El progreso en las ciencias se parece más de lo que crees a la evolución
"la epistemología evolucionista nos ayuda a comprender mejor tanto la evolución como la epistemología, dado que coinciden con el método científico; la comprendemos mejor con una base lógica" (1972 70).
https://twitter.com/_sergiosanjuan/status/1699344162296832469
Un hilo con ideas de la epistemología evolutiva del filósofo Karl R. Popper.
Siempre he sido un realista'. Esta frase está escrita por Karl Popper en 1974, en la introducción a Replies to my Critics1, para dejar clara su postura en el debate acerca del realismo. Sin embargo, si nunca es fácil delimitar el alcance exacto de los términos en el pensamiento de los filósofos, en el caso de Popper esta dificultad se ve ampliada. En numerosas ocasiones se manifiesta totalmente contrario a dar definiciones, para no encorsetar al pensamiento. Y en cierta ocasión llega a decir que, "aunque estoy abogando (...) a favor del realismo (...), no pienso definir realismo ni realidad"2. Sin embargo, en este tópico Popper no tiene la exclusiva de la vaguedad. Se podría decir que existen casi tantas definiciones de realismo como filósofos hay que traten de la cuestión. A modo de ejercicio podríamos acudir a diccionarios recientes de filosofía para comprobar que algunos de ellos prefieren no dedicar ninguna entrada al vocablo 'realismo' para centrarse en el debate entre realistas y anti-realistas3, diciendo que se trata "principalmente de direcciones, no de posturas"4, y para dejar claro que "casi todas las áreas de discurso pueden ser el foco de esta polémica: el mundo exterior, el pasado y el futuro, las otras mentes, los objetos matemáticos, la posibilidad, los universales, y las propiedades morales y estéticas son algunos ejemplos"5.
En este artículo me propongo delimitar un poco el realismo de Popper, para entender mejor el alcance de su postura. Para ello me centraré en los tres sentidos que, a mi juicio, son más relevantes: un realismo que se ha llamado 'metafísico', un realismo epistemológico y un realismo 'de sentido común'. El primero consiste en la afirmación de que existe un mundo real, independiente de que haya alguien que lo conozca o no, y cuyo modo de ser es independiente de tal conocimiento. El segundo afirma que nuestro conocimiento de las cosas está relacionado con el modo de ser de las cosas mismas; es decir, que nuestros conceptos y teorías no son meras construcciones subjetivas ajenas a la realidad del mundo exterior. Finalmente la tercera acepción, quizás menos académica, es de gran importancia para entender el planteamiento popperiano. Se trata del realismo como actitud sensata, realismo en el sentido de razonable.
https://www.unav.es/gep/AF69/AF69Navarro.html
En este artículo discutimos algunas aportaciones del
filósofo austro-británico Karl R. Popper, uno de los más influyentes
pensadores contemporáneos, cuyas teorías epistemológicas y
sociopolíticas han llegado también al ámbito de la epidemiología.
Nos centramos principalmente en el llamado problema de la inducción.
Sostenemos, siguiendo a Popper, que el método científico no usa un razonamiento inductivo, sino hipotético-deductivo. Aunque el paso desde los datos que evalúan una hipótesis a una conclusión sobre ésta va de lo particular a lo general, e.d., en dirección inductiva, no existe la inducción como razonamiento o inferencia. Es decir, no existe un método que permita inducir o verificar las hipótesis o teorías (no es posible explorar todas las situaciones posibles para ver si la teoría se mantiene), ni siquiera hacerlas muy probables. Además, los científicos buscan teorías altamente informativas, no altamente probables.
Lo que se hace realmente es proponer una hipótesis como solución tentativa de un problema, confrontar la predicción deducida de la hipótesis con la experiencia, y evaluar si la hipótesis queda rechazada o no por los hechos. Al no poder verificarse las teorías sólo podemos aceptarlas si resisten el intento de rechazarlas. Por tanto, la contrastación consiste en la crítica o intento serio de falsación, es decir, la eliminación de error dentro de una teoría, para rechazarla si es falsa. El objetivo es, pues, la búsqueda de teorías verdaderas.
