Ha sida una referente como mujer investigadora, como bióloga molecular y como maestra científica
De no ser por Margarita Salas, la ciencia en España no se hubiera desarrollado como lo ha hecho en las últimas décadas.
Fue pionera de la biología molecular, uno de los campos
en que más científicos españoles han despuntado. Destacó como
investigadora en una época en que era una anomalía que una mujer se
dedicara a la ciencia. No dudó en marcharse a Estados Unidos para
ampliar su formación, lo cual también era excepcional para la época.
Después fue maestra de otros importantes investigadores –entre ellos María Blasco, hoy directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO),
y Cristina Garmendia, que fue ministra de Ciencia e Innovación entre
2008 y 2011-. Y aunque siempre defendió la investigación básica como
motor del avance científico, tuvo la visión de convertir su trabajo en
patentes rentables cuando aún nadie en España hablaba de transferencia
de tecnología.
“Trajo una manera de hacer ciencia como se hacía en los
mejores laboratorios de Estados Unidos”, recordó ayer María Blasco, para
quien “es como mi madre científica”.
Cristina Garmendia, hoy presidente de la Fundación Cotec
para la Innovación, la define como “la investigadora más brillante de
nuestra historia”.
La noticia de su muerte,
ocurrida en el hospital Fundación Jiménez Díaz de Madrid, donde se
encontraba ingresada desde hacía varios días, provocó numerosas
reacciones de reconocimiento, tanto desde la comunidad científica como
desde la clase política. La Casa Real, en un telegrama de pésame a sus
familiares, la describió como “un referente esencial para la ciencia en
España” y el Ayuntamiento de Gijón, de donde era hija adoptiva, decretó dos días de luto oficial.
Nacida en Canero (Asturias) en 1938, cursó la carrera de
Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid. Se incorporó
al Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) del CSIC para hacer la
tesis doctoral con Alberto Sols, el primer investigador español que se especializó en Bioquímica.
Sols recordó después que, cuando Margarita Salas le fue a ver por
primera vez, pensó: “Bah, una chica. Voy a darle algo fácil y, si no
sale, no importa”. Pero pronto se dio cuenta de que se había equivocado.
Salas resultó ser una investigadora brillante, rigurosa, tenaz y autoexigente. En aquella época contrajo matrimonio con Eladio Viñuela,
también doctorando de Alberto Sols en el CIB. Al acabar el doctorado
ambos se marcharon a la Universidad de Nueva York a trabajar con el
premio Nobel español Severo Ochoa, asturiano como Salas y con quien
también Sols se había formado.
Con Severo Ochoa
Se formó con el premio
Nobel Severo Ochoa en Nueva York y trajo a España una manera de hacer
ciencia como la de los mejores laboratorios de EE.UU.
En los tres años que Salas y Viñuela permanecieron
en Estados Unidos, se impregnaron de una cultura científica basada en la
excelencia y que defendía la investigación básica como imprescindible para llegar a las aplicaciones prácticas. De regreso a España, se incorporó al CSIC, donde fundó el primer grupo de investigación en genética molecular del país.
Allí desarrolló una línea de investigación sobre el virus phi29,
al que ha dedicado su carrera científica. Se trata de un bacteriófago,
es decir, un virus que infecta bacterias. Es investigación básica en
estado puro, pero con importantes aplicaciones prácticas, según
descubrió Salas, porque este virus dispone de una enzima que sintetiza
cadenas de ADN –lo que se llama una polimerasa-. Y esta enzima funciona
también en células humanas, por lo que hoy en día se utiliza en análisis
genéticos, forenses o paleontológicos.
“Cuando uno tiene cantidades pequeñas de ADN, como un pelo
hallado en un crimen o unos restos arqueológicos, esta polimerasa
amplifica millones de veces el ADN para poder ser analizado, secuenciado
y estudiado”, explicó Margarita Salas el pasado junio cuando recogió el
Premio Inventor Europeo en Viena por las aplicaciones de esta
enzima y el conjunto de su trayectoria. La patente que obtuvo la
investigadora por esta innovación es la más rentable de la historia del
CSIC.
Apasionada por la ciencia –“por encima de todo, mi vida es la investigación”, había dicho-,
siguió trabajando hasta hace poco en su laboratorio del Centro de
Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO), donde mantenía una plaza de
investigadora Ad Honorem.
La utilidad de la ciencia básica
Su investigación sobre el virus phi29 ha generado la patente más rentable de la historia del CSIC
Paralelamente a su trabajo científico, Salas
desarrolló una incansable labor de formación de jóvenes investigadores.
Jesús Ávila, que fue becario suyo en el CBMSO y actualmente es director
del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Enfermedades
Neurodegenerativas (Ciberned), recordó ayer que “formaba muy bien a su gente porque
les enseñaba cómo hacer las cosas, de un modo riguroso, para que los
experimentos que uno hacía fuesen creíbles para todo el mundo y fuesen
exactos (…). Ese tipo de rigurosidad y su modo de trabajar
perfeccionista han sido muy importantes y han creado una escuela”.
En la misma línia, la presidenta del CSIC, Rosa Menéndez
destacó ayer “un aspecto fundamental de Margarita, que era el de generar
vocaciones científicas (...). Su labor es, desde luego, inconmensurable
en todos los aspectos”.
“Todos somos, en mayor o menor medida, herederos de su legado”, señaló Xosé Bustelo, presidente de la Asociación Española de Investigación contra el Cáncer.
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