«La inteligencia es uno de los mejores predictores de la longevidad»
Su equipo publicó recientemente un estudio sobre la personalidad de los centenarios que revela los recursos emocionales y psicológicos de quienes viven más y mejor
España es uno de los países del mundo con mayor número de personas centenarias. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, la cifra total de personas que han soplado velas de la tarta más de cien veces es de 19.693. Y todo apunta a que este grupo de edad seguirá creciendo. Los datos de la ONU muestran que en las últimas tres décadas, el mundo pasó de albergar a 92.000 centenarios a contar con 621.000.
Este fenómeno se puede entender a partir de varios factores. Desde luego, los avances en la medicina y la tecnología han tenido mucho que ver con el hecho de que la población viva más. Pero a las circunstancias que condicionan la vida de las personas se suma otro factor sobre el que podemos incidir de forma más directa y del que no se habla tanto, que son los recursos psicológicos con los que contamos.
Para descifrarlos, un nuevo estudio publicado en Journal of Happiness Studies explora cómo afrontan su vida las personas que tienen más de cien años. A través de entrevistas en profundidad, el equipo liderado por María Dolores Merino Rivera, directora del grupo de investigación Bienestar Psicológico, Salud, Envejecimiento y Trabajo en la Universidad Complutense de Madrid, detectó ocho características positivas que forman parte de la vida emocional de los centenarios. En conversación con La Voz de la Salud, la experta revela los principales hallazgos y cómo podemos aplicarlos para vivir más y mejor.
—Los centenarios son una proporción muy pequeña de la población. ¿Por qué decidió investigar este grupo?
—Lo primero que hay que entender es que, en la longevidad extrema, como es el caso de los centenarios, los factores genéticos y ambientales cumplen un rol muy importante. Pero en este estudio, nos preguntábamos acerca de los factores psicológicos que influyen en esto. En concreto, queríamos saber qué ocurría con las características positivas de la personalidad, o recursos psicológicos, que no son lo mismo que los rasgos de la personalidad. Los recursos psicológicos son características de la personalidad que nos permiten una mejor adaptación al entorno y al cambio, porque promueven nuestro desarrollo, la consecución de nuestras metas y la satisfacción de nuestras necesidades. Todo esto se asocia a resultados favorables, como el bienestar y la salud.
—Por poner un ejemplo, ¿cuáles son algunos recursos psicológicos?
—Ejemplos de recursos psicológicos son la resiliencia, la autoestima, o la curiosidad.
—¿Qué diferencias hay entre recursos psicológicos y rasgos de la personalidad?
—Cualquier característica psicológica tiene parte de genética y parte de ambiente. Pero los recursos son más fácilmente entrenables que un rasgo de personalidad, que es algo más duro. Además, son características positivas de la personalidad, mientras que los rasgos pueden serlo o no.
—Obtener participantes mayores de cien años no ha de ser sencillo. ¿Cómo se diseñó el estudio?
—Queríamos indagar acerca de estos recursos y lo hicimos a través de investigación cualitativa. En esta modalidad se trabaja con grupos pequeños, de muy pocos sujetos, pero que sean muy buenos representantes de aquello que queremos investigar. Se analiza el discurso. Entonces, realizamos entrevistas en profundidad sobre su historia de vida a 19 centenarios saludables. Esto quiere decir que son personas que tienen preservadas sus capacidades cognitivas y, además, tienen una razonable autonomía. Son capaces de comer solos o de asearse. De todos los centenarios de España, que, según los últimos datos del INE, son más de 19.000, solo unos poquitos han alcanzado esa edad de esta manera.
—¿Cuáles fueron los principales hallazgos?
—Los agrupamos en ocho categorías. La primera es la vitalidad. Es algo importante, porque no solamente son personas que están vivas, sino que tienen un claro compromiso con la vida, quieren vivir. Son y eran personas activas. Aunque tuvieran esa edad avanzada, seguían involucrados en distintas actividades y participaban en distintas cosas que se les proponían. Si estaban en una residencia y había un bingo, eran los primeros en apuntarse. Esta vitalidad se reflejaba en sus voces, que no parecían las de una persona de más de cien años, sino que eran voces que parecían más jóvenes, con un lenguaje claro y rápido. Indudablemente, la voz es un reflejo de vitalidad. Cuando uno enferma, una de las primeras cosas que pasan es que la voz se apaga.
—¿Qué otros recursos hallaron en ellos?
—Otra característica que presentaban era el gusto por la interacción. Estos centenarios son personas sociables y las entrevistas con ellos fluyeron de una forma muy ágil. Desarrollan los temas sin ningún problema, porque son buenos conversadores. Son personas sociables y, lo que es tremendamente importante, se sienten queridos. Mantienen lazos estrechos y cálidos con sus familias o con sus cuidadores, en el caso de estar en una residencia para mayores. También han sido altruistas a lo largo de su vida. La mayoría de ellos han ayudado a otros cuando los necesitaban. Son personas comprometidas, responsables, buenos trabajadores, muy apreciados por sus jefes, honestos y perseverantes. Cuando tienen un objetivo, luchan por alcanzarlo. Por ejemplo, una señora se había roto la cadera con más de 90 años. Le dijeron que no volvería a andar y en poco tiempo estaba andando. Son personas con control, que llevan las riendas de su vida, que han sido autónomas, han tenido independencia de criterio y han sabido encontrar las oportunidades del entorno. No se han dejado desbordar por las demandas.