Para ello, el método científico utiliza un conjunto sistemático de reglas metodológicas (no lógicas), es decir, decisiones. Estas reglas o principios metodológicos se resumen en dos: ¡sea inventivo y crítico!, e.d., proponga hipótesis audaces y sométalas a tests rigurosos de la experiencia. La lógica juega principalmente su papel al permitir deducir de la hipótesis las predicciones que se confrontarán con los hechos o evidencias. Esto es aplicable tanto a la inferencia estadística como a la inferencia causal.
Argumentamos que los criterios de causalidad usados en epidemiología no son sino reglas del método destinadas a lo mismo: tratan de eliminar o reducir el error (azar, sesgos...) al contrastar una hipótesis causal. Por tanto, la llamada inferencia causal, el paso de la evidencia a la teoría causal, no es un proceso lógico inductivo o probabilístico sino decisión basada en la evaluación de una hipótesis causal gracias a reglas metodológicas como los criterios de causalidad.
Pensamos que el interés del debate entre los epidemiólogos popperianos y los inductivistas no es meramente verbal, pues si somos conscientes de que no operamos inductivamente, que no podemos establecer firmemente una hipótesis, ni siquiera afirmarla probabilísticamente, seremos presuntamente más humildes en nuestra actitud y buscaremos más los errores en las teorías que sus fáciles ejemplos confirmadores.
EL PROBLEMA DE LA INDUCCIÓN. INDUCCIÓN Y LÓGICA
La tensión dialéctica entre los detractores8,9,11-13 y partidarios de Popper6,14-18 gravita sobre la aceptación o rechazo, respectivamente, de que es posible aprender inductivamente de la experiencia, es decir de la idea intuitiva de que a medida que se van acumulando los datos que confirman una teoría, aumenta la probabilidad de que ésta sea verdadera. Punto que rechaza Popper al argüir que no existe fundamento lógico ni psicológico para la probabilidad inductiva; Sir Karl aboga por la imposibilidad de alcanzar inductivamente conocimiento cierto o incluso probable (en sentido matemático) a partir de los siempre finitos datos de la experiencia; pues siempre podría haber una nueva observación que refutara la proposición y no existe tal cosa como la probabilidad inductiva (en el sentido del cálculo de probabilidades).
El interés del debate
Muchos científicos siguen creyendo en la inducción porque consideran que la ciencia natural se caracteriza por el método inductivo, es decir por un método que parte de largas series de observaciones y experimentos y se basa en ellos25. Creen que sólo el método inductivo puede suministrar un criterio de demarcación entre ciencia y especulación metafísica o seudociencia, y que este método permite establecer o verificar como seguras, o casi seguras o muy probables, las teorías. Mas si lo analizamos cuidadosamente los casos aparentes de inducción no son sino el método de ensayo y error, de conjeturas y refutaciones, es decir el método hipotético-deductivo. En primer lugar, una hipótesis no es generada por los datos sino inventada por los científicos para dar cuenta de las observaciones que forman parte del problema que la hipótesis trata de resolver9,22,25. Una vez obtenida evidencia pertinente y supongamos que a favor de la hipótesis, no se induce su probabilidad, sino que se evalúa o juzga la hipótesis a la luz de la evidencia y de argumentos críticos que ayudan a decidir sobre su aceptabilidad. Eso simula la inducción, pues se salta de las observaciones (particulares) a la hipótesis (general), como si dijéramos en dirección inductiva, pero no hay razonamiento o inferencia sino estimación y decisión en dicho paso.
Por lo tanto, el método científico es un conjunto sistemático de reglas metodológicas, e.d. de decisiones dirigidas a asegurar la contrastación empírica de una hipótesis, e.d., la crítica, falsación o eliminación de error dentro de la misma. Las reglas o principios metodológicos se resumen en dos: ¡sea inventivo y crítico!, es decir, proponga hipótesis audaces y sométalas a tests severos de la experiencia. No son reglas lógicas sino metodológicas. El objetivo es la búsqueda de teorías verdaderas19-21.
