo se desangra y (por cierto) peligran muy seriamente
nuestras pensiones y nuestro estado del bienestar.
Me apasiona la Historia. Estos días he recordado los versos de Paul
Verlaine que los aliados enviaron a través de la BBC en junio de 1944 como
clave para anunciar el desembarco de Normandía a los partisanos franceses.
“Los largos sollozos de los violines
de otoño hieren mi corazón con monótona languidez”
No sé si los lamentables debates de investidura a los que hemos asistido contenían algún verso en clave para anunciar a los pocos partisanos que quedamos desperdigados y exhaustos, que por fin llegarán iniciativas de impulso real al cambio de modelo productivo y a la activación de mecanismos de creación de riqueza. No he oído nada de todo ello. Pero sí que me ha sonado a herida en el corazón, a triste sollozo, a violines de otoño, y a monótona languidez.
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