—Se podría decir que son resilientes.
—Desde luego, y esto es algo muy importante. La resiliencia es la capacidad para afrontar la adversidad, recuperarse e incluso salir fortalecidos de ella. A lo largo de una vida tan longeva, a los centenarios les ha pasado de todo. Desde vivir la guerra civil y la posguerra, hasta, en algunos casos, infancias muy duras y, por supuesto, la pérdida de amigos, parejas, en algunos casos, de hijos o nietos. En fin, la vida les ha dado golpes, pero han sabido afrontarlos y seguir adelante.
—¿Qué rol tiene la estimulación cognitiva en este envejecimiento activo y de pronóstico favorable?
—Lo que vimos es que los centenarios son personas inteligentes, porque las conductas que se extraen de su discurso lo reflejan. La mayoría no fueron a la escuela, pero han aprendido a leer y escribir, han tenido resultados académicos brillantes, han sido profesionales exitosos, han asumido retos para los que no tenían formación expresa y los han superado con éxito. Son personas con motivación intelectual. Grandes lectores, personas a las que les gusta aprender, personas con gran curiosidad. Muchos tienen grandes colecciones de libros. Hay que tener en cuenta que la inteligencia es uno de los mejores predictores de la longevidad, entonces, también es coherente que estas personas sean inteligentes.
—¿Cómo podemos incorporar estos recursos en el día a día?
—Una de las cosas más importantes que se pueden hacer es mantenerse activo, tanto física como intelectualmente. La investigación demuestra que el ejercicio físico no solo cuida tu cuerpo, sino también tu cerebro. A nivel intelectual, mantener tu mente activa explorando nuevas áreas de conocimiento, aprender a tocar un instrumento musical o una lengua extranjera, hacer juegos de memoria, todo esto es bueno empezar a hacerlo, incluso a edades avanzadas. En el caso del ejercicio físico, por supuesto, hay que adaptarlo a la edad y la condición médica. Es importante, en relación con esto, plantearse objetivos realistas a corto y medio plazo para tratar de alcanzarlos, pero no a muy largo plazo ni demasiado ambiciosos. Si tienes un objetivo muy a largo plazo, pártelo en pequeñas metas para establecer un orden e ir alcanzándolas poco a poco.
—¿Y en el plano de la gestión emocional?
—Ciertos hábitos de vida diaria son importantes para que las exigencias cotidianas no te agobien ni te desborden, sino que seas tú quien las controle. Por supuesto, hay que practicar la gratitud y esto aumenta el bienestar. Lo mismo ocurre con el disfrute, la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas que día a día nos ofrece la vida es fundamental y hay que aprovechar esas cosas, no dejarlas pasar por alto. Desde luego, desarrollar habilidades que nos permitan aceptar los eventos negativos y estresantes como parte de la vida es clave. En la medida de lo posible, es bueno extraer la esencia positiva de ese evento adverso.
—¿Desarrollar estos recursos puede ayudar a abordar mejor el envejecimiento?
—Sí. En otras sociedades, a las personas de más edad se las considera como gente experimentada, sabia, a la que pedir consejo y tener en consideración. En nuestra sociedad, es todo lo contrario. Pero la población está envejeciendo rápidamente y hay que desarrollar formas de alcanzar ese envejecimiento de forma saludable. Entonces, esto, entre otras cosas, podría ayudar. También hay, sin duda, un problema de edadismo en la sociedad actual. Pensamos que alguien a determinada edad es muy mayor para hacer ciertas cosas. ¿Por qué, si puede hacerlo? A lo mejor no es tan mayor para ello. Pero hay prejuicios hacia la gente de más edad y sería bueno que esto se fuera corrigiendo.
—¿Qué anécdotas te sorprendieron al hacer el estudio?
—Hay muchas. Una señora estuvo trabajando hasta los 98 años como modista. Otra, cuando llegué a su casa me regaló un pañito de ganchillo hecho por ella con más de cien años. Imagínate ser capaz de hacer ese trabajo tan preciso a esa edad. Otra señora me contó que empezó a viajar con más de 80 años, cuando falleció su marido, porque a él no le gustaba viajar. Y estuvo viajando año tras año a lugares lejanos. Otro señor era pastor y mientras cuidaba a sus ovejas, iba leyendo, porque es un lector infatigable. Las ovejas se metían en sembrados próximos y se comían la siembra, y le caían broncas porque él estaba entretenido leyendo en vez de estar pendiente de las ovejas. Eso demuestra su pasión por la lectura y el conocimiento. Otra señora dejó plantado al novio y se marchó a América, en concreto, a Washington, sin conocer siquiera el idioma, y volvió con 89 años haciendo ella sola la mudanza.
—¿Cuáles fueron los hallazgos más inesperados en estas entrevistas?
—Yo esperaba que aspectos como la calma surgieran, pero no necesariamente son personas calmadas. Hay algunos que sí, pero hay otras que dicen: «Qué va, yo todavía sigo siendo muy nerviosa y de hecho me pone nerviosa esta entrevista que estamos haciendo». Lo mismo pasa con la religiosidad. Hay otros estudios que señalan que una de las cosas que ayudan a los centenarios es su fe, y aquí no lo hemos encontrado como algo tan destacado. Hay algunos que son religiosos, pero otros son agnósticos o ateos. Eso me llamó la atención.
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