Pero, ¿es el problema de la inducción un tema importante o mera palabrería? ¿Es transcendente este debate en la práctica? ¿Por qué el interés suscitado entre algunos distinguidos epidemiólogos desde 1975? Aparte del interés intelectual por conocer mejor las bases epistemológicas de una disciplina científica como la epidemiología, pensamos que el problema de la inducción tiene importancia práctica.
En primer lugar, la inducción predispone a estatuir las teorías lo más posible19-21. Pues -dicen los inductivistas-, aunque una teoría bien probada podría tener que ser modificada ante nuevos experimentos, nunca ha ocurrido que una teoría establecida haya tenido que ser derrocada, en todo caso queda restringida a un campo de aplicación más concreto. Sin embargo, la posibilidad de falsar una teoría bien corroborada hace que nadie deba dar por sentado que ha descubierto una ley o teoría verdaderamente universal (p.e. la que relaciona el colesterol sérico con la cardiopatía isquémica), pues no podemos estar seguros de que su validez se extienda más allá de los periodos y sitios en que se observó (p.e. en Framingham -EE.UU.-, Reino Unido y unos pocos lugares más). Considerar que la teoría está corroborada, que es provisionalmente verosímil, sirve sólo como hipótesis de trabajo, de cara a la acción en otros lugares o circunstancias de aquéllos en los que se testó. A pesar de ello, no añadimos en nuestra formulación de la teoría una condición de que sólo es válida donde y cuando se estudió, porque es un importante postulado del método científico que debemos buscar leyes con un campo de validez ilimitado. Este postulado exige que todo cambio, o modificación de efecto, de una relación sea explicado, porque sin ese postulado bastaría con dar por sentado que las leyes cambian con las diferentes regiones o con el tiempo. Esto vale tanto para las ciencias sociales como para las naturales26. En definitiva, como dice Popper19, la adoración del ídolo de la certidumbre (verificabilidad) de las teorías (que incluye los grados de certidumbre imperfecta o probabilidad) reprime la audacia de nuestras preguntas y pone en peligro el rigor y la integridad de nuestras contrastaciones.
En segundo lugar, tras este debate puede subyacer también el problema de los límites de la ciencia empírica, no solo de la epidemiología. Si somos conscientes de que no operamos inductivamente, que no podemos establecer firmemente una hipótesis, ni siquiera afirmarla probabilísticamente, seremos presuntamente más humildes en nuestra actitud y buscaremos más los errores en las teorías que sus fáciles ejemplos confirmadores. Ello no impide que afirmemos, provisionalmente, que algunas hipótesis están mejor contrastadas y corroboradas que otras; ni que empleemos la probabilidad (en el sentido matemático) en ese juicio, pero probabilidad de los datos, no de la hipótesis.
Desde luego, los frecuentes debates sobre los límites de la epidemiología27, como si no los hubiera, y en grado similar, en otras ciencias empíricas, hace pensar que algunos epidemiólogos buscan una seguridad (inductivismo) en las conclusiones de los estudios epidemiológicos que éstos no parecen proporcionar por la insegura base metodológica subyacente (datos no experimentales, posibilidad de sesgos y múltiples factores de confusión, etc.). Es razonable ser prudente y consciente de los límites de la ciencia epidemiológica, pero no hay razones para serlo mucho más que en otras ciencias empíricas observacionales (p.e. gran parte de la física o la biología molecular, paradigmas de ciencia dura, con gran capacidad demostrativa).
En definitiva, la idea principal, imperecedera de Popper se centra en la aproximación paulatina, mas siempre inalcanzable en forma definitiva, a la verdad, que pasa por nuestra liberación del error gracias a la crítica propia y ajena, lo que sólo es posible en una sociedad (científica y general) pluralista, abierta que tolera y critica los errores de todos. Es la idea básica de la Ilustración, recalcada tantas veces por Popper1,20,56, de la autoemancipación por el conocimiento, el atreverse a progresar en el conocimiento, y cuyo trasunto epidemiológico es fácil de ver. Esperemos que, tal como se autodefinía, Popper haya sido sólo el penúltimo ilustrado de la razón crítica1.
