El progreso nos salvará del ecologismo
Fronteras
El ecologismo surgió en la década de 1960 como consecuencia de, primero, el conocimiento científico resultado de la ecología, las ciencias de la Tierra, la meteorología, la zoología, la botánica, etc. Y, segundo, de la romantización de la naturaleza. Esto tiene como origen la definición presocrática de la naturaleza, es decir, que la naturaleza es la totalidad de las cosas a excepción del hombre y de las cosas del hombre.
En
esencia, el ecologismo podría entenderse como una forma de progreso, ya
que su prioridad es la salud del planeta. El planeta es nuestra casa,
así que su mantenimiento es, a fin de cuentas, una garantía de evolución
y bienestar humanos. Sin embargo, el movimiento ecologista tradicional se desmarca del progreso, precisamente por cómo define la naturaleza.
Tanto es así, que para el ecologismo el progreso es una suerte de
reiterados pecados contra la naturaleza. Así es el movimiento ecologista
gestado en la década de 1970, esa ideología verde de activistas como Al
Gore, el papa Francisco o Greenpeace.
El ecologismo verde o
ecologismo tradicional anhela una naturaleza prístina. Como si esa
naturaleza hubiese sido mancillada por la humanidad [1]. Es una visión
infantilizada de la naturaleza. Esta idealización tiene sus
consecuencias, en primer lugar intelectuales, que son las más graves, y
en segundo lugar prácticas, que afectan a la economía, la política, la
ciencia y la tecnología, entre otras.
Algunas de las consecuencias intelectuales del ecologismo tradicional son el pesimismo y el nihilismo. El ecologismo es un movimiento apocalíptico: agotamiento de recursos, superpoblación, pobreza, enfermedad… Y, como la mayoría de movimientos apocalípticos [2], es misántropo.
Culpa a la humanidad de la inevitable catástrofe, definiendo así a la
humanidad como el cristianismo se refiere al pecado. Y no solo culpa a
la humanidad, sino que solicita su retirada. Con frecuencia aluden a la
humanidad como al cáncer de la naturaleza, y como tal, hay que
combatir la enfermedad siguiendo una estrategia radical [3]. La fantasía
última es un planeta despoblado. Por de pronto pretenden el
retroceso de las actividades humanas: la desindustrialización y el
rechazo al progreso, a la ciencia y a la tecnología. Esto lo vemos
en el ecologismo que rechaza la ingeniería genética, la síntesis
química, la radiación wifi o la energía nuclear. Un movimiento que nació
en parte como consecuencia del conocimiento científico, ahora lo
contradice.
El ecologismo tradicional incurre en una serie de
errores precisamente por tratarse de un movimiento anticientífico, o
contrailustrado, como quiera llamarse. Por ejemplo, la idealización de
las reservas naturales. Este es un fenómeno curioso, ya que las llamadas
reservas naturales no son santuarios naturales, sino producto de la
civilización. Son espacios protegidos y controlados. Lo mismo ocurre con
la llamada agricultura ecológica. Agricultura ecológica es un oxímoron.
La agricultura, por definición, contradice a la ecología tradicional. La
agricultura es una de las prácticas humanas que produce un mayor
impacto medioambiental y supone un desequilibrio dirigido de los
ecosistemas [4][5].No hay más que ver la parcelación del paisaje.
Destrozamos el suelo, lo allanamos, lo inundamos y lo plagamos de
monocultivos. Cultivos que, por cierto, son engendros genéticos que ni
siquiera sobrevivirían sin el cuidado permanente que hacemos de ellos.
La llamada agricultura ecológica genera más impacto que la llamada agricultura tradicional
precisamente porque la agricultura ecológica rechaza el progreso
científico y tecnológico. Necesita más terreno para producir la misma
cantidad de alimento, tiene menor rendimiento [6][7], con lo cual es
menos sostenible. Por ejemplo, la agricultura ecológica no contempla los
cultivos hidropónicos, que ni siquiera necesitan suelo [8]. Ni el uso
de transgénicos, aunque ello suponga dejar de emplear pesticidas. Es como si la agricultura ecológica respondiese a una idealización nostálgica de lo que fue la agricultura
hasta un momento concreto, congelado en el tiempo de forma arbitraria.
Esa es la idea, aunque en la práctica ni siquiera es así de romántica.
Los cultivos ecológicos a menudo se encuentran bajo invernadero y apenas
se diferencian de la agricultura tradicional que simplemente se ha
quedado anclada unas décadas atrás.
El ecologismo tradicional se está convirtiendo en un movimiento meramente cosmético.
Resulta muy ilustrativa la preocupación y el malestar que nos provoca
encontrarnos con pequeños trozos de plástico en la playa, en
contraposición con la indiferencia que nos producen los cantos de
vidrio, cemento o ladrillo. Por si hay dudas, el impacto medioambiental
de los materiales cerámicos es mayor que el de los plásticos [9][10].
Otro ejemplo. Nos parece idílica y consecuente la vida en el campo, las
casas antiguas con paredes de piedra. Efectivamente tienen un valor
estético y arquitectónico, pero no ecológico. La vida en las ciudades,
en edificios, además de dejar más espacio al campo, si se quiere, para
las anheladas reservas naturales, necesita menos recursos para el
desplazamiento, construcción y calefacción [11][12]. El techo de uno es
el suelo del otro. Otro ejemplo. Las cascadas artificiales de la energía
hidráulica, los paneles solares de la energía fotovoltaica, los molinos
de la energía eólica que abarcan inmensas extensiones de terreno. No
los contemplamos como las perturbaciones del paisaje que de hecho son,
sino como parte de la lucha contra el calentamiento global. Hemos
aprendido a contemplar esas monstruosidades como ecologismo. Sin
embargo, una central nuclear, que es más sostenible, genera mucha más
energía a partir de menos recursos, con un menor impacto medioambiental,
la apreciamos como lo contrario al ecologismo [13][14][15].
Efectivamente el ecologismo es un movimiento cosmético.
Por estas razones, otro
tipo de ecologismo es posible. El ecologismo ilustrado. Se trata de un
ecologismo que permanece ligado al conocimiento científico y, por tanto,
entiende que los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos
sí tienen solución y esta vendrá de la mano del progreso. No es un
movimiento apocalíptico, sino optimista y realista. No define a la
naturaleza al estilo presocrático, sino que la humanidad entra dentro de
la definición de la naturaleza que se pretende preservar. Por tanto, el
bienestar humano es crucial.
Las soluciones que propone el
ecologismo ilustrado a los problemas medioambientales pasan por el uso
de todo el conocimiento científico y tecnológico que hemos generado
hasta ahora. De la ingeniería genética a la física nuclear.
Escapar
de la pobreza requiere energía y alimentos en abundancia. Escapar de la
pobreza intelectual requiere ilustración. Escapar de la pobreza
requiere progreso.
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Referencias:
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Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica
Nota del editor: El 03/05/19 se añadieron referencias y se cambió la imagen que acompaña al texto
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