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lunes, 12 de diciembre de 2016

CUANDO LAS MÁQUINAS APRENDIERON A INVESTIGAR X.Ferras

CUANDO LAS MÁQUINAS APRENDIERON A INVESTIGAR

La máquina coge una bola de acero. La eleva unos centímetros. La deja caer. Posteriormente repite la operación con otra bola de acero más pesada, y finalmente con una bola de plastilina. Sus sensores registran posiciones, velocidades y fuerzas de caída. Instantáneamente sintetiza una fórmula: Fuerza=K x masa/distancia2A partir de la observación, la máquina ha inducido la ley de la gravedad.
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¿Ciencia ficción? En absoluto. Está pasando en tiempo real. Las máquinas están aprendiendo a interaccionar con el entorno, extraer patrones y sintetizar leyes físicas. Están aprendiendo a investigar. ¿Sorprendente? Sólo es una muestra de la dirección y la potencia que está tomado una disciplina que forma parte del conjunto de tecnologías en crecimiento exponencial: la inteligencia artificial.

¿Qué pasaría si los robots aprenden a investigar? ¿Qué pasaría si desarrollan capacidades científicas? En primera instancia, podrían suplir cientos de miles de científicos que trabajan desarrollando experimentos, recolectando datos e infiriendo marcos teóricos a partir de los mismos, en todas las disciplinas: desde la física a la economía, pasando por el management o la psicología. La inteligencia artificial está llegando a un punto de maduración que requerirá profundos debates filosóficos, económicos y sociales. Por eso, el presidente Obama, en una de sus últimas iniciativas, lideró una conferencia nacional (“Frontiers”), celebrada en Pittsburg, para entender y anticipar los cambios que dicha tecnología va a provocar en los próximos años. Efectivamente, la inteligencia artificial está penetrando en todos los campos de la economía. El primer hito se marcó en 1996, cuando la máquina Deep Blue de IBM batió al entonces campeón mundial de ajedrez, Kasparov. En ese momento se demostró que un cerebro electrónico podía desarrollar pensamiento estratégico. En 2011 se superó una nueva frontera: Watson, otro cerebro electrónico de IBM venció en el popular concurso televisivo Jeopardize a los dos mejores jugadores humanos. El concurso era de adivinanzas. El ordenador podía entender preguntas ambiguas y responderlas mejor que los humanos.

El progreso de la tecnología sigue imparable, y está a punto de producir un cambio de paradigma en los sistemas de información, similar al de la aparición de internet: en lugar de buscar datos pasaremos a formular preguntas abiertas. Y nuestros ordenadores las contestarán. En lugar, por ejemplo, de buscar información sobre un hotel en una ciudad determinada, preguntaremos a nuestro ordenador inteligente qué nos recomienda. El sistema rastreará en milésimas de segundo todos los hoteles de esa ciudad, los contrastará con nuestro histórico de visitas, nuestras preferencias culturales, nuestra propensión a desplazarnos, nuestra renta y nuestra estructura familiar, y nos aconsejará la mejor opción.

La lógica se extrapola al entorno empresarial. ¿Quién mejor que un potente cerebro electrónico, que conocerá todo nuestro histórico de ventas, incidencias de clientes, riesgos económicos,  y los comentarios en las redes sociales sobre nuestros productos para tomar decisiones sobre nuestra estrategia de márketing? ¿Qué mejor que un ordenador inteligente, que absorberá nuestro currículum vítae, e incluso podrá determinar perfiles psicológicos en base a comportamiento en Twitter o Facebook, para tomar las riendas de los recursos humanos de una compañía? ¿Quién más capacitado para las decisiones estratégicas que un autómata entrenado en estrategia, conocedor de la totalidad de variables económicas en curso, y que haya absorbido y memorizado miles de business case para comparar situaciones?

 No sólo los empleos menos cualificados están amenazados por una robotización masiva. No sólo veremos operarios desplazados por autómatas o cajeros sustituidos por  pantallas táctiles. La inteligencia artificial está en condiciones de substituir transportistas (¿cuántos conductores y transportistas serán reemplazados con la emergencia del vehículo autónomo?), pero también médicos, entrenadores deportivos, profesores, científicos y directivos de empresa.

Las máquinas ganan capacidad de desarrollar pensamiento estratégico, interacción con el entorno, razonamiento abstracto y habilidades de investigación. Y pronto, tendrán, además, iniciativa propia. No esperarán a que les preguntemos. ¿Qué pasará cuando nuestro PC nos envíe un mail diciéndonos “dado que llevas cinco semanas trabajando 62 horas de media, lo que ha incrementado un 83% tu riesgo de infarto, que tienes 8.423 € líquidos disponibles, y que la libra está baja, te aconsejo unas vacaciones en Londres. He localizado una oferta para que salgas el lunes, y he bloqueado una habitación en el hotel London”? Nuestro PC nos sugerirá qué hacer y nos dará consejos, sin pedírselo. Y la iniciativa artificial también llegará a la empresa. El director general electrónico, que no descansará jamás, estará permanentemente analizando datos de planta y de mercado, tomando decisiones y lanzando directrices a toda la estructura. Director general que, además, será secretaria y jefe de gabinete (el mismo agendará reuniones, definirá calendarios y sintetizará informes).

El escenario es tan sorprendente como inquietante. En el fondo, significará la disociación progresiva del concepto de trabajo del concepto de individuo. No seremos necesarios. Las empresas podrán operar (comprar, vender, producir, decidir, y generar beneficios y riqueza) sin personas. Debemos acostumbrarnos a un mundo de corporaciones sin empleados, un mundo donde el trabajo está reservado a las máquinas. Una brutal revolución social y económica está al caer. En el camino, una nueva y épica batalla tecnológica se está iniciando: IBM Watson puede substituir o complementar al omnipresente Google. La inteligencia masiva llegará a nuestros terminales electrónicos, como ahora llega el internet convencional. Y si Google ha dominado internet por ser la puerta de acceso a datos, ¿quién será la puerta de acceso a inteligencia? Si Google ha sido el Gran Hermano, Watson puede ser el Gran Cerebro de los próximos años.

A la vez que el cambio tecnológico reconfigurará el mundo del trabajo, del mismo modo que la información y los datos masivos se democratizaron hace sólo una década, la nueva ola que está a punto de llegar nos traerá a todos inteligencia artificial, masiva y doméstica.

Artículo publicado en World Economic Forum y en Sintetia

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