El pensamiento de Popper, con los antecedentes históricos de Sócrates y Kant56,57 también tiene de nuevo su correlato en el campo de los valores y la ética en salud pública. El liberalismo popperiano encajaría bien con las estrategias paretianas y neokantianas de intervención negociada con y sobre el sujeto individualmente considerado, en que la relación beneficio-riesgo y respeto a la dignidad personal es máxima, pero menos con las de acción utilitarista y roseana58 sobre amplios grupos de la población, en que los profesionales deciden la acción en la que algunos pueden quedar perjudicados para beneficiar a los más.
Aunque algunas de las tesis centrales de Popper hayan sido ya esbozadas por pretéritos autores59,60 (el pensador austrobritánico siempre reclamó independencia, no originalidad de pensamiento, para algunas de sus ideas), es precisamente la didáctica y clara insistencia en que podemos aprender de nuestros errores lo que las hace atractivas y eficaces. Por lo que, como diría Italo Calvino hay que leer, si no releer, a los que como Popper son ya unos clásicos61.
BIBLIOGRAFÍA
1. Popper KR. En busca de un mundo mejor. Barcelona: Paidós; 1994. [ Links ]
2. Medawar PB. Induction and intuition in scientific thought. Philadelphia: American Philosophical Society; 1980. [ Links ]
3. Magee BM. Popper. Londres: Fontana; 1973.https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1135-57272000000400003
https://www.academia.edu/7216671/La_cr%C3%ADtica_epistemol%C3%B3gica_de_Karl_Popper_a_Francis_Bacon
En el presente ensayo se analiza el criterio epistémico del falibilismo dentro del racionalismo crítico y realismo científico que configuran la epistemología de Karl Popper. El falibilismo se evidencia, especialmente al momento de evaluar no sólo a las teorías científicas sino también a las teorías morales o diversas concepciones de bien, con el propósito de determinar sus pretensiones de verdad en el marco de una sociedad plural y democrática
La epistemología de Karl
Popper se puede definir como racionalismo crítico porque busca
producir conocimiento a partir de una actitud crítica, anti
dogmática, que cuestiona las propias posiciones y
argumentaciones tratando de saber si están erradas o si son
ideas preconcebidas o aceptadas acríticamente como verdaderas.
Aprender esta actitud racional es la que puede permitir el avance de la
ciencia y logar los conocimientos científicos que necesitamos
para comprender y explicar el mundo. En tal sentido, la actitud
científica es una actitud racionalista en la medida que busca,
junto a otros y mediante el debate, alcanzar la verdad objetiva de los
fenómenos que se estudia. En efecto, el mismo Popper
señala que “lo que he llamado racionalismo
crítico… no es una tesis, no es una teoría, no es
un dogma. Es la actitud según la cual, si nos dedicamos a los
problemas de modo crítico, podemos aprender” (citado por
Artigas:1998, 34-37).
Este racionalismo crítico es
al mismo tiempo un realismo científico ya que busca producir
conocimientos objetivos verosímiles siguiendo la
refutación como criterio metodológico, lo cual
desafía las limitaciones de nuestras formas de razonar
científicamente y el alcance que tienen las pruebas
experimentales o evidencias empíricas.
En su obra titulada la sociedad
abierta y sus enemigos (2006), Popper se refiere a esta actitud de
razonabilidad como exigencia epistémica del racionalismo
crítico:
La epistemología popperiana incluye también el criterio de falsación, criterio que no pretende probar la verdad de una teoría, pues una evidencia empírica posterior puede refutarla. En realidad, la falsación popperiana es un tipo de contrastación que nos permite demarcar aquello que es ciencia o conjunto de teorías científicas respecto de las que simplemente son apreciadas como teorías pseudocientíficas, lo cual exige desarrollar las respectivas justificaciones lógicas de sus enunciados observacionales.
Pero el racionalismo crítico popperiano no sólo se refiere a la filosofía y metodología de la ciencia sino también a la filosofía social y política. Para ambos casos, Popper considera la idea de falibilidad o falibilismo como una actitud moral que le permite a la actitud crítica encontrar la adaptación de las estructuras cognitivas del sujeto cognoscente frente a los problemas que se van planteando sucesivamente (González: 2004).
