Estos profesionales, que comienzan a surgir en España, alteran el ADN u otros aspectos de la genética de seres vivos para dotarlos de nuevas aplicaciones
Aunque esta disciplina está dando sus primeros pasos puede convertirse en una práctica más que habitual porque ya está consiguiendo resultados a nivel funcional
Casi todas las expresiones que incluyen la palabra hacker evocan algo negativo. Probablemente se deba a la fama de quienes se dedican al noble arte de entrar en dispositivos ajenos para conseguir cosas de forma ilegal. Pero el sentido de este término está cambiando y cargándose de un nuevo valor gracias a los biohackers.
A grandes rasgos, los biohackers son profesionales que alteran el ADN u otros aspectos de la genética de animales, plantas e incluso seres humanos con el fin de dotar a dichos organismos de nuevas aplicaciones. Evidentemente, esta profesión aún está dando sus primeros pasos pero es previsible que con el tiempo sea una práctica más que habitual; de hecho, ya está consiguiendo algunos resultados a nivel funcional.
En España es un movimiento tan nuevo que todavía no ha acabado de explosionar, por lo que está lejos de otras potencias europeas en este sector. Concretamente, en el Viejo Continente la ventaja en la materia la llevan Suiza, Holanda y Francia. El primero cuenta con un buen número de grupos y está haciendo avances con cierta rapidez.
Pero en potencias a nivel mundial, la palma se la lleva Estados Unidos. Allí uno de los principales referentes es Amaal Graafstra, que tiene su base en Seattle, en la coste noroeste del país. Para él un biohacker es alguien "que ve el cuerpo como una máquina simple acostumbrada a las experiencias y a explorar el mundo a través del cerebro. El cuerpo es genial, pero puede ser mejorado".
Para Graafstra "la revolución del biohacking es posible porque la gente está volviendo a los garajes, a investigar por ellos mismos". "Se ha hecho un avance bastante grande en los últimos cinco o 10 años. Y en Estados Unidos se ha creado una comunidad bastante fuerte", afirma a ELMUNDO.ES.
El biohacker estadounidense Amaal Graafstra implantando un chip.E. M.
Su caso es muy particular pues en 2005 recibió dos implantes, uno en cada mano, y mucha gente empezó a interesarse por ellos. Entonces Graafstra fundó su compañía, Dangerous Things, cuya principal tarea se ha centrado en mejorar el conocimiento que la comunidad médica tiene de los implantes y en el desarrollo de nuevos dispositivos, después de que muchas personas sufrieran problemas al recibir implantes similares a los suyos.
Dangerous Things está formada por varios biohackers. Pero en España el salto de estos profesionales a empresas y laboratorios no se ha producido aún, en parte por la escasez de expertos en la materia y en parte por el desconocimiento de la profesión. "Las empresas y los científicos normales siempre toman precauciones de más. Los biohackers están más dispuestos a asumir ciertos riesgos para obtener evidencias de que sus teorías son correctas", afirma Graafstra.
"La gente debe empezar a considerar que existen ciertos mecanismos, como el chip NFC, que les permitirán acceder a sus teléfonos o a sus casas sin llave ni contraseñas". Así, uno de los primeros proyectos que acometió este biohacker fue la creación de un chip que, implantado en un brazo, sirviera para manejar aparatos electrónicos, como un smartphone, que se sirve de la tecnología NFC (Near Field Comunication). Su emprendimiento fue viable gracias a que lo articuló mediante un crowfunding, cuyo objetivo de financiación fijó en 8.000 dólares; apenas un mes más tarde había conseguido algo más de 30.000 dólares. "Me sorprendió la gran respuesta de la gente", asegura Amaal.
Centros de aprendizaje abiertos
Quienes se acerquen a este innovador mundo verán que, aunque se necesita un nivel de cualificación alto -en especial en materias relacionadas con la biología-, la mayoría de centros donde se practica el biohacking está abierto a cualquiera que desee participar. En ellos se practica el Do It Yourself (hágalo usted mismo). Grosso modo, esto hace referencia a la búsqueda del acercamiento de la ciencia a la sociedad. Por eso, los biohackers abogan por la fabricación de sus propias herramientas, el constante estímulo de la creatividad y el valor de compartir las ideas.
En España estamos en pañales en esta disciplina. El vademecum de los centros de Do It Yourself a nivel mundial sólo registra un grupo dentro de las fronteras españolas: el de Barcelona. Aunque empiezan a crecer algunos núcleos en ciudades como Madrid o Tenerife, la Ciudad Condal les saca varios cuerpos de ventaja, con un asentado grupo de ingenieros y biólogos nacido al amparo de los centros de coworking y de grandes universidades.
Los miembros del grupo Do It Yourself de Cataluña, Núria Conde, Esteban Giménez, Álvaro Jansá, Daniel Grajales y Óscar Gallardo.EL MUNDO
Inciarse en esta profesión no dista mucho de cómo se comienza en otras disciplinas tecnológicas ya asentadas. El grupo catalán comenzó a formarse el año pasado, tras conocerse Álvaro Jansá y Daniel Grajales a través de internet. Ambos iban a realizar un doctorado en biosensores. "La ciencia está muy alejada de la gente. El biohacking pretende acercarla a todo el mundo", comenta Grajales, más versado en estas lides tras su paso por Seattle.
Este grupo catalán tiene ahora ocho miembros estables y, aunque para todos es algo importante en su día a día, ninguno se dedica profesionalmente al biohacking . No es de extrañar porque en España un biohacker no tiene una verdadera fuente de ingresos por el momento, y ponen sus miras en los más de 30.000 dólares al año que estos profesionales pueden percibir en EEUU.
Obviando la dura situación son optimistas. "Nos comparamos con la computación en los años 60 ó 70. Google, Apple... empezaron en garajes y mira ahora. Nosotros queremos vivir ese mismo crecimiento", afirma Jansá, que reclama más espacios para trabajar y poder avanzar más rápido.
Núria Conde, doctora en biología sintética y también miembro del grupo, apela a las bondades de compartir el conocimiento. "Losmakespace son muy importantes. Allí nacen muchas ideas que luego se llevan a la práctica", asegura.
Sobre las aplicaciones del biohacking en la vida cotidiana, Condedestaca el caso de Meredith Patterson, una investigadora estadounidense que desarrolló bacterias modificadas genéticamente que se iluminaban al contacto con la melamina, una sustancia química letal para los humanos y que durante un tiempo contenían algunos productos lácteos de países asiáticos. Lo hizo a través del ADN de las medusas y salvó vidas.
Pero de momento este tipo de avances son difíciles de ver en España. El problema es, como casi siempre, el dinero. "A nivel privado es muy complicado conseguir financiación. Básicamente porque es dificilísimo monetizar este tipo de procesos. A todo el mundo le echa para atrás tener que hipotecarse con un crédito de 50.000 o 100.000 euros cuando no tiene garantías de poder rentabilizar su proyecto", asegura Jansá. Y las instituciones públicas no apoyan, de momento, este tipo de iniciativas. "Hay becas y muchos concursos, pero es complicado conseguirlas", lamentan.
Lo que está claro es que sea en potencias como EEUU o en países donde apenas comienza como España el biohacking es ya una realidad que en pocos años formará parte de nuestras vidas. ¿Microchips instalados en el brazo para abrir puertas?, ¿bolígrafos hechos con bacterias?... Habrá que irse acostumbrando.
http://www.elmundo.es/economia/2015/08/09/55b7c22f268e3e026a8b458d.html?cid=MNOT23801&s_kw=biohackers_que_modifican_el_cuerpo_humano
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