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sábado, 10 de noviembre de 2018

Los alimentos “naturales”, una moda out POR DEBORAH GARCÍA BELLO y deborahciencia


Los alimentos “naturales”, una moda out

portada moda
Queremos comer sano, llevar una dieta equilibrada, pero parece que cuanto más sabemos sobre los alimentos que consumimos más confusión se genera. Encontramos reportajes en todos los medios de comunicación que crean alarma sobre el consumo de ciertos alimentos, pasando de haber sido beneficiosos para la salud a ser lo peor de lo peor en un abrir y cerrar de ojos, a otros que parecen haber hallado en una dieta o en un alimento concretos el elixir de la salud eterna.
A veces tendemos a pensar que el origen de muchas de estas creencias y hábitos alimenticios se generan por culpa de reportajes poco rigurosos que aparecen en programas de televisión o en prensa no especializada, de consumo masivo. Es el caso de las revistas de moda: ¿quién no se ha enterado de alguna nueva dieta milagro o algún alimento común convertido en veneno leyendo una revista de moda? ¿O acaso tenemos ese prejuicio porque estas revistas están llenas de fotos de modelos preciosas y esbeltísimas que afirman llevar una alimentación que raya en lo enfermizo?
Pues me he llevado una grata sorpresa con algunas revistas de moda. Leyendo sus reportajes sobre nutrición me he encontrado con todo lo contrario: artículos y entrevistas escritos de forma muy sencilla que animan a ser más críticos con lo que leemos, con la publicidad, y con todo lo que lleve la etiqueta de “milagroso”, “prodigioso” y hasta “natural”.
En el número de noviembre de VOGUE España me encontré con un artículo firmado por Yolanda Ormazabal titulado El nuevo régimen. En este artículo se describen diferentes tipos de dietas que están causando furor, y científicos de la talla del bioquímico José Miguel Mulet, la médico nutricionista Paula Rosso, o la farmacéutica Victorina Aguilar, ponen los puntos sobre las íes, y explican de forma clara por qué estas dietas no son ni milagrosas ni tan saludables como las pintan. Las palabras que encabezan el artículo ya dejan en jaque a muchas de ellas: Ayunos terapéuticos, monodietas, alimentos prohibidos, métodos exóticos… Casi todas estas dietas tienen varias cosas en común: un aura mística, la promesa de prevenir el cáncer y la supuesta garantía de una salud de hierro. Son los caprichos, en palabras de sus detractores, de una civilización con la nevera llena.
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En el artículo quedan desarmadas dietas como la monodieta del arroz integral, que se publicita como “dieta depurativa”, pero para ella J.M. Mulet es tajante: Hay tóxicos que se acumulan en la grasa, pero el arroz no los elimina porque no va al tejido graso, sino al estómago.
También se critica el crudiveganismo, esa dieta en la que los alimentos sólo se “cocinan” por debajo de los 40ºC, y es que cocinar los alimentos es la forma más elemental de higiene. (…) Hay vitaminas que sólo se asimilan gracias al calor, por ejemplo la vitamina A, que no la asimilamos si tomamos un tomate crudo, pero al freírlo ésta se hace asimilable. Además esta dieta prescinde de la carne, es vegana, por lo que la doctora Paula Rosso, alerta de que esta dieta acarrea un déficit de vitamina B12, básica para el desarrollo del sistema nervioso, además de un montón de problemas dentales.
Otras dietas que aseguran beneficios tan desvergonzados como curar el cáncer son criticadas y rechazadas en este artículo con argumentos científicos de peso y comprensibles para cualquiera. La dieta alcalina por ejemplo, la que trata de controlar el pH del organismo por medio de la alimentación, es un fraude, ya que nuestro organismo precisa de un pH concreto, y éste es muy difícil de alterar. De hecho, si se alterase el pH del organismo las consecuencias serían catastróficas. Otro ejemplo de este tipo es el de la enzima prodigiosa, uno de los mayores fraudes recientes y un peligro para la salud de quien verdaderamente padezca un cáncer, puesto que ninguna dieta puede curarlo. Lo que dice el autor de este libro es falso, sin más, o como dice J.M. Mulet: Sabemos perfectamente qué son las enzimas, cómo se regulan, cómo funcionan, y lo que dice el doctor Shinya –autor del libro La enzima prodigiosa, sencillamente, no es verdad.