Por otro lado, la verdad científica para Popper se presenta como un ideal regulativo de las prácticas científicas en su afán por establecer conocimientos científicos válidos. Se trata de una verdad objetiva, donde la aseveración teórica concuerde con los hechos, lo cual no siempre podemos lograr y que, sin embargo, la ciencia debe buscar pues su finalidad es precisamente explicar la complejidad de los hechos y en muchos casos darles solución cuando tales hechos nos aquejan. Esta comprensión de verdad se asocia muy bien con la visión popperiana del realismo ontológico -especialmente en las ciencias de la naturaleza-, es decir, la existencia en sí misma de un mundo que nos trasciende y que, por lo mismo, no es que lo construimos socialmente, sino que ha de ser descubierto, descrito, explicado y predicho. Esto no significa que las teorías científicas reflejen exactamente la realidad, sino que presuponen la existencia de una realidad a la que podemos aproximarnos describiéndola cada vez más en modo adecuado mediante ensayo-error.
Por tanto, la verdad científica como ideal regulativo de toda actividad científica, que se sustenta en la realidad es al mismo tiempo una exigencia ética, es decir, un valor ético que se entronca con el principio de la falibilidad ya que las teorías científicas tienen siempre un carácter hipotético y no podemos renunciar a la autocrítica, pues nuestra racionalidad limitada puede caer en la trampa del psicologismo, idealismo, positivismo, etc.
Los argumentos de Popper a favor de la falibilidad epistémica derivan del carácter conjetural de nuestro conocimiento y de la posibilidad de que podemos equivocarnos (Errare hominum est). Y este es uno de los principios base de todo racionalismo crítico y científico que nos ayuda en la aproximación hacia la verdad de lo que observamos desde nuestras respectivas prácticas de investigación.
Popper plantea el principio del falibilismo al insistir en el carácter hipotético de la ciencia. Asimismo, tanto el falibilismo como la falsación popperiana pueden ser considerados como las dos caras de una misma moneda, en donde el primero se refiere a la posibilidad de error respecto de los enunciados que plantean las teorías científicas y, la segunda, trata de someter las hipótesis o conjeturas a una negación (no verificación) o refutación para ser eliminado, asumido o reemplazado por otra hipótesis.
Sin embargo, de esto no se puede inferir que el falibilismo popperiano se vincule con el relativismo epistémico, aunque ciertamente Popper se opone a la posibilidad de lograr una certeza absoluta en el conocimiento científico, pues como he mencionado, la verdad científica funciona como ideal regulativo de toda investigación. En su libro Conjeturas y refutaciones (1991), el filósofo vienés señala lo siguiente:
En una de sus últimas obras, En busca de un mundo mejor (1995), Popper se refiere al falibilismo enunciando tres principios epistemológicos:
- El principio de falibilidad: que consiste en reconocer precisamente que quizás yo estoy equivocado y que quizás tú tienes razón, pero que también es posible que ambos extremos estén equivocados.
- El principio de discusión racional: pues deseamos sopesar, de forma tan impersonal como sea posible, las razones a favor y en contra de una teoría […].
- El principio de
aproximación a la verdad: En una discusión que evite los
ataques personales, casi siempre podemos acercarnos a la verdad
[…].
La defensa popperiana del falibilismo (que no es relativismo) se justifica no sólo porque busca promover la actitud crítica y la honestidad respecto de los límites de los conocimientos científicos
-sin que eso signifique renunciar a la verdad objetiva-, sino que también pretende evitar posiciones dogmáticas y autoritarias que Popper encuentra en las doctrinas historicistas occidentales consideradas como pseudocientíficas tal como se pueden apreciar en sus obras: La sociedad abierta y sus enemigos (2006) y La miseria del historicismo (2002). De ahí que el falibilismo sea también una actitud moral, cuya ausencia puede causar daño y sufrimiento en poblaciones enteras.
