Les han “rescatado”… sin asegurarse que su “codicia e irresponsabilidad”, en palabras del Presidente Obama, ya no volverán a crear problemas porque los sistemas de vigilancia y regulación lo impedirían.
Pero la economía virtual es de tal magnitud y el poder financiero tan fuera de escala, que si no se toman drásticas medidas puede verse gravemente afectado el destino común de la humanidad.
Corremos el riesgo de tener más de lo mismo: las mismas fuentes energéticas, los mismos transportes para los mismos consumidores, los mismos productos y bienes para los que habitan en el barrio próspero de la “aldea global”.
Parecen no darse cuenta de que se trata de un cambio sistémico y no de ciertas “reparaciones” en el capitalismo que ha desembocado en la gravísima situación actual. Es ridículo que estemos discutiendo días y días para que, por fin, como un gran éxito, la Unión Europea aporte para hacer frente al cambio climático la misma cantidad que se invierte en armas en sólo tres días actualmente.
Los Estados Unidos de Norteamérica, en el año 2007, invirtieron más de 800 mil millones de dólares en gastos militares. Luego igual cantidad para el “rescate” de los bancos de economía especulativa… ¿Y cuánto pueden ahora contribuir para sanar las heridas de la Madre Tierra y dejar a las generaciones venideras un mundo habitable?.
Es apremiante, pues, que los Estados impongan la supresión de los paraísos fiscales; que, al menos parcialmente, se reduzca la economía especulativa y se amplíe la producción y el consumo en amplios sectores de la población mediante un plan global de desarrollo sostenible, con fuertes inversiones en energías renovables, en producción de alimentos y agua, en salud, en transporte eléctrico, en la protección del medio ambiente, en viviendas ecológicas… Al desarme nuclear, tan bien liderado por el Presidente Obama, deberá unirse la rápida reducción de los arsenales militares (por cierto, se trata de armamento propio de guerras convencionales pretéritas, inadecuado totalmente para las confrontaciones presentes) que hoy, por la extraordinaria magnitud de los gastos que conllevan, representan –no me cansaré de repetirlo- más de 3 mil millones de dólares al día mientras mueren de hambre más de 60 mil personas.
Tenemos el conocimiento, la tecnología y los medios para hacer frente a los grandes desafíos. Pero necesitamos un marco ético jurídico a escala supranacional que tenga la autoridad y los recursos para poner orden en tantos desmanes actuales (tráficos de toda índole -¡personas incluidas!-, depredación del medio ambiente…). Unas Naciones Unidas reforzadas deben incluir plenamente a la Organización Mundial del Comercio, al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, y sustituir a los “globalizadores” de los G-7, G-8, G-20… que tantos perjuicios han causado.
Exijamos el cambio. Y estemos alerta porque la segunda ola, si les dejamos hacer, podría irrumpir de nuevo en nuestras vidas, aumentando todavía los actuales desgarros sociales.
El momento de la gran movilización virtual y real ha llegado. Es intolerable que un grupo de plutócratas atenten gravemente contra el destino de la humanidad en su conjunto.
El momento de la revuelta de la sociedad civil no puede demorarse. Debemos fijar una fecha no lejana para que sean millones los ciudadanos que, a través de los medios informáticos de comunicación, a través de manifestaciones y actos de la más diversa índole, levanten la voz, pacífica pero firmemente. Se cumpliría así el inicio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos…”.
Alerta: hay que evitar la “segunda ola”
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