La incidencia de la enfermedad del hígado graso se ha duplicado desde 1990 y no deja de crecer.
Afecta a más de 1/3 de la población adulta y al 10 % de la infantil. Descubre en el próximo Debate CaixaResearch los últimos avances en su diagnóstico y tratamientoLa enfermedad del hígado graso es la enfermedad hepática más prevalente en el mundo. Afecta a más de un tercio de la población adulta y al 10 % de la infantil, aunque la mayoría no lo sabe. Es causada por la excesiva acumulación de grasa en el hígado y se ve exacerbada por factores como la obesidad y la diabetes. Se trata de una enfermedad «silenciosa» porque su progresión es muy gradual y la mayoría de quienes la padecen no experimentan síntomas, por lo que no son conscientes de su condición. Alrededor del 25 % de las personas afectadas desarrolla esteatohepatitis no alcohólica, que se caracteriza por inflamación hepática y fibrosis, y si no se controla, puede derivar en patologías graves, como la cirrosis hepática o el cáncer de hígado.
La incidencia de la enfermedad se ha duplicado desde 1990 y no deja de crecer, hasta el punto de que los expertos advierten de que se ha convertido en una «epidemia». Se estima que en 2023 será ya la principal razón para el trasplante de hígado en el mundo. Está directamente relacionada con el sedentarismo, el consumo de alcohol y una dieta deficiente, con abundancia de azúcares y ultraprocesados. El hígado realiza múltiples funciones —incluido el filtrado de las sustancias nocivas, la regulación hormonal y el almacenamiento de energía y vitaminas—, por lo que se trata de uno de los órganos que más se ven afectados por un mal estilo de vida.
Pese a su altísima prevalencia y a diferencia de otras enfermedades no transmisibles con las que está estrechamente asociada, como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes de tipo 2 y la obesidad, la enfermedad del hígado graso está infradiagnosticada y sigue siendo poco conocida por la población general. Jeffrey V. Lazarus es investigador en ISGlobal, centro impulsado por la Fundación ”la Caixa”, y lidera diferentes iniciativas internacionales para consensuar una agenda global de acciones prioritarias que haga frente al avance de la enfermedad.
Tradicionalmente, las enfermedades del hígado se han asociado al consumo de alcohol. El nombre de enfermedad del hígado graso no alcohólico se acuñó en un principio para distinguirla de las causas alcohólicas y se asociaba al sobrepeso o la obesidad. Sin embargo, las enfermedades hepáticas alcohólicas y las no alcohólicas pueden compartir algunos procesos biológicos. Muchas personas que tienen obesidad o síndrome metabólico también consumen alcohol. La tradicional separación entre hígado graso alcohólico y no alcohólico carece de una frontera clara. Además, algunos expertos consideran que los términos no alcohólico y graso pueden estigmatizar. Por todo ello se ha llegado a un consenso internacional para renombrar la enfermedad como esteatosis hepática metabólica y se propone una subcategoría separada para referirse a los pacientes con mayor consumo de alcohol.
Se trata de una enfermedad difícil de diagnosticar y todavía no se dispone de ningún fármaco aprobado para tratarla. Además de la prevención, la estrategia pasa por la detección precoz. Cada vez se está haciendo más énfasis en identificar la enfermedad en fases tempranas, que es cuando hay margen para revertir el hígado graso. Es una enfermedad de origen multifactorial a la que contribuyen varios factores genéticos y ambientales. Los familiares de primer grado de pacientes con hígado graso no alcohólico corren más riesgo de sufrir la enfermedad, lo que pone de relieve la importancia del cribado temprano. Aunque se han identificado algunas moléculas que pueden servir como biomarcadores, la biopsia hepática sigue siendo una de las técnicas de diagnóstico más rutinarias y sus principales desventajas son la invasividad y la variabilidad de la técnica.
En la actualidad, dos proyectos de investigación que cuentan con el apoyo de la Fundación ”la Caixa” tienen como objetivo avanzar en la identificación de biomarcadores no invasivos que faciliten tanto el diagnóstico y monitoreo de la progresión de la enfermedad como la eficacia terapéutica de los tratamientos en desarrollo. ¿En qué consisten? ¿Qué avances se han conseguido?
El investigador Antonio Zorzano lidera un proyecto para hallar biomarcadores de hígado graso que permitan diagnosticar la enfermedad de forma no invasiva. Han descubierto una proteína presente en las mitocondrias de las células hepáticas llamada mitofusina-2 y están investigando si esta proteína se puede usar como diana terapéutica para diseñar nuevos tratamientos.
El equipo liderado por David Martínez Selva ha identificado dos proteínas que, en combinación con un algoritmo matemático, pueden ser usadas como biomarcador no invasivo para predecir el desarrollo y la progresión de las diferentes etapas de la enfermedad, incluidas las más graves. En el proyecto se está trabajando ahora para avanzar en la validación de este nuevo biomarcador, que ayudará a identificar a los sujetos que padecen la enfermedad y a predecir su progresión. Además, facilitará el desarrollo de nuevos fármacos para tratar estas afecciones.
Ponentes:
El hígado graso no alcohólico es una de las principales causas de enfermedad hepática en el mundo. Es causado por la excesiva acumulación de grasa en el hígado y se ve exacerbado por factores como la obesidad y la diabetes. Se conoce como «la enfermedad del asesino silencioso» porque su progresión es muy gradual y la mayoría de los pacientes que la padecen no experimentan síntomas, por lo que no son conscientes de su condición. Alrededor del 25 % de los pacientes desarrolla esteatohepatitis no alcohólica, que se caracteriza por inflamación hepática y fibrosis, y que puede derivar en patologías como la cirrosis hepática o el cáncer. Se estima que en 2023 esta enfermedad será ya la principal razón para el trasplante de hígado en el mundo.
Todavía no se dispone de ningún fármaco aprobado para tratar la enfermedad del hígado graso no alcohólico. Uno de los principales motivos es la falta de biomarcadores clínicos no invasivos, lo que supone un obstáculo importante para el desarrollo de nuevos medicamentos. Aunque se han identificado algunas moléculas que pueden servir como biomarcadores, la biopsia sigue siendo una de las técnicas de diagnóstico más rutinarias y sus principales desventajas son la invasividad y la variabilidad de la técnica. Todo ello hace muy deseable la identificación de biomarcadores no invasivos que faciliten tanto el diagnóstico y el monitoreo de la progresión de la enfermedad, como la eficacia terapéutica de los tratamientos en desarrollo.
En estudios previos con un modelo animal, el equipo ha identificado dos proteínas que, en combinación con un algoritmo matemático, pueden ser usadas como biomarcador no invasivo para predecir el desarrollo y la progresión de las diferentes etapas de la enfermedad, incluidas las más graves, como la esteatohepatitis. El proyecto se propone avanzar en la validación de este nuevo biomarcador, que se postula como alternativa a la biopsia hepática y que ayudará a identificar a los sujetos que padecen la enfermedad y a predecir su progresión, lo que tendrá importantes implicaciones en la mejora de la calidad de vida de estas personas. Además, facilitará el desarrollo de nuevos fármacos para tratar estas afecciones.
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