En consecuencia, los principios que subyacen a cualquier discusión racional que busca la verdad no sólo son principios epistémicos, sino también de ‘eticidad o moralidad’, pues exigen tolerancia y reconocimiento como condición de posibilidad no sólo para la elección de teorías científicas, sino también para la justificación de las teorías morales (incluso políticas y teológicas), lo cual puede ayudar a una convivencia democrática deseable e incluso a la transformación gradual de la sociedad y al mejoramiento funcional de las instituciones gubernamentales.
Sin embargo, Popper nos advierte que es más fácil llegar a un acuerdo razonable acerca de los males existentes y de los medios para combatirlos, que al propio ideal de bien que buscamos y a los medios para concretizarlo. Por ello es necesario el empleo de la razón, en lugar de la pasión y la violencia, especialmente para justificar las comprensiones de bien o teorías morales y políticas. “Siempre existirá la posibilidad de llegar a una transacción razonable de las partes y, por consiguiente, de alcanzar las mejoras mediante métodos democráticos”. En efecto, los individuos experimentan dificultades al momento de juzgar las diversas comprensiones de bien que coexisten entre nosotros, pues no es fácil llegar a dar razones concluyentes en favor de alguna teoría (moral, política o teológica), y aunque muchos pueden estar dispuestos a tolerar las creencias de los otros, no están listos para tolerar las conductas o prácticas sociales que se derivan de tales creencias.
Defender la igualdad y la libertad de los individuos implica no sólo una justificación de la concepción ética elegida, sino también un compromiso personal de luchar contra toda forma de tiranía, dogmatismo e imposición de formas de gobierno que atentan contra el ideal de una libertad legítima.
La defensa de estos principios no significa que toda democracia tenga el deber de hacer que los hombres sean felices. Para Popper, la exigencia de la ética y la política humanista radica en luchar contra el sufrimiento y no tanto en favorecer a la felicidad de todos los hombres. Y frente a la exigencia del utilitarismo de buscar mayor felicidad para el mayor número de gente, Popper propone buscar “la menor cantidad de dolor para todos”, pues considera que la felicidad es un asunto menos urgente que la necesidad de ayudar a los que sufren. Por tanto, es peligroso que los políticos tengan como ideal querer hacer felices a los pueblos.
Veamos lo que él mismo nos dice:
En suma, los principios epistémicos planteados por Popper, que aquí solo hemos esbozado, son también como mínimos éticos que se sustentan en el principio de la falibilidad, con lo cual quedaría demostrado que el falibilismo no solo nos puede orientar en la elección de las mejores teorías científicas sino también de las teorías ético-morales. Esto significa que los aspectos cruciales de la epistemología de Popper no pueden comprenderse sin una referencia a sus aspectos éticos y políticos; y a su vez, tales cuestiones ético-políticas apuntan necesariamente a su visión falibilista del conocimiento general y particular.
En el campo de la moral muchas veces es casi imposible dar un juicio de valor debido no solo a la diversidad de concepciones de bien y a las limitaciones y condicionamientos del conocimiento humano, sino también a las numerosas preguntas abiertas que tales concepciones morales generan y que hace que surjan repreguntas, nuevos intentos de respuesta o nuevas conjeturas.
Esto sin embargo no significa asumir la actitud meramente escéptica, pues la actitud falibilista consiste tan solo en reconocer que siempre podemos errar en nuestra elección y, por tanto, en nuestra justificación racional. Es decir, no implica creer que no puede existir una fundamentación objetiva de las normas morales. En todo caso, un escéptico debería considerar su concepción de bien como una hipótesis o conjetura. Y frente al relativismo que afirma la no existencia de una justificación objetiva de tales normas sino solo una validez relativa, habría que sostener que tal posición se encuentra también limitada y condicionada por las serias dificultades que surgen cuando alguien pretende dar un juicio de valor objetivo.
En el campo de la moral muchas veces es casi imposible dar un juicio de valor debido no solo a la diversidad de concepciones de bien y a las limitaciones y condicionamientos del conocimiento humano, sino también a las numerosas preguntas abiertas que tales concepciones morales generan y que hace que surjan repreguntas, nuevos intentos de respuesta o nuevas conjeturas.