En el número de enero de COSMOPOLITAN aparece un artículo de Cris Castany que cuenta con la colaboración de la doctora especialista en nutrición Luscinda López que nos habla de las propiedades de siete plantas y sustancias “naturales”, en qué alimentos las encontramos, cómo consumirlos y por qué, y lo más importante: las contraindicaciones, porque todo “lo natural” no es bueno por definición. En el artículo se habla de la equinácea y se desaconseja su consumo en personas con piel atópica o enfermedades autoinmunes, del própolis, que es considerado alérgeno y no debe consumirse en el embarazo y la lactancia, de los probióticos, desaconsejados para intolerantes a la lactosa, etc. Lo mejor del artículo es precisamente el apartado de dudas, ya que coloca en una posición destacada la desmitificación de ciertas ideas como que lo natural no es siempre bueno, además de indicar que antes de consumir cualquiera de estos alimentos “naturales” hay que consultarlo con el médico, ya que el problema de estos productos no es que no funcionen, es que sí lo hagan, es decir, que tengan actividad farmacológica y ésta pueda ser contraproducente.
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En el número de enero de la revista GLAMOUR encontramos un artículo firmado por Elena Mandacen titulado ¿Es la comida la nueva toxina? En este artículo se critica la creciente y desmedida preocupación por comer sano.
La comida se ha llenado de letra pequeña y ha generado a su alrededor una red de auténticos fieles: flexitarianos, flexiveganos, crudívoros. Parece que si no formas parte de alguno de estos grupos estás condenado a una pésima calidad de vida. En una sociedad en la que la obsesión por comer sano, ortorexia, y que afecta a cerca de un 28% de la población, conviene preguntarse hasta qué punto estamos exagerando y tratando a los ingredientes como si comprásemos medicamentos.
En el artículo se habla de la moda de los productos sin lactosa o sin gluten, que no ofrecen ninguna ventaja para el consumidor general (tal y como he explicado en artículos anteriores como éste y éste, y en entrevistas como ésta), y que el consumidor medio desconoce qué son muchos de los ingredientes de los alimentos, muchas veces tachándolos de nocivos sin saber por qué, o atribuyéndoles a otros beneficios desmedidos.
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La publicidad, en este caso la mala publicidad, se encarga de crear falsos mitos sobre los alimentos, de generar fobias a ciertos componentes que no suponen ningún riesgo para la salud, como son la lactosa, el gluten, los conservantes, los aditivos… sólo para diferenciarse del resto, induciendo a error de forma deliberada. Si enumerásemos los ingredientes de una manzana, una fruta común muy natural, nos daríamos cuenta de que no sabemos qué son la mayor parte de ellos y de que muchos son conocidos aditivos que la manzana lleva de forma natural, y no por ello catalogamos a la pobre manzana de veneno.
No todo el mundo tiene tiempo o ganas de leer toda la información que hay sobre determinados alimentos y dietas, ni tiene la formación adecuada para diferenciar qué es publicidad engañosa y qué es información veraz, y muchas veces la primera toma de contacto con ciertas ideas se da con medios no especializados, como en este caso pueden ser las revistas de moda, así que es de agradecer la presencia de artículos sencillos y rigurosos que dan prioridad a los argumentos científicos y se dejan de pamplinas altamente peligrosas.
Hay que tener en cuenta que todo lo que llega al mercado, debidamente etiquetado, es seguro. No debemos buscar fantasmas donde no los hay, porque todos los alimentos han pasado rigurosos controles de calidad antes de llegar a los consumidores, absolutamente todos.
Lo criticable en alimentación son los casos en los que la publicidad induce a error, atribuyendo cualidades beneficiosas a un producto que nos las tiene, o no en la medida en la que los publicistas nos quieres hacer entender, o induciendo a pesar que otros productos no son tan buenos o contienen algo que no deberían contener (como gluten o lactosa, que son beneficiosos para todos, excepto para intolerantes o celiacos), o sencillamente tergiversando los hechos, como los productos que afirman llevar “calcio de leche, leche”, como si existiesen varios tipos de calcio, o llamando “eficalcio” a la vitamina D, y un largo etcétera.
Está claro que comer sano es bueno, pero obsesionarse con lo “natural” es absurdo y no está de moda, que hasta lo dice la Vogue.
Este artículo participa en el XLIII Carnaval de la Química, edición tecnecio, organizado por Carlos Lobato en su blog La ciencia de la vida.


http://dimetilsulfuro.es/2015/01/19/los-alimentos-naturales-una-moda-out/?fbclid=IwAR3S6KC1f0qcobxE2W6QWD-j_zVe_SevRn_hfYjjKHNPQBMa8My2q2PXOeo

2.Interesante blog de la quimica Debora:


deborahciencia

 

https://www.youtube.com/channel/UCibUX4QoSrRwmBZf0Ig-OCg

No más pseudociencias en espacios públicos. Sin excusas.

https://www.youtube.com/watch?v=9k4458IH2gQ&feature=share

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