aya a fiestas de gente que no ve nunca o ni siquiera conoce.
¿Hablo con desconocidos?
Haga justo lo contrario de lo que le decían en el cole. Porque esos vínculos débiles de su red le proporcionarán más información relevante que los fuertes: sus amigos de siempre.
¿Cree que los amigos no nos la dan?
Los vínculos fuertes de su red ya comparten los mismos datos que usted, y su información, además, está condicionada por su amistad. Si podían mejorarle, ya lo han hecho.
Usted es matemático: ¿cómo sabe eso?
Porque soy matemático. Todo cuanto le explico está fundamentado en fórmulas matemáticas de la teoría de redes. Y puede aplicarlas también a su empresa: ¡mire!
Un circuito, una red de rayas y puntos.
Es el flujo de datos en una empresa con trescientos nodos, trescientos empleados. Ahora, fíjese en los puntos rojos: son los jefes.
Pues se relacionan poco esos jefes.
Porque son malos: tienen cargo, pero no datos, poder real. Esta jerarquía recibe y da datos -pocos e irrelevantes- en vertical pero, en cambio, se le escapa el flujo de información de la empresa. La información esencial fluye horizontalmente irradiada por los cuatro empleados hub (nexo).
Y el último en enterarse es el jefe.
Por eso, trazamos este croquis preguntando a los empleados quién les daba y a quién daban datos en la empresa y así localizamos a los cuatro hubs de la red. Luego aconsejamos a los directivos que se comunicaran regularmente con ellos y trabajaran juntos.
¿Cómo te conviertes en hub?
Te convierten. Te hacen hub, porque inspiras confianza y los compañeros te brindan su complicidad y te proporcionan sus datos.
Teoría, no, pero redes hubo siempre.
La vida son redes. Algunas tienen millones de años como la genética o cientos de miles como el cerebro o siglo y medio como la telefónica, pero la teoría de redes apenas diez.
¿Por qué ha tardado tanto?
Porque antes no teníamos herramientas informáticas ni mapas como el genoma para explorarlas sistemáticamente, pero en los últimos cinco años, gracias a ellas, hemos dado pasos de enormes consecuencias.
Por ejemplo.
Tenemos fórmulas que anticipan el comportamiento de las redes: la emergencia de hubs o los grados de separación entre un nudo y otro cualquiera (a cuánta gente has de llamar para llegar a quien buscas).
¿Los seis grados de separación?
Es una noción popular y ya añeja (1999). Veamos: ¿con quién quiere contactar?
Póngame con Scarlett Johansson.
Entre usted y Scarlett u Obama o el Papa sólo hay seis grados de separación -seis llamadas- previas. Si las hace, podrá comunicarse con ellos. Es una fórmula matemática.
¿Estoy a seis toques de cualquiera?
Si usted fuera un vip, estaría a menos. Entre vips hay menos grados de separación que entre anónimos, porque tienen más conexiones: son hubs elegidos por la red. A más conexiones, como ya habrá deducido usted, menos grados de separación.
¿Por eso mola estar hiperconectado?
Depende, porque la misma hiperconectividad que te enriquece también te hace vulnerable al chisme o la desinformación. Los hubs dinamizan las redes, por eso las destruyen cuando son atacados y desconectados.
Por ejemplo.
Hace un siglo cada ciudad tenía una central eléctrica y los apagones eran locales. Hoy un fallo en Boston colapsa California. Y ¿qué le voy a contar de la banca europea o de las deudas periféricas de la UE?
¡Buf! Quería olvidarlas un ratito.
Pues me haré yo mismo la pregunta: ¿Por qué si conocemos las leyes de las redes no pudimos predecir el colapso de la banca?
¿...?
¡Porque ocultan sus conexiones! Ni siquiera los demás bancos conocen la verdad de las tripas de los otros nodos financieros de la red bancaria. La hiperconectividad es más peligrosa cuanto más opaca, porque, sin transparencia, el comportamiento de la red se vuelve impredecible para todos.
¿Y con un buen banco central?
Una red crece porque cada individuo recibe más de lo que da por integrarla. Si no fluyen por ella información o bienes -dinero en la red bancaria- se encoge y desaparece, como pasa con la red de telégrafos. Para un poder central es demasiado costoso sustituir ese beneficio de red aportando él incentivos.
Pero este es un congreso de medicina.
Las fórmulas del hub son prometedoras para los farmacólogos, porque les permiten localizar sus objetivos -los hubs más activos- y predecir cómo se comportará una red invasora, una enfermedad, en nuestro cuerpo.
El mapa del genoma debe ser una mina.
El genoma es un esquema, pero no refleja aún flujos ni relaciones. Es como el croquis de un motor del que supiéramos todas las piezas pero no qué hace cada una ni cómo interactúan. Cuando lo sepamos -sólo tenemos un cinco por ciento desvelado pero se avanza-, la teoría de redes será esencial.
¿Saber todo esto ha cambiado su vida?
Yo era un matemático introvertido y sólo interesado en lo mío. Las entrevistas como esta me parecían una pérdida de tiempo.
Gracias.
Hoy sé que este vínculo débil -un periodista- me obliga a abrirme y replantearme y reformularme y así me enriquece. Por eso concedo entrevistas.
Hazme tu 'hub'
Somos redes. Siempre lo fuimos, pero hoy tenemos tecnologías de la información para escrutarlas y elaborar la teoría de redes. Desde la red neuronal o la genética hasta el sistema financiero y nuestra constelación digital o carnal de amigos: todas las redes evolucionan conforme a las fórmulas que Barabási y su equipo desentrañan. Por eso su análisis sistémico revoluciona hoy la medicina, la ciencia, la economía o nuestra vida social. Y, por eso, los científicos aplauden a rabiar su ponencia en el MIHealth. Le han elegido hub -nexo hiperconector- y László ironiza al respecto: "Soy el único famoso que tiene una fórmula para explicar por qué siendo tímido sin remedio ha acabado siendo tan popular".
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