En conclusión, el falibilismo moral popperiano establece un puente entre los criterios epistémicos y las prácticas sociales, lo cual nos ayuda a evitar que, en nombre de una concepción de bien, nobles sentimientos o ideales de vida buena se realicen numerosos crímenes que afectan seriamente a nuestras sociedades democráticas. Popper lo ilustra así:
Asimismo, el falibilismo como actitud moral, práctica, asume los límites de la razón humana con una firme convicción realista y anti relativista y se constituye en una muy buena alternativa al logicismo o neopositivismo, razón por lo que algunos han tildado a Popper de ser un irracionalista contemporáneo. El falibilismo popperiano es la columna vertebral de su epistemología y su visión ético-política, el cual no renuncia a la verdad como máximo valor epistémico, sino a la obsesión por la certeza total, no es escéptico ni relativista, sino que, más bien, apuesta por una nueva forma de concebir a la razón basada en el sentido común crítico, y con la convicción de que podemos errar en nuestras conjeturas, tal actitud es la que debe orientar todas nuestras prácticas investigativas.
https://revistas.unife.edu.pe/index.php/phainomenon/article/view/2179/2463
Vs Critica a Popper
Thomas Kuhn, en su influyente obra La estructura de las revoluciones científicas argumentó que pocas veces los científicos han actuado siguiendo estrictamente los postulados popperianos del falsacionismo. Por el contrario, Kuhn defiende la tesis de que la ciencia ha avanzado a través de paradigmas que dominan la mentalidad de cada época: los nuevos desarrollos científicos son únicamente examinados a la luz del paradigma en uso y solo raramente ocurre una revolución que cuestiona el paradigma mismo. Imre Lakatos, discípulo de Popper, trató de reconciliar esta postura con la de su maestro mediante la introducción de programas de investigación que serían el objeto de crítica y falsación, en lugar de las más concretas proposiciones universalmente válidas de las que hablaba Popper. En este contexto, la tesis de Quine-Duhem afirma que es imposible contrastar una hipótesis aislada, puesto que esta siempre forma parte de una red interdependiente de teorías. Otro discípulo de Popper, Paul Feyerabend tomó una posición mucho más radical: no existe ningún método general para ampliar o examinar nuestro conocimiento y la única descripción del progreso científico es anything goes (todo sirve).
En las ciencias sociales, Popper mantuvo una viva controversia conocida como la disputa positivista (Positivismusstreit) de la sociología alemana. El enfrentamiento fue abierto por un ensayo titulado Lógica de las ciencias sociales que fue presentado por Popper en 1961 en el congreso de la Sociedad Alemana de Sociología en Tubinga Tübingen. El filósofo vienés y su discípulo Hans Albert afirmaron que toda teoría con pretensiones científicas, aun dentro de las ciencias sociales, debía ser falsable. A esta visión de la Sociología se opusieron los dialécticos de la Escuela de Fráncfort, Theodor Adorno y su discípulo Jürgen Habermas. En este contexto ha de entenderse una carta de Popper, publicada sin su consentimiento en 1970 en el semanario alemán Die Zeit y titulada Contra las grandes palabras. En ella, Popper ataca duramente la obra de Adorno y Habermas acusándolos de emplear un lenguaje inflado y pretencioso pero vacío de contenido.
En la historia del pensamiento se ha criticado la utilización de categorías ahistóricas por parte de Karl Popper en su evaluación de la obra de autores clásicos, en especial Platón. Klosko, (Philosophy of the Social Sciences.1996; 26: 509-527) destaca que en La sociedad abierta y sus enemigos Popper presenta a Platón como un antecesor del totalitarismo moderno, una categoría que solo cobra sentido en el mundo posterior a la Gran Guerra y que en la Antigüedad podría aplicarse con cautela al caso particular de la sociedad espartana. Según esta crítica, Popper subordina el conocimiento histórico a su uso político inmediato, y se desentiende de las preocupaciones metodológicas de la buena historia del pensamiento, como la necesidad de recurrir a la filología y la reconstrucción contextualizada del sentido para acercarse a una realidad antropológicamente lejana como la Grecia clásica.
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